NAZARENO


El término es empleado en el N. T. como un adjetivo patronímico de Jesús y posteriormente aplicado también a los cristianos (Act 24,5). Se emplea en una doble forma: nazarénos, preferida por S. Marcos (1,24; 10,47; 14,67; 16,6), y nazóraios, preferida por S. Mateo (2,23; 26,71 par.), por S. Juan (18,5.7; 19,9) y por S. Lucas en los Hechos (22,22; 3,6; 4,10; 6,14; 22,8; 24,5; 26,9). En el Evangelio de S. Lucas figura nazarenos en 4,34 -par. a Me 1,24- y en 24,19.
      Origen del término. Parece ser la transcripción tal y como se pronunciaba en Galilea de un adjetivo arameo nasraya, derivado a su vez del nombre de lugar: Nazaret (v.). Así lo indica claramente Mt 2,23.
      En cuanto a su empleo aplicado a Jesús, en S. Marcos da la impresión de ser una forma con que el Señor era llamado; tiene un carácter y sabor muy primitivos. En Me 16,6 se afirma, con esta denominación, la identidad entre el Crucificado y el Resucitado. En S. Mateo la primera apelación tiene el carácter de un nombre mesiánico, del que luego nos ocuparemos; la segunda es totalmente paralela a S. Marcos. En S. Juan se trata de una apelación también usual, es decir, con que era llamado; con ella se responde a la pregunta : «¿A quién buscáis?». También el título de la Cruz parece tener en S. Juan el mismo sentido. En los Hechos de los Apóstoles aparece en boca de S. Pedro, en el discurso de Jerusalén (2,22), dirigiéndose al paralítico (3,6), al sanedrín (4,10); en boca de los falsos testigos que resuenen la predicación de S. Esteban (6,14, que parecen usarlo en tono despectivo); en la aparición de Jesús a S. Pablo en el camino de Damasco, según él refiere a los judíos de Jerusalén (22,8); finalmente en el discurso de S. Pablo ante el rey Agripa (26,9: nombre de Jesús Nazareno).
      N. parece ser, pues, el nombre que se aplicó a Jesús durante su vida mortal y con el que fue denominada la comunidad de Jerusalén.
      Cumplimiento profético del término según Mt 2,23. S. Mateo ha visto en la permanencia de Jesús en Nazaret una circunstancia providencial para que se cumpliera el oráculo sobre el Mesías que «Será llamado Nazareno». Varios lugares podría haber tenido en la mente S. Mateo: el Mesías «vástago» o «retoño» (néser) de Jesé (Is II,1); otros proponen el nombre de «Germen» (seniall) aplicado al Mesías en una serie de lugares (Is 4,2; ler 23,5; 33,15; Zach 3,8; 6,15; por medio de una regla de interpretación rabínica de lugares paralelos se habría de entender cornoequivalente de néser). Otros proponen una relación vaga del nombre de Nazaret (lugar despreciado: cfr. lo 1,46) con las humillaciones del Mesías. Pero esta referencia mesiánica difícilmente hubiera sido asociada por los rabinos, que por otra parte no contaban con las humillaciones del Mesías. Quizá en la mente cristiana sí ha podido tener este sentido. Finalmente. Schaeder apunta a una serie de lugares sin duda más importantes. Son los pasajes relativos a Sansón (ldc 13,5.7; 16.7) en que los Setenta traducen naziraios.
      Esta sentencia de Schaeder reproduce, según Lyonnet, la posición última de S. Jerónimo, quien había derivado n. primero de néser pero en un ambiente de polémica; posteriormente, tras un estudio tanto filológico como exegético, había llegado a la conclusión de que la única proveniencia posible era nazir (nazareo: santo, consagrado a Dios). Lyonnet piensa que en la pronunciación galilea no debía de haber diferencia entre nasrath y nazarath y por ello el término arameo nazir, que significa santo, sugería a la vez la proveniencia de Nazaret.
      El sentido, según esta opinión, para S. Mateo sería el equivalente de S. Lucas «será llamado santo» y aunque Jesús no fue nazareo como el Bautista, sí estuvo consagrado a Dios y más que ningún otro.
      Holzmeister, no obstante, cree que debe entenderse la profecía con el único vocablo néser y el resto sería la traducción siguiente: «por aquello de que sería llamado néser». Así establece una relación entre «flor» y el nombre de Nazaret, que según una etimología corriente hacía alusión a la abundancia de flores. La dificultad filológica la resuelve por el hecho de que los Setenta transcriben muchas veces s por z.
