JUSTA Y RUFINA, SANTAS


Mártires sevillanas de finales del s. III que perecieron en la persecución de Diocleciano.
      Es discutida y dudosa entre los hagiógrafos la vida de estas dos santas, que tradicionalmente se consideran hermanas. El Martyrologium Hieronymianum sólo menciona a J., pero en otros martirologios históricos aparecen las dos, de acuerdo con las actas legendarias de los mártires. Autores de solvencia sostienen que no hay duda sobre la existencia de ambas. El P. Flórez las incluye entre los santos de la Iglesia de Sevilla, recogiendo el relato del Cerratense, posiblemente apócrifo, que completa con otras noticias procedentes de la liturgia mozárabe.
      La única fecha cierta es la del año de sus martirios: 287 de la Era cristiana. En el mes de julio se celebraba la fiesta de Adonis, en honor de Venus o Salambó. Una procesión de mujeres nobles recorre las calles de Sevilla portando una estatua de la diosa. La comitiva se detiene frente al alfar de J. y R. para pedir el óbolo. Las hermanas rehúsan hacer la ofrenda y el que lleva la estatuilla de la diosa les rompe sus objetos de barro. Ellas reaccionan empujando la estatua de Venus que cae al suelo y se hace añicos. Un prefacio mozárabe cantará: «El furor sacrílego se quebró en los vasos e hizo que Cristo triunfase en los santos».
      Preside en Sevilla Diogeniano, gobernador de la Bética. Denunciadas las hermanas, éste decreta su prendimiento. Ante el juez, ellas no sólo confiesan a Cristo, sino que atacan a la religión pagana oficial. La liturgia mozárabe dice que «no cesan las penas innumerables», dato sobre el que los hagiógrafos piadosos afirman las torturas de suspensión en el ecúleo y de garfios de hierro que desgarran sus carnes, así como que el gobernador las hizo seguirle a pie descalzas por las asperezas de Sierra Morena en una expedición que realizó a caballo. Vueltas a la cárcel, muere J. víctima del hambre. Su cuerpo fue arrojado a un pozo de la misma cárcel que aún se venera en el convento de la Santísima Trinidad, hoy de los Salesianos.
      Respecto a R. afirman los Bolandistas (v.) que Diogeniano la hizo comparecer de nuevo, incitándola a renegar de su fe. Todo fue inútil; se negó a hacer sacrificios paganos y el gobernador dio entonces la orden de que le aplastaran la cabeza de un mazazo -las fuentes mozárabes enriquecen el episodio imaginando que R. fue arrojada a un león que no llegó a atacarle, lo que desató la ira de Diogeniano-. El obispo de Sevilla, Sabino I, recogió los restos de R. y los reunió con los de su hermana, rescatados en secreto, dándoles sepultura común en un cementerio que aún hoy se llama Prado de S. Justa.
      La Iglesia las conmemora como vírgenes y mártires el 19 de julio, aunque algunos martirologios señalan el 17; Flórez cree que la disparidad de fechas es un error de transcripción. De los Bolandistas procede la noticia de que en la diócesis de Montauban, en Francia, los alfareros veneran por patrona a R. Se sabe que Fernando III el Santo (v.) les consagró una iglesia y un monasterio erigido en la cárcel donde padecieron martirio. El célebre arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada (v.) afirmó que en su tiempo los restos de las santas se trasladaron al Monasterio de las Huelgas de Burgos (v.). Actualmente, ambas son patronas de una porción de ciudades, entre ellas Sevilla, Orihuela, Huete, Malenda, Villanueva del Rebollar, Prats de Molló, etc., y tienen templos en Lisboa, Daroca, Badajoz y Mondoñedo.
      Entre las iconografías de J. y R. destaca el grupo escultórico del s. XVIII del sevillano Duque Cornejo que se venera en un altar de la Catedral hispalense: a ambos lados de una Giralda de metal dorado, están colocadas dos esculturas barrocas que portan en sus diestras sendas palmas de martirio y en la otra mano objetos de cerámica. En pintura son de señalar el cuadro de Murillo (v.), que se conserva en el Museo Provincial de Bellas Artes de Sevilla, y el de Goya (v.), que está en la Sacristía de la Catedral sevillana, en el que, si bien sigue representando a las Santas a ambos lados de la Giralda, no las figura jóvenes, sino como dos matronas que tienen a sus pies un león aludiendo al supuesto martirio no consumado en un anfiteatro.
     
     

BIBL.: H. QUENTIN, Les martyrologes historiques, París 1908, 175-176; J. P. KIRSCH, The Catholic Cyclopedia, XIII, Londres 1903, 221; Flórez IX; M. SOTOMAYOR, Giusta e Rufina, en Bibl. Sanct. 6,1339-1340.

 

L. ORTIZ MUÑOZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991