MANUSCRITOS BÍBLICOS GRIEGOS


Son muchos y algunos venerados como verdaderas joyas por su valor teológico, filológico e histórico. Suelen ser clasificados en unciales (antiquísimos códices de pergamino, de los s. IV-VIII, escritos en la bella mayúscula llamada uncial y trasmitidos generalmente a través de bibliotecas desde la Antigüedad), minúsculos o cursivos (códices en pergamino o papel de los s. VIII-XV, no menos importantes en valor textual por el hecho de ser más modernos, pues pueden remontarse a originales perdidos textualmente muy puros, y escritos en letra cursiva) y papiros (no sólo trozos de rollo o páginas de códices de papiro, sino también fragmentos de pergamino o piel siempre que hayan sido hallados desde 1832 en Egipto o, recientemente, en las cuevas del mar Muerto). Todos son testimonios trascendentales, tanto por sí mismos, como por su enorme antigüedad
      A. Manuscritos del Antiguo Testamento: (versión de los Setenta), destacan los ms. siguientes (las letras o cifras responden a la lista oficial de A. Rahlfs):
      1. El llamado códice B o Vaticanus, nada menos que del s. IV, conservado en Roma desde el s. XV. Se ha perdido el Génesis hasta 46,28; nunca contuvo los Macabeos; hay alguna otra laguna; los libros poéticos preceden a los profetas. Su texto es bueno y responde generalmente a la llamada recensión de Hesiquio, hecha sobre las primitivas versiones de Alejandría, donde debió de ser copiado el códice. Se ha pensado que éste sería una de las 50 copias de la Biblia que Constantino mandó preparar a Eusebio de Cesarea (v.) para las iglesias de la nueva capital, e incluso que habría sido eliminado del envío a causa de sus deficiencias; pero, como esto llevaría consigo afinidad, que no existe, con las recensiones minorasiáticas, hoy, sin embargo, se prefiere poner en relación el ms. con las copias que sabemos que suministró S. Atanasio al emperador Constante, lo cual explicariLa su presencia en Roma y las huellas que de la utilización de un texto egipcio como éste hay en el propio S. Atanasio. Escrito a tres columnas por página, resulta fundamental para el establecimiento del texto de los Setenta, aunque con irregularidades en los jueces resulta muy peculiar; en Isaías, inferior al resto.
      2. El Sinaiticus (S), también del s. IV, pasó, en circunstancias sensacionales y bien conocidas, del monasterio del Sinaí a Rusia en el s. XIX y de allí, por compra, al British Museum en 1933; fue su descubridor Tischendorf; hay fragmentos en Leipzig y Leningrado. Está muy incompleto en el A. T. (un tercio del total; falta casi todo el Pentateuco). A cuatro columnas (dos en los libros poéticos), es obra de tres escribas y dos correctores. Probablemente procede de Alejandría, más bien que de Cesarea, tal vez por atribuírsele el mismo origen eusebiano que a B. Aunque se exageró en tiempos su importancia, es testimonio venerable y fidedigno.
     
      3. El Alexandrinus (A), del s. IV o V (o quizá del VI), fue enviado a Londres por un antiguo patriarca de Alejandría. A dos columnas, hay en él huellas de dos escribas y muchos correctores; y muchas rasuras, que ocultan a veces la lección original. Su clasificación es difícil, pues tiene lecciones buenas, como cuando coincide con el papiro Rylands 458; pero otras veces es aberrante, como cuando, en Ezequiel, añade la transcripción del hebreo Adonai ('ÁDóNAY) a la designación del Señor. En Crónicas y Esdras ostenta texto alejandrino primitivo y fiel; en otros lugares (el A. T. está casi completo) parece haber trabajado en él un compilador ecléctico que agregó a la recensión de Hesiquio elementos palestinos y sirios.
     
      4. El Ephraemi Syri (C, de París) procede tal vez de Egipto y contiene una parte de los libros poéticos; es palinsesto (texto bíblico en el s. V, mal legible; obras de S. Efrén copiadas encima del texto en el s. XII); escrito a una columna, cosa rara en unciales; afinidades oscilantes respecto a B, A y S.
      5. Sólo 150 fragmentos (alguno en Bristol) quedan en Londres del Cottonianus (D), quemado en 1731; del s. y o vi, procede de Filipos (Macedonia) y es un Génesis bellamente ilustrado; según colación hecha antes del incendio, su valor textual es mediocre.
     
      6. El Bodleianus (E), repartido entre Cambridge, Londres y Leningrado, procede del s. x (Génesis con lagunas; resulta curioso porque desde 42,31 la escritura pasa de uncial a minúscula, cosa poco frecuente).
     