      Otros, en cambio, creen que el término arameo nasrath para referirse a Nazaret y el término nasraya, empleado para designar tanto a Cristo como a los cristianos, deben haberse derivado del apelativo nosri empleado por los rabinos para designar a Cristo (nosrim designa a los cristianos en el Talmud y en la famosa plegaria Shenione Esre). Es difícil saber por qué los rabinos emplearon sade en vez de zain; probablemente tenemos aquí una grafía artificial para evitar el término nazir (santo, consagrado).
      El título de nazareno aplicado a los cristianos. Según Act 24,15 en la comunidad de Jerusalén los cristianos aparecían como una de las muchas sectas y recibían el nombre de «secta de los nazarenos». El término se conservó en todo el inundo semítico para designar a los seguidores de Jesús el Nazareno. En cambio, en el mundo griego se impuso el nombre de cristiano que había nacido en Antioquía (cfr. Act 11,26).
      S. Jerónimo conoció todavía en su tiempo una comunidad judeo-cristiana que conservaba este nombre; no podemos saber con certeza si se trata de la secta de los ebionitas (v.) o si era una comunidad judeo-cristiana ortodoxa que mantenía las características primitivas y el nombre antiguo. En todo caso se debe excluir cualquier conexión con la no suficientemente clara secta de los nazareos, mencionada por Epifanio de Salamina (v.). No existe prueba alguna fuera de esta mención de Epifanio para identificarla.
      Conclusión. Tras la diversidad de opiniones que acabamos de ver en torno a uno de los problemas que son considerados como crux interpretum, tanto por la duplicidad del término griego, como por la enigmática cita profética de S. Mateo, debemos resumir los principales puntos de vista a retener y apuntar la posible vía de solución.
      En primer lugar, se debe asegurar la relación entre n. y Nazaret, puesto que el N. T. testimonia esta relación como hemos visto anteriormente. Por otra parte nos encontramos con la imposibilidad de saber el nombre arameo que correspondió a Nazaret y si la actual denominación puede derivarse con toda probabilidad del nombre hebreo empleado por los rabinos para designar a Cristo y a los cristianos.
      En segundo lugar, la conexión de la cita profética de S. Mateo con los pasajes del Libro de los Jueces que hablan de Sansón parece innegable. Ello lo muestra, además, el contexto de todo el relato de la infancia en S. Mateo y la explicación del nombre de Jesús como el que salva al pueblo de sus pecados. Precisamente la narración de Sansón insiste en este aspecto liberador del consagrado a Dios.
      Schaeder apunta que solamente en la traducción de los Setenta se puede encontrar la razón de la cita de S. Mateo, puesto que el autor escribe en griego. No obstante, el texto original debió de componerse en arameo, como lo demuestra también el resto de las citas aducidas por S. Mateo (v.). Por eso creemos que es en las traducciones targúmicas, en concreto en el Targum de Jonatán, ya que no poseemos el texto palestinense de los Profetas, donde se puede verificar esta conexión entre n. y nazireo. Ahora bien, también el texto de Jonatán traduce en los lugares citados el hebreo con zain (nazir). Con ello creemos que S. Mateo ha pensado reunir en una doble idea al llamar a Jesús N.: vecino de Nazaret y Santo de Dios.
     
      V. t.: EBIONITAS; JUDEO-CRISTIANOS; NAZARET.
     
     

BIBL.: Católicos: U. HOLMEISTER, Quoniam Nazareus vocabitur, «Verbum Domini» 17 (1937) 21-26; 1. LYONNET, Quoniam Nazareus vocabitur, «Biblica» 25 (1944) 196-216; para información sobre la institución religiosa del Nazareato v. F. SPADAFORA, Nazireato, en Enc. Bibl. V,471-472. No católicos: H. H. SCHAEDER, Nazarenos, Naz5raios, TWNT IV,879-884; F. HANN, Cristologische Hoheitstitel. Ihre Geschichte im trühen Christentum, 3 ed. Gotinga 1966, 236 ss.

 

DOMINGO MUÑOZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991