PERSONALIDAD I. DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA GENERAL


Introducción al problema de su definición. Probablemente el término de p. es el más debatido de todos los que integran el mundo psicológico. En principio cabe decir que p. es el correlato psicológico del término filosófico de persona (V.). Uno y otro son, además, manejados como términos sinónimos por los llamados «psicólogos de la personalidad». Los conceptos más cercanos y con los que se han emparentado en las publicaciones psicológicas han sido los de carácter (v.) y temperamento (v.), el primero de ellos con una matización ética y el segundo con un contenido fisiológico evidente.
      M. T. Cicerón (v.), uno de los primeros que analizaron el concepto de persona, recoge cuatro significaciones distintas que tienen, incluso en nuestros días, una importancia capital. a) La primera significación, muy cercana a la originaria (g. prosopón, lat. persona o per sonare), es la de apariencia, más precisamente, de falsa apariencia. En este sentido, la p. viene a ser la simulación, el distinto modo de conducirse en función de los condicionantes de estas apariencias y, dentro de un sentir contemporáneo, los distintos acercamientos psicosociales y los conceptos emparejados con ellos: róle, determinantes sociales, la llamada p. básica o p. característica de cada cultura y que la misma cultura determina, etc. b) La segunda acepción de p. la asimila al papel que cada actor desempeñaba en la obra teatral, al personaje que trataba de caracterizar; con el tiempo, la delimitación de las notas y características constitutivas de este personaje van a colorearse con una serie de definiciones de p. de rango jurídico, si bien extendiendo a veces su aplicabili-dad al nivel supraindividual y corporativo. c) La tercera significación de p. se encuentra asociada con la importancia y dignidad del sujeto de que se trate. Desde el primer momento el mundo filosófico acentuó las notas de racionalidad, autoconciencia y unicidad absoluta; y dentro de la teología se revistió con notas de la relación con la divinidad y su misterio inescrutable. Después, y posiblemente unido a un proceso general de secularización lingüística, el término ha devenido en el lenguaje coloquial en una connotación de prestigio y éxito social, «el tener o no tener p.». d) La cuarta significación que Cicerón da a p. insiste en las cualidades personales y definitorias del hombre mismo. Es éste el sentido más psicológico del término sobre el que nos vamos a detener.
      Siguiendo la pauta sugerida por G. W. Allport (1937), clásica en este campo, aunque sin ceñirnos totalmente a ella, podríamos constatar la existencia de cuatro tipos generales de definiciones psicológicas que se han dado:a) La que se mantiene más fiel a la tradición del pensamiento occidental, y que acota el campo de estudio de la p. como el de todas aquellas cualidades -heredadas y adquiridas, cognitivas y emocionales- que definen al ser humano concreto, individual y viviente. El problema más grave con que se encuentra este tipo de definición es el de haber soslayado una de las primordiales características de la materia viva: la de estar estructurada. b) Esto es, precisamente, lo que señala la segunda clase de definición. En ella se entiende por p. el peculiar y característico modo de sistematizar, asimilar e integrar la información que recibe el ser humano. En este caso, la p. se entiende como ordenada, jerarquizada y formando un sistema en equilibrio parangonable, en cierto modo al menos, con el modelo reticular de personalidad propuesto por R. B. Cattell.
      c) El tercer tipo de definición psicológica resalta la capacidad adaptativa del ser humano; se define en este caso la p. como el modo individual de adaptación del hombre, sus peculiares modos de ajuste al medio -todo tipo de técnica terapéutica es partidaria en mayor o menor grado de esta acepción. Mientras que en la primera definición psicológica de la p. se insiste en lo observable, lo inventariable de la conducta humana, en la segunda y tercera se acentúa el momento científico explicativo de la realidad humana, pero siguiendo dentro del mundo descriptivo de la realidad psicológica individual, en el sentido de que es posible moverse a un nivel de investigación empírica, bien siguiendo el modelo del método científico experimental o del análisis factorial (v.).
      d) La cuarta definición acentúa los aspectos jerárquicos integrativos y los lleva a su límite explicativo: puesto que la realidad humana es una, de lo que se trata en este caso es de buscar el principio integrador de esta realidad. La p. es el sustrato sobre el que se asienta el modo de operar del ser humano, es el centro gravitatorio del obrar individual, el motor de la actividad.
