MEDIA, EDAD IV. LITERATURA


Hasta nuestros días, la literatura medieval se estudiaba junto con la de otras épocas; se consideraba su estudio como necesario antecedente para mejor entender la literatura del Siglo de Oro (v.); pero a medida que la E. M. ha sido mejor conocida y enjuiciada desde un punto de vista cultural y estético, el estudio de su literatura ha ganado sustantividad e independencia en sí mismo.
      1. Encuadre cronológico. La E. M. se extiende desde el s. v, al acabar el Imperio romano de Occidente (476), hasta el s. xv, en que desaparece el Imperio romano oriental (1453) (v. I); pero desde el punto de vista literario, que es el que se expone aquí, la fecha de comienzo es más moderna. En los s. VI, VII y VIII se sigue cultivando una literatura en latín que se siente y es continuadora de la latina (v. LATINA, LENGUA Y LITERATURA II). Por otro lado, esta literatura se desarrolla en un ámbito casi exclusivamente eclesiástico, donde destacan los escritos de los Santos Padres (v.). Una de las obras más importantes de la Europa cristiana durante esta época es la llamada Etimologías de S. Isidoro de Sevilla (560-636; v.), de capital importancia para toda la E. M.
      Para la literatura europea el comienzo del Medievo se sitúa propiamente a partir del s. IX, pues sólo desde entonces se empieza a escribir en lengua vulgar. El primer texto románico conservado es Les Serments de Strasbourg (842), si bien se trata de un documento de valor puramente lingüístico y no literario (v. ROMÁNICAS, LENGUAS Y LITERATURAS). Hay que esperar todavía unas décadas para poder hablar de literatura europea de la E. M.
      2. Poesía y prosa.
      a) Alta Edad Media. Durante los s. IX al XII la sociedad medieval gira en torno a dos instituciones, la Iglesia y la aristocracia, el monasterio y el castillo feudal. La Iglesia no se limita entonces a la difusión y defensa de los valores religiosos, sino que ha de hacerse cargo de la conservación de las tradiciones culturales. El latín es un elemento unificador, de incomparable potencia difusora, del sentido universal de la Iglesia medieval, cuya labor, sobre todo al principio, se dedica a asegurar la continuidad de la cultura antigua, obra que se lleva a cabo en las escuelas, de carácter vario, siempre relacionadas con monasterios y catedrales, y cuya misión más destacada, es la paciente copia de viejos manuscritos. La universalidad de la Iglesia medieval extiende por Europa una cierta unidad cultural (V. II-III).
      Las primeras obras escritas en los distintos romances aparecen en medio de una activa y floreciente literatura en latín, cuyas fuentes y raíces se remontaban hasta la Antigüedad; la técnica literaria de éstas pasa fácilmente a las obras en romance. Estas primeras obras ofrecen una marcada orientación pedagógica, y repiten los mismos temas difundidos por Europa; son obras marianas que narran milagros (p. ej., Gautier de Coincy y Berceo; v.), debates, temas de la Antigüedad (p. ej., largos poemas sobre Alejandro o Apolonio) y demás temas de la literatura de clerecía (v. MESTER DE CLERECíA). En estas obras, la belleza no interesa por sí misma, o al menos así se suele declarar; es una literatura con un aspecto práctico muy marcado, que lleva a un desdén por la originalidad y por el concepto de autoría tal como se entiende hoy. El autor es consciente de que maneja una cultura y fuentes comunes y hace caso omiso de la novedad de las formas expresivas, reducibles a unoj cuantos tópicos universales.
      Por su parte, la aristocracia guerrera, encerrada en sus feudos, da lugar a una poesía oral de carácter heroico, la épica popular difundida por juglares (V. MESTER DE JUGLARÍA). La poesía épica del Norte de Francia halla su expresión en la chanson de geste (v.), género muy abundante, en que se narran las hazañas de un héroe nacional; la Chanson de Roland (v.), del s. XI, es el poema épico más importante de la literatura francesa, e inaugura el ciclo de Carlomagno o ciclo carolingio, grupo de cantares en torno al Emperador y sus héroesmás famosos, en competencia con el ciclo bretón, o cantares de la materia de Bretaña (v.), que proceden de la Historia de los bretones, obra fantástica escrita en latín por Godofredo de Monmouth (s. XII). Alemania tiene en el Parsifal de Wolfram ven Eschenbach (v.; s. XIII) su más destacado representante de los poemas del ciclo bretón; pero el poema grandioso de la épica medieval germánica es Los Nibelungos (v.), que en el s. XIII recoge los temas tradicionales épicos conservados oralmente por el pueblo. España tiene asimismo su gran poema épico, el Poema del Cid, ca. 1140, que canta las hazañas del héroe castellano (v. CID CAMPEADOR II).
