1. Definición. Son agrupaciones reales de individuos que constituyen
sistemas sociales parciales, con sus propios sistemas social y cultural y
sus propias metas, y cuyos miembros están vinculados por la conciencia de
pertenencia y por un cierto «sentimiento de nosotros». En cuanto
agrupaciones reales, se distinguen de los meros agregados o clases
estadísticas (p. ej.: los mayores de edad, los solteros, los propietarios
de fincas urbanas, etc.) porque éstos son clasificaciones de la población
y no constituyen, de suyo, sistemas de interacción. La limitación
cuantitativa es requisito característico de los g. s., pero resulta
difícil establecer el número máximo de individuos que aún forman un g., de
modo que los estudios experimentales realizados sobre este tema terminan
trasladando la solución al dato cualitativo del mantenimiento de la unidad
y coherencia del sistema social.
Lo específico de estas agrupaciones reales de individuos encierra
dos tipos de datos: objetivos unos; subjetivos los segundos. Como ya
señaló Merton, estos criterios se han utilizado separadamente por dos
corrientes doctrinales, a fin de caracterizar a los grupos sociales. P.
ej., Homans emplea los rasgos objetivos definiendo el g. en términos de su
conducta; mientras otros, von Wiese, entre ellos, destaca la conciencia
que de la unidad y actividad común tienen los individuos. En nuestra
definición hemos pretendido aunar ambas tendencias. El sistema social del
g. está integrado por las interacciones institucionalizadas entre sus
miembros, que se definen en un sistema de papeles sociales y que están
reguladas por normas y valores internos. La vinculación de los individuos
entre sí, con el g. en cuanto tal y con sus metas, constituye el aspecto
subjetivo de la realidad grupal.
Pero para comprender la verdadera naturaleza de los g. s. hay que
atender a su carácter de ámbito parcial o intermedio. Los g. s. son
sistemas o ámbitos parciales por referencia a la sociedad global, y,
también por referencia a ella, cumplen el papel de mediadores o
intermediarios para la integración de los individuos. En sentido
cualitativo, el carácter intermedio de los g. s. expresa, en primer lugar,
que sus metas son parciales, y que cada uno de ellos es insuficiente e
inacabado (frente al carácter acabado e íntegro de la sociedad global). En
segundo término, expresa que cumplen una función intermediaria o mediadora
entre cada uno de los sujetos individuales y la sociedad global que todos
juntos forman. En los g. s. tiene lugar la vida social y, a su través, se
incorporan a la sociedad las actividades individuales y se realizan las
metas parciales de la misma. En sentido cuantitativo, el carácter
intermedio y parcial de los g. s. denota su limitación
ecológico-demográfica. Es decir, que, por razón de su propia meta, no
pueden extenderse unitariamente a la totalidad del agregado
ecológico-demográfico. Con este criterio, queda salvado el tema bizantino
de cuántos miembros puede llegar a tener un «grupo pequeño» (smallgroup),
ya que habrá que entender por tal aquel tipo de g. s. cuya actividad y
metas imponga limitaciones insalvables en la reducción numérica de sus
participantes. Como es lógico, estos grupos se fundan en tipos de
relaciones que llevan consigo intimidad y selección según pautas rigurosas
(matrimonio, grupos de amistad, grupos de juegos, cliques, etc.).
2. Investigaciones sobre grupos sociales. Los estudios sobre g. s.
tienen su origen en la psicología social y en la sociología. El punto de
partida de los modernos enfoques psicológicos está en la obra e influencia
personal de Kurt Lewin (v.). Entre sus discípulos directos se cuentan
Lippit, Cartwright, Bavelas y Festinger. Sin embargo, la influencia de
Lewin se extiende a muchos psicólogos que no están directamente vinculados
a él. Los estudios de Simmel (v.) se centraron, en gran parte, en el
ámbito de la sociología de los g. s., proyectando su influencia sobre von
Wiese (v.) y otros sociólogos de la Alemania de los años veinte y treinta.
