GÉNESIS, LIBRO DEL


Es el primer libro del A. T., y primero de la Tóráh o Ley de Moisés llamada Pentateuco (v.). Los judíos le llamaron con la palabra hebrea por la que comienza: Béré'stt (en el principio). La versión de los Setenta (v. BIBLIA VI, 2) le llamó Génesis (orígenes), palabra griega que ha pasado al uso en otros idiomas, como el castellano, para designar este primer libro de la Biblia (abreviatura: Gen).
     
      1. El. texto. Es, con todo el Pentateuco, el más antiguo de la Biblia; para el estudio de la trasmisión textual en general, V. ANTIGUO TESTAMENTO I-II. A través de numerosos códices y versiones se ha trasmitido el texto del Gen, redactado a lo largo de los s. XVII-V a. C. Por el texto hebreo (de Ben Asher) del códice de Leningrado, los fragmentos hallados en la Génizáh (de la Sinagoga) de El Cairo, el ms. OR 4445 del British Museum (Gen 39,2 final), los fragmentos numerosos hallados en Qumrán (v.) y la tradición de la escuela de Ben Neftalí (v. ANTIGUO TESTAMENTO II), pueden controlarse los textos hebreos medievales utilizados en la ed. de. Bomberg en el s. xvi, que ha sido reproducida hasta los trabajos de Kahle y la ed. hebrea del A. T. de Kittel (1929; v. BIBLIA VII). El texto samaritano es muy semejante; su manuscrito más antiguo, el Sepher Abisha (s. xi) ha sido editado por Pérez Castro (1959). Es conocida también la traducción griega precristiana de los Setenta por diversos manuscritos (V. MANUSCRITOS 11, 2). Las traducciones arameas son las del Targum de Onqelos y del Targúm palestiniano (hasta la publicación del códice Neofiti; v. BIBLIA vi, 4). Sobre las traducciones siriacas, cfr. Van Puyvelde, en DB (Suppl.) VI, 835-843 y BIBLIA vi, 5. El conocimiento de las traducciones coptas (hechas del griego) se ha incrementado a partir de la publicación de los papiros Bodmer (v. PAPIROLOGíA In). Por último los Padres de Beuron han publicado la vieja traducción latina prejeronimiana (Friburgo 1953); además está la antigua traducción latina de S. jerónimo (Vulgata; v. BIBLIA VI, 3). Por otro lado, el texto que poseemos del Gen va avalado por la historia del canon bíblico en la Iglesia y por la inspiración divina de la S. E. (V. BIBLIA II-III).
     
      El texto nos consta, pues, por bases manuscritas seguras, que confirman, a un nivel histórico-científico, la conciencia que siempre tuvo Israel, y después la Iglesia, de poseer en su integridad sustancial el texto del primero de los libros de la S. E.
     
      2. Contenido. El G. nos narra la historia de los comienzos: se inicia con un breve resumen, escrito con un estilo de historia popular, de los orígenes de la humanidad (c. 1,1-11,26), y continúa después narrando la historia de los patriarcas, desde la vocación de Abraham hasta la muerte de Jacob (12,1-50,24).
     
      En diversas escuelas histórico-críticas se ha difundido la hipótesis según la cual el texto actual del Pentateuco (v.) sería el resultado de una fusión de tres tradiciones anteriores a través de las cuales se habrían ido trasmitiendo en Israel las enseñanzas y disposiciones legislativas de Moisés, que debe ser por eso considerado el autor radical o sustancial del Pentateuco. Esas tres tradiciones suelen denominarse Yahwista (o Jahwista: J), Elohísta (E) y Sacerdotal (P, de Priesterkodex). En esa teoría hay mucho de hipotético y discutible (para una valoración de la misma y para conocer la postura adoptada por el Magisterio de la Iglesia, v. luego 3 y lo que se dice en PENTATEUCO 4); a título informativo vamos a continuación a exponer los textos que los autores partidarios de esa hipótesis atribuyen a una u otra tradición.
     
      a. Posibles textos yahwistas (J). Son, dicen, los que dan su tono al libro por ser los más numerosos. Su autor es llamado Yahwista, ya que da al Dios de los Patriarcas el nombre de Yahwéh, sin esperar la revelación del nombre divino en el monte HOREB (V.). El autor recoge tradiciones de las tribus hebreas y a veces escritos que tiene el deber de respetar. Presenta cuadros o escenas sucesivas unidas entre sí por una trama continua. Sin gran esfuerzo pueden reducirse los relatos a cinco grupos: Historia primitiva, Abraham, Isaac, Jacob y José, sin olvidar que el autor no los separa del Moisés del Éxodo.
     
