MORALISTAS INGLESES DEL SIGLO XVII
La filosofía moral del s. XVII en Inglaterra es un reflejo de la diversidad de
corrientes y sistemas que Europa conoce a partir del criticismo cartesiano y
que, en líneas generales, no se unificará hasta la Ilustración. Las tendencias
se definen en función de las posiciones contrarias; Descartes, Hobbes y, más
tarde, Locke, serán los ejes en torno a los que giran las controversias, sin que
el elemento clásico desaparezca por completo. Los moralistas que estudiamos aquí
tienen interés como reacción frente a Hobbes, comoprolongación del deísmo (v.),
como precedentes de la Ilustración (v.), o, en algún caso, como precedentes de
los inicios de la Ciencia económica.
El tratado De legibus Naturae disquisitio philosophica (1672) de Richard
Cumberland (1632-1718), obispo anglicano de Peterborough, fue la primera
reacción importante a la teoría moral del De Cive de Hobbes (v.). Admitiendo la
influencia de los platónicos de Cambridge, rechaza su teoría de las ideas
innatas, y trata de buscar el origen de- las leyes morales partiendo de la
experiencia y ascendiendo a través de una conexión, hasta Dios. Analizando el
hombre, sus facultades y sus tendencias involuntarias, observa que en ellas
aparecen unas verdades naturales (naturalea rationis dictata), inteligibles en
sí mismas y anteriores a cualquier clase de pacto o contacto. Y de esas verdades
deriva la inclinación, que no tiene nada que ver con la utilidad o el egoísmo de
Hobbes, a evitar el mal y realizar el bien. La benevolentia universalis abarca
en el hombre a todos sus semejantes. Al mismo tiempo, pues, que este sentimiento
es el punto de partida de la moral natural, confirmada por Dios en el Evangelio,
y a su vez fundamento de las leyes civiles, el bien común es la suprema ley, sin
que exista ninguna contradicción entre el interés particular y el colectivo.
En torno al Christ's College y al Emmanuel College de la ciudad de
Cambridge, e influidos por un tradición humanista y neoplatónica, aparece a lo
largo del s. xvii un grupo de escritores conocidos con el nombre de
«platónicos», que, partidarios de una interpretación espiritualista y religiosa
de la realidad y opuestos al materialismo y al mecanicismo, representan, desde
el punto de vista de la filosofía, una oposición más profunda al sistema de
Hobbes. Para Nathanael Culverwel (ca. 1618-51), alumno del Emmanuel College y
autor de An elegant and learned Discourse of the Ligth of Nature (ed. póstuma,
1652), la ley natural y la divina se identifican. La primera, revelada al hombre
por la razón, es una aplicación de la ley eterna impuesta por Dios y adaptada a
la naturaleza del hombre. En Ralph Cudworth (1617-88), la posición es muy
semejante. Pastor anglicano, graduado en Cambridge y, más tarde, principal del
Christ's Colleg_ su obra fundamental The True intellectual System of the
Universe (1678) habría formado parte, de no quedar inacabada, de un tratado «De
la Necesidad y de la Libertad»; póstumas aparecieron A Treatise concerning
eternal and inmutable Morality (1731) y A Treatise of Free will. Frente al
ateísmo, al materialismo o al fatalismo estoico, considera que el hombre es
libre y responsable de sus actos y que la justicia y el bien son eternos,
formando parte de la naturaleza de Dios. Los principios morales -el concepto de
lo bueno y lo malo, de lo justo y lo injusto- no se derivan de ninguna ley
positiva; como participación de la razón divina, son innatos en todos los
hombres y ciertos e inmutables como los principios matemáticos. Henry More
(1614-87), en su Enchiridion Ethicum (1668), considera el conflicto del hombre
entre las pasiones de su propia naturaleza y los imperativos de la razón; pero,
subordinada a ésta, existe una potencia especial que lleva a cabo el acuerdo
entre esos imperativos y la naturaleza. Las pasiones, en sí, no son condenables;
únicamente es preciso dominarlas. Las tres principales, admiración,
concupiscencia y cólera, encuentran su contrapartida en las virtudes de la
prudencia, la sinceridad y la paciencia, ayudadas por la justicia, la caridad y
la probidad.
Sin embargo, son las ideas morales de Locke (v.), aunque menos radicales
en apariencia que las de Hobbes, las de influencia más profunda. Su criticismo y
su naturalismo religioso inician en Inglaterra las ideas de la Ilustración (v.),
al mismo tiempo que se extienden al continente. El valor supremo es ahora el
hombre, la Humanidad. La moral deja poco a poco de apoyarse en normas
trascendentes, puesto que lo natural y lo moral son equivalentes. Tolerancia,
humanidad, fraternidad, concordia e igualdad son algunas de las nuevas virtudes
que los m. oponen a las antiguas, mientras que el supremo ideal se define como
la felicidad individual y social. La moralidad es innata, pero no a la manera de
una idea, sino como un cierto «sentido moral» comparable al sentido estético,
cuya norma es la utilidad, la máxima felicidad para el mayor número de hombres.