      Si analizamos los temas de que se ocupan en su trabajo científico los estudiosos de la p., advertiremos que falta en ellos un tratamiento sistemático de los procesos cognitivos del ser humano, y que insisten en cambio en los emocionales y afectivos. Los psicólogos de la p. que siguen una orientación fenomenológica, existencial, analítica, psicodinámica y, en general, no experimental, tratan de aislar las pautas de respuesta emocional del sujeto ante el medio. Los estudiosos de orientación experimental,- utilizan asimismo conceptos que son, fundamentalmente, de contenido emocional: impulsos (v.), motivación (v.) y otros que como neuroticismo y extraversión veremos más adelante. No quiere esto decir que se rechacen totalmente los aspectos aptitudinales y cognitivos, pero cuando éstos son utilizados, lo hacen tan sólo en conexión con aquellos otros que señalamos y cargando sobre estos elementos emocionales todo el peso explicativo y sirviendo los aspectos cognitivos como variables de menor relevancia teórica. Dicho con otras palabras: mientras la psicología aptitudinal se ha ocupado en construir una tipología humana asentada sobre los aspectos cognitivos, la psicología de la p. lo ha hecho sobre bases emocionales.
      Por otra parte, en el nivel actual de investigación, carece de sentido postular una definición que pretenda ser a la vez completa y totalmente verificable. A un nivel de metodología científica cabría formular como definición tentativa de la psicología de la p. la que se ocupa de aislar las pautas generales de interacción emocional entre psiquismo humano y ambiente, siendo conscientes de que estas pautas no están todas descubiertas, ni todas las descubiertas poseen la misma relevancia, ni presentan claramente su estructura en todas las ocasiones, puesto que esta estructura es, ante todo, dinámica y se encuentra inmersa en un decurso temporal.
      Técnicas de evaluación de la personalidad. La evaluación en psicología lleva consigo una observación sistemática, bajo condiciones específicas y en relación con estímulos concretos y definidos. Es decir, la observación ha de ser sistemática, repetible y fiable (v. TEST PSICOLÓGICO). Esta observación, además se debe realizar bajo condiciones precisas y anteriormente definidas y llevarse a cabo utilizando siempre los mismos estímulos ante diferentes sujetos, ya que si variamos al mismo tiempo estimulación y sujeto los resultados son difícilmente interpretables; por ello, hay que mantener constante la estimulación y aplicar siempre los mismos estímulos. Cuatro tipos distintos de técnicas evaluativas se han utilizado preferentemente:1) Las técnicas proyectivas (v. PSICODIAGNÓSTICO) dentro de una orientación analítica en el estudio de la p. Se parte del supuesto genérico de que la persona proyecta su personal modo de enjuiciar la realidad a través de un tipo de estimulación poco estructurada.
      2) Entrevistas y técnicas subjetivas, llamadas así por la dificultad de calificación objetiva de las respuestas recogidas en las pruebas. En el caso de la entrevista se trata de una recogida de información verbal con el contacto personal del propio investigador. Dos graves defectos vamos a constatar aquí: el primero se refiere a la poca fiabilidad obtenida en repetidas ocasiones en el análisis de contenido de la información que constituye la entrevista (los jueces que han de evaluar la entrevista difícilmente se ponen de acuerdo sobre la calificación emocional de los juicios emitidos por los sujetos); el segundo hecho a considerar se refiere a toda una serie de efectos sutiles del entrevistador sobre el entrevistado y que han sido puestos de manifiesto más de una vez (por ej., la emisión por parte del entrevistador de una serie de sonidos aprobatorios o desaprobatorios inmediatamente después de que el sujeto ha dado una respuesta llevan a incrementar o a eliminar en ciertas condiciones ese tipo de respuestas). En la llamada técnica Q se piden al sujeto que ordene en tres o cuatro categorías una serie de tarjetas en las que se encuentran escritas frases, lo cual permite un tratamiento más objetivo de los resultados obtenidos. Ninguna de estas técnicas se encuentra estandardizada, por lo que su aplicación depende, exclusivamente, de cada caso individual y la comparación de resultados se hace problemática.
      3) Los llamados tests psicornétricos que, en el campo de estudio de la p., están representados por los cuestionarios e inventarios de personalidad. Se trata de pruebas estructuradas en las que se garantiza la objetividad en cuanto a recogida de información y en cuanto a corrección, que hoy se hace automáticamente. A diferencia de las técnicas que hemos señalado hasta el momento, en este tipo no se parte del supuesto de que existe un paralelismo verbalización-conducta (es decir, que no se supone en principio que una persona haga lo que dice y diga lo que hace). El material consta de una serie de preguntas o afirmaciones a las que el sujeto tiene que contestar bien sea con una alternativa doble (sí o no) o dentro de una escala de intensidad en la que tiene que señalar su grado de acuerdo o desacuerdo con la pregunta o aseveración formulada. Las respuestas así obtenidas poseen el rango de ser unidades de conducta que han de ser validadas empíricamente. El énfasis se sitúa en la relación existente entre pauta de conducta verbal y otros tipos de conducta. Dos grandes peligros, que poseen tanto cuestionarios como inventarios, son la tendencia a dar respuestas extremas, cuya significación funcional no está aclarada del todo, y la aquiescencia o tendencia a contestar que sí. Una ventaja considerable supone el hecho de que sean susceptibles de aplicación colectiva. Son utilizadas preferentemente este tipo de técnicas por las teorías de rasgos de p., entendidos éstos como pautas de respuesta consistentes ante una diversidad de situaciones.