      A fines del s. XII y principios del XIII aparecen las Universidades (v. II, 2 y III, 6), que reúnen el Estudio general (donde se recogen los estudios superiores como organización que otorga títulos) y la Universidad (corporación fundada por profesores y alumnos). El fundamento de la enseñanza universitaria estaba en la antigua organización de los saberes en dos grupos: el trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y el quadrivium (Aritmética, Música, Geometría y Astronomía). Estas Universidades poseen sus bibliotecas, que resultan fundamentales para la formación del escritor. En sus libros leen a los autores antiguos, entre los que destacan Virgilio y Ovidio, seguidos de un grupo más numeroso: Horacio, Séneca, Esopo, Terencio, Plauto y otros.
      Así, «Virgilio fue considerado como autor magistral por gramáticos y retóricos, y sus obras sirvieron como modelo en los tres estilos: la Eneida se tuvo por canon del estilo elevado; las Geórgicas valieron para el medio; y las Bucólicas, para el humilde» (López Estrada). Su prestigio se ligó con el de Dante (1265-1321; v.) por la Divina comedia, grandioso poema alegórico, filosófico y moral donde el florentino resume la cultura cristiana en la E. M. La obra de Dante fue muy imitada en los s. XIV y XV. La Eneida se convirtió en el modelo básico para los relatos de aventuras, viajes y hazañas. Por su parte, Ovidio (v.) proporciona la gran fuente de los relatos mitológicos (con las Metamorfosis) y estableció para los autores medievales los principios de un esquema psicológico del amor-pasión (con Ars amatoria y Heroidas).
      b) Tránsito a la Baja Edad Media. A mediados del s. XII se produce el paso de la Alta a la Baja E. M., y el panorama social sufre un cambio notable, y con él la literatura. En la escena religiosa europea aparecen nuevas órdenes, llega a un gran desarrollo la cultura y la ciencia con la Escolástica (v.; v. t. 111, 5-6) y se forman los grandes núcleos urbanos, base de la aparición de una nueva clase social, la burguesía, que provoca el nacimiento y desarrollo de una literatura propia. Poco a poco la burguesía se introduce en la cultura (patrimonio antes casi exclusivo de los eclesiásticos) y crea sus instrumentos literarios, con un carácter predominantemente satírico, a veces antinobiliario y antirreligioso. El cuento (v.) y la poesía satírica son los géneros más característicos de esta época y sociedad, que busca la apología del hombre práctico y avisado, frente a las figuras del héroe y del santo.
      Es el apogeo de los fabliaux (v.) franceses, cuentos cómicos en verso de gran valor psicológico y satírico; emparentado con este género aparece el Roman de Renart (Narración del Zorro) donde se parodian los cantares de gesta, pues trata de una epopeya entre animales. La poesía dactílica alcanza su cumbre con el Roman de la Rose, extenso poema sobre el amor cortés de G. de Lorris y J. de Meung (s. XIII). En España, Don Juan Manuel (v.) con su Conde Lucanor, y Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (v.), con el Libro de Buen Amor señalan claramente el cambio de orientación en la literatura castellana, mientras que en Italia Boccaccio (v.) escribe su famoso Decamerón; y Godofredo Chaucer (v.) da el definitivo impulso al inglés como lengua literaria con su inmortal obra los Cuentos de Cantorbery, todos dentro ya del s. XIV.
      Estas obras del mil trescientos acusan la influencia novelística árabe, puesto que, de alguna forma, son deudoras de la Disciplina clericalis, del judío conversó Pedro Alfonso (s. XII). Esta colección de cuentos tuvo enorme éxito y difusión por Europa, y puede considerarse como representante destacado de la influencia árabe, y oriental a través de ésta, en la literatura del Viejo Continente. El pueblo árabe tuvo en gran modo una cultura de aluvión, y sirvió de vehículo para que la literatura oriental se difundiera por Europa, y no sólo la literatura, sino también la ciencia y la filosofía de Grecia y del Oriente en general. España tuvo en este sentido un papel destacado («eslabón entre la Cristiandad y el Islam» la llama con acierto Menéndez Pidal), pues a través de la península Ibérica, en los s. XI al XIII (v. TRADUCTORES DE TOLEDO), se comunica a otros pueblos de cultura cerradamente latina la civilización árabe, y en concreto su literatura, que ofrece a la europea de modo especial el cuento oriental derivado de las colecciones indias, el Panchatantra (v.), y los relatos contenidos en los dos grandes poemas, el Mahabarata (v.) y el Ramayana (v.).
