PAULINO DE YORK, SAN


Arzobispo de York (s. VII). Fue uno de los misioneros que el papa S. Gregorio Magno (v.) envió a Inglaterra el a. 601, a petición de S. Agustín de Canterbury (v.), para ayudarle en su labor apostólica. El Martirologio romano añade que P. había sido discípulo de S. Gregorio, pero de su vida antes de esta misión muy poco se conoce. Sin embargo, al llegar a su nuevo país, el reino de Kent, pronto se distinguió por su piedad y celo apostólico S. Etelberto (v.), el rey, se había convertido al cristianismo en el a. 596, y con él muchos de sus súbditos. Su hijo Eadbaldo, que le sucedió en el 616, se convirtió algún tiempo después; y cuando su aliado Edwin, rey de Northumbria, pidió en matrimonio a su hermana Etelberga, Eadbaldo puso como condición que le fuera permitido practicar su religión y que la acompañase P. Éste fue consagrado obispo el 25 jul. 625 por Justo, arzobispo de Canterbury, y poco después marchó con Etelberga al reino de Edwin con algunos pocos cristianos que acompañaban a la princesa. Los primeros meses fueron duros para P., viviendo entre paganos. Su celo apostólico no se contentaba con mantener a sus compañeros en la fe, sino que ansiaba iluminar las inteligencias de todo el país con la luz de la verdad cristiana. El primer bautizo tuvo lugar con el nacimiento de la hija del rey. Una serie de circunstancias, algunas consideradas milagrosas por las fuentes históricas, contribuyeron a que Edwin se inclinase a abrazar la religión de su esposa. Entre ellas, Beda el Venerable (v.) cuenta cómo el rey se recobró de unas heridas que recibió cuando fue atacado por un asesino pagado porel rey de Wessex. Edwin prometió entonces que consideraría detenidamente su conversión al cristianismo cuando hubiese castigado a los que habían conspirado contra su vida. Fue por entonces cuando el papa Bonifacio envió cartas al rey exhortándole a que se convirtiese, siguiendo el ejemplo de su cuñado Eadbaldo. Edwin, al regreso de una victoriosa campaña de castigo, reconoció en P. al hombre que misteriosamente le había sido prometido como consejero. Antes de su conversión, el rey convocó a su consejo para que, si eran de su opinión, todos abrazaran el cristianismo. Todos los consejeros, incluido el sumo sacerdote pagano, acordaron abandonar el culto de los ídolos y pidieron que P. les hablase de su Dios; después de oírle, acordaron quemar todos los templos y altares paganos. Edwin, con los nobles del reino y una gran muchedumbre, fue bautizado el a. 627 en York el día de Pascua de Resurrección. La ceremonia se llevó a cabo en una iglesia construida rápidamente para la ocasión, pero se acordó construir una iglesia en piedra, mayor y más noble. Tocó a S. Oswaldo, años más tarde, concluir esta obra.
      Durante este tiempo, P. hizo una extensa labor de evangelización con el consentimiento y la ayuda del rey. Al principio bautizaba en los distintos ríos de la comarca; después fue construyendo iglesias. En particular, se destaca la de Lincoln, donde, a la muerte de Justo, P. consagró arzobispo de Canterbury a Honorio. Beda el Venerable cuenta cómo un anciano de la localidad recordaba a P. como un hombre muy alto, un poco encorvado, moreno y enjuto, de nariz aguileña, de aspecto a la vez venerable y majestuoso.
      El papa Honorio envió el palio a P. como arzobispo metropolitano del norte de Inglaterra, pero a la muerte de Edwin en una batalla del a. 633, se produjo una gran confusión en todo el reino y P., juntamente con la reina, volvió a Kent. Allí fueron acogidos por el arzobispo Honorio y por el rey Eadbaldo. P. dejó al diácono Jaime en la iglesia de York, el cual continuó su labor de predicación, y mantuvo viva la fe hasta que se restableció la paz.
      En los últimos años de su vida, P. se hizo cargo de la sede de Rochester que había quedado vacante. M. en olor de santidad el 10 oct. 644, día en que se celebra su fiesta. En tiempo de los normandos, al reconstruirse la catedral de Rochester, sus restos fueron trasladados a una capilla especial. Entre los escritos de P., Beda dice haber traducido un libro en verso sobre la vida de S. Félix, Apóstol del Este de Inglaterra.
     
      V. t.: GRAN BRETAÑA V.
     
     

BIBL.: BEDA EL VENERABLE, Historia ECclesiastica gentis anglorum, Lib. I, cap. 29 y Lib. II, caes. 9 a 20 (PL 90-95); A. BUTLER, Lives oJ Saints, IV, Londres 1926, 31-32; B. LLORCA, R. GARCIA VILLOSLADA, F. J. MONTALBÁN, Historia de la Iglesia Católica, I, 4 ed. Madrid 1964, 639-649.

 

RICHARD A. P. STORK.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991