Parénesis

Dios ha hablado a los hombres con el fin y la intención de conducirlos hacia la meta de la salvación. Pero el hombre no es sólo cabeza, sino también corazón. Por eso, Dios ha hablado al entendimiento y también al corazón del hombre. Ha propuesto unas verdades y ha impuesto unas prácticas. Todo para obtener una conversión (v.). Para ella Dios y los ministros de la Palabra han empleado no sólo razones, sino exhortaciones, parénesis.

1. Terminología. El término griego paraínésis, acción de parainéó, significa exhortación, recomendación, aviso, consejo. Aunque se ha impuesto como denominación del género parenético, la palabra misma no aparece en la S. E. Solamente en dos ocasiones es usado el verbo (Act 27,9.22), la primera con sentido de consolar y la segunda con el de exhortar. La palabra está compuesta de la preposición para (junto a) y el verbo aineo (alabar). Como término típico de exhortación, se usa comúnmente (28 veces) paráclésis, sustantivo de acción del verbo parakaléo (suplicar, consolar, exhortar), usado más de 100 veces (rara vez en el A. T.). Entre los sinónimos empleados para explicar estas palabras, se usan «evangelizar» (Le 3,18), «dar testimonio» (Act 2,40), «palabra» y «hablar» (Act 20,2; Tit 2,15), «profetizar» (1 Cor -14,3.31), «enseñar» y «enseñanza» (1 Tim 4,13; Tit 1,9). Todos aportan algún detalle al concepto general de p., que es una forma de la oratoria en la que prevalece la exhortación y la recomendación.

En la oratoria religiosa bíblica el término consagrado es kéryssó (59 veces en el N. T.). Su ejercicio es una misión (Me 3,14; 16,15) y un ministerio (Act 6,4; 20,24). Los heraldos son llamados ministros de la Palabra (Le 1,3). Pero los predicadores realizan este ministerio por medio de una variada serie de actividades. Primero comunican o anuncian, luego explican el contenido de sus anuncios y exhortan para que los oyentes se decidan a aceptar el mensaje y a vivirlo. Para ello recurren a la dicción enfática, a las repeticiones, promesas y amenazas.

2. La escuela deuteronomista. La característica literaria más notable del Deuteronomio (v.) es la tendencia parenética, que ha servido de modelo literario a otros autores bíblicos, y que se ha reflejado en sus obras. Los tres elementos que lo constituyen: leyes, narraciones, p., adquieren el tono directo propio de la oratoria. Por eso el hagiógrafo deuteronomista es propiamente un predicador. El uso de la primera y segunda personas de los verbos resulta en él más conmovedor: «tú», «vosotros», «yo», «nosotros» jalonan todas las frases del libro. Yahwéh tu Dios» es una expresión insistente. Existe una constante referencia al «hoy de la decisión» (R. Criado, o. c. en bibl., cfr. Dt 4,20.38 ss.; 5,1; 6,5; 9,1; 11,26 SS.; 26,16-18; cte.). Abundan los imperativos parenéticos: «Oye, Israel» (Dt 4,1; 5,1; 6,4; 9,1; cte.), «acuérdate» (Dt 8,2.18; 9,7 15,15; 16,12; cte.), «guardaos de» (Dt 4,23; 6,12; 8,11; 12,13.19.30; cte.), «pon cuidado» (Dt 5,1.32; 6,3; 16,12; cte.). La finalidad de estos discursos ardientes y apasionados es obtener del pueblo de Dios la fidelidad a la Alianza.

3. La predicación profética. Los profetas (v.) son los grandes predicadores del A. T., ministros e intérpretes de la Palabra de Dios. Su primero y gran argumento es que Dios habla por ellos (cfr. Is 1,2 Ier 2,1-3; Am 1-2). Y como Palabra de Dios proclaman sus oráculos, en los que los medios de exhortación van desde las frases más tiernas hasta las más terribles amenazas (cfr. Is 2,9-22 y 49,14-16; Ier 31,20 y 34,17-20). Buscan paradojas, contrastes, imágenes, símbolos, canciones. Tres son los elementos de las p. proféticas: a) La exhortación propiamente dicha (cfr. Is 51; 55; ler 7,2-15; 11,1-8; Ez 14,6-11;etcétera), en la que son frecuentes los imperativos «venid», «oÍD», «buscad», «llamad», siendo el más importante y transcendental de todos ellos la invitación a la conversión: «Conviértete, Israel» (Os 14,2 s.), «convertíos» (cfr. Is 45,22; Ier 3,14.22; 35,15; Ez 14,6; 18,30; Ioel 2,12 s. Zach 1,3; cte.). En el uso de la ternura destacan particularmente Oseas (v.) y la segunda parte de Isaías (v.) (cfr. Os 2,16-22; 11,1-4; Is 41; 43; 45). b) Las amenazas, que ocupan un amplio sector de los libros proféticos (cfr. Is 1-3; Ier 4; 8; Ez 6-7; Os 2,4-15; Am 1; cte.). c) Las promesas de salvación y de liberación. De las cenizas del pueblo prevaricador e infiel, castigado y destruido, surgirá un Resto (v. ISRAEL, RESTO DE) en el que continuarán los lazos de la Alianza. Y así, como ley general, todos los escritos proféticos dirigidos a Israel terminan con una invitación a la alegría y a la esperanza (cfr. Os 14; Ioel 3,18 ss.; Am 9,11 ss.; cte.).