      1) Historia primitiva. Sitúa a Abraham y su bendición en el corazón de una humanidad que vive sobre un suelo maldito. Empieza al estilo de algunas cosmogonías antiguas aunque con contenido distinto (2,4 b-5 (v. CREACIóN 1, 2). El hombre es polvo de la tierra que recibe de Yahwéh el soplo de vida (2,7), y para el que hace brotar en la estepa un jardín con árboles (v. HOMBRE 11, 1; PARAÍSO TERRENAL). El autor utiliza expresiones de origen tal vez babilónico, añadiendo notas sapienciales y eruditas: un árbol de la ciencia del bien y del mal evoca el poder que el hombre tiene de juzgar y discernir, junto al antiguo árbol de la vida, símbolo de las fuerzas vitales a disposición de los hombres (2,9); un Tigris y un Éufrates bien definidos junto a ríos más enigmáticos (2,14); una prohibición impuesta por Dios a la conciencia del hombre evocando el problema moral (2,17). Junto al hombre están los animales, cuyas funciones determina dándoles nombre, y además la mujer, única compañera de su misma naturaleza, ya que es «hueso de sus huesos y carne de su carne», imagen israelita (Jdc 9,2; 2 Sam 5,1) para expresar por la generación la comunidad de vida (V. ADÁN; EVA). El hombre y la mujer están unidos entre sí más que el niño lo está a sus padres (2,24). Sin protección, no les avergonzaba su desnudez, pero la astuta ('arum) serpiente (expresión bíblica del demonio) les habría esclavizado si Yahwéh no hubiera intervenido como juez. La ciencia de Dios (Elohim), sobrehumana, les reveló su debilidad radical. El pecado primordial rompió el equilibrio: el suelo está maldito y la mujer se ha convertido en sierva, pero será madre y su descendencia aplastará la cabeza de la raza que le acecha el calcañal (V. PROTOEVANGELIO).
     
      La generación, y así se dice explícitamente de la primera maternidad (4,1), es don de Dios. Pero la humanidad crece en estado de división y de lucha. Más tarde Dios reemplaza a Abel (v.), que ha sido muerto, por Set (v.). El desarrollo de las artes y la civilización (4,17 ss.) se continúa entremezclado con asesinatos y uniones extrañas (6,1-4). La humanidad pervertida es castigada con el diluvio (6,5-7); pero Noé (v.) halla gracia a los ojos de Yahwéh y el diluvio (v.) termina (6,8; 7,124; 8,1-15) con la aceptación de la institución del sacrificio, que significa la permanencia de las leyes cósmicas pese a la perversidad del corazón del hombre. Aunque el impudor de Cam (v.) acarrea la sumisión de su hijo Canán a sus dos hermanos Sem (v.) y Jafet (v.) (9,18-28), los tres hijos de Noé extienden su descendencia sobre la tierra (10,8-13 para el Jafet de J; 15-19 para Canán; 21.25-30 para Sem). Yahwéh derriba en Babel (v.) las pretensiones de construir un imperio universal (11,1-9). Pero de otro semita, Téraj (Térah), nace Abraham (11, 29-31).
     
      2) Abraham. Recibe de Yahwéh orden de abandonar su familia para originar un gran pueblo en un país (del que aún no se dice que le será dado), donde se convertirá en fuente de bendición para todas las familias de la tierra (12,1-4 a). La promesa de ese país la recibe en Siquem (v.), de donde pasa a Betel (v.), otro lugar santo (12,6-8), en el que se le vuelve a encontrar después del intermedio egipcio (primer episodio sobre la esposa-hermana, 12,9-13,4). Al igual que a los cananeos en Siquem deja a Lot (v.), su sobrino, elegir la parte mejor (13,5-11) y recibe la promesa de una numerosa posteridad (13,13-17) antes de establecerse en Mamre' (13,18). Ahí se concreta más la bendición. En efecto, Abraham (v.) obtiene de Agar, sierva de su mujer, el nacimiento de Ismael (16,1 b-2.4-13; v.), pero no será él sino el hijo de su mujer legítima el heredero. Abraham se acercará luego a Cades instalándose en Berseba; si bien antes hay una última escena, o más bien un díptico, en Mamre', donde su hospitalidad (18,1-15) se contrapone a la conducta de las gentes de Sodoma (19,1-27; v.). Su intercesión (18,16-33) une las dos escenas y la promesa de Isaac constituye la antítesis del nacimiento de los moabitas y ammonitas (19,30-38). Isaac (v.) nace probablemente en Berseba (21,1-2a, 7-8) donde Abraham concluye una alianza con Abimelec (21, 25-26.28-31 a.33-34); al menos le ofrecen siete ovejas en testimonio ('ed) de la legitimidad del pozo que ha excavado. Desde Berseba hace Abraham la peregrinación de tres días al santuario de Yahwéh-Yir'eh (22,14-18), peregrinación que halla remate en la sustitución del sacrificio de Isaac y una promesa más completa para la posteridad, que «conquistará la puerta de sus enemigos» y que parece tener relación con la visión del cap. 15 (cfr. 24,60).
     
