MASONERÍA. II. ANÁLISIS DOCTRINAL.
1. Definición y finalidad. Acerca de la m. existen multitud de conceptos y
apreciaciones, bien por la complejidad del movimiento, bien porque las mismas
definiciones que la m. da de sí misma suelen ser poco precisas, sin manifestar a
veces sus verdaderos y últimos fines, o sin indicar sus objetivos o logros en la
realidad
Según los ritos inglés y escocés, la m. es «un hermoso sistema de moral
revestido de alegoría e ilustrado con símbolos». El art. 1 de los Estatutos del
Gran Oriente de Bélgica es algo más concreto: «una institución cosmopolita y en
progreso incesante, que tiene por objeto la investigación de la verdad y el
perfeccionamiento de la humanidad. Se funda sobre la libertad y la tolerancia,
no formula dogma alguno, ni descansa en él» (Enciclopedia Universal ilustrada de
España, 33,718). Uno de sus adeptos precisa más sus objetivos y la define así:
«la Francmasonería es una asociación universal, filantrópica, filosófica y
progresiva, que procura inculcar en sus adeptos el amor a la verdad, el estudio
de la moral universal, de las ciencias y de las artes, los sentimientos de
abnegación y filantropía y la tolerancia religiosa; que tiende a extinguir los
odios de raza, los antagonismos de nacionalidad, de opiniones, de creencias y de
intereses, uniendo a todos los hombres por los lazos de la solidaridad y
confundiéndolos en un mutuo afecto de tierna correspondencia» (J. Truth, o. c.
en bibl.)
Uno de los artículos fundamentales de la constitución de 1723 se expresa
así: «Todo masón está obligado, en virtud de su título, a obedecer la ley moral;
y si comprende bien el arte, no será jamás un estúpido ateo, ni un irreligioso
libertino. Así como en los tiempos pasados los masones estaban obligados, en
cada país, a profesar la religión de su patria o nación, cualquiera que ésta
fuese, en el presente nos ha parecido más a propósito el no obligar más que a
aquella en la que todos los hombres están de acuerdo, dejando a cada uno su
opinión particular: a saber, ser hombres buenos y verdaderos, hombres de honor y
probidad, cualquiera que sea la denominación o creencias con que puedan
distinguirse. De donde se sigue que la m. es eJ centro de unión y el medio de
conciliar una verdadera amistad entre personas que (sin ella) permanecerían en
una perpetua distancia
De este texto y de las definiciones dichas, parece que la finalidad de la
m. es el ser una reunión de hombres que creen en Dios (Ser Supremo), que
respetan la moral natural y quieren conocerse y trabajar juntos a pesar de la
diversidad de opiniones religiosas, o de su pertenencia a confesiones o partidos
opuestos. Pero bajo este difuso deísmo y filantropía se puede intuir una
realidad más profunda. León XIII en su enc. Humanum genus puso de manifiesto
cómo las doctrinas religiosas, filosóficas y morales en que se inspira la m.
como tal, cualquiera que sean las opiniones particulares de sus miembros, llevan
a la negación de la existencia de Dios; a la negación de la misma moral; y abre
camino al ateísmo, al panteísmo, al iluminismo, al espiritismo, etc
2. Masonería regular e irregular. Al extenderse la m. por Europa, esa
finaldad filantrópica y humanitaria que en sus principios se proponía la m. no
se mantuvo. Al lado de la m. propiamente dicha, ordinaria, oficial, ortodoxa,
surgieron numerosas sectas, unas particularmente herméticas, cabalísticas,
eclécticas y seudomísticas (martinistas franceses, pietistas alemanes) u otras
netamente políticas (iluminados bávaros); e incluso la m. regular conforme
pasaban los años se iba dividiendo en numerosas ramas y ritos (v. i)
El paso definitivo de esta ruptura lo dio el Gran Oriente de Francia en
1877 al borrar de sus estatutos la obligación, hasta entonces exigida, de la
creencia en el Ser Supremo al que dan el nombre de Gran Arquitecto del Universo.