Sin embargo, la influencia de Simmel ha sido más eficaz y profunda -aunque
también más tardía- sobre la sociología americana. También Charles H.
Cooley (v.) corresponde a la orientación sociológica en el estudio de los
g. s., acuñando el concepto de «grupo primario», de gran uso y
trascendencia en la investigación posterior. Cooley y Simmel elaboraron
una rica teoría, plena de posibilidades para la investigación empírica,
pero sus respectivas doctrinas no empezaron a fructificar hasta que las
primeras investigaciones de la moderna sociología industrial plantearon
sus estudios al nivel de las relaciones interpersonales. Es de destacar el
significado del Hawthorne Study, dirigido por Elton Mayo, en el que se
estudiaron grupos experimentales de trabajo que dieron lugar a la creación
de las relaciones humanas en la industria. A estas investigaciones hay que
vincular, más o menos directamente, los estudios de George C. Homans (El
grupo humano, 1950) y de William F. Whyte (Street Corner Society, 1943).
Otras orientaciones dignas de mención son las representadas por la
«sociometría» de lakob Moreno, y por la «microsociología» de Georges
Gurvitch. Moreno inició la exposición de su pensamiento en su libro Who
Shall Survive? (1934), cuya traducción al francés y al español
(Fundamentos de sociometría) refleja mejor el contenido del mismo, y creó
una revista «Sociometry» en la que él y sus colaboradores han desarrollado
tanto los aspectos teóricos, como sus técnicas e investigaciones empíricas
específicas. Gurvitch (v.) creó la microsociología (La vocation actuelle
de la sociologíe, 1, 1950) en el contexto de una sociología diferencial de
profunda impronta fenomenológica. Gurvitch distingue: microsociología, que
estudia las formas de sociabilidad o tipos sociales más generales y
abstractos, sociología diferencial de los grupos y tipología de las
sociedades globales.
La orientación psicológica y la sociológica se diferencian
fundamentalmente por sus respectivas metodologías. A la primera
corresponden el empleo de g. experimentales en laboratorios, el desarrollo
de medidas cuantitativas y la comprobación estadística de las hipótesis.
Por el contrario, la línea sociológica suele centrarse sobre g. s. reales,
empleando métodos tomados a la antropología de campo, como punto de
partida para aportar hipótesis a las posteriores encuestas.
La teoría «funcionalista» constituye el foco teórico principal de
referencia de las investigaciones sobre g. s. de la orientación
sociológica, encontrándose vinculada dicha orientación al pensamiento de
Talcott Parsons (v.). Los g. se enfocan como unidades sociales, intentando
establecer las condiciones en las que un sistema social sobrevive y se
mantiene o permanece en equilibrio. Robert F. Bales (Interaction Process
Analysis, 1950), pretende establecer las características colectivas que
han de observar las conductas de los miembros de un g. de discusión para
que éste conserve su equilibrio y alcance su meta. Sin embargo, ninguna
teoría funcionalista de los g. s. ha podido enunciar hasta ahora, de modo
definitivo, las condiciones generales del equilibrio social. El marco
teórico en el que se desarrollan gran parte de los estudios psicológicos
sobre g. s. lo proporcionan la teoría conductista y la teoría del
aprendizaje, que, por otra parte, no son incompatibles con conceptos y
proposiciones psicoanalíticas.
3. Formación de los grupos. Los g. s. se forman en un momento
determinado y a través de procesos específicos, en los cuales se
configuran sus futuros rasgos estructurales y funcionales. De aquí que sea
tarea de gran interés teórico y práctico al describir cómo y cuándo surgen
los g. s. Especialmente relevante es el caso de la aparición de g.
informales que con frecuencia nacen en el seno de estructuras formales
(Administración pública, Ejército, Iglesia, burocracia mercantil, etc.).
