l. Primeros tiempos. En vísperas de la aparición del cristianismo, la
religión pagana de G. se encontraba en plena decadencia (v. VII). Como
consecuencia de esto, los filósofos volvían su atención hacia eJ Oriente,
esperando de allí nuevas concepciones religiosas. En un tal estado
psicológico fue recibida en G. la enseñanza del cristianismo, gracias a S.
Pablo (v.). En la segunda mitad del s. i, el cristianismo había arraigado
ya en diversas localidades del país, sobre todo entre los prosélitos y los
judíos. Sin embargo, no era despreciable el número de los gentiles que se
habían hecho miembros de la nueva Iglesia, la mayor parte de ellos
provenientes de las clases populares o esclavos. En G., las persecuciones
contra el cristianismo no se ensañaron con el mismo furor que en otras
provincias del Imperio Romano, debido a que los representantes civiles y
militares de Roma tenían simpatía y respeto hacia la tierra madre de la
cultura helénica. A pesar de todo, hubo un número bastante elevado de
mártires. Pueden citarse, entre otros, los siguientes. En Atenas: el
obispo Dionisio (el Areopagita) durante el reino de Domiciano; el obispo
Popilio (s. iI), Paulino, Heraclion, Venedimo (durante el reinado de Decio),
Myron, Victorino, Víctor, Nicéforo, Claudino, Serapión, Papías, Codrate,
Dionisio, Anecto, Criskis, Leónidas, Irene, Adriano (durante el reinado de
Galerio). En Creta: el obispo Myron, los Diez Santos (durante el reinado
de Decio), el obispo Cirilo (durante el reinado de Diocleciano). En
Salónica: Demetrio y Néstor (reinado de Galerio). En Filipos: Parmenas,
Zósimo, Rufo (s. II). En Corfú: Zenón, Eusebio, Neón, Vitalio (reinado de
Diocleciano). En Leucas: el obispo Donato. En Quíos: Isidoro (reinado de
Decio).
A pesar de la expansión del cristianismo y su fecunda floración
espiritual, el paganismo dominaba aún las antiguas costumbres y hacia
finales del s. II era la religión ampliamente mayoritaria. Desde el s. III,
la religión pagana comienza a decaer sensiblemente, a pesar de que sus
lugares de culto continuaban siendo venerados. En el s. III y principios
del s. IV, el cristianismo se extendió rápidamente en G. Durante el
periodo bizantino, Creta fue ocupada por los árabes y se convirtió al
islamismo, con excepción de algunas localidades, volviendo a la Iglesia
después de su nueva ocupación por Nicéforo Focas (961). Habiendo ocupado
los búlgaros una gran parte de Macedonia, se convirtieron al cristianismo
a mediados del s. ix. Por entonces, los eslavos asentados en el Peloponeso
recibieron también el Evangelio. S. Atanasio Athonita fundó (963) el
estado monástico del Monte Athos (v.), que vino a ser la cumbre de la
tradición cenobítica y ascética oriental: fue el centro de propagación del
Evangelio y de expansión del ideal monástico entre el mundo eslavo. ,2.
Del cisma de Oriente a la independencia griega. En la historia global de
la Iglesia en G. pueden distinguirse tres periodos: desde sus orígenes
hasta el 732, periodo en que reconocía la jurisdicción del Patriarcado de
Roma; del 732 al 1833 en que pasó a depender jurisdiccionalmente del
Patriarcado de Constantinopla, y de 1833 en adelante en que funciona como
Iglesia autocéfala. Su segundo periodo había de durar durante todo un
milenio. En las controversias jurisdiccionales y doctrinales en tiempos de
Focio y Cerulario (v. CISMA II), la Jerarquía griega se alinearía del lado
de Constantinopla, con lo que su separación de Roma sería total y
definitiva.
La cuarta cruzada destruyó el Imperio Bizantino (v. LATINO,
IMPERIO). Su sede y la del Patriarcado se trasladaron a Nicea, hasta su
reintegración a Constantinopla, tras la desaparición del Imperio latino.