      3) Isaac. El ciclo de Isaac (v.) lo sitúa J desde el principio en relación con los arameos (v.), cuyas 12 tribus se enumeran en 22,20-24, agrupadas alrededor de las dos mujeres de Nahor, Melca y Raumo. Expresando su última voluntad de anciano, Abraham envía a su servidor a 'Árám a buscar una mujer para Isaac, bajo juramento; luego desaparece de la narración. Como en 18-19 (y también en 27) es una escena (cap. 24) maravillosamente construida, donde se revela el arte del yahwista para enlazar narraciones diversas como la última voluntad de Abraham, el casamiento arameo de Isaac y la estancia de este último en Lahay Ro'í, en el extremo sur de Judea. También recoge costumbres a veces diversas, como la prioridad que se otorgaba al padre de la futura esposa, Bétú'el (24,15.24.50), y otras, en que la autoridad pertenecía al hermano, Labán (24,29.32 s.50). La narración, muy humana y psicológica, destaca por su pintoresquismo y vivacidad (24,58-59); pero es muy teológica y densa también.
     
      El cap. 27 recoge el problema de las relaciones entre Jacob y Esaú, si bien con todo el arte y la psicología de que el autor da muestras en el cap. 24. Una vez más la narración refleja las viejas costumbres hurritas sobre el carácter definitivo de la última voluntad de un anciano, pero también el papel de la madre en la trasmisión de una herencia dinástica (cfr. 1 Reg 1). Se hace una alusión directa a las relaciones políticas de Israel y Edom en 27,40b.
     
      4) /acob. Jacob recibe su bendición en Betel (28,13-16. 19). Alcanza, como las de los patriarcas precedentes, a todas las naciones del mundo. Llega Jacob (v.) a 'i(rám y encuentra a Raquel, su futura esposa, junto a un pozo, como el servidor de Abraham encontrara a Rebeca (29,2-14). Jacob sirve siete años para desposarse con Raquel, mas por una treta de Labán debe casarse con Lía; de acuerdo con las costumbres hurritas, cada una de las desposadas recibe una sierva (29,18-27 a.28-29). Nuestro autor da la lista de las 12 tribus, con expresiones apropiadas, vinculadas a las dos esposas y a las dos siervas.
     
      Continúa el texto con la disputa entre Jacob y Labán. Después del nacimiento de José, Jacob quiso «ir a su lugar» (30,25 b). Pero Labán supo «por agüero» que era bendecido por Yahwéh a causa de Jacob (30,27 b). Así, cuando Jacob le hace ver que la prosperidad de su ganado es debida a su trabajo y a la protección de su Dios (30,29-30), Labán le propone darle bienes para que vuelva a cuidar de sus rebaños. Pero Jacob rechaza todo donativo (30,31 a) y pide a Labán la separación del ganado, dejándole las reses capaces de reproducir. Labán acepta este trato, ventajoso para él (30,34a) y aparta a los animales reproductores, que confía a sus hijos (30,35b-36). Pero Jacob, mediante una argucia de campesino, artificialmente hace entrar en celo a las ovejas cuando van a beber (30,37-39), lo que le permite hacerse con un rebaño independiente. Viene de este modo a ser muy rico (30,43), hasta el punto de excitar la envidia de los hijos de Labán (31,1). Percatándose de haber despertado sospechas en su suegro, parte, por orden de Yahwéh, hacia la tierra de sus padres (31,2-3), mientras Labán esquila su rebaño y Raquel roba los téráfim, o estatuas que según las costumbres hurritas debían pertenecer al heredero. Labán persigue a Jacob y lo alcanza en Galad (31,20-23.25b-28a.30). A pesar de las averiguaciones, la astuta Raquel conserva los téráfim, tras lo cual Labán y Jacob conciertan un convenio (bér-zt) de familia con Yahwéh por testigo. Levantan con piedras un monumento y comen sobre él sellando así el trato.
     