4. El judaísmo. En la época que sigue al destierro de Babilonia se dedica entre los hebreos una atención muy especial a la palabra. En las escuelas y en el servicio sinagoga] va tomando vuelos un género literario llamado midrás (v.; del hebreo duras, investigar), muy usado en los Sapienciales (v.) y en la literatura rabínica. Es una explicación piadosa de la S. E., dedicada a actualizar sus valores religiosos. De sus dos formas (háláká, jurídica, y 'aggadáh, doctrinal) la segunda busca la formación espiritual con piadosas exhortaciones y comentarios doctrinales.

Especial importancia reviste el culto sinagogal, que consistía «más en la palabra que en la acción» (A. C. Bouquet). Dos eran los fines de la liturgia en las sinagogas: la oración y la instrucción. Después de las oraciones preliminares se hacía la lectura de la Biblia, a la que seguía un sermón paranético. Es el lógos paracléseós, que Cristo pronunció en Nazaret (Le 4,16-27) y que los jefes de la sinagoga pidieron a S. Pablo en Antioquía de Pisidia (v.; Act 13,14-15). Fue un sistema muy usado por Cristo y S. Pablo (cfr. Le 4,31; Mt 4,23; 9,35; 12,9; Act 13,5.14.42.44...).

5. La parénesis en el Nuevo Testamento. El mensaje del N. T. se abre con una invitación a la penitencia y a la conversión (Mt 4,17). Es la conclusión del primer sermón apostólico después de la Resurrección de Cristo (Act 2,38), que vino a hablar en nombre del Padre, como los Apóstoles lo hacen en nombre de Cristo (Le 10,16). La misión del Señor es persuadir a los hombres a que abandonen los caminos de perdición para elegir el camino de la vida (lo 10,10), y emplea la predicación para transmitir su mensaje e interpretar su vida: «Coepit facere et docere» (Act 1,1). Los Evangelios son testigos de su acción y de su Palabra. Mt y lo en particular nos han legado largos discursos pronunciados por Cristo en todos los tonos. El Señor acompañaba sus palabras con lágrimas (Le 19,41), súplicas (Mt 11,28-30), gritos (lo 7,37), razones (lo 7-8), mandatos (Mt 5,21 ss.). Se presta al diálogo (Mt 22,15-46), condesciende en parábolas y alegorías (lo 15,1-8), emplea macarismos (bienaventuranzas) (Mt 5,3-12) y amenazas (Mt 23,13-38).

Por su parte, los Apóstoles, enviados por Cristo a continuar su misión, se sienten «ministros de la Palabra» y saben que de ella viene la fe (Rom 10,17). Los primeros discursos apostólicos terminan con una exhortación a la conversión y a la aceptación del Evangelio (Act 2,38; 3,19; 7,51 ss.; 13,38 ss.). Lo que es norma en los Apóstoles predicadores es práctica común en los Apóstoles escritores. S. Pablo dedica a la exhortación la parte final de sus misivas: «Os exhorto, pues» (Rom 12,1; Eph 4,1; 1 Thes 4,1). Algunos escritos apostólicos son de carácterPARÉNESIS - PARENTESCOexclusivamente parentesco (cfr. Ids; 1 lo). Otros delatan un origen homilético (1 Pet). De forma que la proclamación de los hechos cristianos o kérygma (v.) va seguida de una catequesis (v.) en la que la exhortación ocupa el lugar de las conclusiones.


G. DEL CERRO CALDERÓN.
 

BIBL.: U. HOLZMEISTER, Storia dei Tempi del N. T., Turín 1950; A. C. BOUQUET, La Vita quotidiana al Tempi di Cristo, Roma 1956; G. RICCIOM, Los géneros literarios en la S. E., Barcelona 1967; P. GRELOT, La formación del A. T., en A. RoBERT-A. FEUILLET, Introducción a la Biblia, I, Barcelona 1970; ÍD, La Bible Parole de Dieu, París 1965; R. CRIADO, Deuteronomio, en La Sagrada Escritura, Madrid 1967.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991