NESTORIO Y NESTORIANISMO II. LAS COMUNIDADES NESTORIANAS 2.


1. Historia (continuación). La invasión musulmana del 637 fue una liberación para los cristianos de Persia, nestorianos desde el concilio de Seleucia-Ctesifonte, del 486. Los nestorianos, sirios de origen y de lengua, eran arameos. Tenían, por tanto, más puntos de contacto con los árabes semitas que con los iránicos que hablaban persa antiguo y practicaban como religión oficial el zoroastrismo. El monoteísmo árabe era también un punto de contacto con los nestorianos. La Crónica de Seert cuenta que el katholikós nestoriano había enviado al Profeta musulmán una embajada a cuyo frente estaba Gabriel, obispo de Maysan. Esto es sin duda una leyenda, como también la pretendida Carta magna, de que nos habla el mismo autor, que había sido otorgada por Mahoma mismo aprobando la plena libertad de los cristianos. Sin embargo, se puede decir que, por lo general, aunque con algunas excepciones locales, la libertad de la iglesia nestoriana experimentó una mejoría bajo el dominio mahometano. El katholikós, que desde 609 a 628 no había podido ser elegido, fue ahora nombrado sin dificultad.
      En la primera época de los nuevos conquistadores se produjeron algunos cismas internos, debidos en gran parte a la diferencia de trato dado por los gobernadores árabes a los cristianos de sus respectivas regiones; pero se pudo llegar a una unidad más perfecta cuando el califato se trasladó de Medina a Damasco, y el katholikós tuvo acceso a la corte califal. Por su parte, la administración estatal exigió bien pronto la colaboración de los cristianos, más cultos e instruidos que los hijos del desierto. La corte se llenó de nestorianos: médicos, astrónomos, filósofos, especialmente durante los califatos de Al-Manzor y del famosísimo Harum al-Rasid (v. ABBASÍES). El apogeo de la influencia nestoriana tiene lugar bajo este último, gracias a una personalidad excepcional, el katholikós Timoteo 1 (780-823). Éste trasladó su sede a Bagdad, que desde el 762 era la nueva residencia califal, y supo manejar al califa, aunque tuvo que ceder a veces a sus caprichos para no perder su favor.
      Bajo Timoteo I, la iglesia nestoriana conoció una extraordinaria expansión misionera. Ya en épocas anteriores habían llegado hasta la India (v. MALABAR, IGLESIA), y hasta las más apartadas regiones de China. En 1625 fue casualmente descubierta en Si-gaan-fu una estela nestoriana erigida en 781. El texto, que contiene una sintética exposición del cristianismo, es una adaptación de las verdades cristianas a la mentalidad china. De los datos de este documento y de los escritos de Timoteo I, consta que una floreciente cristiandad nestoriana indígena se había formado en China en el s. vii, y que en ella se multiplicaban los monasterios. Hacia comienzos del s. vil existió también en Asia central una notable comunidad de nestorianos. En el s. xii, los musulmanes de la rama chiíta (v. Si'A), lanzados a la conquista de Asia central, encontraron al sur de Taklamakan tropas cristianas al mando de un gobernador vasallo del príncipe cristiano de Khotan, Nudum Khan.
      Otro campo de evangelización en el que se distinguió Timoteo I fueron los turcos. En 782 él mismo logró la conversión del «rey de los turcos». En el s. vii[, nos consta que había un obispo nestoriano en Samarkanda. En 1007, los Keraítas, habitantes de la Mongolia septentrional, se convirtieron en masa al cristianismo nestoriano. Un poco más tarde, en el s. xli, se convirtieron los Ongüt, guardianes de las fronteras entre China y Mongolia. El poder de las dinastías keraístas y ongüt fue aniquilado por Gengis Khan (v.) imponiendo por la fuerza la confederación mongólica; pero de este contacto muchos de sus partidarios llegaron al conocimiento del cristianismo. Sin embargo, los datos para reconstruir la historia de estas cristiandades son escasos y fragmentarios. Todo esto explica, sin embargo, por qué los mongoles, en su conquista del Occidente, se mostraron siempre deferentes y respetuosos con los cristianos y en especial con los nestorianos. El segundo sucesor de Gengis Khan, Guyuk, recibió el bautismo el 6 en. 1248, de manos del obispo nestoriano Malaquías. En el saqueo de Bagdad de 1258, por el KhanKubilay, casado con una cristiana, los nestorianos no sólo estuvieron exentos del pillaje, sino que su katholikós recibió como regalo un suntuoso palacio. Poco después, el conquistador, por inspiración de su esposa, se lanzaba a la liberación de los Santos Lugares, hecho que un historiador ha calificado de «cruzada mongólica». Su sucesor, Mangu Khan, entregó al katholikós un sello de oro para que pudiese conceder libremente salvoconductos a sus fieles por las rutas del imperio. En los archivos vaticanos se conservan aún documentos que llevan la impronta de este sello.
