MARTIROLOGIO
Catálogo de mártires y santos ordenados según la fecha de celebración de sus
fiestas.
Concepto. La palabra viene del griego: martyr, testigo, y logos, discurso.
La etimología podría inducir a un doble error, ya que no se trata, si no es en
su mínima expresión, de un tratado sobre los mártires, ni se limita únicamente a
ellos. H. Quentin, autor erudito, especializado en los estudios sobre el M., lo
define como «el libro de los aniversarios de los mártires y por extensión de los
santos en general, de los misterios y de los sucesos que pueden dar lugar a una
conmemoración anual en la Iglesia» (Les martyrologes historiques du moyen áge,
París 1908, 1). El orden que siguen los M. es, ni más ni menos, el de los
calendarios. Algunos M. presentan la forma de simples listas de mártires y
santos, identificándose prácticamente con los calendarios; otros, los
denominados M. históricos, «añaden a los nombres de los santos un resumen o
extracto de su Passio, de su vida o de los documentos y tradiciones que se
refieren a ellos» (H. Quentin, ib.). No existe una clara delimitación entre
calendario (v.) y M. En su sentido más estricto, calendario designa la lista
escueta de las solemnidades y fiestas locales de una iglesia particular; M. se
aplica en cambio a las compilaciones que incluyen de ordinario la conmemoración
de las fiestas de otras iglesias, pudiendo, por lo menos teóricamente, llegar a
abarcar a la totalidad de los santos de la Iglesia universal. Los M. locales se
confunden, pues prácticamente con los calendarios; al lado de ellos están los M.
generales, comunes a una provincia o región, y los M. universales, que abarcan a
toda la Iglesia. El calendario cristiano constituye ante todo una pauta por la
que se rige la Iglesia en lo que concierne a sus celebraciones litúrgicas en el
curso del año. El M. incluye la función del calendario, pero además se propone
ofrecer una obra de edificación: dar a conocer los santos de las otras Iglesias
y provocar la admiración hacia ellos por medio de anotaciones biográficas. Si el
calendario constituye una obra al servicio de la liturgia, el M. además y sobre
todo pertenece a la hagiografía (v.)
Origen de los Martirologios. De ordinario los calendarios han precedido y
contribuido a la formación de los M. La mayor parte de elementos que intervienen
en la formación de los primeros son directa o indirectamente comunes a los
segundos, aunque el M. tendrá algunos elementos que desconoce el calendario.
Esos elementos, comunes o no, son:1) Las fiestas de los mártires. El contexto
histórico -sin echar en menos los aspectos psicológico, cultural y teológico-
que presidió la aparición y el desarrollo de las comunidades cristianas explica
la atención prestada a la celebración de los aniversarios de sus héroes, los
mártires. Se conservaron las Actas y se redactaron sus Passiones. La veneración
de los mártires nace en torno de sus sepulturas; inicialmente corresponde al
culto tributado a los muertos en la antigüedad; los cristianos aportan una
novedad, puesto que celebran el dies natalis no como hacían los paganos en el
aniversario del nacimiento del difunto sino en la fecha del martirio o del
óbito, o en algunos casos de la inhumación (depositio). A mediados del s. n, el
Martyrium Polycarpi ofrece un testimonio de la veneración tributada a los
mártires: los cristianos de Esmirna manifiestan su intención de celebrar con
gozo el primer aniversario del martirio de su obispo S. Policarpo. Asimismo en
el a. 250, S. Cipriano de Cartago ordena que se anote escrupulosamente la fecha
de la muerte de los confesores de la fe «a fin de que podamos unir su memoria a
la de los mártires» (Epist. 37,2: PL 4,328). La instauración de una tal
tradición lleva a la necesidad de crear un registro de los diversos aniversarios
a celebrar: el calendario
2) Las «Depositiones». En un primer momento se distinguió la Depositio
Episcoporum de la Depositio Martyrum. La primera señala las fechas de la
inhumación de los obispos y por consiguiente de la conmemoración
correspondiente, la segunda las fiestas o aniversarios de los mártires. Con el
tiempo los dos tipos de catálogos acabaron fundiéndose en uno solo por razones
de comodidad
3) La «dedicatio ecclesiae». A partir del s. IV se introduce en los
calendarios y M. la fecha de la consagración de la iglesia. El testimonio más
antiguo conocido es el indicado en la Peregrinatio de Eteria (v.): cada año se
celebraba el recuerdo de la consagración de la iglesia edificada sobre el
Calvario. Esta efemérides se indica en el calendario a veces de forma explícita,
otras designando simplemente el nombre del santo titular
4) Las traslaciones de las reliquias. El culto de las reliquias (v.) se
sumó al de los mártires desde el momento en que fueron oficialmente abiertos sus
