IRÁN, HISTORIA DE LA IGLESIA


1. Orígenes del cristianismo. Según una tradición antigua y venerable (referida también por Eusebio: Historia Ecclesiastica, 111,1) 1. habría sido evangelizado por el Apóstol S. Tomás, que se habría detenido allí durante siete años, antes de trasladarse a la India, donde murió martirizado en el año 52; y los santos Addai y Mari, discípulos del Señor, habrían continuado la obra del Apóstol.
      Los principales mensajeros del Evangelio en este vasto reino fueron, pues, hebreos cristianos, los cuales (a través de las rutas comerciales que desde Palestina conducían a I.) mantenían vivo el tráfico con las colonias hebreas destacadas allí. La dinastía de los Arsácidas, entonces en el poder, asumió una postura de indiferencia en sus relaciones con el cristianismo y no veía con malos ojos la nueva religión, que pudo echar las primeras raíces, favorecida también por el hecho de que la religión nacional, el mazdeísmo (v.), atravesaba un periodo de crisis, como consecuencia de la influencia de la cultura y de la mitología helénicas.
      En el s. II en Mesopotamia, que en aquella época formaba parte de I., encontramos una iglesia cristiana ya organizada (v. IRAQ Iv), que representa la primera comunidad eclesiástica fuera de los confines del Imperio Romano. Hacia el 160, Abraham, Obispo de Abiadene, consigue por fin obtener del emperador persa Valges III la promesa de un edicto formal de tolerancia en favor del cristianismo; promesa que después no fue mantenida por el estallido imprevisto de la guerra contra los romanos. Con la subida al trono de la dinastía Sasánida (226), que adoptó como religión de Estado el zoroastrismo (v.), el cristianismo continuó su lenta penetración. Pero cuando, con la conversión de Constantino, la religión cristiana llegó a ser la religión oficial del Imperio Romano, se desencadenó una terrible tempestad sobre la joven cristiandad residente en el reino del sha-in-sha (rey de reyes). Los creyentes en Cristo fueron considerados aliados, o al menos simpatizantes de los romanos, enemigos políticos de los persas, y así tuvo comienzo una larga persecución, que fue particularmente sangrienta y cruel bajo el reinado de Sapor II (340-363). La primera víctima, Simeón, Obispo de Seleucia, fue acompañado en el martirio por un grupo de sus sacerdotes. La persecución, sin embargo, no detuvo el movimiento expansivo del cristianismo, antes bien intensificó su difusión, confirmando una vez más el dicho de Tertuliano «Sanguis martyrum semen christianorum». Pero en el 424 un grave y doloroso acontecimiento sacudió allí a la iglesia. En el Sínodo de Markabta los 36 Obispos presentes proclamaron al Obispo de Seleucia única y suprema cabeza de la iglesia persa, independiente de cualquier autoridad, de tal manera que sólo podía ser juzgado por Cristo. La iglesia de l., con tal declaración, de hecho se separó de la Iglesia universal; separación que llegó a ser más profunda hacia finales del mismo siglo, con la aceptación del nestorianismo (v.).
      2. Caída en el nestorianismo. La lucha que se llevó a cabo contra los nestorianos residentes en el Imperio Romano después del Conc. de Efeso (431; v.) llevó a éstos a buscar asilo en l., cuya iglesia cristiana (que por razones geográficas y políticas había llevado una existencia propia un tanto aislada) llegó a ser la primera iglesia nacional herético-cismática; y cuando en el 489 la escuela de Edesa (v.) fue cerrada a causa de la doctrina nestoriana que allí se enseñaba, muchos maestros emigraron a I. y enseñaron en la escuela de Nísibi, que se trasformó en el centro espiritual de este país y del nestorianismo. Entre los factores que indujeron a los persas a adoptar la doctrina nestoriana jugaron un papel importante los motivos políticos. El obispo de Nísibi, Barsauma, de tendencia nestoriana y enemigo del katholikós de Seleucia-Ctesifonte, persuadió al sha de que, aceptando la doctrina nestoriana, se habría podido romper la unión de los cristianos persas con los del Imperio Romano.