      La comunidad nestoriana persa alcanza la cumbre de su esplendor con la ascensión al solio primacial del katholikós Yahballaha III en 1281. Este mongol ongüt, hijo de un arzobispo, había nacido en Kuoseng en 1245. Monje desde muy joven, llegó a la capital del n. en 1280, donde escaló rápidamente el escalafón de los honores y cargos eclesiásticos. A la muerte del katholikós Denha, fue elegido para sucederle. El motivo de su elección hay que buscarlo en el deseo de los nestorianos de impedir la rápida islamización de los soberanos mongoles, a quienes los oprimidos árabes buscaban atraer hacia su religión por motivos evidentes. El soberano Abagha, lisonjeado por la deferencia de tal elección, multiplicó los favores al pueblo cristiano y los honores al neo-electo, que fue ascendido a la dignidad de príncipe. Yahballaha, por orden del soberano, se puso en contacto con los príncipes occidentales y con Inocencio IV, en vistas a una cruzada para la liberación de Palestina.
      Después del asesinato del Khan Kaikatu, el 23 abr. 1295, su sucesor, Ghazan, convertido al mahometismo, diezma la población cristiana. La labor paciente del katholikós logra no sólo calmarle, sino obtener su conversión y grandes compensaciones. No pudo obtener lo mismo del nuevo soberano que subió al poder en 1306, Oldjaitu, también ganado para la religión islámica. El anciano Yahballaha tuvo que presenciar en Arbelas la matanza general de cristianos. Al morir Yahballaha, 13 nov. 1317, la iglesia nestoriana había llegado a tener 30 provincias eclesiásticas.
      La historia de los nestorianos en el s. xiv-xv nos es casi enteramente desconocida, fuera de algunos nombres de los katholikós que la gobernaron. Cuando volvemos a reanudar el hilo, en el s. xvi, no es ni sombra de lo que había sido. Se reduce a unos grupos cristianos en los centros comerciales de Edesa, Damasco o Jerusalén y pequeñas poblaciones al este del Tigris.
      Una división interna se produjo en la iglesia persa, cuando el katholikós Sullaca, en 1551, se pasó al catolicismo. Se crearon de este modo dos sedes patriarcales diferentes que han perdurado, incluso en el momento en que las dos se encontraron simultáneamente separadas de Roma. En la historia de la unión con Roma de la iglesia mesopotámica se da un cruce curioso: los sucesores de Sullaca, pasados de nuevo al n., son los actuales patriarcas nestorianos, mientras los sucesores de su opositor, divididos a su vez en dos jerarquías diferentes, abrazaron la fe católica, José I en 1674 y Hormez en 1778, y, una vez unificados en 1830, formaron la serie de los patriarcas caldeos católicos, que continúa hasta hoy (v. CALDEOS II).