sepulcros para sacar los restos de sus cuerpos o parte de ellos. Las
traslaciones fueron muy frecuentes, sobre todo en África. Cuando no coincidían
las fechas de la traslación y de la consagración de las iglesias (rito que
exigió generalmente la traslación) había lugar a la introducción de una nueva
memoria del santo
5) Los fundadores de títulos. Desde antiguo se designa el nombre del
fundador de la iglesia en los calendarios y M.; a menudo el nombre va acompañado
de la mención «tituli conditor», y frecuentemente aparece el nombre a solas, lo
cual ha dado lugar a errores hagiográficos. El M. jeronimiano, p. ej., convierte
los simples titulares Ciríaco y Eusebio en mártires, evidentemente inexistentes
6) Los confesores. Pasadas las épocas de persecución, la literatura
cristiana ensalzó la heroicidad en la virtud de los ascetas y de las vírgenes
-que sufrían un martirio espiritual incruento- y preparó los espíritus hasta que
se llegó a una innovación: los santos no mártires penetraron en la liturgia, y
con ello fueron introducidos en los calendaros y M., a continuación de los
obispos
Principales calendarios. 1) Cronógrafo del 354. El primer calendario
cristiano conocido se presenta insertado en una obra de recopilación de
documentos de carácter cronológico llevada a cabo e ilustrada por Filócalo, en
el a. 354. La mayoría de documentos son de origen netamente pagano. Contiene la
Depositio Episcoporum y la Depositio martyrum. La primera es la lista de los 12
papas que se sucedieron desde Lucio (253-254) hasta Julio I (m. 352). La segunda
señala las memorias de 52 mártires, repartidas en 22 días del áño; por los
mártires romanos se indica el cementerio en donde se celebra la reunión
litúrgica; en algunos casos se precisa el año en que ocurrió el martirio; del
mártir Silano se indica que su cuerpo fue robado por los novacianos; es de notar
la presencia de santos africanos: S. Cipriano, cuya memoria se celebra en las
catacumbas de Calixto el 14 de septiembre, y las santas Perpetua y Felicidad, el
7 de marzo. Los restantes 50 mártires son todos originarios de Roma o de la
regign romana. Aparte las celebraciones martiriales recoge la fiesta de Navidad:
«Natus Christus in Bethlehem Iudeae», que encabeza la depositio, y el
aniversario o fiesta del Natale Petri de cathedra. Las dos depositiones siguen
el orden de los días del año a partir del 25 diciembre. Las dos son
complementarias y constituyen una unidad: el catálogo de los días en que tenía
lugar en Roma la celebración de un aniversario, y el sitio de la reunión
2) Otros calendarios: Calendario gótico (final del s. iv o principios del
s. v): local, procedente de Tracia, fragmentario. Calendario de Cartago (entre
505 y 535): a los nombres de Cartago añade otros de fuera de Roma. Calendario de
Tours: al final de la Historia Francorum, su autor es S. Gregorio de Tours (v.),
y transcribe un calendario de los días de ayuno y de vigilias practicados en la
iglesia local, establecido poco antes del 491. Se indican también los santos
locales. Calendario de Carmona (s. vivII): descubierto en Andalucía,
fragmentario, grabado en una columna de mármol, es uno de los más interesantes
de la serie española. Calendario de Nápoles (entre 847-877): no oficial,
esculpido sobre mármol, debía servir de guía para los fieles. Se conoce una
serie de calendarios de Monasterios: Calendario de Echterbach (702-706), los
Calendarios de Montecassino (s. VII y IX). Cabe citar también los calendarios
hispánicos publicados por Dom Férotin en Le liber Ordinum en usage dans l'Église
visigothique d'Espagne du V s. (París 1904) y por Dom Morin en L fiber comicus
sive lectionarius Missae quo Toletana ecclesia ante annos mille et ducentos
utebatur (Maredsous 1893)
Martirologio Siriaco. No se trata ya de un simple calendario, sino que es
reconocido unánimemente como el M. más antiguo que se conoce. El manuscrito
Siriaco que dio a conocerlo (British Museum, ms. add. 12150), descubierto por W.
Wright, está fechado en Edessa (Mesopotamia) en nov. del 411. Representa la
traducción y resumen de un M. griego perdido, elaborado entre 362 y 381. Lleva
como título: «Nombres de nuestros señores mártires y victoriosos, con las fechas
en que recibieron sus coronas». Presenta la lista de nombres de los mártires del
Imperio Romano, concluida con la frase: «Aquí terminan los mártires de
Occidente». A continuación siguen nombres de santos de Babilonia y Persia,
dispuestos según el grado jerárquico -obispos, presbíteros, diáconos-, y no
según el orden del calendario; de éstos no se indica tampoco la fecha del
aniversario. El M. Siriaco guarda una estrecha relación con la obra histórica de
Eusebio de Cesarea (v.), a quien incluye entre los santos. El compilador se
sirvió además de los calendarios de otras iglesias. El interés histórico del M.
