Monaquismo
 

Introducción. M., nombre colectivo derivado del griego monos (solo), designa una forma particular de vida cristiana cuya característica más notable es la separación del mundo en mayor o menor grado.

Etimología. El sustantivo griego monajos, que dio como derivado en latín monachus, monje, viene de memonaja, perfecto del verbo griego monazo. Este verbo significa el género de vida de uno que está solo (monos en griego), pues aquí la unidad se opone a la pluralidad. Pero las palabras monos y monazo pueden revestir diversas acepciones, que sobrepasan la pura filología, para dar lugar a determinadas consideraciones espirituales. La interpretación más tradicional es que el monajos o monje, es monos, uno, porque lleva una existencia retirada, más o menos solitaria, en la que el contacto con los hombres queda reducido al mínimo. Esto es verdadero ante todo y sobre todo del anacoreta (v. ANACORETISMO), y en un grado menor, también del cenobita. Pero mona¡os es susceptible de otro sentido. El verbo monazo puede entenderse también como significando el reducir a la unidad. Para Orosio, monjes son aquellos que, «renunciando a la multiplicidad de las cosas del siglo, se reducen a la obra única de la fe». Y para el Pseudo-Dionisio, los monjes recogen su espíritu de la distracción de lo múltiple, y lo llevan hacia la unidad divina. El estudio filológico de la etimología sugiere aún un tercer sentido. La forma ática de monos, en jonio mounos, viene del ático manos. Esta palabra designa lo que está aislado, en el sentido de ralo o de raro. Las cosas ralas o raras, son menos resistentes que los grupos compactos. De ahí una idea de pequeñez, de debilidad. Enfocada en este sentido, la vida monástica es el camino pequeño, el camino de la infancia.
Orígenes y primer desarrollo. Los principios del m. son inciertos. En el estado actual de la investigación, puede afirmarse que apareció más o menos al mismo tiempo y con características muy parecidas en los diversos países del orbe cristiano. Sus primeras manifestaciones conocidas datan de la segunda mitad del s. in. En el s. IV, adquirió grandes proporciones, sobre todo en Oriente. Egipto se convirtió pronto en el país clásico del m. Han fracasado los sucesivos intentos de explicar sus orígenes por influencias ajenas al cristianismo, como el culto de Serapis, el neoplatonismo, el neopitagorismo, el budismo, etc.; el estudio de las fuentes prueba que se basa en principios auténticamente cristianos. Los primeros monjes y monjas fueron los continuadores de los ascetas y vírgenes consagradas a Dios que existieron en la Iglesia desde la época apostólica: hombres y mujeres que resolvían permanecer célibes para dedicarse mejor al cultivo de las virtudes y a la oración. La innovación de los monjes consistió en practicar el ascetismo cristiano en la soledad. Se han dado varias explicaciones plausibles de esta separación del mundo; en último término la justifica la convicción de los monjes de que se encuentra mejor a Dios lejos del mundo corrompido y corruptor.
Los primeros monjes vivieron solos o en grupos muy reducidos y poco compactos; por eso recibieron el nombre de anacoretas o ermitaños (v.). La vida solitaria no dejó de existir nunca en la Iglesia (v. ANACORETISMO). Con todo, en seguida, apareció el cenobitismo (de koinós, común y bios, vida: vida de comunidad). Su organizador más genial fue el copto S. Pacomio (v.), hacia el 320; la koinonía (comunión, congregación) pacomiana gozó de merecida celebridad. Y pese a la resistencia que encontró en los ambientes anacoréticos, la vida de comunidad cada vez más perfecta, bajo una Regla y un superior (o una serie de superiores), que se consolidó relativamente pronto en todas partes y terminó por prevalecer. S. Basilio (v.), no sólo fue su gran promotor en Asia Menor, sino que dio al m. cenobítico su más amplia y firme motivación teológica. El cenobitismo según S. Basilio difiere notablemente del m. pacomiano: a los grandes monasterios de S. Pacomio y otros, se prefieren las comunidades reducidas, bien incorporadas a la Iglesia local.
A continuación se estudian por separado la historia y posterior evolución del m. en Oriente y Occidente y después la espiritualidad y teología monásticas.