      A partir de esta división en el s. XVI, los nestorianos se ven reducidos a una minoría refugiada en las montañas del Kurdistán entre los dos lagos de Van y de Urmya. La nueva dinastía nacional persa de los Safaridas, implantada a principios del s. XVI, no les favoreció en nada. Empieza para ellos una rápida y creciente decadencia. Su vida se encuentra ligada al régimen feudal de las tribus kurdas, y el katholikós, hasta la primera guerra mundial, desempeña el papel de jefe de la confederación de tribus. Su aislamiento facilita su exterminio por parte de los turcos. El único medio que se les presentaba para poder sobrevivir era la unión con Roma. Las tentativas se continuaron hasta principios del presente siglo; pero siempre fracasaron por la oposición de una u otra facción antiunionista. Intervinieron también manejos políticos de Rusia e Inglaterra. Simón XIX, elegido en 1903, a los 19 años, buscó la protección de los zares, que trasladaron a los nestorianos de las montañas al Azerbaidjan. Pero cuando las tropas rusas se retiraron en 1917 dejándoles algunas armas, la población nestoriana se encontró rodeada de enemigos. Acabadas las municiones algunos meses más tarde, algunos se retiraron a Rusia; otros, la mayor parte, unos 60.000, se dirigieron hacia Mesopotamia, ocupada por los ingleses. A la muerte del katholikós Simón XX, en 1920, Isaías, un niño de 13 años, fue elegido para sucederle. Inmediatamente después de su consagración, en la que tomó el nombre de Simón XXI, fue conducido por las autoridades británicas a Inglaterra, donde recibió una esmerada educación en la universidad de Oxford. Durante su ausencia, la dirección de los asuntos de la nación pasó de las manos de su padre a las de su tía, verdadera regente de la nación nestoriana. Vuelto a Mosul en 1927, el joven patriarca se encontró completamente desplazado. En 1940 decidió trasladarse a los Estados Unidos, donde actualmente vive.
      2. Estadísticas y organización. Los nestorianos de Persia, desde el punto de vista religioso, viven en gran abandono. Tienen escasísimos sacerdotes y éstos casi sin ninguna formación. Actualmente esta cristiandad está dividida en dos bandos, unos en favor y otros en contra del katholikós. Los recientes viajes que éste ha hecho a Oriente no han podido mejorar las cosas. Actualmente los nestorianos son unos 70.000. Poseen cinco diócesis, tres en Iraq, una en Persia y una en la India, la de los Mellusianos, pasados en 1908 del catolicismo siro-malabar a la obediencia del katholikós nestoriano.
      La jerarquía eclesiástica de los nestorianos comprende ocho grados: katholikós, metropolitano, obispo, archidiácono, sacerdote, diácono, subdiácono y lector. Los dos últimos son órdenes menores, y frecuentemente se confieren a los niños desde que son capaces de leer la S. E. La costumbre de consagrar sacerdotes y obispos antes de los 25 años, como es el caso del actual katholikós, es un abuso en contra de los cánones de la misma iglesia nestoriana.
      Desde 1450, por decreto del katholikós Simón IV Basidi (1437-77), la dignidad del katholikado se ha hecho hereditaria de tío a sobrino o primo. Una vez consagrado el nuevo katholikós toma el nombre de Simón desde 1580. Hasta la 1 Guerra mundial, el katholikós, por disposición gubernamental de los turcos, reconocida después también por los persas, era al mismo tiempo la suprema dignidad política para los adeptos al nestorianismo. Su autoridad era inapelable. Una excomunión del katholikós equivalía al destierro.
      El episcopado es, también, por regla general, hereditario. El obispo debe ser consagrado por el metropolitano y éste a su vez por el katholikós. Los derechos metropolitanos, sin embargo, se reducen hoy a la sola consagración de sus sufragáneos. El obispo, en el régimen de su diócesis, es ayudado por un archidiácono, siempre sacerdote, que ocupa, como entre los jacobitas (v.), el cargo de vicario general. Es éste el que en realidad gobierna la diócesis y administra los bienes eclesiásticos.
      El clero bajo es, en su totalidad, casado, lo cual trae consigo que el oficio parroquial se trasmita generalmentede padres a hijos. Canónicamente, sin embargo, pertenece a la comunidad parroquial elegir sus pastores. No se prohíben las segundas nupcias de los sacerdotes, contra la costumbre canónica general en todas las demás comunidades cristianas de Oriente.
      3. Teología. Recorreremos brevemente el desarrollo de las doctrinas nestorianas desde el s. viii hasta nuestros días, siguiendo la exposición teológica hecha por las grandes figuras del nestorianismo posterior.