      El sha Peroz, amigo personal del obispo Barsauma, expulsó por esto a los monofisitas (v.) y favoreció la difusión en sus territorios del nestorianismo, como segunda religión, después de la de Zoroastro. A pesar de ser oficialmente nestoriana la iglesia de I. se consideró siempre unida a la de Roma, pero enemiga de las de Alejandría, Constantinopla y Antioquía. Además, se rezaba oficialmente por el Patriarca de Roma, al que se veneraba como Cabeza primera de todos los Patriarcas, al cual todos debían obediencia y sumisión (v. PRIMADO DE S. PEDRO Y DEL ROMANO PONTÍFICE).
      La conquista de I. por los árabes (637) moderó el movimiento expansivo del nestorianismo, sin suprimirlo, mientras la gran masa del pueblo, que era zoroástrica, poco a poco se islamizó, especialmente para evitar las tasas y las prohibiciones impuestas a los no musulmanes. Con el paso del tiempo, las filas de los nestorianos fueron disminuyendo de forma que en el s. xiv los nestorianos estaban reducidos a un exiguo grupo, circunscrito en el área Mossul-Urmia-Lago de Van.
      3. Los primeros misioneros católicos. En el s. XIII, después de la conquista de I. por los mongoles, llegaron a tierra irania los primeros misioneros católicos. La Santa Sede, que deseaba eliminar en el vecino Oriente el peligro turco e islámico, comenzó a enviar religiosos, como una especie de embajadores, junto a los soberanos orientales no turcos y no musulmanes, persiguiendo, al mismo tiempo, también el progreso de una reconciliación de estas poblaciones con la Roma católica en la unidad de la fe, eterno sueño del Papado.
      Los dos primeros religiosos enviados por el Santo Padre a los mongoles de I. fueron el franciscano Giovanni de Pian del Carpine (1265) y el dominico Ascelino de Cremona. En la carta pontificia presentada por el primero al Khan de Persia, el Papa invitaba a los mongoles a vivir en paz con la cristiandad, la cual estaba bien dispuesta en sus relaciones y habría «saludado con satisfacción su conversión». El paso al catolicismo de Sartaq, hijo del Gran Khan Batu, hizo nacer en Europa la idea de que en I. era posible un fecundo apostolado; con este fin los franciscanos y dominicos enviaron allí un grupo de misioneros, que encontraron una no pequeña ayuda en los comerciantes europeos, diseminados en las localidades que representaban los principales puntos de parada en la gran ruta de la seda que desde Cilicia llevaba a India, atravesando las regiones septentrionales de I.
      En 1318, Juan XXII creó la archidiócesis de Sultanyeh, confiándola a los franciscanos, y erigió los obispados de Maragha y Tabriz, de los cuales fueron encargados los dominicos. Por desgracia, en 1348 una gran peste se extendió sobre I. y casi la totalidad de los misioneros murió. Después, la invasión de I. por Tamerlán (1381) asestó un segundo grave golpe sobre las misiones católicas, de las que, a fines del s. xiv, permanecía sólo el recuerdo.
      4. El Sha Abbas I y las nuevas misiones católicas. Después de la caída de la dinastía de los mongoles, y en particular, con la llegada al trono (1587) del joven sha Abbas I, llamado el Grande (1587-1629), tercer soberano de la dinastía Sefeví (v. VII), la obra misionera católica conoció un periodo de continuación y una cierta prosperidad. Un motivo de orden político impulsó a Abbas 1 a ponerse en contacto con el Papa: la guerra contra los turcos, que representaban un grave peligro tanto para 1. como para toda la cristiandad. En agosto de 1600, envió a Roma dos representantes suyos para llevar a