LETANIAS
Concepto y origen. Del griego lité, súplica, letanía es un término genérico por
el cual se designan diversas especies de oraciones de intercesión que presentan
la forma de interpelación o enunciación realizada por un solista y respuesta del
pueblo. Por tanto, más que una oración particular, originariamente, la I. es un
género, denominado de ordinario titánico. La oración litánica es uno de los
modos de oración más comunes y la forma por excelencia de la oración coral.
Esta forma de oración se llama en siriaco Karozuta o proclamación, que
equivale a los términos kerigma en griego y praedicatio en latín. En la liturgia
bizantina se llaman, según los casos, ectenia (oración intensa o larga), synapti
(colecta), litía (súplica). Entre los latinos existieron diversos nombres para
designar la forma litánica de oración: se habla con frecuencia e indistintamente
de preces, deprecatio, litania, supplicatio litaniae, Kyrie eleison, orationes
sollemnes, oratio plebis, prex fidelium, orationes et preces, capitella.
En el culto cristiano, esta oración común de intercesión ocupa un lugar
orgánico. Constituye, con la proclamación de la Palabra de Dios y la salmodia,
uno de sus elementos primordiales (V. PALABRA III; SALMODIA).
El origen de la oración litánica ha de buscarse en el Shemoneh Esreh de la
sinagoga, o 18 bendiciones en las que se enumeraba a las diferentes categorías
sociales de personas y de intenciones por las cuales se oraba (cfr. F. E. Warren,
The liturgy and ritual of the antenicene Church, Londres 1912, 195). S. Pablo
tiene un texto a Timoteo en el que pide se hagan oraciones por las diversas
clases sociales (1 Tim 2,1-2) y seguramente hace en él alusión a esta forma de
oración judía. Entre los paganos existía ya más o menos esta forma de plegaria,
como se deduce de lo que narra Lactancio en torno a Licinio (De mort. persecut.
46,6: PL 7,264), el cual, antes de entrar en batalla con Maximino Daza, hizo
cantar a sus tropas las siguientes invocaciones titánicas:
Sancte Deus, te rogamus Summe Deus, te rogamus... Summe, Sancte Deus,
preces nostras exaudi.
Brachia nostra ad te tendimus, exaudi Sancte, summe Deus. Ejemplos de
estas oraciones titánicas encontramos en los escritos de los primeros Padres de
la Iglesia. Es bien conocida la oración de S. Clemente Romano (Epístola a los
Corinthios, 59,61). En la carta de S. Policarpo y en las actas de su martirio se
hallan también vestigios de esta oración (cfr. Monumenta Ecclesiae Liturgica, t.
1, n° 740, 3835,3837). A esta especie de oración hacen frecuentemente alusión S.
Justino (I Apologia, 65,1; 68,5; Diálogo con Trifón, 33,6; 35,8; 96,3), Orígenes
(Hom. XVI in Jerem., 14). En las actas auténticas de los mártires se encuentran
también con frecuencia oraciones de forma litánica (cfr. J. Lebreton, La priére
des martyrs, «Recherches de Science Religieuse», 1924, 5-32 y 97-133).
Tertuliano precisa el modo como se recita esta oración: la cabeza erguida
y descubierta, las manos extendidas,probablemente de pie (Apología, 30); más
tarde habla de ella S. Cipriano (Epístola 7: PL 1,1303). A partir del s. Iv los
testimonios se multiplican; los encontramos en S. Cirilo de Jerusalén, en S.
Basilio, S. Juan Crisóstomo, S. Agustín, Casiano, y el mismo S. Benito (cfr. F.
Cabro], Litanies, en DACL 9,1544 ss.).
Clases de formas litánicas. Ya desde la antigüedad se distinguieron
diversas clases de oraciones litánicas. Los testimonios que acabamos de citar,
así como los mismos términos antes señalados, no suponen una misma clase de
oración bien diferenciada y definida, como hoy podíamos decir que lo está lo que
llamamos propiamente letanía. Es verdad que los textos citados y los testimonios
de los Padres se refieren de ordinario a la «oración de los fieles» u oración
universal o católica. Pero existió otra forma muy extendida de oración Titánica,
que fue la oración diaconal que se distingue muy claramente de la otra. La
oración de los fieles en las liturgias estaba incluida en la Misa de los fieles,
y la diaconal, en la de los catecúmenos. Hubo también oraciones litánicas en el
oficio, y oraciones litánicas penitenciales.