De resultas de esta actitud se siguió la condena de la Gran Logia de Inglaterra
contra el Gran Oriente francés. La posición adoptada por la m. francesa era
consecuente con la actitud anticlerical, laicista y racionalista que sus
miembros propugnaban. El paso francés fue secundado por muchos Orientes y
Logias, tanto europeos como hispanoamericanos, que no admitieron «como primera
condición para ser miembros de la masonería la creencia en el Ser Supremo,
condición ante la que ro cabe ningún compromiso»
De la m., pues, no se puede hablar en un sentido unívo,o, ya que no existe
una única m.; existen muchas m. independientes unas de otras (m. inglesa,
norteamericana, alemana, austriaca, escandinava, holandesa, el Gran Oriente de
Francia, la Gran Logia Nacional francesa, las m. italianas, las
latinoamericanas, cte.) y dentro de estas mismas se da una variedad
extraordinaria de ritos (Rito escocés antiguo y aceptado, Rito de York, Rito
escocés rectificado, Rito mixto universal, cte.). A la hora de analizar la m. se
tendrá que distinguir, más en cuanto a la finalidad que persiguen que en cuanto
a los principios fundamentales de su doctrina, una m. regular u ortodoxa, frente
a una m. irregular y heterodoxa. La primera sigue más fiel a los principios
sobre los que fue fundada: zrcencia en un Ser Supremo, respeto de la Biblia y no
injerencia en cuestiones políticas y confesionales, y ha preferido dedicar su
actividad al campo humanitario; y la segunda es la propugnada por el Gran
Oriente francés, atea, sectaria y declaradamente anticatólica
3. Doctrina. La exposición unitaria de la doctrina masónica es difícil y
compleja, dada la existencia de diversos tipos de m., si se hace a un nivel
fenomenológico, de experiencia concreta, de finalidad que persiguen. La tarea se
facilita, aunque no está exenta de dificultad, si se intenta ir a los
fundamentos últimos de las doctrinas masónicas y a las consecuencias a las que,
sosteniendo tales doctrinas, se llega. La encíclica Humanum genus de León XIII
sirve de base para el desarrollo y análisis de la doctrina propugnada por la m.
Puede analizarse su doctrina desde el punto de vista religioso, desde el punto
de vista moral, y desde el punto de vista filosófico
a. Desde el punto de vista religioso, la m. proclama como principio básico
e incontrovertible la independencia absoluta de la razón humana frente a
cualquier autoridad o enseñanza. El naturalismo (v.) y el racionalismo (v.) son
su punto de partida. Consecuencia de esta radical decisión es la negación de la
mayor parte de deberes con Dios y el indiferentismo (v.). Todas las enseñanzas
de la Iglesia no serían más que mitos de los que el hombre moderno y culto debe
librarse. En la recepción de los grados supremos es de rigor la apostasía, bien
de manera expresa, bien mediante la realización de acciones sacrílegas que la
suponen. Como la Iglesia Católica afirma ser la encargada de trasmitir la
enseñanza de Cristo, la m. cae fácilmente en el deseo de combatirla; no es de
extrañar que una de las metas más codiciadas de la secta haya sido la de
«suprimir la sagrada potestad del Romano Pontífice y destruir por entero el
Pontificado, instituido por derecho divino» (Enc. Humanum genus, 20 abr. 1884)
Las verdades religiosas cognoscibles con la luz natural de la razón y que
son como los fundamentos de la fe -existencia de Dios, espiritualidad e
inmortalidad del alma, distinción entre el bien y el mal, recompensa y castigos
eternos...- se convierten pronto para los masones en producto de la superstición
y del fanatismo. Aunque suelen hablar, p. ej., de un Ser Supremo con el nombre
de Gran Arquitecto del Universo, éste resulta bien distinto del Dios de la
revelación cristiana, trascendente al mundo,providente, personal. Para la m.,
Dios viene a ser una palabra del vocabulario de los pueblos infantiles, que se
repudia cuando se alcanza la madurez de la civilización. Tal madurez supone la
emancipación de la humanidad de cualquier tipo de «esclavitud», civil, religiosa
y moral
Así sea tolerancia inicial con las diversas nociones de Dios va cambiando
según se progresa en la escala jerárquica de la m. En el Rito Escocés Antiguo y
Venerado, uno de los más difundidos, en el momento de recibir el grado 13, el
Gran Maestro recuerda al candidato: «cuando fuiste iniciado en nuestra Orden
manifestasteis la idea de Dios según vuestro criterio y en armonía con vuestras
creencias religiosas. Aunque aprobando nosotros vuestra manera de pensar sobre
este importante asunto, deseamos que os sirváis amplificar aquellas primeras
opiniones acerca de la existencia de Dios, y decirnos si habéis establecido
alguna modificación a cuanto entonces expresasteis, como consecuencia de los
estudios masónicos o de los dictados de vuestra conciencia. Los franc-masones no
pueden fomentar la existencia de Dios en el concepto sometido al efecto por las
religiones positivas, porque en este caso tendrían que mostrarse partidarios de
una u otra creencia religiosa, y bien sabéis que esto se opondría al principio
de máxima libertad consignado en sus estatutos» (cfr. J. Boor, o. c. en bibl.
