MARÍA IV. MARÍA EN EL CULTO Y LA LITURGIA 5. PURIFICACIÓN.
La purificación de M. está unida en el texto evangélico (Le 2,22 ss.) a la
presentación del Señor en el Templo. Ambos temas han estado igualmente unidos en
la liturgia. Primitivamente esta fiesta era una fiesta del Señor, y así ha
vuelto a ser considerada después de la reforma del calendario decretada por
Paulo VI. Sin embargo, por ser de contenido también mariano, y por haber sido
durante siglos considerada fiesta de M., trazamos aquí su historia.
A finales del s. IV se celebraba en Jerusalén como dice la peregrina
española Eteria (v.), la cual añade que era festejada «con una gran alegría
semejante a la de Pascua». De Jerusalén la fiesta se extendió por todo Oriente y
se fijó el 2 feb. Tenía por objeto conmemorar la presentación del Niño Jesús en
el Templo a los 40 días de su Nacimiento, y el encuentro del Salvador con
Simeóny Ana, primicias de la Iglesia, y por eso se llamaba Hypapante, es decir,
encuentro del Señor. S. Gregorio Niseno, S. Cirilo de Alejandría y Abrahán de
Éfeso la comentan en este sentido. Justiniano I en 542, en cumplimiento de un
voto después de una epidemia, ordenó que fuera celebrada «en todo el orbe».
Pasó a Occidente en el s. VII. La encontramos en el Gelasiano con el
nombre de Purificatio S. Mariae. En cambio, en los sacramentarios y capitulares
(v. LIBROS LITÚRGICOS) de tipo gregoriano se la llama, como en Oriente,
Hypapante. La fiesta recibió un carácter marcadamente mariano con la procesión
que Sergio I (681-701) ordenó para ésta y para las tres otras grandes fiestas de
M. (Anunciación, Asunción y Natividad). Su liturgia ha conservado, no obstante,
el acento marcadamente cristológico de la fiesta oriental.
La idea de la procesión venía ya sugerida por el mismo misterio de la
fiesta. Empezó a celebrarse en Jerusalén en el s. V. En Roma recibió particular
solemnidad en el s. VII; y un carácter penitencial en el s. VIII. En los s. IX-X
a la procesión se añade la bendición de las candelas que pasa a primer término
en la devoción y en el folklore de la época medieval. En el Misal de S. Pío V
(v.) se incluye como fiesta de la Purificación de la Virgen. En el calendario
promulgado por Paulo VI recibe, en cambio, el título de Presentación del Señor;
en los textos litúrgicos, sobre todo en los del libro de la Liturgia de las
Horas, M. continúa ocupando un lugar destacado, especialmente en los himnos,
lecturas patrísticas, responsorios y preces.
Esta fiesta, veneranda por su raíz bíblica, por su tradición y por su rica
liturgia, abre camino a un encuentro vivo con la Virgen: «Abraza a María... pues
ella lleva el Rey de la gloria», se canta en una de las antífonas de la
procesión legadas por el Oriente, y conservada también en Occidente.
BIBL.: 1. PASCHER, El arto litúrgico, Madrid 1965, 657-670; M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, Madrid 1965, I, 724-727; S. ILDEFONSO DE TOLEDO, Sermo (dudoso), PL 96,277; L. DUCHESNE, Le Liher ponti/icalis, I, París 1955, 376; Ordo Romanos XV, en Les «Ordines Romani» du haut mogen áge, ed. M. ANDRIEU, III, Lovaina 1951, 113; H. USENER, Dei hl. Theodosios, Leipzig 1890, 106; D. DE BRUYNE, L'origine des processions dé la Chandeleur et des Rogations, á propos d'un sernton inédit, «Revue Bénédictine» (1922) 14-26; M. GARRIDO, La Virgen en la actual Liturgia de las Horas, «Estudios Marianos» 37 (1973) 34-62
A. M. FRANQUESA GARRÓS
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991