Siriaco estriba en su antigüedad, su universalidad y en el importante influjo
que ejerció sobre los M. posteriores
Martirologio Hieronymianum. Documento histórico de primera importancia. El
erudito Duchesne (o. c. en bibl.) dice de él que es «principium et fons» de toda
la investigación martirológica. Este gran catálogo de mártires y santos de los
tiempos antiguos apareció en la primera mitad del s. VI. Fue llamado M.
jeronimiano sin fundamento real en la tradición, para revestirle del peso de la
autoridad de S. jerónimo. Es obra de un desconocido que tradujo del griego al
latín el M. (perdido) que había dado lugar al M. Siriaco, y combinó con este
texto las depositiones romanas y el calendario de África; estas fuentes te
procuraron abundante información sobre los santos de Constantinopla y Asia
Menor, Roma y África. El M. jeronimiano presenta diversas fiestas que habrían
ido introduciéndose en las iglesias locales y que ahora pasaban a engrosar el
M.: la conmemoración de las dedicaciones de iglesias, los traslados de
reliquias, los aniversarios de los titulares o fundadores de las iglesias, los
benefactores insignes de las comunidades, los cuales, al igual que los ascetas
prestigiosos, empezaron a ser venerados
El M. jeronimiano, partiendo del norte de Italia en donde fue elaborado,
se difundió por todo el mundo cristiano, y en cada región fue adaptado según las
tradiciones particulares y según el uso a que fue destinado. De ahí que se
distingan dos grandes tradiciones o recensiones de este M.: la itálica y la
gálica. La primera, la más primitiva, fue adaptada para ser leída diariamente en
los dípticos de la Misa y quizá para algún otro uso litúrgico. Considerada como
obra edificante, Casiodoro (v.) aconseja su lectura a los monjes. Este M.
desapareció complemente de las bibliotecas italianas en los s. vii-viii. La
corriente o recensio gálica fue más afortunada. Penetró en la Galia ya antes del
a. 605. Duchesne distingue tres familias de manuscritos, con elementos típicos a
cada una de ellas, dependientes del ms. de Auxerre. La primera familia, la más
antigua, está representada por el ms. de Epternach (hoy Echternach, en
Luxemburgo); este ms. fue copiado en Inglaterra en la segunda mitad del s. VII;
el copista inglés añade S. Agustín de Cantorbery (v.) y otros santos insulares,
así como un grupo de santos de la Campania, cuyo culto había sido introducido en
Inglaterra en el a. 668. La segunda familia comprende especialmente los ms. de
Berna y de Lorsch; el primero (s. VIII) con añadiduras propias de las iglesias
de Metz y de Bourges, es el más rico en indicaciones topográficas; el de Lorsch
(s. VIII o IX) presenta abundantes anotaciones biográficas. Finalmente la
tercera familia está representada por ms. originarios del oeste de Francia;
además de introducir nombres de santos locales, su característica particular es
el incremento de dedicaciones de iglesias
Martirologios «Históricos». Se acostumbra a llamar así a los M.
recopilados por diversos autores, a partir del s. VIII, en los cuales los
nombres de los santos van acompañados de datos hagiográficos sacados de las
passiones y de otras fuentes literarias. En la base de estos trabajos de
compilación está ante todo el M. jeronimiano. La denominación con que son
conocidos no implica en ninguna manera que su valor histórico sea superior al de
los otros. Se distinguen tres grupos: el inglés representado por el M. de Beda
(m. 735); el grupo lionés con el M. lionés (s. IX), el M. de Floro (m. ca. 860)
y el M. de Adón (m. 875), este último evidentemente tendencioso en el uso de las
fuentes en que se inspira; por último el M. de Usuardo (m. 877), muy influido
precisamente por la obra de Adón. Estos M., y en particular el último citado,
tienenimportancia porque inspiraron los M. usuales en la Iglesia hasta la
aparición del M. Romano
Martirologio Romano. El papa Gregorio XIII (157285; v.), una vez consiguió
implantar la reforma del calendario que lleva su nombre, se propuso ya en 1580
la publicación de un M. Romano oficial: una edición del M. susceptible de
recibir su aprobación oficial. Nombró para ello una comisión especial, de la
cual César Baronio (v.) fue de hecho el miembro más preclaro por su erudición y
por su eficacia. Después de haber publicado algunos ensayos parciales, salió a
la luz pública en Roma, en 1583, el M. Romanum ad novam Kalendarii rationem et
ecclesiasticae histórice veritatem restitutum, Gregorii XIII Pont. Max. iussu
editum. Al año siguiente apareció la primera edición oficial, «para la lectura
en el coro», autentificada por la constitución apostólica Emendato del 14 en.