145)
b. Moral masónica. La m. «predica la moral universal, una e inmutable, más
extendida, más universal que la de las religiones positivas, todas ellas
exclusivistas, puesto que clasifican a los individuos en paganos, idólatras,
cismáticos...» (J. Truth, o. c. en bibl.). Como consecuencia inmediata de esta
vaga moral naturalista, se sigue fácilmente la negación de toda norma moral
objetiva (ley eterna, ley divina, cte.), es el relativismo moral, que puede
llegar, en la teoría y en la práctica, a sostener el principio de que el fin
justifica los medios
Aunque quizá partiendo de la m. irregular, ésta se ha mostrado
especialmente activa, según denuncia León XIII, en la promulgación de leyes
anticristianas, proscribiendo las órdenes religiosas, confiscando los bienes de
la Iglesia, promoviendo activamente el divorcio, suprimiendo la enseñanza
religiosa de las escuelas, quitando los emblemas cristianos de hospitales,
aulas, tribunales de justicia, etc. También cabe enumerar entre sus objetivos el
alejamiento de los sacerdotes de la cabecera de los moribundos, la inhumación
con un solo rito civil, etc. El resumen de actividades de la Logia-Unión de los
Pueblos, en 1891, proclamaba que «todas las grandes leyes que desde hace veinte
años han sido aprobadas (en Francia), y las que se aprobarán en lo sucesivo, han
sido elaboradas en nuestros Talleres y han sido objeto de nuestro trabajo» (cfr.
B. Dolhargaray, o. c. en bibl. 724)
c. Desde el punto de vista filosófico, la m. acepta y patrocina todas las
teorías que no pretendan para sí la exclusividad de la verdad. Es un sistema
ecléctico (v.) en el que, rechazando toda apertura a lo sobrenatural, caben
tanto el ateísmo como el panteísmo, el iluminismo o el espiritismo, las
doctrinas maniqueas como el politeísmo. De un modo más o menos oficial, los
escritores masones han presentado la filosofía del s. XVII y el deísmo (v.) como
su propia enseñanza, si bien no decisiva. En la m. caben todos los sistemas
filosóficos con tal que no tengan un contenido católico. Su religión es la de la
Humanidad; su Evangelio, la Ciencia; su Dios, la Razón; filosóficamente podría
calificarse como un escepticismo (v.) y relativismo (v.) de tipo práctico, y
poco especulativo
4. Declaraciones de la Santa Sede. Sustentando la mestas doctrinas
(naturalismo, racionalismo, indiferentismo, gnosticismo, deísmo, etc.) no es de
extrañar que la Santa Sede la haya condenado repetidamente. La primera
intervención, antes de la división de la m., es de Clemente XII el 24 abr. 1738
con la Const. In eminenti: «Teniendo la misión de salvar las almas, Nos
ordenamos a todos los fieles, en nombre de la santa obediencia, que no se
agreguen a estas sociedades de masones. También les prohibimos el propagarlas o
favorecerlas. Todos los cristianos deben abstenerse de esas reuniones y
congresos bajo pena de excomunión inmediata, reservada exclusivamente a Nuestra
Persona». Benedicto XIV interviene de nuevo para acallar las voces que sostenían
que la Const. In eminenti había dejado de obligar (Const. Providas, 18 mayo
1751)
Posteriores condenas son las de Pío VII, con la Const. Ecclesiam a Iesu
Christo, de 12 sept. 1821; León XII, con la Bula Quo graviora, de 13 mar. 1825;
Pío VIII, con la Enc. Traditi, de 21 mayo 1829; Gregorio XVI con la Enc. Mirari
vos de 15 ag. 1832; Pío IX, con las Enc. Qui pluribus de 9 nov. 1846 y Quanta
cura de 8 dic. 1864; y el mismo Pío IX en la bula Apostolicae Sedis de 12 oct.
