LIBERALISMO II. ECONOMIA.


El I. es un amplio movimiento intelectual de Occidente, cuyo núcleo lo constituye la importancia individualista concedida a la naturaleza humana y a la sociedad. Las múltiples corrientes intelectuales que lo determinan actúan de forma y con fuerza diferentes según el tiempo y el lugar (v. INTRODUCCCIÓN y I). En todo caso, la repercusión práctica del I. en la economía presenta un amplio espectro de ideas y prácticas, y ello dejando aparte a los primeros representantes del laissez-faire en la economía política. De forma simplificadora, podría adscribirse al I. la ideología de la revolución industrial. Sin embargo, el I. es, en general, demasiado económico y pluralista para identificarlo con una ideología determinada.
     
      l. Historia. La concepción racionalista de la Humanidad y del Derecho y sus consecuencias, la proclamación de los Derechos humanos, tuvo antes que nada repercusiones políticas: la «gran» y más tarde «gloriosa» revolución inglesa del s. xvli y, especialmente, la guerra de independencia americana (1776-83) y la Revolución francesa (1789). Sin embargo, pronto se encuentra ya la unión de libertad política y económica: el orden político sería una consecuencia del económico, especialmente del derecho de propiedad (T. Harrington, Government fellows pro perty) .
      En tanto el poder político pasa a manos de los burgueses poseedores, su propiedad privada se convierte en nuevo punto de partida del orden económico de la sociedad, la forma de producción capitalista en requisito de la revolución industrial y el I. en ideología dominante, ya que, en cierto modo, se contempla el nuevo orden como resultado de la nueva libertad. A. Smith (v.), representante de una filosofía social individualista pura, aparece en su obra capital de economía política (An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Londres 1776) más que nada como iniciador de nuevos métodos económicos: atacó el exceso caótico de limitaciones legales y administrativas que dificultaban en su época la actividad económica y propugnó una supresión a fondo del intervencionismo estatal. Especialmente el cuarto libro de su investigación es una magnífica propaganda del libre comercio (v.). No tanto ya el bienestar del Estado, como sucedía en el sistema mercantilista (v. MERCANTILISMO), sino el bienestar del individuo, medido en oro y en bienes materiales, se convirtió en el objetivo preferente.
      En tanto que los fisiócratas (v.) socavaron el mercantilismo, puede considerárseles como precursores del I. económico. Igualmente, en cuanto que la Economía política surgió como una de las primeras ciencias sociales empíricas a partir del espíritu de la Ilustración (v.), por medio de axiomas científico-racionales y de métodos derivados del estudio de la economía práctica, le debe mucho de su origen al espíritu liberal-individualista de la época de los «clásicos».
      En la praxis de la economía inglesa, en aquel tiempo, se consiguió configurar por vez primera una zona económica de mayor amplitud con libertad comercial (Inglaterra, Gales y Escocia). A la lucha contra las grandes compañías monopolistas y en favor de un comercio mundial libre se une el nuevo modo de pensar económico que se libera de la tutela estatal. Favorecido también por el movimiento político liberal, en el terreno económico pudo imponerse el l., especialmente en Inglaterra. Desde mediados del s. xix hasta el final de los años 60, el modelo de una economía competitiva se realizó allí antes que en cualquier otra parte, aunque. en cualquier caso, basado también en los antiguos intereses comerciales británicos.
      España experimentó a comienzos del s. XIX (sin una preparación intelectual interna por medio de la «Ilustración»), en los terrenos práctico y religioso, la repentina irrupción del I. procedente de Francia. Hasta entonces había sido un reducto de la reacción antidemocrática. La denominación «liberales» aparece aquí por primera vez (1812) como denominación de los partidarios de una estructura constitucional contra el absolutismo. Durante todo el s. XIX, las luchas políticas entre las fuerzas conservadoras-restauradoras y las liberal-constitucionales contribuyeron a una situación inestable y condujeron también a la política económica a un cambio continuo entre fases más liberales que proteccionistas. La ideología individualista repercutió también en España, especialmente sobre el terreno económico. La acentuación unilateral de la propiedad, de la seguridad y de la libertad del individuo llegó a periodos de libre comercio (especialmente en 1868). Con todo ello se desencadenaron repercusiones sociales catastróficas (V. ESPAÑA VII).
      Iberoamérica se ve invadida por el I. económico con los movimientos liberales de la época de las guerras de independencia (a partir de 1810), pero la industrialización sólo se impone aquí hacia finales del s. XIX. Asimismo, la anterior estructura económica agrario-monopolista de la época colonial se traduce en que la liberalización económica,'con sus efectos de crecimiento, logra sólo una eficacia relativa. Principios económicos liberales se unieron a intereses feudales y coloniales y a acontecimientos de diversa índole, ocasionando una situación económica específica y una correlativa penuria social de las masas.
     