      4) Los llamados tests objetivos son pruebas psicológicas estandardizadas, en los que se trata de estudiar el rendimiento de los sujetos en situaciones muy controladas («situaciones en miniatura»). Asimismo se podrían integrar dentro de este apartado una serie de procedimientos que como el electroencefalograma y la respuesta psicogalvánica de la piel (medida de los cambios de conductibilidad eléctrica) pueden ser representantes de las medidas de activación. Un ejemplo de este tipo de técnicas es el llevado a cabo por Luchins durante muchos años para estudiar la rigidez, utilizando una serie de problemas conocidos como «problemas de las jarras de agua». Se trata de presentar al sujeto dos o tres jarras de agua; p. ej., dos jarras, una con cinco litros de capacidad y otra con una capacidad de dos litros. La tarea consiste en presentar al sujeto una serie de problemas a base de conseguir aislar una determinada cantidad de agua; se contabiliza el tiempo de solución de cada problema, el número de intentos que ha realizado el sujeto o, de modo alternativo, si el método de solución que utiliza es similar en los diversos problemas anteriores. Todos estos criterios pueden darnos un indicio del grado de rigidez de conducta del sujeto en cuestión. La ventaja indudable de este tipo de técnicas es su objetividad; los defectos, con todo, son bien patentes: por una parte, no está claro que una misma prueba posea una significación similar para todos los sujetos, lo cual condicionaría su tipo de respuestas, y, por otra, se dejan sin apreciar todos los aspectos de la p. que se relacionan con un determinado modo de actuación, sin ser este modo-de actuar el mismo; esto es: representa este modo de acercamiento un enfoque excesivamente atomista de la conducta y difícilmente puede apresarse con él la dinámica del proceso personal de realización.
      Todo lo que antecede no quiere decir que no sea factible el estudio de la p.; por el contrario, subraya una vez más lea necesidad en la utilización de baterías de pruebas en las que se encuentren representadas dos o tres técnicas de evaluación distintas.
      Algunos enfoques contemporáneos. Podemos hacer dos grandes grupos. En el primero se sitúan una serie de orientaciones que poseen en común la nota de realizar un estudio basado en la experiencia, pero con resonancia y alcance que trasciende lo experimentable o lo operacionable. En esta línea se insertan todas aquellas posiciones de orientación filosófica y clínica que postulan la existencia de un foco primigenio de actividad -racional o irracional- que es el responsable de la conducta emocional de los seres humanos. Caben aquí tanto las orientaciones fenomenológicas, existenciales y estratiformes (Lersch, Rogers, etc.), como las denominadas analíticas, psicodinámicas y profundas, bien sea con un acento sobre el mundo individual o sobre los aspectos psicosicales. Todas ellas se encuentran inmersas dentro de una tradición filosófica, bien sustancial istas, como en el caso de Lersch, bien mecanicista, como en el caso de Freud. La tendencia que está a la base de todas ellas es la de enfocar el estudio del ser humano en bloque, en su totalidad, haciendo especial hincapié en la explicación de los procesos psíquicos emocionales superiores y complejos: los sentimientos (v.).
      En el otro grupo se encuentran aquellos autores que se mueven únicamente al nivel de lo empíricamente verificable. Dentro de este grupo cabe hacer, a su vez, dos grandes subgrupos. Por una parte, los que entienden la psicología de la p. como una parte de la psicología experimental y, en cuanto tal, le aplican los mismos métodos que a aquélla; y en especial como una parte de la psicología del aprendizaje (v.), y tal y como fue formulada por Hull y Skinner en concreto, o como un aspecto conectado directamente con la psicología del pensamiento en el caso de las llamadas teorías cognitivas de Heider, Festinger y Rosenberg. El segundo subgrupo está formado por las escuelas factorialistas. Como representantes arquetípicos podemos citar el psicólogo inglés, afincado en USA, R. B. Cattell, que utiliza estrictamente el análisis factorial (v.) como método de investigación, así como las técnicas multivariadas; y el alemán, residente en Inglaterra, H. J. Eysenck, quien es partidario de un modelo jerárquico de personalidad. Cattell y Eysenck se han preocupado por la comprensión y delimitación de aquellas pautas de interacción entre psiquismo y medio que son consistentes intra e interindividualmente. Mientras el modelo propuesto por Cattell no ha encontrado una verificación satisfactoria, el correspondiente a la escuela de Eysenck, si bien dentro de un clima todavía hoy polémico, sí ha encontrado, al menos, una verificación parcial aunque incompleta.