Después de la caída de Constantinopla, G. fue ocupada por los turcos y la
Iglesia entera de este país pasó a estar bajo el yugo otomano (v. V). Los
países balcánicos y el Próximo Oriente eran considerados por los turcos
como pertenecientes jurídica y espiritualmente al Patriarcado de
Constantinopla, al que se atribuían diversos derechos y responsabilidades:
era así responsable de la percepción de las contribuciones y de la
sumisión de los cristianos subyugados. Gracias al florecimiento de la vida
monástica y a la creación de centros de educación en diversas localidades
del país, G. se fortificó en espíritu y dio a la Iglesia de Constantinopla
un gran número de Patriarcas y lo mismo hizo con el Patriarcado de
Alejandría y el de Jerusalén. Le proporcionó pontífices de gran talla y
teólogos famosos, y fue capaz de sintetizar en el alma del pueblo los
valores nacionales y los valores morales de la tradición ortodoxa. Entre
los nombres famosos, correspondientes al periodo del dominio turco, deben
citarse los de Máximo el Griego, el teólogo que reconstituyó la Iglesia
rusa (a mediados del s. XVI); los de los teólogos polemistas Pacomio,
Rusanos (s. XVI), Máximo Margunius (1602), Melecio Syrigos (1614); el de
Eugenio Boulgaris (1806) -por su obra de filosofía y de teología-; los de
Alejandro Mitrofanis Kritopoulos (1639) y el Patriarca de Jerusalén
Dositeo (1707; v.), que redactó la compilación de profesiones de fe; el de
Melecio Pigas (1601), Patriarca de Alejandría que estuvo influido por el
Occidente en sus escritos de Doctrina Metódica, pero que tanto en su arte
oratoria como en su actividad fue uno de los más puros ortodoxos; el de
Nicéforo Teotokis (1805) sobre todo en el campo de la homilética; los de
Cosme el Etoliano, como fautor de la resurrección nacional, y Nicodemo el
Agiorita, como teólogo fecundo y como educador. Al lado de estos nombres
deben citarse los del Patriarca de Constantinopla Cirilo Lukaris (v.), que
fue influido por las ideas de Calvino (v.), y el de Elías Miniatis (1714),
de una inspiración inagotable como orador.
La mayor parte de los jefes religiosos contribuyeron a la
preparación y al éxito de la resurrección nacional de 1827. Entre los
nombres más famosos durante este tiempo deben citarse el del Patriarca
Gregorio V, el del obispo de Patrás, Germán, el de José, arzobispo de
Rogos, y el de José de Androussis, el del archimandrita Gregorio
Papaflessas y el de Atanasio el Diácono.
3. Fundación de la «Iglesia Independiente de Grecia». La historia de
la comunidad oriental griega -en su titulación completa, «Iglesia
Independiente Ortodoxa Católica de Grecia»- comienza en 1833 y su
territorio de jurisdicción no comprende la totalidad del territorio del
Estado griego, puesto que las comunidades de Fumis y del Dodecaneso
continúan dependiendo directamente del Patriarcado de Constantinopla. La
iglesia griega tomó bajo su jurisdicción las provincias del nuevo Reino y
su estructura se conformó a la concepción bizantina. Desde la resurrección
nacional, apareció la tendencia a crear una Comunidad independiente. Esta
tendencia iba, por una parte, de acuerdo con la política tradicional, y
por otra parte estaba espiritualmente justificada, puesto que a
consecuencia de la independencia nacional, se habían roto los lazos
existentes entre la nueva G. y el Patriarcado de Constantinopla. El primer
jefe del estado griego, Kapodistrias, intentó someter la iglesia de G. al
Patriarcado, pero su muerte prematura hizo abortar ese proyecto, mientras
se reforzaban fuertemente las tendencias arriba mencionadas. El clero
griego, aunque había luchado en vanguardia por la liberación de la nación,
había perdido, sin embargo, su libertad y estaba privado de la posición
que le correspondía dentro de un clima ortodoxo. El regente Jorge Mayer,
protestante, que había emprendido la tarea de organización de los asuntos
eclesiásticos en el Estado griego, introdujo el sistema de la absoluta
sumisión de la iglesia, en vigor en Baviera, y fundó la iglesia Ortodoxa
Apostólica Oriental en G. a la que llamó independiente, autocéfala, por
tanto, cismática con respecto a la Gran iglesia de Cristo, y con sede en
Constantinopla, sometida al Soberano y a su Gobierno. Todo esto se realizó
por el decreto del 27 jul. 1833 sin que hubiera mediado ningún
consentimiento por parte del Patriarcado. Todos los Arzobispados del reino
de G., constituidos recientemente, que según las leyes dependían de la
jurisdicción de la Gran Iglesia de Constantinopla, por iniciativa del
Regente, que era protestante, y con la colaboración del Consultor en
asuntos del Estado, Theoclitos Farmakidis, sin recurrir a la iglesia
madre, se constituyeron en una iglesia autónoma. Esta iglesia autocéfala
del nuevo reino de G. se veía forzada a mantener un status de unidad
dogmática con las otras iglesias Ortodoxas Orientales. Estaba regida por
una autoridad administrativa suprema, un Santo Sínodo compuesto de cinco
miembros nombrados por el Gobierno.