I. EN ORIENTE. Tras el gran florecimiento del s. IV y buena parte del V, el m. oriental sufrió una gran decadencia. En Egipto, cayó en el monofisismo (v.) militante y más tarde sucumbió casi enteramente al golpe del Islam. En Palestina, se sumió en los odios y la confusión de las querellas origenistas (v. ORíGENES) para sufrir luego la misma invasión islámica. Algo parecido experimentó en Siria, Mesopotamia, etc. Entretanto, Constantinopla y su región se habían convertido en su baluarte: los monasterios eran muy numerosos y bien poblados, y los monjes gozaban de gran prestigio, aunque no siempre eran respetados. Así, en los s. VIII y ix, tuvieron que sufrir duras persecuciones de parte de los iconoclastas (v.). S. Teodoro Estudita defendió, como tantos otros, muy vigorosamente el culto de las imágenes sagradas, y restauró y reorganizó el m. Su influjo se extendió hasta el Monte Athos (v.), en Grecia, donde S. Atanasio Atonita fundó, en 963, un monasterio bajó la regla estudita; esta fecha puede considerarse como el principio del crecimiento incomparable de aquella península monástica, cuyo apogeo duró hasta casi nuestros días.
Se estudian en este apartado tanto el m. de los ortodoxos, como el de las comunidades llamadas anticalcedonenses. Dentro del m. ortodoxo aún cabe la distinción de un m. bizantino y un m. ruso.
Monacato ortodoxo. a) Bizantino. Ha tenido una importancia capital en todo el desarrollo de la espiritualidad eslavo-bizantina. Han sobresalido entre todos, los Monasterios de Santa Catalina del Sinaí, y el Studion de Constantinopla, de los que tomaron su sobrenombre tantos monjes ilustres conocidos con los apelativos de Sinaíta o Estudita. Y sobre todo el Monasterio, o mejor el conjunto de Monasterios, arropados en las faldas del Monte Athos (v.).
b) Ruso. Si el monacato bizantino tuvo una gran influencia en toda la vida espiritual y religiosa podríamos decir que el monacato ruso la tuvo casi mayor aún, incluso en la vida política, de la nueva nación rusa, que iba naciendo y fortificándose, muchas veces merced a algunos monjes y a algunos monasterios. Puede decirse que el m. ha sido el guardián y el sostén de la vida espiritual y religiosa del pueblo ruso. La santidad monacal rusa es la manifestación de un renacimiento de las tradiciones ascéticas y místicas antiguas, que remontan hasta los primeros siglos de la era cristiana. Éste fue el papel histórico del monacato ruso. No había más que seguir su historia, tan ligada en todo tiempo a la vida religiosa y política del pueblo.
La fundación de los primeros monasterios de Kiev, cuando el cristianismo comenzaba a penetrar en lo que hoy es la Rusia actual ucraniana, dio la pauta a seguir al futuro cristianismo ruso. Muy pronto aquel primer monasterio, fundado por los monjes Antonio y Teodosio, se convertiría en el centro religioso de toda la Rusia meridional. Sus monjes habrían de ser los consejeros, los directores espirituales, los amigos de ricos y pobres, de príncipes y de nobles. Era realmente el centro primordial de la vida rusa cristiana. Con la invasión tártara y demás invasiones teutónicas del Occidente, vino a desaparecer esta cristiandad del Principado de Kiev; pero inmediatamente surgieron nuevos monasterios en el centro y en el norte, con una misión específica de constituir los focos de resistencia espiritual al invasor. Y luego no puede olvidarse el influjo de los monjes en la misma colonización de toda la Rusia septentrional. Un papel político y nacional en la constitución del pueblo ruso, pero más particularmente un papel religioso, espiritual. Cuando siglos más tarde, en el XVII y XVIII, debilitada la vida religiosa por dos crisis importantes (el cisma RaskoI y la Revolución de Pedro I el Grande, v.), quedaba amenazada, no por un enemigo exterior, sino por el mismo Gobierno de los zares, fueron nuevamente los monjes quienes aportaron el remedio; en sus monasterios volvió a refugiarse la auténtica piedad ortodoxa. Siguió la persecución. Con las emperatrices Ana, Isabel y Catalina II, llegaron a cerrarse no pocos monasterios; se persiguió a los monjes, y se los alistó por la fuerza en el Ejército nacional. Otros fueron encarcelados. En las esferas gubernamentales existía ya muy poco de la antigua religiosidad ortodoxa. El clero parroquial estaba casi anulado y despreciado; en circunstancias tan aciagas para la vida religiosa rusa, se sentía en los pocos monasterios que persistían aún, un movimiento, al mismo tiempo intelectual y espiritual, de retorno a las fuentes de la tradición mística de los Padres, que, sin duda, vino a ser uno de los principales factores del Renacimiento religioso del s. XIX. Hubo entonces unos cuantos staretz que renovaron el espiritualismo ruso. Finalmente, no hemos de olvidar otro gran influjo del monacato ruso, pues los obispos rusos suelen ser elegidos precisamente entre los monjes, por su carácter celibatario, que no suele conservar el clero parroquia].