      2. Concepto. Mientras tras la visión de A. Smith se encontraba todavía la creencia deísta en un orden divino, en el I. desarrollado del laissez-faire el individualismo (v.) se convierte en el único principio social superior y el egoísmo en el supremo principio moral. Consecuentemente, en la economía domina la libertad ¡limitada: han de protegerse de forma absoluta los derechos del individuo, sin que éste tenga otra obligación que la de buscar su bienestar (v.). Por las vías legales, el orden económico ha de garantizar solamente la libertad contractual y los derechos individuales de los ciudadanos (Constitución y rule of law). No existe obligación alguna frente a los derechos subjetivos (V. SOMBART, w.). A través de sus representantes más extremistas, el I. rechaza todo tipo de limitación del afán de lucro y de beneficios por una intervención del Estado en favor del bien común o en defensa de los económicamente débiles. Negó el derecho de asociación a los estratos de población no burgueses y sobre todo los comienzos de una beneficencia estatal.
      Debido a su naturalismo racionalista, el l. cree en las fuerzas autorregeneradoras de la naturaleza; especialmente, en que el mercado (v.) tiene su único principio regulador en la competencia y también que es el mejor medio autorregulador para acompasar la economía a sus objetivos. Conceptos morales, como justicia y ética, no tenían cabida en la economía (v.). El bien común (v.) sería el resultado automático de la libre tendencia de intereses hacia el bienestar particular. En lo que se refiere a libertades económicas, el ser humano reclama de su prójimo: libertad industrial (bajo el nombre de libertad empresarial); libertad de elección profesional y libre desplazamiento de la mano de obra; libertad contractual, especialmente en los contratos de trabajo; un ilimitado derecho de libre disposición de la propiedad y libertad de trasmisión hereditaria.
      En el terreno de la economía internacional, el I. considera al libre comercio como medio de lograr la mayor riqueza posible y el mejor ordenamiento de la economía mundial.
      El ideario económico-liberal tiene tres centros de gravedad: la liberalidad de la persona individual; la creencia en que ello beneficia óptimamente al individuo y a la sociedad; el afán por mantener las instituciones y prácticas políticas que fomenten la liberalidad y la confianza en esta libertad. En consecuencia, puede definirse el liberalismo económico como la creencia en un sistema de ideas y prácticas, que tiene como objetivo lograr una mayor libertad para el individuo como medio de alcanzar el bien común.
      Como movimiento intelectual en conexión con la revolución industrial, el I. trató de acompasar el orden social a la nueva forma productiva caracterizada por la división del trabajo y vio la única forma de conseguirlo en el perfeccionamiento del mercado y en la fuerza que a éste proporcionaba el afán individual de ganancia. Suele indicarse que la unilateralidad y debilidad del I. reside en que no parece conocer ningún derecho primordial ni parece señalar meta alguna de la sociedad (v.) humana, afirmaciones que han de matizarse (v. I, 3); en economía se le reprocha el que niega a ésta un fin social propio y toda obligación derivada del bien común (v.). No considera el l., de modo directo, justicia social alguna (v. JUSTICIA IV), sino sólo el destino del individuo, tal como se le asigna a través del orden espontáneo del mercado. Consecuencias del I. fueron, según muchos, junto a un auge económico sin precedentes, una crisis social de formidable magnitud (problema laboral) y la génesis de una reacción política, social y económica en el seno del socialismo colectivista.
      3. Sistema de la economía de libre competencia. Tal sistema responde a las características esenciales del ideario económico liberal de total libertad de actuación económica y de fundamental no ingerencia del Estado en el libre juego de las distintas fuerzas. Se acepta que la oferta (v.) efectiva en el mercado representa la verdadera manifestación de la correspondiente demanda económica de bienes, es decir, que en el I. la economía produce más rápida y precisamente según las necesidades humanas, gracias a la intervención de las fuerzas del mercado bajo el estímulo del afán de beneficios. Por medio de la competencia se llegaría a la selección de los más capaces y se aceleraría el progreso técnico. Como resultado, el sistema alcanzaría un óptimo en la satisfacción de necesidades económicas.
      En una serie de países europeos, la puesta en práctica de un sistema económico liberal se vio acompañada verdaderamente de un extraordinario crecimiento en la producción de bienes. Sin embargo, la praxis del laissezfaire no pudo demostrar en ninguna parte la pretendida autorregulación del mercado, sino que con el paso a una competencia sin límites condujo a crisis económicas periódicamente repetidas (V. CICLO ECONÓMICO) y acarreó paro masivo y la miseria de la masa trabajadora. Frente a la igualdad de oportunidades jurídico-formal, en la práctica del puro sistema liberal de competencia, se halla una gran desigualdad, que puede llegar a una abolición de la competencia y a un grave perjuicio para amplios grupos, a través de las diferencias en la distribución de la renta y la riqueza, con repercusiones en el terreno cultural (monopolios educacionales) y en el laboral (en el mercado de trabajo «libre» el empresario es siempre el más fuerte); todo lo cual tiene como consecuencia la posibilidad de condiciones inhumanas de trabajo (especialmente para mujeres y niños). El escaso poder de compra de amplios grupos orienta la producción económica hacia bienes de lujo para estratos privilegiados, mientras a los más pobres falta lo indispensable para la vida.
     
