LEVÍTICO


l. Nombre y composición. Tercer libro de la Biblia (v.), y dentro de los cinco primeros que en conjunto son llamados Pentateuco. El L. recibe su nombre de la versión griega Setenta del A. T. (v. BIBLIA VI, 2) en razón de su contenido cultual y relativo al sacerdocio levítico (v. LEVITAS). En hebreo se le designa por la palabra con que empieza, wayyigra' («y llamó...»). El L. (que en las citas designaremos abreviadamente por Lev) constituye una sección de los documentos o fuentes lierarias de que se compone el Pentateuco (v.); en concreto, del documento o fuente llamada sacerdotal, cuyo núcleo legislativo se halla principalmente en el cap. 25 del Éxodo y el 16 del L. La canonicidad y, por consiguiente, la inspiración del L., ha sido siempre reconocida, tanto por el judaísmo como por la Iglesia (V. BIBLIA II).
      Literariamente cabe distinguir en el L. cinco partes, netamente diversas por su contenido y estructura; cap. 1-7, 8-10, 11-16, 17-26, 27. Con todo, estas secciones o partes no constituyen en sí mismos unidades literarias perfectas y homogéneas, sino que a su vez se pueden descomponer en unidades menores, reunidas por un redactor posterior respetando las características ya fijas de cada unidad menor. Varias de ellas contienen material arcaico y representan en general la evolución del culto israelita, que se va configurando bajo la Revelación divina e influencias diversas. El redactor del documento sacerdotal recogió todo ese material tradicional y redactó una síntesis del ritual israelítico, que sirvió de base a la restauración de la comunidad judía después del exilio babilónico (v. HEBREOS I).
      Su inclusión en el Pentateuco, ley normativa del pueblo de Yahwéh, y la conciencia de continuidad con el periodo preexílico se reflejan en el encuadramiento literario: las ordenaciones' cúlticas son recibidas en su totalidad por Moisés (v.) de boca de Yahwéh. Respecto a su autor o diversas manos que influyeron en su redacción, así como a las fechas de la misma y de su definitiva composición, v. PFNTATEUCO. Viniendo ya en concreto a las diversas partes del L., seguiremos el esquema dado.
      2. Código sacrificial, Lev 1-7. Estos primeros capítulos ofrecen una síntesis del culto sacrificial en sí mismo, víctimas, ritos y fines, y de la función del sacerdote en él. Se distinguen las siguientes clases de sacrificios: a) El holocausto (`olah), en el que la víctima (toro, cordero o ave) es consumida íntegramente por el fuego. Primitivamente se ofreció en acción de gracias a la divinidad, pero en Israel adquirió un sentido expiatorio. Como en todo sacrificio de animales, el oferente impone su mano sobre la cabeza de la víctima para indicar que se apropia su valor expiatorio que radica sobre todo en la sangre. El sacerdote la derrama en torno al altar, coloca la víctima sobre la pira dispuesta en él y retira luego las cenizas (Lev 6,1-6). b) La oblata (minhad), ofrenda (de harina, ácimos, aceite e incienso), que sólo parcialmente es ofrecida a Dios por el sacerdote y consumida por el fuego; el resto le pertenece y lo debe consumir en lugar santo. Cuando es el sacerdote el que hace esta ofrenda, toda ella debe ser consumida por el fuego, pues no puede ser al mismo tiempo oferente y beneficiario de la víctima. Esta clase de sacrificios se une frecuentemente a los demás (Lev 2; 6-7-16). c) Sacrificio (le comunión (zebah sélamim), en el que sólo se queman las partes grasas que recubren las vísceras vitales de la víctima (res mayor o menor) y que, junto con la sangre, se consideran en estrecha relación con la vida y, por tanto, pertenecientes a la divinidad de modo especial. Una parte de la víctima pertenece al sacerdote y el resto debe ser consumido por el oferente el día del sacrificio (Lev 3; 7,11-34). d) Sacrificio por el pecado (hata't), ofrecido en expiación de una falta cometida por inadvertencia. La sangre sirve para un rito especial de expiación sobre el altar; y la víctima, excluidas las partes grasas quemadas en sacrificio, pertenece toda entera al sacerdote, a no ser que se trate de un sacrificio ofrecido por el pecado del Gran Sacerdote o de toda la asamblea; entonces habrá de ser quemada en lugar santo (Lev 4; 6,17-23). e) Sacrificio por el delito ('asam), ofrecido en expiación de un pecado (involuntario) que acarrea daño a un tercero o atenta contra el derecho sacral. Realizada la restitución con un aumento de un quinto, se ofrece en expiación un sacrificio que se ajusta a las normas del anterior (Lev 5; 7,1-10). El ritual sacrificial acaba con una conclusión (Lev 7,35-38) que le hace unidad literaria aparte. Posiblemente existió separado antes de ser incluido en el documento sacerdotal (v. t. ALTAR II; SACRIFICIO II).
      3. Investidura de los sacerdotes, Lev 8-10. Estos capítulos son la continuación lógica de Ex 25-31 y 35-40. En esta sección del Éxodo tenemos dos series de cap. que se corresponden: en unos se narra la orden recibida por Moisés y en otros la correspondiente ejecución. Siguiendo este esquema, Ex 29 (cfr. 40,12-15) refiere la orden dada a Moisés de proceder a la investidura y consagración de su hermano Aarón (v. SACERDOCIO II) y sus hijos como sacerdotes, con un rito preciso y detallado. La correspondiente ejecución de tal orden la tenemos en Lev 8-9, capítulos que formaban una unidad con aquéllos, y que fueron separados por la inserción del código sacrificial, Lev 1-7. Moisés, en calidad de mediador de la alianza sinaítica, instaura el sacerdocio levítico con el mismo rito tradicional que servía para la investidura del Sumo Sacerdote; de este modo, dicho rito adquiere carácter normativo. Éste, además de la imposición de las vestiduras y consagración del altar, incluye la unción con el crisma y la sangre, y un triple sacrificio: uno por el pecado, otro, holocausto, y un tercero de comunión, con el que se consuma el rito específico de la investidura. La fiesta dura siete días. Una vez consagrado sacerdote, Aarón entra en funciones (Lev 9), repitiendo los sacrificios mencionados, primero por sí mismo y luego por el pueblo. El cap. 10 termina con algunas anécdotas enmarcadas en la vida del desierto, que historizan la legislación israelítica; dan explicación etiológica a diversas normas cultuales (V. t. LEVITAS).