      7. El Ambrosianus (F, s. v, Milán) contiene Gen 31,15los 12,12 con lagunas; a tres columnas, un escriba para el Pentateuco y otro para Josué; variantes, escolios; puntuación, acentos y espíritus de primera mano, lo que es notable, pues ello no suele aparecer hasta el S. VII.
     
      8. El Colberto-Sarravianus (G, s. IV-V; la parte mayor fue a Leiden procedente de la bibl. de Claude Sarrave; otra perteneció al ministro Colbert y está en París; hojas sueltas en Leningrado) comprende parte del Octateuco; no tiene valor primario, pues contiene elementos hexaplares; aparecen el óbelo y asterisco, signos críticos utilizados por Orígenes para enjuiciar la fidelidad de la versión respecto al hebreo.
     
      9. El Petropolitanus (H; Leningrado) contiene parte de los Números en la escritura inferior (V. VI) de un palinsesto.
     
      10. El salterio Bodleianus (I, s. IX, Oxford) tiene notas marginales procedentes de las versiones preorigenianas de Aquila, Teodoción, Símaco, Quinta y Séptima (v. BIBLIA VI, 2).
     
      11. En el Lipsiensis (K, Leipzig; procedente del monasterio de S. Sabas, en Palestina) se ven, debajo de un texto árabe del s. IX, trozos mal legibles (s. VII) de Números, Deuteronomio, Josué y Jueces.
     
      12. El famoso Purpureus Vindobonensis (L, s. V-VI, Viena) debe su celebridad, más que a su texto, a las preciosas miniaturas en acuarela que ilustran trozos selectos del Génesis.
     
      13. El Coislinianus (M, s. VII, París) se extiende hasta Reyes III, tiene material hexaplar marginal y es afín a GyA.
     
      14. Con N-V se designa el ms. Basilianus-Vaticanus (s. VIII-IX; Roma, Levítico-Ester; Venecia, poéticos, profetas y Macabeos; para éstos es primerísima autoridad).
     
      15. Unos fragmentos de Isaías (O, s. VI, encuadernados en Dublín con textos evangélicos) muestran, en escritura inferior, carácter hesiquiano y una uncial redondeada, cercana a la cursiva.
     
      16. El Marchalianus (Q, s. VI, egipcio, Vaticano; perteneció a René Marchal) es importante, está muy bien conservado, tiene signos hexaplares en los márgenes y sus Profetas completos de tipo hesiquiano lo hacen fundamental.
     
      17. El salterio Veronensis (R, s. VI, Verona) es bilingüe, con el griego a la izquierda y el latín a la derecha, ambos en caracteres romanos, lo que denota origen occidental.
     
      18. El salterio Turicensis (T, s. VII, Zurich) es también occidental (texto mediocre, afín a A; pergamino purpúreo de lujo con letras en plata, iniciales en oro y notas marginales en rojo).
     
      19. W corresponde a un salterio ilustrado de París (s. IX-X), y X a un lob del Vaticano (s. IX) con miniaturas, escolios hexaplares y, en letra uncial, un comentario marginal de los llamados catenae.
     
      20. El Taurinensis (Y, s. IX-X, Turín; profetas menores) está casi ilegible a causa de un incendio; el Zugninensis consta de fragmentos sueltos (Roma y Londres) de Jueces, Reyes, Salmos y Ezequiel, palinsestos (escritura siríaca del s. IX-XI sobre otra griega del s. V-VII); los fragmenta Tischendorfiana (Leningrado) contienen Reyes e Isaías del s. VII- IX bajo un texto georgiano y un salterio muy fragmentario del s. IV-V; el Cryptoferratensis (r, de la abadía de Grottaferrata; hay fragmentos en Roma) es doblemente palinsesto (debajo, S. Juan Damasceno; en medio, muy mal legibles, profetas del s. VIII-IX; encima, escritura del s. XIII); tenemos, en fin, el Bodleianus (o, s. v, Oxford; Bel en la versión de Teodoción), Washingtonianus (0, s. v, Washington, col. Freer; Deuteronomio y Josué afines a A y, respecto del primero, al papiro 963; son restos de un Octateuco completo), etc.
     