Tal es, en líneas generales, el espíritu de la moral naturalista de los
últimos escritores del s. XVII. Lord Anthony Ashley Shaftesbury (1671-1713) es
seguramente el más importante de todos ellos. Autor de Letter to a young Man at
the University, An Inquiry concerning Virtute and Merit (1699), The Moralists
(1705) y Soliloquy or Advice to an Author, conocedor del griego y el latín, el
ideal helenístico de belleza y armonía domina por completo su pensamiento. En
una época de crisis y de transición, no sólo social y política sino también
intelectual, su labor consiste sobre todo en llevar a terreno laico los
problemas de la filosofía ético-religiosa de los platónicos de Cambridge. Estos,
junto con Platón, Aristóteles, Cicerón, Bruno, el deísmo de Toland y
fundamentalmente los estoicos, constituyen el fondo de su doctrina. Frente a
Hobbes y Locke, busca la fuente de la moral dentro de la misma naturaleza
humana, con independencia respecto de la ley positiva o divina y de cualquier
clase de religión. Sin embargo, no se trata de la naturaleza humana individual y
aislada, sino considerada dentro del orden del universo, establecido y regido
por Dios. La moral no procede de la religión, sino a la inversa, puesto que sin
moral no hay verdadera religión.
El orden del universo se manifiesta en las inclinaciones y tendencias
naturales del hombre que orientan su conducta para consigo mismo y los demás. La
fuente de la moral no está en las ideas innatas o en la razón, sino en el
sentimiento; esta «conciencia o sentido moral», que aprehende la belleza o la
deformidad de la acción, es de carácter emotivo, intuitivo, más que discursivo,
y aunque connatural al hombre, es susceptible de ser alcanzada mediante una
racionalización de las pasiones. Esta es la finalidad de la educación, ya que
los instintos son de suyo buenos; el amor a sí mismo puede convertirse en
egoísmo; el amor a los demás puede transformarse en debilidad o sentimentalismo;
la razón y la reflexión son las encargadas de introducir ese equilibrio y
armonía en que consiste la virtud. El mismo sentimiento de armonía rige la vida
social, que es resultado de la misma naturaleza. Cuando este sentimiento se
extiende a todo el universo, admirando el orden de la naturaleza y su causa
activa y creadora, Dios, el sentimiento moral se convierte en sentido religioso.
El conocimiento de Dios completa y termina la moral. Las teorías morales de
Shatesbury influyeron en Hutcheson, Hume y Adam Smith al mismo tiempo que en el
continente, donde Diderot tradujo su Tratado de la Virtud y el Mérito.
Bernardo de Mandaville (1670-1733), holandés, doctorado en medicina en
Leiden y residente en Inglaterra a partir de 1700, representa frente a
Shaftesbury el retorno a las ideas pesimistas de Hobbes sobre la naturaleza
humana y el origen de la sociedad. Los títulos de algunas de sus obras
constituyen ya una muestra de sus ideas:The Fable of Bees, or private Vices
public Benefits (1714), Free Thoughts on the Religion, Church, Governement
(1720), Inquiry into the origen of Man and usefulness of Christianity (1732).
Las virtudes individuales no pueden sobrevivir fuera de la sociedad. La virtud
sola es incapaz de sostener un Estado, puesto que el reino de la virtud equivale
a la destrucción de las artes y las ciencias al ser el egoísmo y los vicios un
beneficio público, como estimulantes de la actividad y el progreso. La virtud
individual es suficiente para agradar a Dios, pero no para fomentar la
prosperidad. La vida social no es un resultado natural sino un producto
artificial provocado por el miedo y el temor, a los que se unen el egoísmo, la
ambición y el poder. El hombre se diferencia de los animales en su capacidad
para conocer el placer, al tiempo qVe éste es la causa de su aplicación al
trabajo. Su utilitarismo influyó en algunos economistas ingleses, como Bentham y
Stuart Mil].
BIBL.: F. COPLESTON, A History of Philosophy. VI: Wolff to Kant, Londres 1960; C. CASSIRER, Die Platonische Renaissance in England und die Schule von Cambridge, Leipzig 1932; V. COUSIN, Cours d'histoire de la philosophie morale au XVIII siécle, París 1840-41; G. DILTHEY, El mundo histórico y el siglo XVIII, México 1944; ID, De Leibniz a Goethe, México 1945; P. HAZARD, La crise de la conscience européenne, París 1935; R. L. BRETT, La filosofía de Shaftesbury y la estética literaria del siglo XVIII, Univ. Nac. de Córdoba 1959; A. SHAFTESBURY, Los moralistas, Univ. Nac. de La Plata 1965.
J. L. MANCHA RODRfGUEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991