      4. Código de Pureza, Lev 11-16. Los cap. 11-16 constituyen el Código de la pureza legal, concepto eminentemente cúltico e independiente de la conciencia moral. La pureza representa así la condición del acceso a Dios en el culto. ,Las reglas que determinan tal estado tienen oscuro origen étnico y en el código sacerdotal de Israel han sido asumidas como consecuencia de la aguda conciencia de la pureza y trascendencia de Dios que domina su religiosidad. Este código señala cuatro cap. principales donde se percibe claramente esta presencia de lo puro e impuro: a) Alimentos (Lev II). La distinción entre alimentos puros e impuros puede venir en parte del uso que los pueblos paganos hacían de ellos en sus sacrificios, o de la natural repugnancia, que les manifiesta como ineptos para ser ofrecidos a la divinidad. En consecuencia, su manducación y el contacto con su cadáver son fuente de impureza y se impone una purificación. El autor intenta dar una clasificación racional, obtenida por apreciación vulgar: son puros los rumiantes de pezuña hendida; y una justificación teológica: la santidad de Yahwéh impone a su pueblo la obligación de ser santo, «seréis santos porque Yo soy santo» (Lev II,45). b) Nacimiento (Lev. 12). El parto es también causa de contaminación y la mujer debe someterse a un rito de purificación que consiste fundamentalmente en un periodo de reclusión y una ofrenda sacrificial. Refleja una antigua creencia popular que ve en el parto el desenlace del proceso vital, sacro por excelencia. Dicho proceso debe restablecerse por un rito de purificación. c) Lepra (Lev 13-14). Para aquellos pueblos significa un proceso lento e inexorable que le hace aparecer como una muerte incoada; hace impuro al enfermo y a todo lo que entre en contacto con él; es la terrible enfermedad que es preciso aislar y de la que es preciso defenderse. Su concepto es más amplio que el moderno de lepra (puede afectar a la vivienda y al vestido) y su determinación es difícil; esto motiva una complicada casuística por la que se distingue ésta de otras enfermedades cutáneas (V. LEPRA II). En caso de curación el individuo ha de someterse a un doble rito de purificación que le restituye a la comunidad. La primera parte incluye una serie de elementos primitivos (Lev 14,1-7) y la segunda es un sacrificio de expiación, unido a un rito semejante al de la investidura del sacerdote, por el que el enfermo es reintegrado a la comunidad cúltica. Los edificios están sometidos a una purificación similar. d) Vida sexual (Lev 15). El carácter sacro de la vida y de su propagación afecta igualmente a los procesos y enfermedades sexuales más aparentes. En consecuencia, el enfermo es sujeto de impureza legal y causa de la misma para todo lo que entre en contacto con él; por eso habrá que someterlo a un rito de purificación por ablución. En caso de curación está prescrito para el individuo un rito sacrificial. e) La gran expiación (Lev 16). El Código' de pureza termina con la descripción del rito del gran día de la Expiación (kippurim), con que se purifica al pueblo de toda posible impureza y se restablece su relación con el Dios santo. El ritual, celebrado una vez al año, es complejo. Junto al doble sacrificio por el pecado, propio y del pueblo, y el doble holocausto, tenemos el rito del chivo emisario que, cargado con los pecados del pueblo, es enviado al desierto, o mejor, al demonio que habita el desierto. Es, posiblemente, un reflejo de antiguas creencias paganas. Es interesante advertir que este animal no es sacrificado, ya porque no se pueden ofrecer sacrificios al demonio, ya porque, cargado con los pecados del pueblo, es totalmente inepto para ser víctima expiatoria (V. t. PURIFICACIÓN II; EXPIACIÓN).
      5. Código de Santidad, Lev 17-26. Se trata de un código legal que tiende a regular toda la vida de la comunidad israelítica desde un punto de vista teologal, es decir, a partir de su dependencia del único Dios, Yahwéh, cuya santidad impone al pueblo una participación en la misma. Las prescripciones se refieren tanto al culto, relación con Dios, como al comportamiento con el prójimo. Así, sin abandonar su connotación cultual, el concepto de santidad adquiere un valor moral (v. SANTIDAD I). El conjunto representa una unidad diferenciada: como otros códigos (el de la Alianza, el Deuteronomio) posee un encabezamiento sobre la unidad de santuario (Lev 17, 3-8) y una conclusión consistente en una serie de bendiciones y maldiciones (Lev 26) que dan sentido teológico al código y le sitúan en el contexto de la Alianza (v.). Sin embargo, internamente no manifiesta homogeneidad ni orden precisos; se trata más bien de colecciones menores de leyes, más o menos homogéneas. Así, hay un capítulo sobre el lugar y forma de realizar el sacrificio, con la explicación de la prohibición de comer la sangre y de su valor expiatorio (Lev 17). A continuación se ofrece un código de las relaciones sexuales o impedimentos matrimoniales (Lev 18) y una colección de leyes morales y cultuales relacionadas con el Decálogo (v.) (Lev 19); varias de entre ellas reflejan un fondo cananeo (v. CANAÁN). Lev 20 resulta una especie de código penal que recoge la legislación anterior (cfr. Ley 18), añadiendo las penas correspondientes. Unidad más homogénea manifiestan los cap. 21-22, código de los deberes y privilegios de la clase sacerdotal, junto con una clasificación propia de los sacrificios. Igualmente, los cap. 23 y 25 pueden considerarse como una síntesis de las fiestas del calendario israelítico, interrumpida por la inserción del cap. 24, que recoge otra serie de preceptos cultuales y morales. Aunque corregido y acomodado al documento sacerdotal, el Código de Santidad se diferencia de éste y le es anterior. Su parentesco literario y teológico con el Deuteronomio (v.) y con Ezequiel (v.) le sitúa en la primera mitad del s. vi, aunque, naturalmente, contiene material más antiguo.
      El L. se termina con una cap., a modo de apéndice, de tasas y aranceles de culto según el estilo de los santuarios semíticos y de acuerdo con las preocupaciones del redactor sacerdotal. El libro pertenece en su totalidad a esta tradición. Los conceptos básicos que encuadran todo este acervo de leyes son los de pureza y santidad, presupuesto y consecuencia del contacto con Yahwéh, el Dios trascendente y santo que no puede tolerar lo impuro. El L. Resulta así el ritual de esa liturgia perenne que ha de ser la vida del israelita, tanto en sus momentos expresamente cúlticos, como en las situaciones morales que le enfrentan con sus semejantes. En todo momento se halla inscrito en una comunidad sacra, el pueblo de la Alianza.
     