Clemente VIII (que ya había tomado la iniciativa enviando a dos jesuitas portugueses) una carta, en la que, además de poner en relieve su voluntad de luchar contra los turcos, prometía la unión de los cristianos de I. con Roma y pedía el envío de sacerdotes católicos, a los que garantizaba plena libertad de predicar la religión de Cristo en su reino. Y así en 1602 llegaban a Ispahán, entonces capital de I., tres agustinos procedentes de Goa, que fueron recibidos con grandes manifestaciones de estima y de simpatía. En 1604 fueron enviados de Italia seis carmelitas de los cuales dos murieron en el viaje y los otros cuatro llegaron a Ispahán el 2 dic. 1607. Iniciaron su apostolado sobre todo entre los armenios católicos y ortodoxos que vivían en la vecina ciudad de Nueva Giulfa y que Abbas I, en su campaña contra los turcos, había hecho inmigrar desde Giulfa (Armenia). En 1628 llegó la primera comunidad de capuchinos franceses, seguida, en 1652, de una comunidad de jesuitas, y, en 1677, de dominicos.
      Por desgracia, la conquista de 1. por el príncipe de Kabul (Afganistán) en 1722 truncó la floreciente actividad misionera: muchos religiosos fueron muertos; otros dejaron 1. Cuando, cerca de un siglo después, el sacerdote armenio católico Giovanni Terterian, acompañado del sacerdote Vartabet, se trasladó a Nueva Giúlfa-Ispahán, hizo desoladoras declaraciones: de las tres iglesias católicas de Ispahán, dos habían sido destruidas y una convertida en mezquita; igualmente en Nueva Giulfa de las cuatro iglesias católicas, tres habían sido incendiadas a ras del suelo; una sola había quedado, la dedicada a la Virgen del Rosario, construida por los dominicos. Había, pues, que comenzar de nuevo.
      Tales religiosos, que después aumentaron en número, iniciaron su actividad en centros en los que residían caldeos y nestorianos y utilizaron como principal arma de apostolado entre los musulmanes la instrucción y la educación de la juventud, ayudados por las Hijas de la Caridad, llegadas en 1856.
      5. Situación actual. En 1972 hay en I. católicos de tres diferentes ritos:
      Armenios (2.000), agrupados en el obispado de Ispahán (Hisphaaniensis), creado el 30 abr. 1850, sufragáneo del patriarcado de Cilicia de los Armenios; tiene tres parroquias atendidas por tres religiosos a los que ayudan 12 religiosas; hay una institución de beneficencia y tres centros docentes; Latinos (6.000), agrupados en el arzobispado de Ispahán (Hispahanensis), creado el 1 jul. 1910; tiene cuatro parroquias y 16 cuasiparroquias atendidas por 28 sacerdotes, todos religiosos; hay 38 religiosos y 24 religiosas; seis instituciones de beneficencia y 16 centros docentes; Caldeos (14.000), agrupados en tres archidiócesis (Urmyá, Teherán y Ahwaz) y la diócesis de Salmas, sufragánea de Urmyá y de la que carecemos de datos. Los de las archidiócesis se resumen en el cuadro adjunto:
     
      V. t.: IRAQ IV; NESTORIO Y NESTORIANISMO 11, 1.
     
     

BIBL.: Ann. Pont. 1972; 1. LABOURT, Le Christianisme dans 1'Empire perse, París 1904; G. DE VRIES, Oriente Cristiano, leri e Oggi, Roma 1949; G. MESSINA, Cristianesimo, Buddismo, Manicheismo nell'Asia Antica, Roma 1947; CHICK, Chronicle ot the Carmelites in Persia, Londres 1939; F. SPADAFORA, S. MOSCATI, G. DE VRIES, Persia, en Enciclopedia cattolica, IX, Ciudad del Vaticano 1952, 1217-1225 (con amplia bibl.); E. TISSERANT, Nestorienne (Église), en DTC X1,157 ss.; P. PAPPALARDO, 11 cattolicismo nell'lran, «L'Oriente christiano e I'unitá della chiesan 8 (1943) 28-30; D. ATTIVATER, The christian churches ot the East, 2 vol., 2 ed. Milwaukee 1961-62; R. ETTELDORF, The catholic church in the Middle East, Nueva York 1959.

 

GIOVANNI BATTISTA RE • JOSEMARÍA REVUELTA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991