La lucha de los cristianos ortodoxos contra esta forma mixta fue
larga e intensa. Pero a partir del 18 mar. 1844, cuando se promulgó la
primera Constitución de los Griegos, se llegó al acuerdo inmodificable, y
que se ha conservado hasta hoy día, de que la Religión establecida en G.
es la de la iglesia Oriental Ortodoxa de Cristo y que como autoridad
investida de los derechos de conservar el dogma y el culto, la iglesia
Ortodoxa de G., que tiene como jefe supremo a nuestro Señor Jesucristo, es
independiente en su administración y autónoma, pero, sin embargo, está
obligada a conservar la unión dogmática y canónica con la Gran iglesia de
Cristo con sede en Constantinopla, así como con cualquier otra iglesia
Ortodoxa del mundo. Este logro de 1844, debido a la voluntad del
Legislador Constitucional, se completó seis años más tarde, por la
edición, a petición del Gobierno griego, el 29 de junio de 1850, del
Volumen Sinódico de la Gran iglesia de Cristo en Constantinopla, cuyo
trono Patriarcal ocupaba Monseñor Anthimos. Éste había establecido que la
reglamentación de su administración interior sería hecha por Acto sinódico
y que la iglesia de G. se reuniría con el Patriarcado cuando hubiera que
tratar cuestiones importantes. Como Autoridad superior, sería reconocido
un Sínodo permanente, compuesto por los jerarcas eclesiásticos y teniendo
como presidente al Metropolita de Atenas, que administraría libremente los
asuntos eclesiásticos, y sin intervención alguna de la autoridad civil.
Según el Decreto real, subsiguiente al Volumen sinódico, el Rey constituyó
un Sínodo anual, que fue llamado en 1852 el Sínodo Santo de la iglesia de
G. Se componía de cinco miembros y tenía como Presidente al Metropolita de
Atenas. El procurador real asistía indefectiblemente a las sesiones. Sin
su presencia y la ratificación por parte del Gobierno, ninguna decisión
del Sínodo era válida. Los obispos eran nombrados por el Gobierno a
propuesta del Sínodo. Una simple lectura de estos dos fundamentales textos
legislativos pone en evidencia que el régimen de las relaciones entre la
Iglesia y el Estado en G. se modificó felizmente, liberándose de los
principios de inspiración protestante, tales como «la separación
incompleta de la Iglesia y el Estado o la sumisión de la Iglesia». Los
artículos 1 y 11 de la Constitución de 1844 se proyectan ahora, mejor
redactados, en la Constitución de G. del año 1968 que ha entrado en vigor
recientemente. Como hechos muy importantes, se podrían considerar también
el proyecto de reorganización de la iglesia de G. y la publicación del
nuevo status eclesiástico, ambos debidos a la autoridad del nuevo
arzobispo de Atenas y de toda G. Monseñor Ieronimos Kotsonis.
La comunidad eclesiástica ortodoxa está constituida como una
organización independiente y con administración autónoma, bajo la
supervisión del Estado. Como fundamentos de su administración se
encuentran los santos cánones y la tradición, pero ciertos detalles son
regulados por leyes civiles. Como autoridad suprema, está la asamblea,
compuesta por los obispos en funciones, que constituyen, bajo la
presidencia del arzobispo de Atenas y de toda G., el Santo Sínodo del
Clero de Grecia. Este Sínodo delibera sobre los asuntos eclesiásticos,
discute las cuestiones generales y da las directrices oportunas al Santo
Sínodo permanente.
Los recursos financieros provienen de cinco fuentes: 1) de los
bienes de los conventos; 2) de los bienes de las diócesis; 3) de las tasas
y derechos que se perciben; 4) de los legados y de las donaciones; 5) de
las subvenciones del Estado. El problema de las finanzas, que se planteó a
partir de 1943, ha encontrado su solución al otorgarse al clero todos los
derechos de los funcionarios del Estado.
La acción religiosa y espiritual se sirve de todos los medios de
comunicación social: prensa, radio y televisión; de la predicación de la
palabra de Cristo, de las escuelas de catecismo; de la actividad de las
organizaciones morales y religiosas. Junto al Santo Sínodo fue fundada «La
misión de ayuda Apostólica» que trabaja activamente. Además de la revista
puramente científica y teológica publicada por el arzobispado de Atenas,
el Santo Sínodo de G. edita el boletín oficial «Iglesia» y en Salónica el
titulado «Gregorio Palamas». Desde 1946 se publican los «Archivos de
derecho canónico y eclesiástico», y existe también una revista de estudios
bizantinos.