      Después del convenio con los arameos, se habla del acuerdo con los edomitas (v. IDUMEA). Jacob encuentra a Esaú sobre el Yabboq, que está muy lejos del 'Sé'Ír, pero cercano de la ciudad de Adamaj y del Udm ugarítico (32,4-14a). Cruza el vado durante la noche (32,23) y lucha con un hombre misterioso hasta el alba. Aferrado a él y herido en el muslo, Jacob se resiste a soltarlo sin antes recibir su bendición (32,37), en la que le es dado el nombre de Israel, pues «ha luchado con Dios» (32,28-30). De ahí el nombre de Pénúel dado a ese lugar donde Jacob vio al Señor cara a cara, quien le prohibió comer el nervio ciático (32,33). El encuentro con Esaú acaba bien (33,1-7); Jacob se separa de éste, que regresa a 'S6'-1r, y aquél continúa viaje a Sukkot.
     
      El cap. 34 narra la visita de Dina, hija de Jacob, a las hijas de aquella tierra. Todo su interés se centra en los actos de los hijos de Jacob. Son ellos quienes abusan de la confianza de los siquemitas.
     
      5) José. José aparece en el cap. 37 como protegido por Judá, aunque hijo predilecto de la vejez de Jacob (37, 3-4) y objeto de la hostilidad de sus hermanos, que no quieren ser dominados por él. Sus hermanos, pastores, le ven llegar a Dotáyin (37,15-18.23), lo venden a una caravana de ismaelitas (25b-27) por 20 monedas de plata (28b) y hacen ver a Jacob que ha sido despedazado por una fiera (37,31-35a). El relato se desarrolla muy literariamente en el cap. 39; José es comprado por un dignatario faraónico. Encarcelado por una falsa calumnia, se hace grato a los ojos del jefe de la prisión, anuncia al faraón siete años de hambres seguidos y otros tantos de abundancia (41,29-31) y da consejos tan apropiados al faraón (41,35-36) que éste le confía el gobierno de toda la tierra de Egipto, a la vez que le entrega una esposa (41,41-45). Asegura José la reserva de alimentos para la época de escasez, y de toda la tierra acuden a Egipto a comprar trigo incluso los hijos de Israel (41,47-42,5a). Al verlos venir José los trata de espías y se queda con Simeón hasta que le traigan a Benjamín, nacido de su misma madre y único que le interesa (42,7-24). Atónitos por la argucia de José, que manda poner de nuevo el dinero en sus sacos (42,27-28), tropiezan con la negativa de Israel de dejar partir a Benjamín, que acaba consintiendo ante la intensidad del hambre; los hermanos son bien recibidos por José, que pregunta por su padre. Pero es para engañarles y tener un pretexto para quedarse con Benjamín, en cuyo saco manda ocultar su copa de plata. La patética intervención de Judá cambia la situación y José se da a conocer (44,18-45,1). Toma medidas para establecer en GUsén a su padre y hermanos (45,4 ss.). Israel acepta (45,28), ofrece un sacrificio en Berseba (46,1) y se reúne con José en Gósén, donde el Faraón, prevenido, instala a estos pastores con sus rebaños apartados de los egipcios, que abominan de todos los pastores (46,28-47,6b).
     
      La astuta política de José pone en manos del Faraón toda la tierra de Egipto, excepto la perteneciente a los sacerdotes (47,13-28a). La bendición del anciano Jacob (v.) otorga la preeminencia de Efraím sobre Manasés, hijos ambos de José adoptados por Jacob (47,29-31; 48, 10.12-14,17-19), mientras que su bendición final sobre todos sus hijos (49,2-28) concede la soberanía a Judá, pues los tres primeros han prevaricado. Muere Jacob (49,33b) y es enterrado en Canán (50,1...) tras el duelo en GÓSOri'Átád. Luego los suyos regresan a Egipto para vivir allí.
     
      La historia patriarcal es así presentada por el yahwista como una serie de escenas y acontecimientos familiares, aunque con un evidente aspecto político y nacional, de modo que los problemas centrales son los problemas dinásticos: ¿Quiénes son los herederos legítimos, cuáles las costumbres que rigen la vida de las tribus y la vida de las naciones?
     
