PALABRA DE DIOS I. INTRODUCCIÓN.


El Verbo o P. de D. en su aspecto interno (v. PALABRA) constituye el despliegue divino intratrinitario por vía del conocimiento. Manifestación interna de Dios a sí mismo, y, por tanto, infinita: es el Hijo, que posee la plenitud del mismo Ser divino recibido por vía de eterna generación espiritual cognoscitiva, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, «esplendor de la gloria divina y figura de su sustancia, que sustenta o mantiene en el ser a todas las cosas por la palabra de su poder» (Heb 1,3). Por eso dice S. Juan: «En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Días» (lo 1,1) (V. TRINIDAD).
      Por la Palabra, en su aspecto externo, Dios se manifiesta al mundo, y por Ella y mediante Ella hace la creación, ya que ésta sale como imitación de su divina esencia, que prepisamente conoce en su Verbo, como participación del Ser infinito que resplandece en la Palabra, y que esta misma Palabra quiere reflejar en el mundo para gloria del Padre. Por eso dice S. Juan: «Todas las cosas fueron hechas,por Ella, y sin Ella nada fue hecho de cuanto fue hecho» (lo l,3), o, como dice S. Pablo, «por Él (por el Hijo), hizo Dios los mismos siglos, y le constituyó heredero de todas las cosas» (Heb 1,2), y «todas las cosas tienen en Él su subsistencia» (Col 1,17)Pero además de esa manifestación de Dios por la Palabra o Verbo en la creación, hay otra manifestación sobrenatural, inicial con la p. de D. comunicada parcialmente mediante los profetas, completa cuando al llegar la plenitud de los tiempos, la misma Palabra «se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria cual compete al Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (lo 1,14; cfr. Heb 1,1-2): la revelación del Padre es obra del Hijo, de la Palabra: «nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo» (Mi 11,27) (V. REVELACIÓN II-III; ENCARNACIÓN).
     
      Con ocasión de la controversia arriana, el cristianismo dejaría constancia precisa, cada vez mejor expresada, de la doctrina de la Palabra o Logos; mientras los gnósticos, influidos por el neoplatonismo, lo convertirían en una emanación de Dios, inferior a Éste, y demiurgo encargado de la creación de la materia, cosa a la que creían Dios no podía rebajarse. Del gnosticismo (v.) participaba Arrio (v.), al convertir al Logos o Palabra en una creatura, aunque fuera la primera y más excelente.
     
      Se pensaba antes que S. Juan tomó de la filosofía griega su concepto de la Palabra, depurándolo. Mas hoy se ve cada vez más claro que la Revelación cristiana no hizo sino clarificar lo que se vislumbraba en la Revelación veterotestamentaria, que tendía a personificar cada vez más la Sabiduría o P. de D.; tendencia que cortó el judaísmo poscristiano por su odio y oposición al cristianismo. En los profetas se habla ya frecuentemente de la P. de D., aunque todavía no aparezca su personificación. Mas en los libros de la Sabiduría (v.) y de los Proverbios (v.) aparece ya la Hokmd o sabiduría de Dios como algo personalizado, pues en la creación ya estaba con Dios disponiéndolo todo, y deleitándose en la obra creadora. Los escritos apócrifos identifican esta Sabiduría con la Palabra o Logos, dándole este nombre griego, ampliamente difundido en el periodo helenista, y haciéndolo equivalente a la Hokmá. En el Targum Palestino (Ms. Neofiti), ya existente en tiempo de Cristo, aparece frecuentemente la palabra Memrá (=Palabra de Yahwéh), con características de personalización muy avanzada; y en Gen 1, según ese Targum palestino, el mundo es creado por «la Palabra de Yahwéh», no por Yahwéh simplemente. Así, los elementos que aparecen en el Prólogo de S. Juan estaban ya en la tradición judía, aunque en él la personalización es plena y total.
     
      Esta línea bíblica, que culmina en Jesucristo, y que es testimoniada principalmente por S. Juan, tiene paralelos en las religiones no cristianas, de los que el caso griego es un ejemplo entre tantos. En realidad parece nos encontramos con una tradición universal, que en cierto modo atisba y prenuncia lo que había de ser manifestación fundamental de la realidad de Dios revelada en el cristianismo.
     
      V. t.: VERBO; LOGOS.
     
     

BIBL.: J. MÉNARD, Logos, en Enc. Bibl. IV,1066-1070; J. RÉVIELLE, La doctrine du Logos dans le quatriéme évangile et dans les oeuvres de Philon, París 1881; J. D'ALMA, Philon d' Alexandrie et le quatriéme évangile, París 1910; J. LAGRANGE, Vers le Logos de saint lean, «Revue Biblique» 32 (1923) 161-184, 321-371.

 

A. PACIOS LÓPEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991