Las primeras investigaciones en las que aparecen estos temas remiten a los
años veinte y ponen de relieve la relación existente entre ciertos g. s. y
su medio ambiente social propio, estimulados, sin duda, por las
orientaciones metodológicas de Robert E. Park. Así, Fr. Trasher estudió
las pandillas (The Gang, 1927); Landesco, el crimen organizado en Chicago
(1929); Shaw, las áreas de delincuencia (1929), y Zorbaugh llevó a cabo su
clásico estudio, The Gold Coast and the Slum (1929). Pero quizá el primer
gran estudio sobre formación de g. se deba a Elton Mayo, quien descubrió
-junto con sus principales colaboradores en el Hawthorne Study, Dickson y
Roethlisberger-, la aparición de g. informales en el personal industrial,
a partir de g. experimentales. Otros autores se ocuparon de la aparición
de redes de interacción afectiva (Moreno), de la creación de normas en
situaciones ambiguas o inestables (Sherif), y de la aparición de líderes
partiendo de g. sin ellos (Gibb).
El fenómeno de la formación de g. se extiende a todas las áreas de
la vida social y es un proceso, por lo regular, ininterrumpido, en el que
continuamente aparecen unos y desaparecen otros. En el proceso de
formación de g. hay cuatro aspectos característicos: 1) La base
motivacional, compuesta por aquellas actitudes que posibilitan el carácter
repetitivo de la interacción; 2) la emergencia de una estructura
organizativa, integrada por papeles y posiciones sociales; 3) la aparición
de sistemas de valores, normas y usos de g., y 4) la producción de efectos
diferenciales sobre los individuos, derivados de los ragos peculiares
definitorios del g. en cuestión.
La base motivacional suele ser, bien una actitud que necesita de los
otros como término propio, bien una meta, nacida de una necesidad, que
exige el concurso de otros para su consecución. La base motivacional
inicial configura las tareas de los individuos y los criterios de
selección y reclutamiento de los mismos, en atención a las cualidades
personales y a su mayor o menor coincidencia con las metas o actitudes que
se pretenden encauzar. En momentos posteriores -una vez garantizada la
persistencia del g.- aparecen nuevas fuentes de motivación y nuevas metas
que afectan a la estructuración del g.
La interacción de los individuos, a través de cierto espacio de
tiempo, da origen a la aparición de conductas regulares que engendran
pautas de comportamiento grupal. El desarrollo de la estructura del g.
puede considerarse como un proceso de aparición de relaciones entre
papeles y posiciones sociales. Los papeles se refieren al modo de
participar en las actividades del g.; las posiciones, a la participación
en los logros y resultados de los mismos. Rasgo peculiar de las primeras
fases de la formación de un g. es que las contribuciones de los individuos
a la ejecución de las tareas varían mucho de una actividad a otra, en
función de las aptitudes, rasgos psicológicos o físicos y tareas
asignadas. A medida que pasa el tiempo, se diferencian los papeles de los
distintos individuos miembros, no sólo según sus cualidades personales y
su ejecución de tareas, sino también en función del prestigio que les
asignan los propios miembros del g. Los diversos papeles adquieren
distinta capacidad de influir en las tareas colectivas (poder), a lo que
corresponde un rango o posición social diferencial. Los modos de ejercicio
del poder determinan las características del liderazgo en el g. A medida
que un g. en desarrollo alcanza estabilidad, los individuos se identifican
con un papel preciso y ocupan un lugar definido en la escala jerárquica de
las posiciones. Este tema ha sido objeto de abundantes estudios con g.
experimentales.
La continuidad en la interacción señala preferencias, entre los
miembros del g. naciente, hacia ciertas formas de hacer y comportarse que
se convierten en normas del g. y establecen regularidades que serán
características de las futuras conductas. Pero estas normas no suelen
coincidir con acciones exclusivas, sino que señalan el margen de lo
deseable, de lo moral, de lo bueno; en una palabra, de lo que está
conforme con los valores admitidos por el g. En consecuencia, cualquier
norma implica la existencia de una escala de valores que establece los
márgenes máximo y mínimo de las conductas admitidas. Rasgo definitorio de
que una norma naciente está alcanzando estabilidad en el g. es la
frecuencia de la aceptación de la misma, como modo de conducta a observar
y como criterio de censura respecto de las conductas desviadas, así como
la aceptación de las sanciones correspondientes en caso de desviación.