Hay tres Escuelas Teológicas, una en la Universidad de Atenas, otra
en la Univ. de Salónica y una tercera en Jannina.
4. La Iglesia católica en Grecia. Hay dos grupos de católicos: los
de rito latino y los de ritos orientales. Los primeros son los restos de
la organización eclesiástica del Imperio latino que se fundó con la cuarta
Cruzada (v. CRUZADAS, LAS) y que, a pesar de las limitaciones de todo tipo
impuestas por las autoridades civiles y eclesiásticas ortodoxas, ha
conseguido subsistir hasta nuestros días. La organización eclesiástica
católica de rito latino (cfr. Ann. Pont. 1972) es la siguiente: dos
arzobispados directamente sujetos a la Santa Sede (Atenas y Rodas); dos
sedes metropolitanas (Corfú-Zante-Cefalonia y Naxos-Andros-Tinos-Micone),
la última de las cuales tiene tres diócesis sufragáneas (Quíos, Santorino
y Syra-Milo); la diócesis de Candía, en Creta, sufragánea de Esmirna
(Turquía), y el vicariato apostólico de Salónica (Tesalónica). Los datos
de estas demarcaciones se resumen en el cuadro de pie de página.
Entre los católicos de rito oriental, los hay de rito bizantino y de
rito armenio. Los bizantinos son fruto de la labor misional ininterrumpida
que, desde la época medieval, dio origen a los uniatas (v.). Los actuales
comenzaron su actividad fuera de G., donde estaba rigurosamente prohibida
su existencia; eran griegos exiliados en Turquía que se organizaron en
torno al sacerdote Isaías Papadopoulos, después obispo y exarca desde
1911. En 1920 le sucedió Jorge Calavassy, quien organizó la vuelta a G.,
donde consiguieron establecerse en 1922 con ocasión de la guerra
greco-turca. En 1972, el exarcado, con sede en Atenas, atiende a 3.000
fieles agrupados en tres parroquias atendidas por 15 sacerdotes seculares
y dos regulares; hay también 30 religiosas.
Los inmigrantes armenios se agrupan en un Ordinariado desde 1925 con
sede también en Atenas. En 1972 eran 650 fieles.
BIBL.: Ann. Pont. 1972; A.
SANTOS, Iglesias de Oriente, II, Repertorio Bibliográfico, Santander 1963,
180-184, 307-309; K. ALGERMISSEN, Iglesia católica y confesiones
cristianas, Madrid 1964, 626-630; P. I. PANAYOTAKOS, Rapport de L´Église
et de I'État de par les siècles, Atenas 1938; ÍD, Rapport de L´Église et
de l'État pendant 1'Empire Byzantin, Atenas 1966; H. ALIVIZATOS, La
politique de 1'Église dans 1'État Grec, Atenas 1932; íD, L'Église
Orthodoxe Grecque, Atenas 1955; V. ATESIS, Histoire Épiscopale abrégée de
L´Église de Grèce depuis 1833 jusqu'aujourd'hui, Atenas I (1948), II
(1953); C. DIOVOUNIOTIS, Rapport de 1'Église et de 1'État dans la Grèce
libre, Atenas 1916; C. KONIDARIS, Contribution à 1'introduction à
l'histoire Ecclésiastique de Grèce, depuis la fondation de ses Églises par
l'Apôtre Paul jusqu'aujourd'hui, Atenas 1960; C. PAPADOPOULOS, La position
de l´Église et de la Nation Grecque dans 1'État Turc, Atenas 1935; íD,
L'Église de Grèce à 1'occasion de son 1900 anniversaire depuis sa
fondation par l'Apôtre Paul, Atenas 1954; P. C. CHRISTOS, Histoire de
l´Église de Grèce, Salónica 1963; 1. M. PETRITAKIS, Procédés de rapport de
l´Église et de l'État chez les Orthodoxes et les Romains Catholiques,
Atenas 1967; I. KOTSONIS, Projet de réorganisation de L'Église Grecque,
Atenas 1967; M. J. LE GUILLOU, El espíritu de la ortodoxia griega y rusa,
Andorra 1963.
JEAN M. PETRITAKIS. JOSEMARÍA
REVUELTA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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