      En medio de estos conflictos, rivalidades y problemas, la historia aparece dominada por el Dios de Abraham, llamado Yahwéh desde la tercera generación siguiente a Adán, que fue el primer hombre y el primer responsable de una familia. Yahwéh dispone de la bendición (v.), es decir, de la fuerza y el poder que distribuye como Él quiere, de manera que aquel que ha recibido la bendición cuenta con el auxilio divino. Fruto o efecto de la bendición de Yahwéh es la fecundidad. Yahwéh elige sus representantes, los bendice y los protege. Se revela a ellos y les da mandatos; es quien juzga (3; 15,14) y justamente (18,25).
     
      b. Posibles textos elohístas ,(E). Tienen, dicen, su estilo propio y perspectivas diferentes de los textos 1 y en ellos se subraya mucho que la historia está orientada hacia otros acontecimientos distintos de la historia patriarcal: Moisés, la alianza del Horeb y las prescripciones morales y jurídicas que deben regir la vida de Israel. El Elohísta se centra sobre la alianza de Dios e Israel, y no se ocupa de la historia primitiva. Quizá la da como ya conocida, pero sus preocupaciones se refieren más a la felicidad de Israel y a las relaciones entre él y Dios, que a las perspectivas universalistas hacia las que esas relaciones están ordenadas. Se ocupa también muy poco de la historia de Isaac. Sus relatos del Gen se pueden agrupar en tres secciones: Abraham, Jacob y José.
     
      1) Abraham. Aparece en un contexto guerrero en el que Dios se le revela como su escudo (15,1) y el adversario es el amorreo (15,16). El arameo de Damasco, Eliezer, viene a ser por el contrario un aliado y heredero (15,2). Puesto que el amorreo (v.) presentaba para el mesopotámico el conjunto de los países del Oeste y dado que el contexto guerrero de 14,1-16 tiene lugar en Hóbáh al norte de Damasco, es posible que E haya partido en su narración de la perspectiva de un Abraham aliado de los arameos en medio de las grandes coaliciones de que nos informan los cuneiformes de la época amorrea.
     
      En una gran escena a la puesta del sol (cap. 15), se presenta la alianza de Dios con Abraham (15,18). Yahwéh le promete la posesión del país (15,7) a cambio de un sacrificio de alianza (8,9-10), presentándose un porvenir amenazador, pero a la cuarta generación, los descendientes volverán «aquí» del torrente de Egipto al Éufrates (15,16). Dios es descrito, pues, como Aquel que ha sacado a Abraham de 'Llr de los Caldeos para darle el país a causa de la «iniquidad de los amorreos» [v. ALIANZA (Rel.) II]. Luego se encuentra de nuevo a Abraham en Gérár (20,1) como contemporáneo de Abimelec, que le toma su esposa-hermana. Esta vez el relato insiste en la veracidad de Abraham, de quien Sara era hermana de padre, en la culpabilidad en que había incurrido Abimelec y en el carácter profético de Abraham, cuya intercesión da fecundidad a las mujeres del país. En Berseba, atento siempre al cumplimiento de su deber (21,9-20), se somete a las exigencias de Sara contra Agar e Ismael (v.), que forma un gran pueblo en el desierto de Pá'rán. También en Berseba concierta Abraham una alianza con Abimelec y Pikol, que regresan seguidamente al país de los filisteos (21,22-42.27.31b-32). Luego se narra como en el monte Moría (v.; identificado más tarde con Sión, pero Móreh tal vez en su origen, cerca de Siquem) donde se hace la sustitución de Isaac (v.) por un carnero (22,1-13); es sólo una peregrinación y Abraham regresa a Berseba. Así, pues, el E, salvo la alianza del cap. 15, describe la vida de Abraham que transcurre en el sur y en el futuro territorio de Simeón.
     
      2) Jacob. Isaac no es referido por E más que como padre de Jacob (31-42; cfr. 53). Es probable que Gen 25,27-34 sobre la venta del derecho de primogenitura por Esaú a Jacob sea el relato de E que se corresponde con los dos relatos de J sobre la «suplantación» de uno por el otro (25,21-26a; 27,1-45). Se encuentra aquí de nuevo la tendencia de E a señalar los motivos espirituales y morales de los acontecimientos patriarcales. En todo caso E habla de la partida de Jacob ante Esaú y su traslado a Betel (28,11-12.17-18.20-22). El relato dice que Dios está en el cielo (escala de los ángeles) dando origen a una visión del patriarca; éste concluye bajo forma de voto una especie de alianza con Dios. Luego parte al país de Qédem. Allí encuentra a Labán, quien le ofrece un salario (29,1517a); obtendrá a Lía y después a Raquel mediante siete años de servicio por cada una (29,27b.30). Sólo hay fragmentos del relato E sobre los doce hijos. El E insiste en la moralidad de Jacob y en la intervención de Dios (31,2425a.28b-29). Jacob se irrita contra Labán y el registro a que somete su tienda, pero concluye con un acuerdo en Mispáh con una estela por testigo (31,32 ss.). Jacob reconoce en ello la protección divina y da al lugar el nombre de Mahánáyím (32,2-3), donde se dispone a reunirse con Esaú (32,14b-22). Según E, Jacob permanece solo toda la noche en el campamento (32,22.24); en medio de la lucha que sostiene, se aferra a uno de los ángeles que había encontrado (26b) y le pregunta sin resultado su nombre (30). Deja entonces Pénú'él (32,32) y llega a Siquem (v.), donde compra una parcela de tierra y erige un altar, partiendo desde allí para Betel (v.), tras haber purificado a su familia de los ídolos extraños (35,1-4). En Betel cumple el voto prometido antes de la muerte de Raquel al nacer Benjamín (35,14-16.18).
     