     
      B. Papiros del Antiguo Testamento. Sólo podemos mencionar los más importantes; los aparecidos son muchísimos, pero muy fragmentarios, a veces difícilmente legibles y en general no tan fundamentales textualmente como su antigüedad haría esperar. El primer papiro bíblico llegado a Occidente causó sensación en 1836 (fragmentos de salterio; Londres; copiados en la egipcia Tebas en el s. VII; sigla U). Un papiro Amherst (s. IV) ostenta los cinco primeros capítulos del Génesis en la versión de Aquila. El Génesis de Berlín (911 en la lista oficial), del s. III, es buen texto, afín a 961 y 962. En Washington (col. Freer) hay curiosos fragmentos (s. III) de los profetas menores en texto muy diferente del usual en los Setenta; quizá sea una versión antigua más fiel respecto al hebreo. Otros profetas menores, en Heidelberg (919, s. VII); un papiro de Antinoópolis (s. III) procede de un códice heterogéneo (Proverbios, Sabiduría, Eclesiástico).
      Los cinco descubrimientos más importantes de papiros en el último medio siglo han sido: a) serie de códices, procedentes de cerca de Afroditópolis, repartida entre Dublín (col. Chester Beatty), Ann Arbor (Michigan), Princeton (col. Scheide), Colonia, Madrid y Barcelona (núm. IV Chester Beatty, Génesis, s. IV, 961 de la lista oficial; V, Génesis, s. III, 962; VI, Números y Deuteronomio, s. II, 963; VII, Isaías, s. III, 965; VIII, jeremías, s. II-III, 966; IX-X, Ezequiel-Daniel-Ester quizá con otro libro corto hoy desaparecido, códice heterogéneo, por tanto, s. II-III 967-968; XI, Eclesiástico, s. IV); textos fidedignos, aunque de carácter variado y desigual; 966 va con Q, 963 con B en los Números y con G y 0 en el Deuteronomio; en 968, la traducción de Daniel, sorprendentemente, no es la de Teodoción, infiltrada en casi toda la tradición de los Setenta, sino la versión septuagintal conocida hasta ahora por el códice cursivo 88, de Roma, y la retraducción sirohexaplar; 967, muy bien conservado en algunas páginas, de las que la parte de Madrid (ed. por M. Fernández-Galiano) ofrece buenas lecciones afines a B para Ezequiel; b) enormemente importante, el papiro Rylands 458 (957), fragmentos de rollo precristiano, del s. II a. C.; es, pues, el más antiguo manuscrito bíblico conocido, sin rival en este aspecto hasta los hallazgos del mar Muerto; pequeñísimos fragmentos del Deuteronomio con texto afín a 0 y A; c) casi la misma antigüedad tiene el papiro Fuad 266, fragmento de rollo del s. I - II a. C. en que el tetragrammaton, nombre de Dios en hebreo, no está traducido, sino reproducido en caracteres arameos; d) un papiro de Barcelona (núm. 3), publicado por R. Roca-Puig, resulta ser (s. II) el más antiguo manuscrito conocido de los Paralipómenos; e) en las cuevas de Qumrán (v.) aparecieron restos en piel publicados por D. Barthélemy, de un texto (dos escribas; mediados del s. I) de los profetas menores que puede proceder de la versión Quinta de Orígenes. Del mismo yacimiento se conservan fragmentos mínimos de textos griegos, para algunos de los cuales J. O'Callaghan ha propuesto adscripción al N. T., lo que sería una verdadera revolución, dada -su fecha tan cercana a los hechos bíblicos.
      En el estudio y clasificación de los más de 1.500 mss. cursivos del A. T. representan un notable avance los estudios del grupo de Gotinga y en particular de J. Ziegler (que establece, p. ej., para Ezequiel grupos alejandrino más o menos prerrecensional, con B y 967; alejandrino en torno a A; hexaplar; recensión de Luciano; y códices provistos de catenae con características comunes); pero todavía hay mucho que hacer en cuanto a agrupar y eliminar códices de los aparatos críticos.
      Muchos mss. cursivos contienen sólo el salterio; otros, el Pentateuco, Octateuco, libros históricos, proféticos, poéticos, etc.; algunos, no muchos, abarcan también el N. T. (p. ej., 32, de Moscú; 44, de Zittau; 68 y 122, de Venecia; 106, de Ferrara; 130, de Viena; 198, de París). En El Escorial hay nueve códices del A. T. (377, Isaías con catenae, del s. XI; 372, fragmentos de los Reyes, s. XII; 381, Pentateuco e históricos, s. XII; 380, Ezequiel y Daniel, s. XII; 98, históricos con catenae, s. XIII-XIV; 376, Octateuco y Reyes, s. XIV; etc.); en Madrid, ocho, entre los que sobresale (núm. 146) un salterio del s. XI-XII.
      C. Los códices griegos del Nuevo Testamento: Son unos 5.000, cifra realmente impresionante; son citados según la lista oficial de C. R. Gregory con sus suplementos.
      Se repiten aquí los cuatro famosos unciales que contienen la Biblia entera o su mayor parte: S, único N. T. completo uncial, que además dio a conocer la Epístola de Bernabé y el Pastor de Hermas (hay infinidad de variantes; es famosa la de Mt 6,28, donde se dice de los lirios del campo no que «no sufren ni hilan», sino que «no cardan ni hilan»); A (la mayor parte del N. T., texto inferior en los Evangelios, afín a B y S en el resto); B (falta el final; texto alejandrino); C (no muy útil). Importante, D (codex Bezae, del s. v-vi; en Cambridge por donación del humanista Teodoro Beza; casi sólo Evangelios en el orden occidental, Mateo, Juan, Lucas, Marcos y Actas; bilingüe, con el griego a la izquierda; texto occidental, con muchos correctores; singularidades como el ser el primero que recoge el discutido episodio de la adúltera en lo 7,53-8,11 o añadir en Le 23,53 que José de Arimatea cerró el sepulcro con una piedra que apenas moverían 20 hombres).
      Otros unciales del N. T. son el Claromontanus (Dp o D2; s. vi, París; Epístolas bilingües, muchos correctores); Basiliensis (E, s. VIII, Basilea; Evangelios de tipo bizantino); Laudianus (Ea o E2; s. vi-VII, Oxford; Actas bilingües con el latín a la izquierda); Coislinanus (Hp o H3; s. vi, París; hojas en Leningrado, Moscú, Kiev, Turín y Monte Athos; Epístolas de tipo alejandrino); Regius (L, s. VIII, París, afín a B); Purpureus Petropolitanus (N, s. vi, Leningrado, pero con hojas en Patmos, Roma, Londres, Viena, Atenas, Nueva York; códice de lujo, letras en plata, nomina sacra en oro, pergamino purpúreo; texto de tipo bizantino); Evangelios de la col. washingtoniana de Freer (s. IV-V; ordenación como en el códice de Beza; un pasaje singular, después de Me 16,14, en la que los discípulos se disculpan ante el Señor); Rossanensis (E, s. VI, Rossano; Mateo y Marcos; letras en plata y oro y miniaturas sobre pergamino purpúreo), etc.
      Entre los papiros destacan: P45 (col. Chester Beatty; algún fragmento en Viena; s. III; Evangelios cesarienses, Actas alejandrinas); P46 (íd., s. III, Epístolas alejandrinas); P'7 (íd., s. III, Apocalipsis afín a S); P52 (papiro Rylands 457, Manchester, fragmento de Juan famoso por su antigüedad, primera mitad del s. II, lo cual avala una composición temprana de la obra); P66 (papiro Bodmer II, Ginebra, Juan, ca. el 200, texto mixto); P'2 (íd. VII-IX; s. III; Judas, Pedro y salmos, obra de cuatro escribas, etc.; una especie de antología para uso privado); P'4 (íd. XVII, s. VII, Actas y Epístolas afines a A); P71 (íd. XV; Lucas, del que es el más antiguo testimonio, y Juan; entre 175 y 225; afín a B y a la versión copta sahídica en pormenores como el nombre Neues del rico epulón en Le 16,19), etc. Merecen mención un fragmento (en Barcelona) de códice del s. II-III (núm. 1), del que hay otro trozo en el Magdalen College de Oxford y que es el más antiguo manuscrito de Mateo; y otro del s. III (núm. 83) en que Juan aparece con notas hermenéuticas.
      Hay varios miles de mss. cursivos del N. T.; muy pocos de ellos lo contienen entero, siendo, en cambio, muchos los Evangeliarios o los que abarcan las restantes obras o algunas de ellas. La clasificación en familias se va haciendo lentamente, aunque con dificultades.
     