Cuando la estabilización llega al máximo, los individuos han interiorizado
las normas, convirtiéndolas en pautas cotidianas de su conducta privada.
El grado de variabilidad admitido a las normas está en función del grado
de importancia de las actividades que regulan, pudiendo admitirse que los
líderes varíen las normas referentes a las actividades cotidianas más
intrascendentes (p. ej., diversiones).
El g. integra al individuo en un ámbito psicofísico, social y
cultural, que influye sobre su conducta, incorporándole a una estructura
de papeles, que objetiva su aportación a las tareas del g., rompiendo el
subjetivismo inicial en el que cada uno se enfrenta a los demás desde sus
características y habilidades individuales. Las elecciones sociométricas
de amistad se dirigen a los miembros del propio g. más que a los no
miembros, como consecuencia de la formación del sentimiento del «nosotros»
(wefeeling, estudiado experimentalmente por los Sherif). Los individuos se
identifican con su g. en actitudes y conductas, sintiéndose como
«miembros» del mismo. La interiorización del g. proporciona la posibilidad
de que se mantenga, renovada y actuante, la base motivacional de la
conducta.
4. La estructura de los grupos sociales. No existe acuerdo entre los
autores sobre la determinación de la estructura de los g. Mientras que, al
tratar de la sociedad global, resulta fácil distinguir los elementos
culturales de los psicológicos y de la estructura social en sentido
estricto, en los g. s. -y especialmente, en los g. experimentales y en los
informales-, resulta mucho más difícil la distinción. Quizá esto explique
la diversidad de concepciones de la estructura social de los g., que
Olmsted describe distinguiendo entre las perspectivas especiales y las
teorías generales (El pequeño grupo, 1963). A las perspectivas especiales
corresponden la sociometría y el psicoanálisis de los g., que consideran
el g. como una red de relaciones afectivas, y la doctrina de Bavelas, para
quien el g. es una red de comunicación. La sociometría reduce la
estructura del g. al sistema de vinculaciones afectivas que ligan a los
miembros entre sí. Jakob Moreno ha desarrollado técnicas encaminadas a
descubrir esa estructura, de las cuales las más importantes son el
psicodrama y el sociograma. Helen Jennings -principal colaboradora de
Moreno- descubrió que en los g. existe un «psicogrupo» y un «sociogrupo»;
el primero es más personal, espontáneo y afectivo; el segundo, más formal
e impersonal. No se trata de partes distintas del g., sino de dos
modalidades de la estructura afectiva de éste, que pasan a primer plano
según que se centre en la comunicación o en la realización de una
actividad.
A partir de las doctrinas psicoanalíticas, Fritz Redl ha
desarrollado una teoría sobre los tipos de liderazgo, considerando -con
Freud-, que el g. se estructura en virtud de un proceso de identificación
con la persona del líder. Por su parte, Bavelas -discípulo directo de Kurt
Lewin-, entiende que la estructura del g. es una red de comunicaciones.
Mediante ingeniosos recursos experimentales descubrió ciertas pautas de
comunicación -círculo, cadena, rueda...- que constituyen otros tantos
tipos posibles de estructura grupal. Las distintas pautas de comunicación
afectan diferencialmente a la moral de los individuos y a la eficacia de
los mismos en sus actividades. Las teorías generales intentan atender a
todos los elementos que integran la estructura de los g., sin hipertrofiar
ninguno de ellos en perjuicio de los restantes. Olmsted presenta como
teorías generales la de George C. Homans, la dinámica de g. y el análisis
del proceso de interacción. Homans, a partir de criterios conductistas,
define el g. por la frecuencia de la interacción entre sus miembros, y
establece como elementos analíticos la actividad, el sentimiento, la
interacción y las normas. Estos elementos -que son interdepend¡entes entre
sí-, se organizan en dos sistemas: uno externo, en cuanto se refieren al
problema de la supervivencia del g. en el medio circundante; otro,
interno, en cuanto se refieren a la vida en común de los miembros del g.,
en la que se expresan sus sentimientos en situaciones de interacción.