      Cristología. La controversia nestoriana arranca, como es sabido, de una cuestión terminológica. Teodoro de Mopsuestia y N., en posición apologética contra los arrianos (v. ARRIO), habían tomado como sinónimos los términos griegos physis e hypóstasis al hablar de la Encarnación. Al término prósopon le atribuían un doble significado: el de persona física y el de entidad jurídica (persona moral). En la primera acepción, prósopon era idéntico a physis y a hypóstasis. En la segunda, era el resultado de la unión de dos physis, es decir, de dos personas físicas. En este último sentido hablaban de prósopon en Cristo, puesto que en Él afirmaban la coexistencia de dos personas físicas: el Hijo del Padre y el hijo de María. En la misma confusión de physis, hypóstasis y prósopon físico cayó Severo de Antioquía; pero no aprobó la solución nestoriana de unir las dos realidades de Cristo en una misma personalidad moral, sino que se expresó en términos que, al menos en apariencia, sonaban a la desaparición de la naturaleza humana después de la unión de la humanidad con la divinidad (v. MONOFISISMO). El Conc. de Calcedonia (v.), por su parte, llegó a una síntesis ortodoxa distinguiendo entre physis e hypóstasis, tomados respectivamente en el sentido de naturaleza y de persona. En este caso, hypóstasis y prósopon eran sinónimos. Hay, por tanto, en Cristo, dos naturalezas (physis) pero una sola persona (hypóstasis o prósopon).
      La teología nestoriana del s. VIII-IX no estaba ya de acuerdo con la terminología de N. Su mayor representante en el katholikós Timoteo I (m. 823). Él distinguió entre physis (naturaleza o esencia abstracta) e hypóstasis (persona individua). En terminología, por tanto, concordaba con la distinción calcedonense. Él mismo lo confiesa: «nos distinguimos de los calcedonenses no por nuestro desacuerdo entre las sustancias y las naturalezas, sino por la discusión sobre la cualidad y la especie de la unión» (Epístola 3, ed. Oscar Braun, 5). En realidad, a pesar del cambio de terminología, Timoteo es un auténtico nestoriano. Bajo fórmulas aparentemente calcedonianas, reafirma la coexistencia en Cristo de dos realidades completas.
      Los teólogos que siguen a Timoteo, del s. IX al XIII, entre los que podemos citar al autor anónimo de la Exposición de los oficios eclesiásticos, a Elías de Nísibe, a Isoyahbun bar Malkon y a Juan bar Zo'bi, dejan traslucir su influjo aunque se mantengan en el rígido n. ortodoxo.
      En la época de Timoteo I y en el periodo inmediatamente posterior, conviven algunos escritores de talla que, baja fórmulas nestorianas, no comulgaron con las teorías cristológicas de N., derivando o hacia el mesalianismo (v. MESALIANOS) y el origenismo (v. ORíGENES), COMO José Hazzaya, o hacia la ortodoxia calcedonense, como Sahdona de Mahoze, Isodad de Merven y Elías Damasceno. Este último intentó conciliar la teología nestoriana con la calcedonense y la jacobita, defendiendo que las diferencias eran verbales y no reales. A excepción de estos autores, la teología nestoriana se reduce, tanto en este periodo como en los siguientes, a comentar a Teodoro de Mopsuestia, al que llaman el «intérprete de las Escrituras». Para ellos, la fidelidad a su doctrina, considerada como un legado de los tiempos apostólicos, es la piedra de toque de su ortodoxia. Esto explica el carácter arcaico de su teología.
      En la primera mitad del s. XIV, la teología nestoriana cuenta aún con algunos nombres célebres, pero con ellos se acaba todo vestigio de cultura bajo la opresión mongólica y turca. Las últimas luminarias del saber nestoriano son Ebedjesu, metropolitano de Nísibe (m. 1318), el kátholikós Timoteo II (1318-32) y Amr ibn Mattai.
      Eclesiología. Evidentemente la teología nestoriana considera la institución eclesiástica como el medio divinamente instituido para conducir a los hombres a su último fin por medio de su doctrina, de su autoridad y de sus sacramentos.
      En cuanto a la constitución y estructura jurídica y mística de la Iglesia, casi nada encontramos en los teólogos nestorianos. Es cierto que muchos textos litúrgicos hablan del primado (v.) de Pedro. Con ellos, algunos autores católicos de la época romántica han formado bellos florilegios para probar la fe nestoriana en el Primado Pontificio. Sin embargo, frente a estos textos poéticos, encontramos los textos oficiales nestorianos que afirman su total independencia. Así, p. ej., el sínodo de Marcabta en 424, el de Iso'yahb I en 583. La autoridad de los textos petrinos ha favorecido mucho, sin embargo, a los misioneros latinos que han trabajado por la unión.