      Parte Eysenck del supuesto de que la conducta humana es consistente, posee cierto grado de generalidad, de modo que del análisis de una situación pueden sacarse previsiones sobre el modo de conducta de otra situación posterior. Esta generalidad, por otra parte, no es la misma para todos los tipos de conducta, de modo que puede lograrse hacer una taxonomía de muestras de conducta en función, precisamente, de esta generalidad. El instrumento estadístico adecuado para ello es el coeficiente de correlación (v. ANÁLISIS FACTORIAL). El primer nivel, menos general, con el que nos encontramos es el de las respuestas específicas: son aquellas respuestas que se dan unas veces sí y otras no ante determinados estímulos. El segundo nivel lo forman las respuestas habituales, que ante determinados estímulos se den respuestas similares. El método estadístico empleado en este caso es el llamado coeficiente de fiabilidad. El tercer nivel -nivel de rasgo- se logra al descubrir pautas de covariación común entre distintas pruebas: así se definen rasgos tales como sociabilidad, impulsividad, vivacidad, etc. Mientras los psicólogos factorialistas americanos se quedan a este nivel de análisis, Eysenck, partidario de la escuela factorialista inglesa, toma conciencia del hecho de que estos rasgos no se presentan como independientes entre sí: de ahí la posibilidad de continuar con el análisis de las distintas «generalidades», de someter de nuevo los datos a un nuevo análisis factorial para obtener el nivel de tipos, de factores de segundo orden o dimensiones básicas de personalidad. Dos son las dimensiones fundamentales aisladas por la escuela de Eysenck: extraversión-introversión y control-neuroticismo. Se da la posibilidad de que existan otras. Desde hace algunos años el mismo Eysenck habla de la existencia de otra dimensión más, a la que llama psicoticismo, si bien su caracterización no es definitiva hasta el momento.
      Sin hacer grave traición al estado actual del estudio psicológico de la p., puede decirse que no existe una teoría lo suficientemente convincente como para eliminar a las otras, si bien uno de los logros más importantes de los últimos diez años ha sido la progresiva toma de conciencia por parte de las corrientes experimentalistas de la importancia creciente que posee el estudio sistemático y pormenorizado de la estimulación y de sus aspectos definitorios, lo que equivale a la pregunta: ¿qué es estímulo y cuáles son sus características más relevantes? Por otra parte hay que hacer notar que es posible en nuestros días estudiar, bajo un punto de vista experimental y controlable, la dinámica de p., la dinámica relacional entre los distintos aspectos de p. -dimensiones básicas y factores motivacionales- y las distintas categorías de ejecución, con lo que se posibilita una nueva vía de acceso y comprensión de los procesos complejos que entran a formar parte del mundo emocional humano. Como datos relevantes en esta orientación cabe señalar el hecho, repetidamente constatado, de la existencia de interacciones complejas entre p. y ejecución.
      El estudio pormenorizado de los cambios sistemáticos de la estimulación y de sus relaciones con el mundo emocional se presenta, desde esta perspectiva, como una nueva vía de acceso para el estudio experimental y controlable de la personalidad. En este modo de pensar, sin embargo, no se trata de aplicar únicamente el método experimental tradicionalmente aceptado en psicología, ni únicamente el método del análisis factorial sino, precisamente, de una estrategia de investigación que emplea tanto el análisis controlable por medios físicos de las variables que se consideren, como un análisis pormenorizado de los datos experimentales obtenidos y una elaboración estadística de ellos que permita la objetivación de estos cambios dinámicos y de estas interacciones entre mundo emocional y mundo estimular. Los resultados alcanzados hasta el momento permiten presumir que las así llamadas dimensiones básicas de p. distan mucho de comportarse de modo sistemático y coherente tal y como se había pensado hasta la fecha pero que, sin embargo, los cambios relacionales observados permiten pensar que esta variación no es aleatoria, sino sistemática y susceptible de ser aprehendida y sometida a legalidad empírica.
     
      V. t.: PERSONA; CARÁCTER; CONDUCTA; TEMPERAMENTO.
     
     

BIBL.: G. W. ALLPORT, Psicología de la personalidad, 3 ed. Buenos Aires 1970; íD, La personalidad: su configuración y desarrollo, Barcelona 1968; C. S. HALL y G. LINDZEY, Theories of personality, Nueva York 1957; H. 1. EYSENCK, Fundamentos biológicos de la personalidad, Buenos Aires 1970; L. A. PERVIN, Personality. Theory, assessment and research, Nueva York 1970; P. LERSCH, La estructura de la personalidad, 6 ed. Barcelona 1968; 1. NUTTIN, Psicoanálisis y concepción espiritualista del hombre, Madrid 1961.

 

V. PELECHANO BARBERÁ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991