      3) José. Los relatos sobre José constituyen una de las partes más importantes de las narraciones E en el Gen. De hecho es el antepasado epónimo de las dos tribus mayores del reino del Norte, donde, según los partidarios de esta hipótesis de las tradiciones, el texto E parecería haber sido redactado.
     
      Desde el principio es desconfiado y odiado por los hijos de las siervas concubinas (37,2b). El sueño astrológico excita la envidia de éstos, pero atrae la atención de su padre, que le envía a Siquem para adquirir noticias de sus hermanos (37,12-13a). Al verle venir, sus hermanos quieren matarle, pero Rubén le salva proponiendo arrojarlo a una cisterna (37,19-23a). Así se hace; pero antes de que Rubén recurra a liberarle pasan por allí unos mercaderes madianitas, que le llevan para venderlo a Putifar en Egipto (37,24.28a.29-30.35-36). Éste pone a José al servicio de dos dignatarios caídos en desgracia y encarcelados; en la cárcel José interpreta los sueños de estos dignatarios. Liberados estos personajes y presentada la ocasión hablan de su competencia al faraón (40,1-3a. 4-23; 41,1-28). No sólo explica el sueño tenido por éste, sino que le propone prevenirse contra los años de escasez, mediante un impuesto (41,32-34).
     
      El faraón reconoce en José el espíritu de Dios (41, 37-41). Cuando llega el hambre vende trigo no sólo a los egipcios (41,53-56), sino a los extranjeros (42,1-4.5b-6). En la demanda de alimentos llegan también sus hermanos, a los que José reconoce, los trata de espías y reclama a Benjamín (42,7-9.12-13.16b-20). Rubén recrimina a sus hermanos por lo hecho con José (42,22). Regresan a Canán, donde descubren su dinero (42,29-35). Pese a la proposición de Rubén (y no de Judá), Jacob se niega a dejar partir a Benjamín (42,36-37). Los elementos E son muy difíciles de discernir antes de la escena del reconocimiento de los hermanos (45,2-3), donde José explica a éstos el sentido providencial de los acontecimientos (45,5b. 7-8). Se informa al faraón y José prepara la venida de Jacob a Egipto incluso en carros. Incrédulo al principio, Jacob acepta el hecho (45,25-27), recibe de Dios en Berseba la orden de bajar a Egipto (46,2-5) donde José lo instala (47,12). Jacob anciano recibe a José y sus dos hijos (48,1-2a) a quienes bendice (48,8...), legando a José, en más de lo dejado a sus hermanos, un «Siquem conquistado a los amorreos» (48,20-22), eco de una tradición no conservada. Jacob acaba de dar instrucciones a sus hijos (49,33a) y muere (50,2a.3b); todos los dignatarios de Egipto acuden al duelo (50,7b...). José tranquiliza a sus inquietos hermanos ofreciéndoles un nuevo resunnen de los designios providenciales de Dios, muere y es embalsamado (50,15-21.23-26).
     