      V. t.: CÓDICES 1; PAPIROLOGÍA III
     
     

BIBL.: K. ALAND, Kurzgefasste Liste der griechischen Handschriften des Neuen Testaments, I, Berlín 1963; D. BARTHELEAIY, Les devanciers d'Aquila, Leiden 1963; M. FERNÁNDEZ-GALIANO, Veinte años de crítica textual de la Biblia griega, «Est. Cl.» I (1950-52) 3-10 y 570-572; ID, Nuevas páginas del códice 967 del A. T. griego, «St. Papyr.» X (1971) 7-76; C. R. GREGORY, Die griechischen Handschriften des Neuen Testaments, Leipzig 1908; S. JELLICOE, The Septuagint and Modern Study, Oxford 1968; F. G. KENYON, The Text of the Greek Bible, 2 ed. Londres 1949; B. METZGER, The Text of the New Testament, Oxford 1964; H. 1. M. MILNE-T. C. SKEAT, Scribes and Correetors of the Codex Sinaiticus, Londres 1938; J. O'CALLAGHAN, ¿Papiros neotestamentarios en la cueva 7 de Qumrán?,- «Biblica» LIII (1972) 91-14; A. RAHLFS, Verzeichnís der griechischen Handschriften des Alten Testaments, Berlín 1914 R. ROCA-PUIG, Un papiro griego del Evangelio de S. Mateo, Barcelona 1962; V. SPOTTORNO, Nota sobre los papiros de la cueva 7 de Qumrán, «Est. Ci.» XV (1971) 261-263; H. B. SWETE-R. R. OTTLEY, An Introduction to the Old Testament in Greek, reimpr. Nueva York 1968

 

M. FERNÁNDEZ-GALIANO

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991