La dinámica de grupos procede directamente de Lewin y se basa en la
aplicación de la teoría del campo al estudio de los g. s., a los que
considera como «campos totales». El análisis del proceso de interacción,
elaborado por Robert F. Bales, pretende descubrir la estructura como un
fenómeno que emerge en el proceso de búsqueda de solución a un problema
planteado a un g. en formación. En este proceso se presentan necesidades
cuya satisfacción origina la aparición de la estructura. Son cuatro: 1)
Acceso a los recursos. 2) Control sobre las personas. 3) Posición en una
escala de estratificación de la importancia o del prestigio. 4) La
solidaridad o identificación con el g. como un todo. Bales ha desarrollado
técnicas especiales para el análisis de la conducta de los individuos en
las reuniones del g. naciente, que permiten clasificar sus intervenciones
a través de 12 categorías que se refieren a dos áreas de conducta: una,
orientada a las tareas del g.; la otra, a los aspectos socio-emocionales
de la relación. A nuestro juicio, la estructura social de los g., como la
de la sociedad global, se monta en torno a dos grandes temas: la
integración de las personas y la organización de las actividades. Será
erróneo cualquier intento de reducir la estructura del g. a los elementos
integrantes de uno solo de esos temas. Claro está que, a la hora de
estudiar la estructura de los g. a la luz de los temas mencionados, habrá
que considerar la repercusión que sobre los mismos ejerce el carácter
parcial e intermedio de los g. s.
5. Criterios de diferenciación de los grupos sociales. La gran
abundancia de clasificaciones de los g. hace pensar en la conveniencia de
desviar la atención hacia los rasgos que introducen diversidades entre los
g., antes que centrarse en interminables series de clasificaciones
carentes de valor práctico. Señalaremos los principales criterios que
establecen diferencias entre unos g. y otros: 1) El tamaño, es decir, el
número de miembros del g.; 2) la composición, que afecta a las
características individuales de los miembros; 3) la estructura del g.; 4)
los criterios de reconocimiento: de la existencia del g., de la calidad de
miembros, etc.; 5) la cohesión del g., la naturaleza y clase de los
intereses que vinculan a los individuos; 6) las tareas del g. y su
contorno; 7) el proceso de interacción: los modos y pautas de interacción
entre los miembros y respecto a su actividad; 8) la cultura del g.:
valores, normas, pautas, usos, etc.; 9) la eficacia del g.; es decir, su
realización de tareas, la viabilidad del propio grupo, la satisfacción de
sus miembros, etc. Obvio es decir que entre los rasgos mencionados existen
conexiones causales, frecuentemente recíprocas.
La variación del número presenta dos órdenes de variaciones en los
g.: de un lado, a medida que el número aumenta, aumentan, según una
función lineal, los recursos humanos totales del g. y, sin embargo,
aumentan en menor proporción los recursos utilizables. En segundo lugar,
el aumento del número incrementa las posibilidades de que estén presentes
en los miembros cualidades proporcionadas a nuevas tareas, e incrementa,
igualmente, las relaciones interpersonales potenciales, facilitando las
elecciones más adaptadas a las inclinaciones personales, pero, a partir de
cierto punto, excede de la capacidad de establecimiento de relaciones
próximas entre las personas. Por tanto, el número afecta a la comunicación
intragrupal y a la vinculación de todos con todos, y, en consecuencia, a
la productividad del g.
Las características individuales de quienes componen el g. afectan a
su eficacia, a través de la distribución de funciones, y a la mejor o peor
vinculación interpersonal (compatibilidad, complementariedad, etc.). Los
estudios con g. experimentales muestran que el rasgo individual que mejor
predice la conducta del individuo en el g. es su inteligencia, que junto
con la extraversión y la capacidad de adaptación, se correlacionan
positivamente con la actividad total, el liderazgo y la popularidad en el
g. En cuanto a la estructura, son elementos diferenciadores los sistemas
de comunicación, los tipos de liderazgo, el grado de organización, los
tipos de residencia y proximidad espacial, las semejanzas o desemejanzas
en los rasgos compositivos de los miembros (edad, sexo, cultura, religión,
etc.), los criterios de identificación de papeles sociales, etc.