      4. Evolución y perspectivas. A pesar de que durante el s. XIX la política siguió los principios liberales, se mostró cada vez más clara la tendencia a la autosupresión del mercado; llegaron a tomarse posiciones de poder y de monopolio. Al ideario económico, más bien explotador, correspondió la ruina de importantes formaciones y categorías sociales (p. ej., la crisis de la familia), el contacto irreflexivo con los bienes naturales libres, la decadencia de las actitudes morales y la sumisión del individuo al omnipotente cálculo económico del valor (homo oeconomicus). Como primera reacción de las fuerzas sociales en defensa propia, se puede considerar la formación en el mercado de un poder opuesto, en forma de sindicatos (V. SINDICALISMO), cooperativas (V. COOPERATIVISMO) Y organizaciones profesionales (Cámaras). La lucha individualista de intereses en la sociedad atomizada se transformó tácitamente en un pluralismo de asociaciones económicas. Con el fin de lograr su propia conservación, el sistema liberal tuvo pronto que introducir por sí mismo, o al menos permitir, una serie de intervenciones estatales con el propósito de lograr el equilibrio social. Con la evolución de una democracia política elitista a otra igualitaria (Max Weber) y a una democracia agrupativa pluralista (G. Briefs), las diferentes fuerzas sociales buscaron un acceso inmediato al poder político, a fin de lograr una intervención económica del Estado adecuada a su manera de pensar, manteniendo fundamentalmente, sin embargo, el sistema de economía de mercado (v. CAPITALISMO). Por el contrario, el socialismo colectivista (v. COMUNISMO) trató sobre todo de sustituir al sistema económico de mercado por la economía dictatorialmente planificada.
      No obstante, ni la confianza ciega en el automatismo del mercado ni la supresión del mismo y su sustitución por la planificación económica central responden, respectivamente, a la realidad humana y a su naturaleza social, ni a la realidad social y a la naturaleza de la economía. Aunque la libre estructuración del orden económico responde al principo de dignidad humana y deja en una gran libertad al interés y a la inteligencia, la convivencia humana precisa tanto de las fuerzas reguladoras, según los principios de la justicia social y de acuerdo con el derecho de todos los miembros al bien común que corresponde a sus necesidades, como de su aportación a la cooperación socioeconómica. Esto significa en especial la ligazón de las libertades personales individuales a una escala de valores y a las obligaciones sociales inherentes a los propios derechos en la cooperación social. En tanto la sociedad económica en su limitada autolegitimidad se encuentra sometida a preceptos morales, el Estado (v.), como responsable del bien común, tiene el derecho y la obligación de desempeñar su obra ordenadora de conformidad con la legalidad técnico-económica, para asegurar el bienestar social.
      El neoliberalismo (v.) ha desarrollado una concepción propia de la labor reguladora del Estado en un orden social de economía privada. La justa distribución de la riqueza económica cuenta indudablemente en la economía como un objetivo urgente de la política económica. El I. como ideal económico determinado y como movimiento político estuvo en vigor sólo durante corto tiempo y actualmente pasa a segundo término ante las aspiraciones de seguridad de las masas anhelantes de bienestar. Como consecuencia, los peligros de una colectivización y de una limitación de la libertad personal en la sociedad económica, por encima de los límites necesarios para la ordenación del mercado, son hoy en día mayores que un retroceso hacia el sistema liberal. Para vencer el I., adquieren gran importancia las fuerzas de la estructura social natural de la sociedad bajo forma de corporación productiva (v. CORPORATIVISMO) y la evolución del poder organizativo estatal dentro de la cooperación económica al servicio de una amplia inquietud por el bien común. V. t.: CAPITALISMO I; LIBRE CAMBIO.
     
     

BIBL.: l. S. MILL, Sobre la libertad, Madrid 1963; l. M. KEYNES, The End of Laissez-faire, Londres 1926; F. A. HAYEK, The Road to Selfdom, Londres 1946; G. DE RUGGIERO, Historia del Liberalismo europeo, ,Madrid 1944; L. DÍEZ DEL CORRAL, El liberalismo doctrinario, 2 ed. Madrid 1956; F. A. HAYEK, The Constitution of Liberty, Londres 1960; l. MESSNER, La cuestión social, Madrid 1960; íD, Ética social, política y económica, a la luz del Derecho natural, Madrid 1966; H. K. GIRVETZ, The evolution of Liberalism, Nueva York 1963; E. HOERTER DE CARBONELL, Liberalismo y capitalismo, Barcelona 1967; W. SOMBART, El capitalismo moderno, Turín 1967; G. N. HALM, Sistemas económicos, Madrid 1964; E. HEIMANN, Teoría social de los sistemas económicos, Madrid 1968; R. P. WOLFF, The poverty of Liberalism, Boston 1968.

 

RUDOLF WEILER.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991