1869 resume así las sanciones contra la m.: «declaramos sometidos a la
excomunión latae sententiae reservada al Soberano Pontífice a todos los que dan
su nombre a las sectas de los masones o carbonarios, o bien a las asociaciones
del mismo género que conspiran, ya públicamente, ya en secreto, contra la
Iglesia o las legítimas potestades; y a quienes favorecen esas sociedades, de la
manera que sea; y también a quienes no denuncien a sus jefes y directores, hasta
que los denuncien»
Documento importante en la enc. Humanum genus, 20 abr. 1884, de León XIII,
donde se exponen los fundamentos últimos de la secta y los peligros que entraña
para la fe. Es también importante la alocución consistorial de 20 nov. 1911 de
Pío X (AAS 30 nov. 1911); la Sagrada Congregación del Santo Oficio (actualmente
S. C. para la Doctrina de la Fe) el 27 jun. 1838, declaraba que en la condena
general están comprendidas también la m. escocesa, irlandesa y norteamericana.
Pío XII, el 24 jun. 1958, señaló como «raíces de la apostasía moderna el ateísmo
científico, el materialismo dialéctico, el racionalismo, el laicismo, y la
masonería, madre común de todas ellas»
La disciplina vigente está recogida en los can. 684, 2335 y 2336 del CIC.
En el primero se prohíbe a los fieles dar el nombre a asociaciones secretas,
condenadas, sediciosas, sospechosas o que procuran sustraerse a la legítima
vigilancia de la Iglesia. En el segundo, se indica que los que dan el nombre a
la secta masónica incurren ipso facto en excomunión. En el tercero recoge las
penas impuestas a los clérigos que dan su nombre a la secta masónica
5. La masonería actual. En enero de 1968 la prensa occidental divulgó una
decisión del Episcopado Escandinavo, fechada en octubre de 1966, que permitía a
dichos obispos conceder autorización para continuar inscritos en la logia a los
masones que quisieran ingresar en la Iglesia Católica. Con este hecho se ha
querido ver un cambio en la posición de la Iglesia respecto de la m. Se sostiene
la tesis de que la m. actual no es la misma de hace un siglo, que hay que
distinguir entre la m. regular anglosajona y la de los países latinos, y que
sólo a esta última se habían dirigido las reprobaciones pontificias de los dos
últimos siglos. Ante noticias que presentaban como inminente una declaración
pontificia en tal sentido, la Radio Vaticana hizo público el 16 mar
1968 el siguiente comunicado: «Según recientísimos informes de la prensa
diaria de varios países, la Santa Sede habría autorizado la permanencia en la
organización masónica a personas convertidas al catolicismo, y tendría la
intención de mudar profundamente la disciplina canónica acerca de la misma
masonería. Por el competente Dicasterio de la Santa Sede hemos sido autorizados
a desmentir tales informaciones como carentes de fundamento»
Es verdad el cambio experimentado por la m. en la actualidad, incluso la
m. irregular ha perdido en parte su carácter sectario y anticatólico. Por otra
parte, el diálogo personal con los masones, como con todo el mundo, por parte de
los cristianos individualmente, forma parte de la convivencia humana y del trato
apostólico que todo cristiano con la debida preparación está obligado a vivir;
cosa distinta es el diálogo con la m. en sí, como asociación o como doctrina,
que exige prudencia y personas competentes, si en alguna circunstancia fuese
oportuno o conveniente; incluso la Iglesia podría levantar las penas
disciplinares vigentes actualmente contra los que dan su nombre a una secta
masónica; pero esto no significaría la aprobación de la m. Tampoco podría
decirse que, a partir de ese momento, los católicos podrían inscribirse en la
m., o que los masones podrían ser simultáneamente miembros activos de la m. y de
la Iglesia. La cualidad buena o mala de una doctrina o institución es intrínseca
a ella misma, anterior e independiente de cualquier declaración del magisterio.