      Las estrechas relaciones entre árabes y los pueblos más orientales dieron como resultado una rica creación cuentística, cuya colección más famosa y divulgada es las Mil y una noches (v.). Toda esta cuentística, que aunaba la narración imaginativa y la didáctica, se difundió por las nuevas literaturas siguiendo distintos caminos: o el oriental, a través de Bizancio y difundida por los cruzados, de tradición especialmente oral; o el occidental, sobre todo a través de España, como se ha indicado, y de tradición literaria.
      A medida que avanza la Baja E. M. se afianza una nobleza caballeresca y cortesana, que vive en la corte alrededor del rey (s. XIV y XV), y la lírica provenzal (v.), que había aparecido en el s. XII, cuaja una nueva concepción del arte literario con una poesía cancioneril, de amor y refinamiento cortesanos. Se preludia ya el Renacimiento (v.); Italia se adelanta en este anuncio de la nueva edad, y Petrarca (v.), saturado de conocimientos clásicos, representa la más genial figura de los comienzos del humanismo (v.) y un modelo que se adentra en la época siguiente. La literatura medieval da su último fruto con la Celestina (1499) de Fernando de Rojas (v.), obra que puede considerarse al mismo tiempo como pórtico de la nueva época.
      3. El teatro en la Edad Media. También en este género sus orígenes, formación y desarrollo coinciden en líneas generales en las distintas literaturas europeas, y puede dividirse en dos direcciones: teatro religioso y profano (v. TEATRO). El primero, más rico y mejor documentado, tiene su punto de partida en las representaciones litúrgicas y su germen se halla en los llamados «tropos». En principio, el empleo de la lengua vulgar quedó limitado a sólo unas partes de la representación, pero luego, a partir del s. xii, fue ganando terreno hasta desplazar por completo al latín en muchos casos. En cuanto al tema, el teatro religioso se agrupó en torno a dos momentos fundamentales de la vida de Cristo, formando dos cielos, el de Navidad y el de Pasión y Resurrección; de este modo aparece en Europa una serie de representaciones religiosas, que en España recibieron el nombre de autos (v. ESPAÑA X, 2, 2), y en Francia los de milagros, misterios (v.) y moralidades.
      Las primitivas representaciones se llevaron a cabo dentro de los templos, con una escenografía muy simple, cuando la había; luego se trasladaron fuera de la iglesia y necesitaron un escenario propio, colocado sobre un tablado montado al aire libre. Para Alemania, Inglaterra, Italia, y, sobre todo, Francia, pueden documentarse con cierta abundancias de textos estas manifestaciones dramáticas; no así para Castilla, ya que sólo ha quedado una muestra del teatro religioso medieval anterior al s. XV, el Auto o Representación de los Reyes Magos (un fragmento de 147 versos de fines del s. XII).
      El teatro profano, del que no se conserva texto alguno en castellano, debió de originarse de las últimas formas degeneradas del teatro latino, especialmente los «mimos», pero se desarrolló luego, según algunos historiadores, en relación con el teatro litúrgico. Uno de los géneros más característicos de este teatro es el formado por la farsa (v.) o «juego de escarnios», independiente en su nacimiento y desarrollo del teatro de tipo religioso, y cuya existencia se acredita en Europa. Debían de ser piezas de carácter burlesco, propias para un ambiente popular y representadas por juglares. Quizá el paso y el entremés, de tanto éxito en España en el s. XVI, procedan de estas primitivas piezas dramáticas.
      4. Literatura medieval en otras lenguas. Hay que considerar especialmente las literaturas desarrolladas en griego y en árabe.
      La primera se desarrolla fundamentalmente en las áreas que forman el Imperio bizantino; para esta literatura, v. BIZANCIO III; v. t. las obras de los Padres orientales de la Iglesia en PATRíSTICA Y PATROLOCíA.
      Para la literatura árabe, v. ÁRABES II, 2.
     
      V. t.: Los artículos de Literatura por países
     
     

BIBL.: E. R. CURTIus, Literatura europea y Edad Media latina, México 1955; F. LÁZARO CARRETER, Teatro medieval, Madrid 1965; F. LÓPEZ ESTRADA, introducción a la literatura medieval española, Madrid 1966

 

P, M. PIÑERO RAMÍREZ

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991