      En este texto José aparece sin sombra, siendo notable el interés concentrado en Siquem. Si Abraham es el hombre de Mamré', Jacob es el hombre de Mahánáyím, de Siquem y de 'Efrátáh junto a Benjamín. La alianza de Abraham se completa con el voto de Betel y Judá se desvanece en provecho de Rubén, pero de hecho no se resalta la psicología sino la virtud y la fidelidad.
     
      c. Posibles textos sacerdotales (P). Los textos P, siempre según la hipótesis que estamos describiendo, se compondrían de tres elementos: a) genealogías (v.), donde predomina el cuadro de las tólédót o generaciones (Adán en 5,1; Noé en 6,9; Sem, Cam y lafet en 10,1; Sem en 11,10; Teraj en 11,27; Ismael en 25,12; Isaac en 25,19; Esaú en 36,1 y 9; Jacob en 37,2); b) extractos de las vidas de Abraham, Jacob y José; y por último c) verdaderos cuadros en lenguaje técnico sobre temas teológicos: creación (cap. 1), diluvio (7-9), circuncisión (17), posesión de la tierra (23). Como quiera que sea, P se presenta en Gen como una narración precisa y calculada de las instituciones y de la vida de Israel antes de las grandes revelaciones del Éxodo y del don de la Tierra Prometida.
     
      La narración de la creación es un gran cuadro armonioso enmarcado por una inclusión («creación del cielo y de la tierra», 1,1 y 2,4a). Luego de un versículo introductorio que alude tal vez a un océano primordial sin vida (1,2), una serie de estribillos incluyen ocho obras divinas en seis días pero en función de la semana de siete días (v. CREACiÓN 1. 1 y 3, 2). El objeto del autor del texto es poner de relieve la definición religiosa del hombre a «imagen y semejanza de Dios», participando de su dominio sobre la tierra en medio de otros seres fecundos, y de su reposo final sin tarde ni mañana. Esta participación del hombre en la intimidad de Dios, habiendo sido creado a su imagen y semejanza, se trasmite de Adán a Set, y por él a los 10 Patriarcas (v.) antediluvianos (5,1-32, salvo 29). Éste no es más que un linaje, pues en 6,9 encontramos alrededor de un justo, Noé (v.), y de sus hijos, a una humanidad pervertida. Dios da a Noé el modelo de una nave con forma de templo y concierta con él una alianza que salva a su familia y a una pareja de cada especie animal (6,9-22). El diluvio (v.) se presenta en el cuadro del año, a diferencia de la creación que se narraba en el cuadro de la semana, terminándose el drama con una bendición y una alianza fundada en el respeto a la vida teniendo como signo el arco iris (9,17; v.).
     
      Un>resumen>de>la>vida>de>Noé , (9,28-29)>introduce la tabla de los pueblos (10,1-6.20.22-24.31-32) y luego la genealogía de Sem (11,10-26) y la de Téraj (11,27-28.32).
     
      La vida de Abraham está resumida en 12,4b-5; 13,6. 11b-12a; 16,la.3.15. En el nacimiento de Ismael se subraya (17,1-27) la alianza entre Dios y Abraham con la promesa del suelo y las leyes sobre la circuncisión, signo de esta alianza entre Dios y la raza de Abraham. En 23, con ocasión de la muerte de Sara, P describe las negociaciones entre Abraham y los hititas, sobre la compra de la cueva de Makpéláh.
     
      Se ocupa P luego de la descendencia de Ismael (25, 12-17) y de Isaac (25,19-20,26b). El casamiento de Esaú (26,34-35; 27,46) introduce los resúmenes sobre la vida de Jacob, a quien su padre envía a buscar esposa en la familia de Labán (28,1-5), en tanto que Esaú se casa con una ismaelita (28,6-9). Jacob se enriquece en Padan Aram (31,18b) y regresa a la tierra de Canán, a Siquem, donde compra un terreno (33,18-19). Dios se le aparece en Betel y le hace las promesas habituales (35,9-12). P re'.ata la muerte de Raquel en 'Efrátah, que identifica con Belén (35,19b) y da la lista de los doce hijos de Jacob antes de conducirla junto a Isaac en Mamré' a quien entierra con Ismael (35,22b-29). Hace a continuación el relato de las peregrinaciones y genealogías de Esaú (36,1-8.29.40-43) y de Jacob (37,1-2; 41,46; 46,5-27; 47,5b.6a.7-11) que acaban desembocando en el establecimiento de los israelitas en Egipto en tierra de Ramsés, donde adquieren propiedades y donde aún vive Jacob 17 años (37,27b.28), bendiciendo al final a José y a sus hijos (48,3-7). Da sus últimas órdenes (49,29-32) que son cumplidas (50,12-13). Prácticamente, para P, toda la historia de José está incluida en la de Jacob y sus hijos.
     
      En P, la historia primitiva, con sus perspectivas sobre la alianza de Noé y las instituciones religiosas de toda la humanidad, es la que ocupa el lugar principal, junto con las dos grandes instituciones abrahámicas: circuncisión y compra de sepultura patriarcal, garantía de posesión para . el porvenir. La historia narrada se abre a la que la continúa, en la que los hechos precedentes encuentran pleno sentido.
     