1584. El Papa impone su uso exclusivo. En 1586 se publicó el M. Romanum cum
notationibus Baronü que contiene las fuentes literarias de que se sirvió Baronio
para la realización de su trabajo. El M. Romano tuvo una acogida calurosa. Las
reimpresiones cundieron por todas partes, lo cual acarreó la multiplicación de
errores. Las ediciones de Urbano VIII en 1630 y de Inocencio XI en 1681
presentan correcciones críticas más o menos felices e incluyen los nuevos
santos. En 1748 aparece una nueva edición que lleva el sello de la autoridad de
Benedicto XIV (v.), quien se propuso únicamente corregir la obra de Gregorio
XIII; interviene él mismo en persona en el trabajo de corrección; con su
autoridad de pontífice, de erudito y de jurista toma decisiones respecto de
algunos puntos problemáticos; así, suprime algunos nombres (los de Clemente de
Alejandría y Sulpicio Severo, entre otros) y retiene otros que algunos discutían
(el papa Siricio, p. ej.), En el siglo actual, Pío X declara «típica» la edición
de 1913; en 1922 se publica otra edición «corregida» pero muy mal recibida por
los eruditos modernos. Bajo Pío XII se reedita el M. en 1948 y en 1956. Fuera de
Roma la obra se imprime en varias lenguas. Los bolandistas (v.) contaron hasta
129 ediciones desde la de 1583 hasta el año 1912. Al decir de Baronio, el
objetivo de su trabajo no consistió en elaborar un M. enteramente nuevo sino en
seleccionar y fusionar los elementos antiguos. Empleó para ello: 1) el M. de
Usuardo (en aquella época difuso y aceptado comúnmente en la Iglesia); el M. de
S. Ciríaco y el M. de Beda, el M. de Floro y el M. de Adón (éste carece de todo
valor histórico a los ojos de la hagiografía crítica moderna); 2) listas
episcopales, sobre todo de Italia y varios calendarios; 3) los «menologios»
(equivalentes en Oriente de los M. de la Iglesia latina), a fin de aumentar los
santos orientales; 4) las Actas y las Passiones de los mártires; 5) otras obras
hagiográficas: de Eusebio de Cesarea, de S. Gregorio de Tours; asimismo los
Diálogos de S. Gregorio Magno (v.), que constituye una obra más edificante que
histórica, de la cual fueron sacados todos los nombres de los «buenos» y fueron
incorporados al M. Por consiguiente, podemos concluir que las mismas bases del
trabajo de elaboración del M. Romano llevado a cabo por Baronio justifican la
aprensión de la crítica moderna. Baronio evidentemente no podía disponer de los
conocimientos actuales. A pesar de todo él mismo confiesa a menudo sus dudas y
se aplicó constantemente al estudio para corregir más y más el M. Romano. Ya
desde su aparición, en efecto, se vio la necesidad de corregir el M. Romano. En
la actualidad, existe en Roma, en la Congregación del Culto Divino, una
Comisión, dirigida por el benedictino francés Jacques Dubois, que se ocupa de la
reforma del M
BIBL.: De carácter general: H. LECLERCQ, Martyrologe, en DACL X,2523-2619 (a. 1932); H. ACHELIs, Die Martyrologien, ihre Geschichte und ihr Wert, Berlín 1900; R. AIGRAIN, L'Hagiographie: ses sources, ses méthodes, son histoire, París 1953. M. Siríaco: una buena edición por J. B. Rossi y L. DUCHESNE, en Martyrologium Hieronymianum, en Acta Sanct. Novembris, II (1890). Edición crítica del M. jeronimiano: J. B. Rossi y L. DucHESNE, Martyrologium Hieronymianum ad lidem codicum adieetis prolegomenis, en Acta Sanct. Novembris, II (1894); H. DELEHAYE y H. QUENTIN, Commentarius perpetuus in Marturologium Hieronumianum, en Acta Sanct. Novembris, Bruselas 1931. M. Históricos: El estudio fundamental sigue siendo H. QUENTIN, Les martyrologes historiques du Moyen áge: Étude sur la lormation du martyrologe Romain, París 1908. M. Romano: Comentario crítico de los Bolandistas a la edición típica de 1913: Martyrologium Romanum ad forman editionis typicae scholüs historicis instructum (Propylaeum ad Acta Sanct. Decembris), Bruselas 1940; C. COOPENS, Tabulae geographicae seu atlas in Martyrologium Romanum, Tournhoult 1946. Versión castellana de la ed. vaticana de 1948; V. M. SÁNCHEz Ruiz, Martirologio romano, 2 ed. Madrid 1953.
R. CIVIL DESVEUS
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991