Aunque etimológicamente significa subterráneo, en general se aplicaba este
vocablo a la parte subterránea de los monumentos funerarios. Más tarde
también se designaron con él las capillas subterráneas.
La inhumación de los difuntos es antiquísima. Incluso en la
Prehistoria se aprovecharon cuevas naturales para este fin. Pero h. son
solamente los monumentos subterráneos con sus escaleras y decoración
propia. Aunque podrían considerarse dentro de estos criterios las mastabas
egipcias y las tumbas reales de Ur como h. nunca lo han sido por su
lejanía en el tiempo y en el estilo. Algún autor considera como h. la
tumba real de Cnossos con su templo funerario que sobresale a la
superficie, caso aislado que seguramente obedece a una costumbre importada
de Egipto.
Paganos orientales. Son de los siglos inmediatos a la Era cristiana
y aparecen en Partia, Palmira y Sidón. Los h. partos hallados en Nueva
Nisa, Susa y Warka constan de varias cámaras subterráneas. Los difuntos
eran depositados dentro de sarcófagos cerámicos en loculi. En Palmira, la
cámara sepulcral está siempre presidida por un rico arcosolio. Con
frecuencia es rectangular y está precedida por una galería abovedada. En
el arcosolio suele haber un sarcófago pétreo con la efigie del matrimonio
principal en tamaño natural sentado o recostado sobre el triclinio. Debajo
del arcosolio y en las paredes se abren nichos, para los demás miembros de
la familia, cerrados con lápidas, con los relieves de los difuntos allí
enterrados. Ordinariamente los nichos son sencillos; excepcionalmente,
dobles. Entre dichos h. destaca, por su belleza, el de Yarhai, trasladado
en 1935 al Museo de Damasco. Data del 108. En su situación original
constaba de un vestíbulo al aire libre en el que se abría la puerta de la
escalera que estaba formada por dos recias losas de piedra. La escalera,
excavada en la roca, descendía hasta una galería abovedada a la que se
abrían tres exedras, de las cuales sólo dos han podido ser montadas en el
Museo: la del Sur y la del Oeste. Ésta es la más importante. De planta
rectangular y techo abovedado, comunica con la galería de acceso por un
bien trabajado arco que descansa sobre dos pilastras. Otras pilastras
delimitan en los laterales las series de nichos hasta la cornisa sobre la
que descansa el arranque de la bóveda. Al fondo hay tres triclinios con
los retratos del difunto, su familia y el clero funerario.
Otro h. importante de Palmira es el de los Tres Hermanos, sito en la
necrópolis del Sudoeste. Presenta la peculiaridad de su decoración
pintada: elementos geométricos, floreales, aves y paisajes se alternan con
anécdotas históricas y míticas. Sus inscripciones revelan los nombres de
los tres hermanos que lo construyeron y las copias de los contratos de
venta de nichos a personas ajenas a la familia; compradores que volvieron
a vender alguno o algunos de sus muchos nichos, ya que eran 390 en total.
Este hecho delata cierta especulación del subsuelo.
En la antigua Fenicia existen también h., pero de menor tamaño que
los palmirenos y siempre pintados. Se les da el nombre de h. o tumbas
sidonias, ya que en Sidón, en la necrópolis de Mogaret Ablun, fue hallado
el primero. Un perfecto ejemplar del s. iI, procedente de Tiro, ha sido
montado en el Museo de Beirut. Todas sus pinturas representan escenas
mitológicas. En otras ocasiones, sobre el fondo mitológico destaca algún
elemento cristiano. El área de los h. sidonios llega al sur de Palestina.
Pero los dos ejemplares conocidos han perdido casi totalmente su pintura.
Roma cristiana. La especial composición del subsuelo romano
permitió, antes de aparecer las primeras comunidades cristianas, la
excavación de h. en el tuf f o, que sirvieron de modelo a los fossores
cristianos. Las leyes que sancionaban la inviolabilidad de dichos h.
impulsaron a los cristianos al aprovechamiento de los h. de familias
recién convertidas y a la excavación de nuevos h. para los mártires
principalmente. Más tarde no pocos de estos h. se desarrollaron en vastos
cementerios subterráneos o catacumbas (v.). Aún pueden identificarse
algunos h. que dieron origen a catacumbas, como el de Flavia Domitila,
raíz del cementerio homónimo en la vía Ardeatina; el de los Acilos en el
de Priscila, en la vía Salaria, etc. Hay quien considera h. a criptas de
las catacumbas, como la cripta papal y la de Santa Cecilia en el
cementerio de Calisto, en la vía Appia Antica.