      V. t.: PENTATEUCO; ANTIGUO TESTAMENTO.
     
     

BIBL.: Estudios generales y comentarios: F. ASENSIo, Levítico, en La Sagrada Escritura, texto y comentario por Profesores S. J., A. T., l, Madrid 1967; H. CAZELLES, Le Lévitique, en Bible de Jérusalem, París 1958; A. CLAMER, Le Lévitique, en La Sainte Bible, de PIROT-CLAMER, II, París 1946; A. COLUNGA, M. GARCIA CORDERO, Levítico, en Biblia comentada por Profesores O. P. de Salamanca, l, 2 ed. Madrid 1962; P. HEINICH, Das Buch Leviticus, en Bonner Biblische Beitrüge, Bonn 1935; P. P. SAYDON, Levítico, en Verbum Dei, l, 2 ed. Barcelona 1960; B. UBAcH, L'Éxode i el Levític, en Biblia de Montserrat, Barcelona 1927; A. VACCARI, Levítico, en La S. Bibbia, l, Florencia 1943.-Otros estudios: E. DHORME, L'évolution religieuse d'lsrael, Bruselas 1937; A. MéDEBIELLE, L'Expiation dans I'Ancien et le Nouveau testament, Roma 1924; L. MORALDI, Espiazione sacriliciale e riti espiatori nell'ambiente bíblico e nell'Antico Testamento, Roma 1956.

 

G. DEL OLMO LETE.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991