PILATO, PONCIO


Procurador romano de Judea y Samaria en tiempo de Jesús, en cuyo mandato padeció nuestro Señor.
      Pilato, Procurador de Judea-Samaria. Las noticias que de P. dan los Evangelios vienen completadas por las que sobre él refieren Tácito, Filón, Flavio Josefo y Eusebio (Tácito, Annales, XV,14; Filón, Legado ad Caium, XXXVIII; F. Josefo, Ant. fud., XVIII; III,l-2; íd., Bello judaico, II,IX,2-4; Eusebio, Hist. Eccl., 1,9). Por ellos sabemos que fue 5° Procurador en Judea. Los cuatro anteriores fueron: Coponio (6-9 d. C.), Marco Ambivio (9-12), Annio Rufo (12-15) y Valerio Grato (15-26). P. lo fue desde el 26 al-36, diez años. Comenzando el 12 del Imperio de Tiberio y cesando poco antes de la muerte de éste.
      Era de origen samnita, descendiente de la Gens Pontia, célebre en los orígenes, de la historia de Roma. El sobrenombre «Pilato» significaría «armado de dardo», pero no se sabe por qué lo llevaba. Según algunos era amigo personal de Seyano, el omnipotente jefe de la guardia imperial de Tiberio (v.), quien le propuso para procurador de Judea por su tendencia antijudía, que aquél fomentaba. Los únicos datos de su actuación los dan los autores antes citados, enemigos de P. y, por tanto, tendenciosos e incompletos. Son los siguientes:En su toma de posesión se metieron en la ciudad los estandartes con la imagen del emperador, cosa que hería el sentimiento religioso judío. Éstos, encolerizados, fueron a Cesarea a protestar, prefiriendo morir a ceder en su empeño. Tuvo que hacerlo P.
      Otra vez mandó colocar unos escudos con el nombre del emperador en el palacio de Herodes. La reacción judía fue violenta y ante la negativa de P., una legación fue al emperador, quien le ordenó retirar los escudos con la amenaza de caer en su desgracia.
      El tercer choque fue motivado por haber tomado P. dinero del tesoro del Templo para terminar de pagar las obras del grandioso acueducto de Etham, que llevaba las aguas a la ciudad.
      Lucas (13,1) nos habla de otro episodio trágico. Un grupo de galileos en una de las fiestas armó un alboroto en el Templo y fueron pasados a cuchillo mientras se ofrecían los sacrificios.
      Él último suceso fue en Samaria. Un pseudo-profeta prometió mostrar en el monte Garizim (v.) los vasos sagrados enterrados por Moisés. Los allí reunidos fueron muertos y después ejecutados. Los samaritanos acudieron al legado de Siria, Vitelio, quien le ordenó marchar a Roma a justificarse. Cuando P. llegó a Roma acababa de morir Tiberio.
      No obstante, es de suponer que en diez años que duró su administración haría algo digno de elogio, silenciado por los mencionados historiadores, que sólo narran lo malo, denigrante y desfavorable «exagerando sus crímenes reales o supuestos» (Dobschütz).
      Su participación en el proceso y muerte de Jesús. Jesús, condenado a muerte por el Sanedrín (v.), es llevado a P. para que ratifique la sentencia. Este estaba en Jerusalén para evitar con su presencia revueltas desagradables en la fiesta. En los relatos evangélicos se ve una actitud hostil de P. frente a los judíos intentando salvar al reo, convencido de su inocencia y de que le habían entregado por envidia. Pero como político quiere ver el procedimiento de liberarse de Él evitando choques con el pueblo, hasta que su falta de energía y táctica le hacen caer y ceder a los deseos de los jefes judíos.
      Primero quiere desprenderse de Él remitiéndole a Herodes; quiere después contentarles con un castigo, la flagelación; les ofrece la oportunidad de libertarle ellos mismos, dándoles opción a elegirle frente a Barrabás (v.); le muestra flagelado y coronado de espinas por ver si se compadecen de Él. Pero los judíos, acostumbrados a ver ceder a su procurador ante sus deseos mantenidos, le conminan con hacerle perder la confianza ante el César. La conservación de su cargo hará lo demás y aunque se lava las manos, protestando inocencia, pronuncia la sentencia (v. PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO).
      La figura de Pilato y leyenda sobre su muerte. Filón y con él Josefo dan un retrato de P. demasiado desagradable. Citando una carta de Herodes a Calígula, dice: «era de carácter inflexible y brutalmente duro; en su tiempo imperaban en Judea venalidad, actos de violencia, rapiñas, atropellos, humillaciones, continuas ejecuciones sin juicio e insoportable e ilimitada crueldad». Pero si esto fuera verdad, no se explicaría que Tiberio le retuviese diez años como procurador. Aminorando el retrato de sus enemigos, podría quedar así: Duro por su tendencia antijudía, pero a la vez falto de energía a la larga e indeciso cuando estaba en juego su cargo.
      A partir de la llegada de P. a Roma calla la historia. Las leyendas y los apócrifos se encargan de darle un fin desastroso u honroso según la tendencia del escritor. Así aparece en unas suicidándose, en otras muere a manos del verdugo, precipitado en un lago o desterrado; en otras muere de muerte natural siendo cristiano. Según Eusebio se suicidó en Viena para escapar al castigo de Cayo. Según Malalas fue decapitado por Nerón.
      Referente a los apócrifos hay dos realmente curiosos: La muerte de Pilato y La paradosis o tradición de Pilato, de signo contrario. En el primero, condenado a muerte por Tiberio, se suicida; su cuerpo es arrojado al Tíber; ante las tormentas promovidas por los espíritus es llevado sucesivamente a Viena, a Lausana y arrojado a un pozo. La paradosis es de tendencia favorable a P.: condenado por Tiberio, P. oró al Señor; una voz del cielo le proclamó bienaventurado al ser ejecutado; su cabeza la recogió un ángel.
      Otros apócrifos sobre P.: El evangelio de Pedro, favorable a P. como todos los orientales. En alguno de éstos se le considera mártir. Las actas de Pilato, Correspondencia entre Pilato y Tiberio, Relación de Pilato, Cartas de Pilato a Herodes, etc. (A. de Santos, Evangelios apócrifos, Madrid 1956).
     
     

BIBL.: J. BLINZLER, El Proceso de Jesús, Barcelona 1959; K. KASTNER, Jesús Vor Pilatus, Münster 1912; E. SCHÜRER, Geschichte des Jüdischen Volkes, 1, Leipzig 1901; G. RICIOTTi, Historia de Israel, Barcelona 1947.

 

DANIEL DE SANTOS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991