IDUMEA


Vocablo griego, traducción del hebreo 'édóm=rojo, empleado en la versión griega del A. T. de los Setenta, pero que también aparece con el de dómh (probablemente confirmado por los escritos de Qumrán, v.). Con el nombre de Edom, equivalente al de I., se indicó originariamente la región situada entre la frontera sur de Moab (v.) y el golfo de `Agabah, cuya orilla norte llegaba en la antigüedad hasta Esión-Geber, casi 40 Km. más al sur de la actual. Esa larga franja de terreno se va estrechando a lo largo de la historia hasta la época de Alejandro Janneo el 70 a. C. (v. ASMONEOS) en que quedó reducida al área fronteriza entre el Negeb nabateo y Judea (v.). En tiempo de Herodes el Grande (v.) fue dividida en dos distritos secundarios: I. propiamente dicha e I. oriental, según informa el historiador judío Flavio Josefo.
     
      Los orígenes del pueblo idumeo o edomita quedan envueltos en las tradiciones primitivas, cuyo eco percibimos en Gen 36,9-43. Aquí aparece por primera vez el nombre de Edom, relacionado con el de Esaú, padre de los edomitas. También se da la lista de los reyes o jefes de clan de la región. Citamos algunos de los más importantes: Témán (en la parte norte de Edom), Amaleq, padre de los amalecitas (v.); también los jefes de clan de los joritas.
     
      Tribus semíticas procedentes de oleadas de invasión amorrea (v.) y luego aramea (v.) logran establecerse en Palestina, Transjordania y en las estepas meridionales, en el espacio libre dejado por ciudades autóctonas; de esta manera dan lugar al nacimiento de los reinos de Edom, de Moab (v.) y de Ammón (ammoníes; v.), todos ellos parientes próximos a los israelitas y adaptados antes que ellos a la civilización autóctona, urbana y agrícola. Sucede este hecho hacia el s. xili a. C. Ante la irrupción de otras tribus nómadas árabes comienzan los edomitas a apoderarse de la parte sur de Judea.
     
      En la época de David (v.), Edom y Ammón pasan a formar parte del imperio de Israel, que llega en ese momento desde el Torrente de Egipto hasta el Gran Río (el Orontes). Las desavenencias producidas posteriormente al cisma de los dos reinos son terreno propicio para la independencia de Edom, Ammón y los principados filisteos (v.). Adad-Nirari III hace una incursión desde Babilonia hasta Edom y Filistea, extendiendo hasta allí su dominio. En los oráculos contra las naciones de los profetas Isaías (v.), Abdías (v.) y Ezequiel (v.) aparece también Edom.
     
      La primitiva capital de 1. parece fue Petra (v.). Hay autores que sitúan la capital en Selah. Dado el significado de este último nombre en hebreo es lógica la confusión de ambas ciudades en una sola. Esta identidad viene sosteniéndose a partir de Eusebio, pero J. Starcky defiende la separación de ambas. Los árabes nabateos (v.) se apoderaron de parte del territorio idumeo y pusieron su capital en Petra.
     
      En la época posexílica los quedaritas se instalan entre los edomitas, llegando incluso a desplazarlos. Bajo el dominio de los persas estaba regida 1. por un gobernador, que probablemente residía en Lakis. En tiempo de los seléucidas (v. SELÉUCIDA, DINASTÍA) se constituye en eparquía o satrapía (no es muy clara la terminología de la división territorial durante este periodo). Al frente de la misma había un gobernador, llamado estratega, equivalente a sátrapa. Conocemos el nombre de uno de éstos en la persona de Gorgias (2 Mach 12,32).
     
      Juan Hircano aumenta la extensión del territorio palestinense anexionado por sus antecesores, adueñándose de I., Samaria, Siquem y Yizrael. Entró en las ciudades principales de I., Adora y Maresa, obligando a los idumeos a circuncidarse, forzándoles de este modo a aceptar el Yahwismo. Quedan así, de momento, contados entre los prosélitos (v.) de los israelitas (v. ASMONEOS).
     
      En la época del N. T. tiene importancia I. por haber sido la patria de Herodes el Grande (v.), quien a pesar de su origen no judío llega al trono de David, por medio de la intriga. Su padre, Antípatro, fue elevado a la categoría de estratega de 1. por Alejandro Janneo, siendo así el padre de la dinastía herodiana que gobernó Palestina hasta la toma de Jerusalén por Tito. Cuando Herodes llega al poder trata de desentenderse y exterminar a los asmoneos, quienes desde los Macabeos (v.) ostentaban el mando. De este modo venga la injuria cometida contra su pueblo un siglo antes. Podemos, pues, considerar a los idumeos, al menos en la época de este rey, como judíos.
     
      Al igual que de la provincia siria de Judea, los romanos durante su ocupación se hacen cargo de Idumea. Ante la dominación extranjera de Roma se levanta Judea varias veces, secundada en el mismo intento por I., cuyos guerreros emulan con los celotes (v.) en la defensa de Jerusalén durante la primera Guerra judía del 66-70. A partir de entonces va desapareciendo su nombre y queda como tantos otros pueblos en los recuerdos de la Historia.
     
      Es importante recalcar la relación de I. con los judíos y los nabateos. Con los primeros ocurre casi el mismo fenómeno de la enemistad que con los filisteos: eran sus enemigos declarados. Las relaciones con los segundos están difuminadas y no tan claras. El motivo de la hostilidad entre idumeos y judíos parece arrancar de la tradición Esaú-Jacob (v.).
     
      Se vislumbra a través de los pocos hechos que conocemos la cultura de este pueblo. El primero es el afán megalolítico de la dinastía herodiana, que al mismo tiempo que construye grandes edificios los hace artísticos y suntuosos; baste recordar el Templo de Jerusalén (v.). Otro de los datos es literario, referente al libro bíblico de Job (v.); diversos autores modernos estiman que el poema debe tener sus raíces en tierra idumea; parece probable que la sabiduría edomita evocada por los personajes del libro de Job haya dejado huellas en la sabiduría israelita.
     
      V. t.: PALESTINA 1-11.
     
     

BIBL.: F. M. ABEL, Géographie de la Palestine, II, París 193338, 135-152; 1. PRADO, Idumea, en Enc. Bibl., IV,80-81; G. RicCIOTTI, Historia de Israel, 2 vol., Barcelona 1966; A. ROBERTA. FEUILLET, Introducción a la Biblia, 2 vol., Barcelona 1965.

 

F. SEN MONTERO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991