El monacato en las comunidades anticalcedonenses. Los nestorianos (v. NESTORIO) pertenecen al rito llamado caldeo. No tiene tanta importancia su monacato por la escasez de sus monjes, al menos en la actualidad, cuando apenas quedan rastros de la vida regular, tan floreciente antaño con sus casi 200 monasterios, y que ha desaparecido casi totalmente en la actualidad.
Más importancia tiene entre los monofisitas (v. MONOFISISMO). Precisamente los religiosos o monjes habrán de proporcionar sus obispos, por su carácter celibatario. Entre los armenios los monasterios son independientes entre sí, y cada uno sigue su régimen particular. No existen votos propiamente dichos: la entrada y toma de hábito en un convento determinado obliga ya al estado celibatario, y a las demás prácticas monacales. Existen aún bastantes monasterios, pero con pocos miembros en general. Hace unos años había unos 100 monasterios, pero los monjes no pasarían de los 500. Se distinguen varios grados entre ellos, los diáconos (sargayaks), los sacerdotes (abeghas), los simples vardapets o doctores y los doctores supremos.
En las comunidades jacobitas (v.) sirias, la vida religiosa fue floreciente en la antigüedad, no tanto en la actualidad, cuando muchos de sus monasterios se hallan en ruinas. Casi lo mismo podríamos decir de los coptos, de Egipto y de Abisinia, porque la vida religiosa, tan floreciente un tiempo en los desiertos de Egipto y Nubia, ha decaído en la actualidad. La mayor parte de los monasterios aún en pie, apenas si tienen algunos monjes; podría decirse que los únicos de alguna significación son el de S. Antonio y S. Pablo, los cuatro aún existentes en el desierto de Nitria, y el de Moharag. Sus miembros no pasan de 300. Apenas se dedican al estudio, y tampoco es mucho el tiempo que dedican al trabajo manual. Tienen peculio propio, del que disponen a su plena discreción. Desde hace unos años se viene notando una cierta reforma, debida al ingreso de algunos intelectuales en sus conventos.
Características del monaquismo oriental. Pueden asignársele las siguientes características permanentes:a) La idea de una vida de unión con Dios, alcanzada por medio de la ascesis, que no se concibe como un conjunto de ejercicios independientes y de leyes externas que haya de observar (leyes, votos, etc.), sino como una ley físico-espiritual (importancia de las mortificaciones corporales) para aislar las facultades superiores del espíritu. En esta ascesis la expresión principal de esta ley es la guarda del corazón por la soledad y el silencio, sin que juegue en este caso la obediencia un papel primordial. Son sus características principales: el ejercicio de la llamada idiorritmia, el sacramentalismo, y la consagración monástica, y la primacía de la experiencia espiritual sobre la Teología. Y todo ello con un carácter predominantemente individual y subjetivo.
El apostolado y la cura de almas se les presentaba en un plano diferente, y para algunos quizá inferior también. b) Desde el punto de vista institucional, la idea monástica oriental ha sentido siempre una determinada desconfianza respecto del institucionalismo, porque creía perder su carácter pneumático-psicológico. La eclesificación del m. oriental no ha traído una clericalización completa, ni la distinción fundamental de los monjes, entre sacerdotes y legos, aunque en Rusia sí se ha delineado una clericalización de los monjes letrados. Es más, la clericalización fue considerada a veces como una decadencia.
c) En cuanto a su legislación, de derecho eclesiástico, fijada en sus grandes líneas desde Justiniano, o al menos desde el Concilio Trullano, la iniciación monástica comprende cuatro etapas: 1) el postulantado más o menos largo; 2) la primera toma de hábito y primera tonsura, o noviciado; 3) la segunda toma de hábito, o segunda tonsura, o profesión del pequeño hábito; y 4) la tercera tonsura o toma del gran hábito, del hábito llamado angélico. Los novicios suelen llamarse Rasophores; los profesos primeros, Microschemes, y los profesos segundos, Megaloschemes. Y como norma general, pueden distinguirse dos clases distintas de monacato: el cenobita, que se rige por una sumisión comunitaria a un régimen monárquico y cuyos monjes no poseen nada en propiedad; y el idiorritmio, sometido a un régimen democrático, y cuyos monjes tienen el privilegio de poder tener y administrar su propiedad.


Á. SANTOS HERNÁNDEZ.
 

BIBL.: Á SANTOS HERNÁNDEZ, Iglesias de Oriente, II, Santander 1963; ID, Espiritualidad ortodoxa, en B. JIMÉNEz DUQUE, L. SALA BALUST, Historia de la espiritualidad, III, Barcelona 1969, 5-228; J. LECLERCQ, Il monachesimo orientale, Roma 1958; I. SMOLITSCH, Moines de la Sainte Russie (trad. del alemán), París 1967; S. BORSARI, II monachesimo bizantino nella Sicilia e nell'Italia meridionale prenormande, Nápoles 1963; P. LABRIOLLE, Les origines du moriachisme, en Fliche-Martin III, 299 ss. Para una visión de conjunto, v. B. LLORCA, R. GARCIA VILLOSLADA, F. J. MONTALBÁN, Historia de la Iglesia Católica, I, 3 ed. Madrid 1964, 573-586.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991