MARÍA IV. MARÍA EN EL CULTO Y LA LITURGIA 6. ASUNCIÓN.
Los primeros datos históricos sobre esta fiesta nos han llegado a través de la
literatura apócrifa; el texto siriaco del Transitus Mariae señala tres fiestas
de M. durante el año: 25 en., 15 mayo y 15 ag. Aunque en Oriente prevaleció muy
pronto la última fecha como nos consta por Proclo de Constantinopla (429) y por
el leccionario Jerosolimitano (464-468), la fiesta de enero tuvo influencia en
Occidente. El objeto de esta fiesta es muy general e impreciso durante el s. v;
simplemente se conmemora, según el Calendario Jerosolimitano, «el día de María
Madre de Dios». A principios del s. vi en Palestina y en Siria, la fiesta del 15
ag. se convierte en la conmemoración del tránsito de M., en la Dormitio, que va
propagándose, hasta que a finales de siglo queda definitivamente establecida en
todas las Iglesias de Oriente por un decreto del emperador Mauricio (582602). En
el s. vi la fiesta pasa a Occidente. En las Galias, con un carácter general de
fiesta mariana, se celebra el 8 en., por influencia seguramente de los monjes
egipciogalos. En Roma, probablemente también en el s. vi, se introduce la fiesta
oriental, asimismo con un carácter general de memoria de M., pero se adopta la
fecha del 15 de agosto. En el Sacramentario Gelasiano encontramos, en verdad,
una Missa In adsumptione Sanctae Mariae (ed. Mohlberg 154), pero, a excepción
del título, en sus textos no se hace la más mínima alusión al misterio de la
Asunción. España, que nos ofrece el primer monumento artístico del misterio, no
conoció la fiesta antes del s. vii, aunque adoptó desde el principio la misma
fecha que Roma.
La imprecisión en el objeto de la fiesta se debe en gran parte al
descrédito que echó sobre la tradición apócrifa del Transitus el escrito
Pseudo-Jeronimiano, cuyo autor no es otro que Pascasio Radberto (v.). No
obstante, en el correr del s. vii fue prevaleciendo la opinión contraria del
Pseudo-Agustín, y la fiesta del 15 de agosto tomó definitivamente su carácter
específico de conmemoración de la Asunción de la Virgen. Sin embargo, hasta
1950, la Misa de la Asunción conservó las antiguas lecturas que sólo de un modo
indirecto pueden aplicarse a ese misterio: son más bien una exaltación de la
virginidad y de la contemplación que acusan un origen monástico. La procesión
que ordenó para esta solemnidad Sergio I (687-701) y que en cierto modo está al
origen de los cortejos religioso-populares que se desarrollaron en todas partes
durante la Edad Media, contribuyó a conferir a esta fiesta un relieve y una
popularidad que la convirtió en la «Pascua de la Virgen». En el s. IX, León IV
la dotó de vigilia y de octava que luego se extendieron a todo Occidente.
A finales del s. VIII era una de las poquísimas fiestas que en Roma
conservaban todavía una doble vigilia nocturna. Nicolás I (863) la coloca al
lado de Navidad, Pascua y Pentecostés. Benito Canónico (v.), canónigo de S.
Pedro, se complace en describir detalladamente en su Ordo XI la solemnidad de la
Asunción, que empezaba desde la mañana de la vigilia con la veneración de la
célebre imagen acherotipa del Salvador en la Capilla Sancta Sanctorum del
Laterano. Allí acudía eJ Papa con su corte y después de diversas genuflexiones y
abluciones, exponía la imagen sobre el altar. Iban entonces hacia S. María la
Mayor para las vísperas, y luego volvían al Laterano, de donde partía la
procesión que, a través de diversas estaciones y complicados ritos, llegaba al
amanecer a S. María la Mayor, donde el Papa celebraba la Misa. Todas las
Iglesias de Occidente imitaron de algún modo estos ritos, sobre todo la
procesión, en la que influyeron además datos tomados de los relatos apócrifos.
En muchas Iglesias de España se ha conservado la costumbre de colocar en el
centro del templo una imagen yacente de la Virgen, ante la cual se celebra la
Misa. Esta imagen se iba a buscar en procesión, antes de las vísperas de la
fiesta, al lugar donde se custodiaba durante el año, y terminada la octava era
conducida, también procesionalmente, hacia el mismo sitio. El día 15 había otra
procesión en torno a la cual se desarrollaba la escenificación de la fiesta.
Existe un poema valenciano en verso, del s. XIV, sobre la Asunción de la Virgen,
que era representado en muchas Iglesias y cuyo recuerdo ha perdurado hasta
nuestros días en el célebre misterio de Elche (J Pomares, La, « festa» o
misterio de Elche, Barcelona 1957). Como un eco de estos misterios puede
considerarse seguramente la costumbre de acompañar la estatua yacente de M. en
la procesión doce sacerdotes en representación de los doce Apóstoles que, según
la tradición apócrifa, asistieron a la Dormición de M. Esos sacerdotes iban
revestidos con dalmáticas, a excepción del que representaba a S. Juan, que,
revestido con casulla, llevaba una palma en la mano como el ángel que, según los
apócrifos, anunció a M. su próxima entrada en la gloria.
Con respecto a la celebración litúrgica propiamente dicha, señalamos que
con la proclamación del dogma en 1950 quedó plenamente fijado el sentido de la
fiesta. En esa fecha se compuso un nuevo texto de la Misa y se reelaboró el
Oficio, poniendo de relieve eJ objeto del misterio, especialmente en las
oraciones. En el Misal de Paulo VI se han conservado los textos litúrgicos
anteriores, pero se ha añadido un prefacio propio alusivo a esta solemnidad,
compuesto con textos tomados del cap. VIII de la Const. Lumen gentium y de los
libros litúrgicos del rito ambrosiano. Además se ha compuesto una Misa vigiliar
para la Misa vespertina del día anterior con una colecta tomada del Misal
cluniacense de 1753. En el Oficio también se han conservado casi todos los
textos litúrgicos del anterior Breviario, y se han añadido otros de gran valor
asuncionista, como el himno para el oficio de lecturas compuesto por S. Pedro
Damián, preces, antífonas y responsorios.
BIBL.: SOCIEDAD MARIOLÓGICA ESPAÑOLA, «Estudios Marianos», vol. VI (Madrid 1947); vol. IX (fb. 1950); vol. XII (íb. 1952); vol. XIV (íb. 1954); vol. XXII (fb. 1961) J. M. BOVER, La Asunción de María, Madrid 1951; M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, II, Madrid 1956, 895-904; A. DE SANTOS OTERO, Los Evangelios Apócrifos, Madrid 1956, 609-700; M. JUGIE, La mort et 1'Assomption de la Ste. Vierge (Studi e Test¡ 114), Ciudad del Vaticano 1944; íD, Assomption de la sainte Vierge, en D'U. DE MANOIR, María, París 1949, 621-658; Art. Assomption, en DACL 1,29833001; L. DELLA TORRE, La Madonna nel culto della Chiesa, en «Culmen et fons», Brescia 1966; A. FRANQUESA, Fede e pietá Mariana nel Protestantesimo, en La Madonna nel culto della Chiesa, Brescia 1966, 179-207.
A. M. FRANQUESA GARRóS
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991