a. Letanías diaconales. Son oraciones recitadas por el diácono y forman
parte de la liturgia de la Palabra o primera parte de la Misa. Son, incluso, la
conclusión de esta primera parte. El diácono pronuncia una invocación o enuncia
una intención y el pueblo responde con una aclamación (v.) que de ordinario
suele ser Kyrie eleison o Amén (v.), aunque existen numerosos tipos de
respuestas. Al fin de esta l., el pontífice o el sacerdote celebrante pronuncia
una oración que resume todas las intenciones expuestas y las ofrece a Dios. De
ahí el nombre de collecta dado a esta oración en los ritos latinos.
En Oriente, encontramos seguramente la primera mención de la oración
diaconal dentro de la liturgia en las Constituciones Apostólicas. Después de la
homilía el obispo saluda a los fieles, el diácono manda salir a los infieles e
invita a los catecúmenos a rezar con él, respondiendo éstos Kyrie eleison: todos
inclinan la cabeza, el obispo pronuncia una oración y una bendición sobre ellos,
e inmediatamente se retiran. Sigue luego otra oración sobre los energúmenos
parecida a la pronunciada sobre los catecúmenos, con la intervención del diácono
y del obispo y, por último, se pronuncia, antes de entrar en la liturgia de los
fieles, otra oración semejante sobre los penitentes (Constituciones Apostólicas,
VIII,5-14). La liturgia de S. Marcos, que representa el rito alejandrino (v.
ALEJANDRÍA VIII), nos ofrece asimismo después del evangelio una fórmula de
oración diaconal. Después de las enunciaciones del diácono todos responden Kyrie
eleison, y después de cada una de las respuestas, el celebrante pronuncia una
oración (cfr. Brightman, Liturgies eastern and western, Oxford 1896, 3-13). En
la liturgia de Santiago, de la iglesia antioquena (v. ANTIOQUÍA VI), el
archidiácono pronuncia unas intenciones por la paz, por el patriarca y los otros
ministros, por el perdón de los pecados; el pueblo responde como siempre el
Kyrie eleison y el celebrante recita la oración. También esta letanía se
encuentra en la Misa, pero se dice antes de las lecturas y se repite después de
las mismas. Estas mismas oraciones se encuentran tanto en la liturgia de S.
Basilio como en la de S. Juan Crisóstomo (cfr. Brigthman, o. c.).
En las liturgias latinas la I. diaconal permaneció bajo diferentes formas.
Como vestigios de esta primitiva I. encontramos el Kyrie eleison de la liturgia
romana importado de Oriente en tiempo del papa Gelasio y que en un principio
constituyó una verdadera I. diaconal (cfr. B. Capelle, Le Kyrie de la Messe et
le Pape Gélase, «Revue Bénédictine», 1934, 138).
b. Oraciones de los fieles. Distintas de las I. diaconales eran las
oraciones o I. de los fieles, de origen anterior y más generalizado. Se recitan
en la Misa cuando, antes del ofertorio, los catecúmenos, los penitentes y en
general todos los no bautizados han sido despedidos de la reunión. Las
pronuncia, no ya el diácono, sino el obispo o el celebrante; los fieles
responden Amén. Tenemos hoy un ejemplo característico y único en las oraciones
solemnes del Viernes Santo. Hay que notar que lo que hoy se designa con el
nombre de «oración de los fieles» corresponde a la I. diaconal de la antigüedad.
El testimonio más antiguo de esta oración de los fieles la encontramos en
la Traditio Apostolica de Hipólito (ed. B. Botte, París 1946, c. 18). Un texto
característico de oración de los fieles nos la ofrece el Eucologio de Serapión
(s. Iv); en ella se pide por el pueblo, por los laicos y enfermos, por el
obispo, presbíteros, diáconos, subdiáconos, lectores, intérpretes, solitarios,
vírgenes, personas casadas; y se coloca justamente antes de la oración
eucarística (cfr. F. X. Funk, Didascalia et Constituciones Apostolorum, t. 2,
Paderborn 1905, 159 ss.). Es, por otra parte, frecuente encontrar dentro del
mismo canon o anáfora una oración de intercesión en las liturgias orientales, p.
ej., en la liturgia de S. Marcos y en la de Santiago (cfr. Brightman, o. c.
