NATURALISMO. FILOSOFIA


El término n., del latín naturalis, lo que está de acuerdo y se deriva de la naturaleza (natura), se usa frecuentemente para designar realidades diversas; dos de ellas, especialmente, han cuajado a lo largo de la historia en sendos movimientos que se han autodesignado con la palabra n.: en primer lugar, todas aquellas concepciones filosóficas, de muy diverso contenido, que tienen como característica unificadora el considerar a la naturaleza, en cuanto totalidad de realidades físicas existentes, como el principio único y absoluto de lo real; es éste un naturalismo filosófico y de él nos ocupamos en los artículos I y II; en segundo lugar, un movimiento estético, representado sobre todo en literatura, que se ocupa, como objeto de representación artística, exclusivamente de las producciones de la naturaleza; es éste un naturalismo literario-artístico y de él tratan los artículos III-VII.
      I. FILOSOFIA. Características.La ambigüedad que a lo largo de la historia del pensar humano ha tenido el concepto de naturaleza se ha reflejado en la noción de n., de tal forma que no puede verse en él un sistema filosófico nítidamente estructurado, sino, a lo sumo, una línea general de pensamiento cuyos jalones fundamentales pueden cifrarse en los siguientes puntos:1. Absolutización de la naturaleza en cuanto principio supremo: para el n. todo lo real es natural y todo lo natural es real.
      2. La naturaleza es concebida como la totalidad de la realidad física, con exclusión de cualquier otro tipo posible de realidades.
      3. Negación de la dualidad naturaleza-espíritu; este último, caso de ser admitido por el n., se concibe como una modulación especial de la primera, pero siempre reductible a ella: la pretensión de establecer una distinción esencial entre una y otro es vigorosamente negada, afirmando que las leyes naturales extienden su ámbito de validez al denominado reino del espíritu.
      4. Como consecuencia de lo anterior, el n. ha ido, generalmente, vinculado a una concepción materialista de la realidad, hasta el punto de que Dilthey (v.), en su tipificación de las concepciones del mundo, ha señalado al materialismo como la nota fundamental que caracteriza al n. y que lo diferencia del idealismo objetivo y del idealismo de la libertad. Sin embargo, y ello es buena prueba de la antes citada ambigüedad de la noción de n., hay pensadores considerados como vinculados a este modo de pensar -tal el caso de Giordano Bruno (v.)- en los que es muy difícil, por no decir imposible, encontrar huella alguna de materialismo.
      5. Otra característica que, no necesariamente, pero sí con cierta frecuencia, acompaña al n. es el mecanicismo (v.). La naturaleza es concebida como un conjunto de procesos regulados por magnitudes y leyes estrictamente mecánicas: masa, energía, densidad, inercia, etc. Sin embargo, algunas formas de n. excluyen decididamente todo tipo de mecanicismo, como es el caso del materialismo dialéctico marxista -que puede englobarse también dentro del n.-, para el que la realidad no está regulada por leyes mecánicas sino por la tríada hegeliana de la tesis, antítesis y síntesis.
      6. Derivada de la absolutización de la naturaleza, el n. niega la dualidad natural-sobrenatural, carácter éste que ha sido destacado por John Dewey (v.) (1859-1952) como fundamental en todo n.; en diversos momentos -especialmente en Human Nature and Conduct (Nueva York 1922) y en Experience and Nature (Chicago 1925)ha mantenido que el constitutivo esencial del n. es la oposición a toda clase de sobrenaturalismos, es decir, a la admisión de entidades que escapan a la naturaleza y a las leyes naturales que la regulan. Dentro de los sobrenaturalismos -según Dewey- habría que incluir tanto aquellas doctrinas que hacen de lo natural y de la naturaleza una mera epifanía de un principio ulterior y más real, como es el caso de los idealistas poskantianos, cuanto las que afirman junto a la naturaleza una realidad superior y trascendente a ella.
      7. Otra nota, también destacada por Dewey, es el optimismo antropológico: frente a las doctrinas que hacen ver que el ser humano es una realidad necesitada de salvación y en el que las tesis soteriológicas revisten excepcional importancia -como se pone de relieve en todo pensamiento religioso o de corte platónico-, en el n. el hombre es un ser plenamente radicado en sí mismo y que en sí mismo adquiere todo su sentido. De ahí que el n. suela desembocar en un humanismo radical, tal como aconteció con el n. renacentista y con el del s. XVIII. La perfección del hombre -según esta posición- se encuentra en el mejoramiento de su propia naturaleza, no en la mutación de ella.