La m. no es inconciliable con la Iglesia porque ha sido condenada; sino al
revés: ha sido condenada porque es inconciliable; y continuará siéndolo -aunque
la Iglesia, por motivos psicológicos o pastorales, decida suprimir la
excomuniónmientras no cambien sustancialmente sus principios anticristianos. No
es la indiferencia, aprobación o reprobación oficial lo que convierte a una
doctrina en buena o mala. P. ej., el hecho de que no se condene expresamente el
Islamismo no significa su aprobación, ni permite a los católicos formar parte
simultáneamente de la Iglesia y del Islam; o si la autoridad eclesiástica
levantara la excomunión que recae sobre los que procuran eficazmente el aborto,
no por eso el aborto dejaría de ser pecado moral: es siempre -con excomunión y
sin ella- un atentado grave a la ley moral
Lo mismo ocurre con la inscripción en la m.; con excomunión y sin ella, un
católico no puede formar parte de una secta o sociedad masónica (pecaría
mortalmente), pues se hallaría en peligro próximo e inmediato de apostasía, y
estaría cooperando en el mal. Mientras no cambien los principios ideológicos de
la m., ésta es inconciliable con la doctrina católica. La m. ha cambiado, aunque
más en su aspecto externo; no suele aparecer como perseguidora de la Iglesia, ni
hace mucho hincapié en el secreto; presenta a alguno de sus miembros
públicamente, celebra grandes reuniones, saca fotografías en la prensa, proclama
sus ideales de fraternidad universal; y esto, también, en los países latinos,
donde tradicionalmente actuaba en forma violenta. Sin embargo, en los puntos
fundamentales, en sus presupuestos doctrinales sigue siendo una mezcla de
naturalismo, racionalismo, indiferentismo religioso, deísmo, etc.; aunque en su
forma más radical, tal como los resumía León XIII, no son ya tan virulentamente
sostenidos, en el sentido de que muchas logias no insisten tanto en ellos y
centran más su atención en realizaciones prácticas de tipo humanitario o de vida
social, de todas formas aquellos principios continúan de alguna forma presentes
Es siempre un gran riesgo -en muchas circunstancias, pero en concreto por
lo que se refiere al diálogo con la m.- la abdicación de la fe en nombre de un
humanismo radical sin Dios. En aras de unos valores que se presentarían como
ideales o superiores, al menos desde un punto de vista práctico e inmediato,
invocando una fraternidad filantrópica, se prescinde fácilmente, primero, de
Dios como autor del orden sobrenatural y de la Redención, y se excluye, por
tanto, toda religión revelada. Al recluir la fe a un mero plano de convicciones
de conciencia se termina por eliminar a Dios de la vida de los hombres,
reduciéndolo a una mítica expresión de la Humanidad, del Universo, etc. Y de
esta forma se destruye el orden moral, privado ya de fundamento
BIBL.: J. TRUTH, La Frane-Masonería, Madrid 1970; B. DOLHARGARAY, Franc-Maponnerie, en DTC VI,722-731; P. PIRRI, Massoneria, en Enciclopedia Cattolica, VIII, Ciudad del Vaticano 1952, 312-325; art. Masonería, en Enciclopedia Universal Ilustrada, 33, 718-750 (con abundante bibl.); N. DESCHAMPS, CL. JANNET, Les Sociétés secretes et la Société, ou Philosophie de 1'histoire contemporaine, Avignon 1883; 1. BOOR, Masonería, Madrid 1952; H. GRUEBER, Massoneria e Rivoluzione, Roma 1901; íD, Freimaurerei, Weltkrieg und Welfriede, Berlín 1917; J. BERTELOT, La FrancMaponnerie et 1'Église catholique, 2 vol. París-Bruselas 1942; H. DELAssus, La conjuration antichrétienne, Lila 1910; E. DE GUADALUPE, La masonería según sus propios documentos, Buenos Aires 1952; G. CAPRILE, Riparliamo della masonería..., «La Civilitá Cattolica» 1 (1957) 246-261, 356-371; II (1957) 37-53; 111 (1957) 33-48, 462-476; IV (1957) 575-588; III (1958) 167-176, 504517; I (1959) 596-610; II (1960) 489-503; II (1962) 47-56; A. PONTEVIA, Cattolicesimo e masonería. Considerazioni uname, Roma 1948 (es testimonio, el autor es masón, de la incompatibilidad entre la doctrina católica y la m.)
LUIS P. CONDE
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991