119-125 y 74).
c. Letanías penitenciales y letanías de los santos. En la Edad Media
tuvieron gran difusión esta clase de oraciones, y la concepción que actualmente
tenemos de las I. se deriva de esta práctica más que de las I. diaconales o de
los fieles.
A finales del s. V (a. 492) se recitaba una fórmula Titánica de oración en
favor de los obispos o sacerdotes caídos en grave pecado, por disposición del
papa Félix II (Epist. 13, c. 2). En la Cuaresma del año 590 con ocasión de una
peste, y en 603, en una circunstancia grave difícil de precisar, se organizaron
l., según el testimonio de S. Gregorio Magno y de S. Gregorio de Tours,
respectivamente. Es claro que nos encontramos aquí con una ampliación del
sentido de l., que se aplica no ya sólo a las oraciones de intercesión sino a
las procesiones (v.) con carácter de expiación y de penitencia. En las Galias
existieron estas procesiones bajo el nombre de rogationes. Las I. llamadas
mayores que se recitan el 25 de abril, tienen su origen en estas I.
penitenciales. De hecho, la procesión que se practicaba en este día se creó en
sustitución de la fiesta pagana de las Robigalia, que consistía también en una
procesión en la que se pedía la protección celeste para los campos. Se conserva
el texto con que S. Gregorio la anunció en el a. 592 ó 598 (cfr. Registr. Epist.
11,2: PL 77,1329).
Las fórmulas que se recitan en esta procesión son fundamentalmente las I.
de los santos, y representan, aparte algunas adiciones más recientes, las
fórmulas más antiguas de las I. romanas. Están compuestas por el Kyrie eleison y
una lista de santos, aumentada en el curso de los siglos, a la que el pueblo
responde con el ora pro nobis. Concluye con una serie de invocaciones que
resumen las necesidades más genéricas de la Iglesia, y que recuerdan las
intenciones de la l. diaconal.
La Iglesia ha utilizado las I. de los Santos no sólo en las súplicas
solemnes, sino también en las consagraciones y bendiciones de importancia, como
la ordenación sacerdotal y la dedicación de una iglesia. El texto de estas I. ha
sido revisado con motivo de la reforma del calendario litúrgico, y se han
publicado en el mismo volumen del calendario dos formularios, uno con el título
Litaniae in sollemnibus supplicationibus adhibendae y otro con el de Litaniae
pro ritibus in quibus conferuntur consecretiones et sollemnes benedictiones (cfr.
Calendarium Romanum, ed. típica, Vaticano 1969, 33-39).
d. Letanías lauretanas. No pertenecen al formulario litúrgico, pero se han
hecho muy populares. Comienzan con el Kyrie elesion y unas invocaciones a las
tres divinas personas; sigue una bella lista de alabanzas a la Santísima Virgen
María, a las que se responde ora pro nobis; concluyen con el Agnus Dei. El texto
más antiguo conocido se halla en un Misal de Maguncia del s. XII; del que se
hicieron varias recensiones. El que hoy se practica, de ordinario al final del
rezo del Santo Rosario (v.), fue adoptado en el famoso santuario mariano de
Loreto (v.), de donde procede el apelativo con que se las designa. El papa Sixto
V, en 1587, lo aprobó para toda la Iglesia.
e. Otras. Existen otras formas, menores, de l., como son: las usadas para
la recomendación del alma (v. DIFUNTOS uI); las I. del Sagrado Corazón de Jesús,
aprobadas por la Sagr. Congr. de Ritos el 27 jun. 1898; las I. del Santísimo
Nombre de Jesús, aprobadas por León XIII el 16 en. 1886; las I. de San José,
aprobadas por S. Pío X el 18 mar. 1909 (AAS 1, 1909, 290-292); en los Breviarios
se suelen incluir para uso devocional.
V. t.: ORACIGN III.
BIBL.: M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, I, Madrid 1955, 236 s.; E. CARONTI, La prece litanica, «Riv. d' Apologetica Cristiana» (1921) 205-234; E. BISHOP, Liturgica Historica, Oxford 1918, 116-136; A. DE SANTI, Per la storia delle Litanie Lauretane, «Civiltá Cattolica» (1909, IV) 302-313; E. CATTANEO, Litanie, en Enciclopedia Cattolica, VII, Vaticano 1951, 1417-1420; F. CABROL, Litanies, en DACL 9,1540-155l.
I. FERNÁNDEZ DE LA CUESTA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991