      8. Cabe también destacar la íntima ligazón entre el n. y el progreso de la ciencia físico-natural. Aunque este factor es meramente fáctico -y aun a ese nivel discutible: Dewey, p. ej., no reconoce esta ligazón-, parece innegable que históricamente el n. ha ido ligado al desarrollo de las ciencias positivas, en especial de la Física y la Biología. Así ha sucedido con el n. de los presocráticos, en los que la preocupación por la fysis, la naturaleza, les llevó a una concepción naturalista de la realidad; con los pensadores renacentistas, influidos por el auge de la nueva ciencia; con el n. decimonónico, que toma ocasión en gran parte de la grandiosa comprensión del cosmos que ofrecía la física newtoniana y los nuevos escubrimientos de la biología evolucionista; y, por último, con el actual n. basado en la nueva visión que del universo presenta el progreso científico.
      9. Finalmente, es de señalar que dentro de un n. consecuente los problemas epistemológicos no alcanzan la virulencia a que llegan en el seno de otras concepciones, p. ej., en el idealismo. Suele darse en los pensadores naturalistas una cierta confianza en el poder espontáneo de los órganos cognoscitivos humanos para captar la realidad. La correlación establecida por el n. entre el hombre como microcosmos y el universo como macrocosmos conduce a la creencia, más o menos explícita, de que entre ambos se da una simpatía óntica fundamentadora de una fácil captación del ser del segundo por la facultad cognoscitiva del primero. Y, de hecho, la gnoseología (v.) del n. ha sido siempre un tanto pobre. A este aspecto del n., aunque quizá de forma exagerada, es al que se refería Kant al decir que «el naturalista de la razón pura considera como principio el que por mediode la razón común, sin ciencia (lo que llama la sana razón), se puede obtener, respecto de las cuestiones más elevadas que constituyen el objeto de la metafísica, más que por medio de la especulación» (Crítica de la razón pura, Doctrina del método, cap. IV).
      Periodos. Históricamente el n. ha tenido cuatro momentos principales, por lo que puede distinguirse entre un n. griego, un n. renacentista, un n. moderno y un n. actual. El primero tiene dos periodos fundamentales, encarnados en las escuelas presocráticas y en las posaristotélicas: epicúreos y estoicos (v.); en todas ellas la fysis se presenta como algo absoluto que en sí misma encuentra la razón de su existir; el propio ser humano no aparece más que como un elemento de la naturaleza, con ciertas peculiaridades, pero sometido por completo y sin excepción alguna a sus leyes. Es muy significativo que la primera manifestación clara y definida de una teoría evolucionista aparezca en Anaximandro (v.) y se continúe en el epicúreo Lucrecio (v.).
      El n. renacentista es una clara muestra de la derivación, antes citada, hacia el humanismo; aunque tendencias naturalistas pueden señalarse en la mayoría de los pensadores del Renacimiento -ejemplo manifiesto sería Leonardo de Vine¡ (v.)-, sus representantes más típicos son Bernardino Telesio (1509-88), Francisco Patrizzi (1529-97) y Tomás Campanella (1568-1639; v.).
      El n. moderno, de fuerte raigambre científica, se inicia durante el s. XVIII -el n. de la Enciclopedia, cuyos jalones principales serán el n. pananimista de Jean Baptiste René Robinet (1735-1820) y el n. mecanicista de La Mettrie y de Holbach (v. ILUSTRACIÓN I, 2b y 3c)-, culminando en el siglo siguiente bajo la forma del materialismo mecanicista de L. Büchner, J. Moleschott y E. Haeckel (v.).
      En la actualidad el n. es una corriente de innegable difusión si bien con fuertes variantes entre sus diversos representantes. Pueden citarse entre ellos a A. N. Whitehead (v.; The Concept of Nature, 2a ed. Nueva York 1926), A. Liebeck (We1terwachen, Stuttgart 1928) y H. Blüher (Die Achse der Natur, Hamburgo 1949). Un grupo interesante de defensores del n. es el formado por los autores de los 15 estudios sobre cuestiones filosóficas contenidos en Naturalisin and Human Spirit (ed. Y. H. Krikorian, Nueva York 1944) -entre los que cabe citar a S. P. Lamprecht, J. B. Pratt, W. R. Dennes y E. Nagel-, creadores del llamado neonaturalismo, cuya característica fundamental es una mayor apertura en el concepto de naturaleza y el abandono del materialismo y del mecanicismo presentes, en general, en el n. anterior y tradicional.
     
     

BIBL.: A. CRESSON, Les bases de la philosophie naturaliste, París 1906; J. DEWEY, La experiencia y la naturaleza, México 1948; J. B. PRATT, Naturalism, New Haven 1939; C. BOUCHAT, Histoire du naturalisme 1ranCais, París 1949.

 

J. BARRIO GUTIÉRREZ

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991