      Sacramentos. La teología sacramental nestoriana comienza con Ebedjesu, en el mismo periodo en que el Occidente latino establece en forma definitiva su pensamiento teológico en esta materia. Para Ebedjesu hay siete sacramentos, pero su enumeración no coincide con la católica. En cuanto a los elementos constitutivos del sacramento, no sería difícil encuadrar lo que expone en la teoría occidental de materia y forma.
      Nada hay que notar de específico en el bautismo, si no es la fórmula indicativa: «Es bautizado el siervo de Dios N. en el nombre del Padre...», que es común a todos los ritos orientales. La confirmación se da a los niños inmediatamente después del bautismo. En nada se distingue de la de los demás ritos orientales. Ebedjesu no ha especulado mucho sobre la Eucaristía. Lo que de ella nos dice es plenamente ortodoxo. No es así la doctrina de su antecesor, Babeo el Grande, que explica la Eucaristía como una forma de impanación (v. EUCARISTÍA).
      Mucha importancia reviste para los nestorianos el fermentum, usado en la fabricación de las prósforas (hostias), que deben ser consagradas. Ebedjesu lo enumera entre los siete sacramentos. Según una leyenda, este fermentum había sido fabricado en su origen por S. Juan con el pan de la última cena intinto en la sangre del Redentor. A pesar de lo que han escrito los teólogos sobre este Íermentum, es un elemento que más pertenece al folklore que a la teología.
      Sobre la confesión, se profesa teóricamente la doctrina ortodoxa clásica. Pero consta que, por lo menos desde el s. xvi, la práctica de la confesión auricular ha caído por lo general en desuso. El sacramento del orden es considerado por Ebedjesu como el sacramento primordial del que dependen los otros. Los nestorianos han conservado, a propósito del sacerdocio, la sucesión apostólica y una doctrina sustancialmente idéntica a la católica, de modo que no se puede dudar sobre la validez de sus ordenaciones.
      Ebedjesu nota que los cristianos, que no poseen el (ermentum, añaden a la lista de los sacramentos el matrimonio, para completar el número septenario.
      La unción de enfermos es el único sacramento del queno se habló jamás en la teología nestoriana. Algunos han querido descubrirla bajo la «señal de la cruz», el último sacramento de la lista de Ebedjesu, pero no aducen razones de peso. No obstante, en algunas regiones, ha existido, sin carácter sacramental, una unción de los enfermos con óleo y sustancias aromáticas.
     
     

BIBL.: K. ALGERMISSEN, Iglesia católica y confesiones cristianas, Madrid 1964; A. EHRHARD y W. NEUSS, Historia de la Iglesia, II, Madrid 1962; B. LLORCA, Historia de la Iglesia católica, I, 4 ed. Madrid 1964 ss.; G. S. ASSEMANI, De syris nestorianis, Roma 1728; fD, De catholicis seu patriarchis chaldeorum et nestorianorum commentarium historico-chronologicum, Roma 1775; F. NAu, L'expansion nestorienne en Asie, Chalon sur Satine 1914; J. FOSTER, The Churchs of the T'ang dynasty, Londres 1939; J. DAUVILLIER, Les provinces chaldéennes de 1'extérieur au Moyen Age, en Mélanges F. Cavallera, Toulouse 1948; E. TISSERANT, Nestorienne église, en DTC X1,157-323; E. AMANN, Nestorienne église, DTC X1,288-313; J. M. VOSTÉ, La confession chez les nestoriens, «Angelicum» 7 (1930) 17-26; M. JUGIE, Theologia dogmatica orientalium, París 1935, V,11-347; W. DE VRIES, Sakramententheologie bel den nestorianern, Roma 1947, «Orientalia christiana Analecta» n. 133; R. MCNAMARA, Theodore of Mopsuestie and the nestorian heresy, «Irish Theological Quarterly» XIX (1952) 254278; XX (1953) 172-191; E. K. DELLY, La theologie d'Elie bar Senaya, Roma 1957; M. GORDILLO, Theologia orientalium cum latinorum comparata, Roma 1960.

 

J. S. NADAL Y CANELLAS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991