Otros h. no llegaron a convertirse en catacumbas; entre ellos son
los más famosos el de Generosa en la vía Portuense; el de S. Tecla en la
vía Ostiense; el de Verazio Nicatora, el de Vibia y uno anónimo llamado de
los cazadores por el tema de uno de sus frescos, en la vía Appia Antica;
el del V° Miglio (quinto miliar) y el de la vía Dino Compagni en la vía
Latina, y otro anónimo en la vía Triunfale, según P. Testini. Pero H.
Leclercq habla de otros como el de Aurelius Felicissimus y el de Trebius
Justus. Todos ellos coinciden en sus elementos básicos: escaleras
independientes, vestíbulo subterráneo y cámara sepulcral. En ocasiones hay
un pasillo entre la escalera y el vestíbulo; también desde el vestíbulo se
accede a varias cámaras sepulcrales. Ordinariamente están decorados con
pinturas murales y elementos arquitectónicos como columnas y arcos, que
llegan a ser de mármol o piedras ricas. Las pinturas son, tanto por sus
temas como por su ejecución, las típicas de las catacumbas y demás
monumentos contemporáneos. Los difuntos eran depositados en sarcófagos o
directamente en los bancos de los arcosolios, tumbas de baldaquino o
nichos. Corresponden a los s. ii yiv.
Mención especial merece el h. de Trebius Justus. Del vestíbulo se
llega a la cámara sepulcral por un arco sobre el que se pintaron dos
hombres portadores de cestos con flores y frutas. La cámara es de planta
cuadrada y 2,60 m. de lado. Un arcosolio decorado enfrenta el acceso y
puede ser visto desde el pie de la escalera. Trebius aparece retratado
sentado y rodeado de lo que llenó su corta vida, murió a los 21 años: un
rollo de papiro, unas tabletas de cera, un tintero y una regla. Sobre el
arcosolio se representan tres personajes que sin duda son el difunto y sus
padres ofreciéndole alhajas. Los frescos de las paredes laterales y debajo
del arcosolio representan escenas o personajes en su vida corriente: los
jardineros, los acemileros con sus asnos y los albañiles construyendo una
casa (indicación de los gustos del joven). La bóveda está coronada por el
Buen Pastor. Las inscripciones y grafitti del h. son interesantes.
Regiones cristianas. El subsuelo y el deseo de imitar a las
comunidades romanas permitieron en algunas regiones el uso de h. Sicilia.
Hay algunos h. parecidos a los romanos, aunque más tardíos y con sus
peculiaridades: Vigna Casia, S. Lucía y S. María en Siracusa. Malta.
Carente de catacumbas, ofrece, sin embargo, algunos h. En ellos las
sepulturas son de dos tipos: enterramiento en baldaquino o «de ventana».
Este último es característico. Un orificio de 0,50 por 0,50 m. abierto en
un nicho poco profundo da acceso a la cámara sepulcral propiamente dicha,
con sus arcosolios. África. Tanto en Tipasa como en Cartago se hallan h.
típicos. Destaca entre ellos el encontrado en Cartago junto a la basílica
de Damus-elKarita, en forma de rotonda con 16 columnas de mármol. También
en Alejandría hay h., mezcla de costumbres egipcias y cristianas.
Jerusalén. Recientemente fue excavado el cementerio de Dominus Flevit, en
la ladera del monte de los Olivos, donde se descubrieron tumbas
individuales y colectivas judías y cristianas. Algunas de las colectivas
pueden considerarse h. Antes del 135, los nichos eran a kokint u horno,
después en arcosolio. Abundaban los osarios-urnas con inscripciones,
cruces, emblema constantiniano y tacas.
Como antecedente de estos h. podría considerarse la tumba de Helena
de Abiadene, prosélita judía del s. i que peregrinó a Jerusalén y allí
construyó su tumba familiar, conocida vulgarmente como tumba de los Reyes,
por la majestad de la misma (v. JERUSALÉN V).
BIBL.: H. LECLERCQ, Hypogée, DACL
VI (1925) 2932-2945; E. KIRSCHBAUM, E. JUNYENT y J. VIVES, La Tumba de San
Pedroy las Catacumbas romanas, Madrid 1954; P. TESTINI, Archeologia
Cristiana, Roma 1958; B. BAGATTI y J. T. MILIK, Gli Scavi del «Dominus
Flevit», Jerusalén 1958.
V. VILAR HUESO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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