JUAN DE DIOS, SAN


Fundador de la Orden de los Hospitalarios (v.).
      Juan Ciudad (o Cidade) n. en 1495 en Montemayor Nuevo (Alentejo) en el seno de una piadosa y modesta familia. A los ocho años, por motivos desconocidos, marchó de casa en compañía de un sacerdote, quien le dejó en Oropesa al cuidado de Francisco Cid, mayoral del conde de Oropesa, el cual le trató como un miembro más de su familia, procurándole instrucción elemental y ocupándole en diversas faenas agrícolas y ganaderas. Más adelante se alistó en el ejército de Carlos V y participó en la reconquista de Fuenterrabía que había caído en poder de Francisco I de Francia. Siendo robado del botín que se le había entregado como custodia, fue condenado a muerte, aunque después fue dejado en libertad y expulsado del ejército (1523). Tras nueve años de nuevo en Oropesa, volvió a enrolarse, tomando parte esta vez en la defensa de Viena contra Solimán I I (1532). De regreso en España, en 1533 peregrina a Compostela, visita a su tierra natal y se traslada a Sevilla donde ejerce el oficio de pastor. En 1535 pasa a África y en Ceuta permanece cerca de tres años trabajando en las fortificaciones de aquella plaza fuerte. En 1537 regresa a la península y en Gibraltar desempeña oficios diversos hasta que, cuando ha reunido cierta cantidad de dinero, compra estampas y libros piadosos y se dedica a venderlos por las calles. Poco después, parece que por inspiración divina, fija su residencia en Granada donde instala una pequeña tienda de libros y estampas junto a la Puerta de Elvira.
      Oyendo predicar un día (20 en. 1539) a S. Juan de Ávila (v.), su interior se siente removido por una conversión que le impulsa a dar muestras públicas de arrepentimiento y penitencia, hasta el punto de ser tomado por loco e internado en el Hospital Real, donde experimenta en su carne las deficiencias del sistema hospitalario de aquellos tiempos, especialmente con los enfermos mentales. Deseando entonces dedicar su vida al cuidado de los enfermos, tras una peregrinación a Guadalupe (v.), comienza a recoger pobres por las noches en el atrio de un palacio y, poco después, alquila una casa en la calle Lucena (1540) con ayuda de las limosnas que iba mendigando por la ciudad. En este local comienza la organización de su sistema hospitalario, perfeccionada en 1547 al trasladarse a un local más amplio que le proporcionó el arzobispo Pedro Guerrero en la cuesta de los Gomeles.
      El obispo de Tuy y presidente de la Cancillería de Granada, Sebastián Ramírez, le dio el nombre de Juan de Dios, que J. aceptó y que usó desde entonces. Ya en 1546 comenzaron a agregársele discípulos (Antón Martín, el primero) aunque durante su vida no constituyeron ningún tipo de organización estable.
      En 1548 funda otro hospital en Toledo y viaja a Valladolid en demanda de subvenciones al regente del reino, Felipe 11, quien le ánima en su tarea. En ocasiones tuvo necesidad de dar testimonio de su caridad heroica: con motivo del incendio del Hospital Real (3 jul. 1549), entrando solo entre las llamas sacó numerosos enfermos y salvó gran parte de los enseres, aunque su salud quedó muy quebrantada; casi un año después se arrojó al Genil para salvar la vida de un niño que se ahogaba. El enfriamiento subsiguiente acabó con su ya débil naturaleza: m. el 8 mar. 1550 de rodillas y con el crucifijo entre las manos, mientras recitaba la jaculatoria «Jesús, en tus manos encomiendo mi espíritu».
      El significado de su labor ha sido exaltado por varios Papas: «con la penetrante visión de su fe llegó hasta el fondo del misterio que se esconde en los enfermos, en los débiles y en los afligidos; y consolándolos, de día y de noche, con su presencia, con sus palabras, con el alivio de las medicinas, estaba convencido de prestar ese piadoso servicio a los miembros dolientes del Redentor» (Pío XI; en el IV centenario de la fundación de la Orden); «Además de constituir un ejemplo esplendoroso de extraordinaria penitencia y desprecio de sí, de contemplación de las cosas divinas y continua oración, de pobreza extrema y perfecta obediencia, fue espejo limpísimo de caridad tanto hacia las almas como hacia los cuerpos enfermos» (Pío XII; en el IV centenario de la muerte del santo).