Los criterios que identifican la existencia de un g. y le distinguen
de otro se concretan en rasgos perceptivos (nombre, símbolos,
inscripciones, proximidad espacio-temporal entre los miembros, frecuencia
de sus relaciones, semejanza entre ellos, etc.). La cohesión de los g. es
necesaria para su existencia y ha sido muy estudiada (Hare, Collins y
Guetzkow, Deutsch, etc.). La cohesión está asociada con una mayor
comunicación interpersonal, facilidad para dejarse influir por los
criterios del g., mayor acuerdo entre los miembros, mayor sentido de la
responsabilidad común y un sentimiento de confianza y de seguridad dentro
del g. Tales propiedades descienden o desaparecen conjuntamente con la
cohesión.
La tarea que el grupo realiza y el contorno en el que lo hace
influyen sobre el resto de los caracteres del g. Afecta, p. ej., a la
diversificación de funciones y- consiguientemente en la distribución de
papeles, al tipo de liderazgo elegido, y también a la probabilidad de que
se vean satisfechas las expectativas de los miembros -en función de la
dificultad de la tarea-- y a las posibles tensiones que se creen y
acumulen.
Los procesos de interacción diferencian unos g. de otros en función
de los contenidos y modos de comunicación entre sus miembros. Las 12
categorías elaboradas por Bales permiten analizar los g. y diferenciarlos,
atendiendo al contenido de sus conductas (Interaction Process Analysis,
1950), como ya hemos dicho.
El desarrollo de una cultura de grupo (normas, valores, usos... ) es
tanto más intenso cuanto mayor es el aislamiento físico o social de aquél.
P. ej., en núcleos de población incomunicados o en sociedades secretas.
El grado de eficacia de los g. los distingue, según rasgos externos,
en virtud de la realización de sus tareas (cantidad y cualidad de las
realizaciones del g.); la viabilidad del g. o capacidad de seguir
existiendo cuando varían las condiciones en la que el mismo fue
establecido; el grado de satisfacción de las necesidades de los miembros,
que se expresa a través del deseo de permanecer en el g. y de elaborar por
su existencia; las variaciones experimentadas por los miembros a causa de
su pertenencia al g. (en saberes, actitudes, capacidades, personalidad,
etc.).
Siendo los g. s. auténticos sistemas y, por tanto, realidades
complejas integradas por elementos interrelacionados, creemos que
únicamente tendría sentido una clasificación de los mismos que atendiera a
toda su complejidad, estructural y funcional. A nuestro juicio, esta
empresa no ha sido aún acometida con éxito.
Para terminar, conviene advertir que la moderna teoría de los g. s.
se refiere, casi exclusivamente, a los g. informales, como los definió
Cooley, y que está desarrollada a partir de procedimientos experimentales.
La teoría de las organizaciones formales se considera como una parte
diferenciada y distinta de la teoría de los g. s.
BIBL.: R. F. BALES, Interaction
Process Analysis, 1950; CARTWRIGHT, DORWIN y ZANDER (ed.), Group Dynamics:
Research and Theory, 2 ed. Evanston 1953; HARE, BORGATTA y BALES, Small
Groups, Nueva York 1955; HINTON y REITZ (ed.), Groups and Organizations,
Belmont 1971; G. C. HOMANS, El grupo humano, Buenos Aires 1963; J. KLEIN,
Los grupos sociales, México 1962; K. LEWIN, Resolving Social Conllicts:
Selected Papers on Groups Dynamics, Nueva York 1948; R. K. MERTON, Teoría
y estructura sociales, México 1964 (sobre los grupos de referencia); J.
MORENO, Fundamentos de Sociometría, Buenos Aires 1963; M. S. OLMSTED, El
grupo pequeño, Buenos Aires 1966; W. H. J. SPROTT, Grupos humanos, Buenos
Aires 1966.
E. MARTÍN LÓPEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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