      La obra social del santo con las clases necesitadas estaba presidida por el lema «vale más un alma que todos los tesoros del mundo». Muchas de sus iniciativas lo colocan entre los precursores de la asistencia social y del progreso hospitalario. El campo específico de su caridad fue el cuidado de los enfermos, pero se extendía a todos: pobres, niños abandonados, jóvenes y viudas necesitadas, muchachos sin medios para estudiar, obreros sin trabajo, gente sin techo, mujeres perdidas sacadas por él del fango y devueltas a la honestidad y a la virtud. La organización y el tratamiento higiénico-sanitario adoptado por él y después por sus discípulos, son sorprendentes: la caridad le hacía intuir el progreso actual en la asistencia a los enfermos. En su hospital, el santo comenzó a separar los pacientes según las diversas enfermedades y en cada cama ponía un solo enfermo. Para los enfermos mentales tenía atención y cuidados particulares. Algunos estudiosos especializados han reconocido que «en cuanto al trato con los enfermos J. fue un reformador» y «el creador del hospital moderno» (C. Lombroso), y que «en la historia de la Medicina, y más concretamente en la de la asistencia hospitalaria, merece un puesto que no podrá borrarse con el transcurso de los siglos» (A. Pazzini).
      Beatificado por Urbano VIII el 21 sept. 1630, fue declarado santo por Alejandro VIII el 16 oct. 1690, aunque la bula de canonización fue publicada por su sucesor, Inocencio XII, el 15 jul. 1691, fijándose la celebración de su fiesta el 8 de marzo. León XIII (22 jun. 1886) le declaró, junto con S. Camilo de Lelis (v.), patrón de los hospitales y de los enfermos, incluyendo su nombre en las letanías de los agonizantes. Pío XI (28 ag. 1930) le nombró patrón de las enfermeras y de sus asociaciones. Pío XII le declaró en 1940 copatrono de Granada (junto a N. S. de las Angustias) y en 1953 patrón de los vigilantes de incendios. En algunos lugares se le invoca como patrón de los libreros. En 1737 la ciudad de Granada le edificó un suntuoso templo (elevado en 1916 a la categoría de Basílica menor por Benedicto XV) donde se conservan sus restos en una rica urna de plata obra del orfebre Miguel Guzmán.
      La iconografía de J. es rica y variada, tanto en Europa como en Ibero-América y Filipinas. Se le representa de diversas maneras: con o sin hábito; con el esportillo que usaba para recoger las limosnas; transportando enfermos con ayuda de S. Rafael; entre las llamas del Hospital Real; lavando los pies a Cristo transfigurado; con el Niño Jesús; con Jesús farmacéutico (M. Vajda, hospital de Viena); con la Virgen de Guadalupe; etc. Entre los artistas que lo han representado destacan los pintores Murillo, Zurbarán, Ribera, Moratta y Jordán y los escultores Alonso Cano, Mora y Risueño.
     
      V. t.: HOSPITALARIOS DE SAN JUAN DE DIOS, ORDEN DE LOS.
     

BIBL.: T. DE CASTRO, La Historia y santas obras de S. Juan de Dios, Granada 1585; S. DE GovEA, Historia de la esclarecida vida y muerte y milagros del glorioso patriarca Juan de Dios, fundador de la hospitalidad de los pobres enfermos, Madrid 1624; O. MARcos, Cartas y escritos de San Juan de Dios, Madrid 1935; M. GóMEZ-MORENO, Primicias históricas de San Juan de Dios, Madrid 1950; fD, Iconografía de San Juan de Dios, «Paz y Caridad» 5 (1950); A. ALARCóN CAPILLA, La Granada de Oro, Madrid 1950; L. DEL POZO, Vida de San Juan de Dios, 6 ed. Villanueva y Geltrú 1945; W. HUENERMANN, El mendigo de Granada, Madrid 1952; J. CRUSET, San Juan de Dios. Una aventura iluminada, Barcelona 1957; VARIOS, Per il IV centenario della morte di S. Giovanni di Dio, Roma 1950; G. RUSSOTTO, Giovanni di Dio, en Bibl. Sanct. 6,740-748.

 

JOSEMARÍA REVUELTA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991