HENRI CAZELLES.


     
      3. Conclusión y valoración crítica. La hipótesis de las tradiciones que, recogiendo y trasmitiendo la enseñanza y legislación de Moisés, habrían sido luego refundidas dando origen a la estructura actual del Pentateuco, cuenta con algunos argumentos filológicos y críticos, si bien no se impone de manera absoluta. En cualquier caso debe tenerse presente, a fin de valorarla y en su caso matizarla: a) que el texto tal y como se encuentra, es decir, como lo trasmite la Iglesia es fruto del carisma de la inspiración (v. BIBLIA In), con todas las consecuencias que de ahí derivan; y b) que es un dato primario la sustancial autenticidad mosaica de todo el Pentateuco.
     
      La tradición cristiana ha atribuido y atribuye a Moisés el Gen y todo el Pentateuco; los documentos más recientes del Magisterio eclesiástico recuerdan cómo el sustrato sustancial y núcleo fundamental de las tradiciones está dominado por la figura de Moisés, a quien se debe la organización religiosa y civil del pueblo elegido; y aunque con el correr de los años las tradiciones recibieron influjos de diversas épocas de Israel, no dejan de conservar el impulso y contenido recibido de Moisés. El tiempo durante el que está en formación el libro del Gen ha estado siempre informado por el espíritu de Moisés en las tradiciones vivas del pueblo y avalado, a través de esas tradiciones, por el carisma de la asistencia divina y, en el momento de la escritura, de la inspiración. Aunque integrado aproximadamente por las tres tradiciones descritas, la fusión se hizo en el seno de una comunidad, la del pueblo elegido, asistida por el mismo Espíritu y alimentada por idénticos principios religiosos. Por eso el resultado final no es algo inorgánico y confuso, sino un compuesto armonioso, llevado a cabo con la intervención divina.
     
      Para la mejor inteligencia, pues, de las narraciones del Gen habrá que tener en cuenta la forma y géneros literarios de su composición. Los 11 primeros capítulos «refieren en un lenguaje simple y figurado, acomodado a la inteligencia de una humanidad menos avanzada, las verdades fundamentales presupuestas por la economía de la salvación, al mismo tiempo que la descripción popular de los orígenes del género humano y del pueblo elegido» (Carta de la Pontificia Comisión Bíblica al cara. Suhard). El resto, cap. 12-50, que narra la Historia patriarcal, ofrece una historia más detallada, cuyos datos son más controlables, porque se enmarcan en un cuadro geográfico concreto y se pueden ligar más a los datos de la historia general. Es, pues, historia, que narra hechos históricos con un punto de vista religioso y en función de verdades religiosas.
     
      Las enseñanzas religiosas que contiene el Gen en torno a Dios, al hombre y al mundo son capitales. De Dios dice que es el Creador de cuanto existe; actúa manifestando sus atributos: Omnipotencia, justicia, bondad, santidad (v. CREACIÓN I). El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; es su lugarteniente en el mundo y, por tanto, dependiente de Él; fue puesto en el mundo para que trabajara y dominara las cosas creadas sometiéndolas a Dios (V. ADÁN). Dios creó también a la primera mujer, de la misma naturaleza que el hombre; la constituyó con el primer hombre en matrimonio, dándosela como ayuda (V. EVA; HOMBRE II, 1). Hay en el Gen una lección fundamental: el primer pecado del hombre -el pecado original- (v. PECADO II-ni); en el mismo pasaje se revela la promesa de redención (v. PROTOEVANGELIO); pecado y misericordia. Desde las primeras páginas de la Biblia aparece como una tensión entre el hombre y Dios, superada siempre por la misericordia de Dios; «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rom 5,12). En la figura de Abraham (v.) se revela la forma de apropiación de la bondad y misericordia de Dios; la fe en su palabra [V. ALIANZA (Religión) II]. En los Patriarcas (v.) empieza a concretarse el plan salvífico de Dios. Se acentúa la gratuidad salvífica; la salvación es un don de Dios. Todo ello conseguido en la fusión de las tres tradiciones y avalado por el carisma de la inspiración.
     
      Una mayor 'explicación de temas concretos desarrollados en el Gen puede verse en los arts.: CREACIÓN I, 1-2 y in, 2; ADÁN; EVA; PARAÍSO TERRENAL; PECADO II; PROTOEVANGELIO; MONOGENISMO Y POLIGENISMO II; ABEL; CAÍN; SET; PATRIARCAS; HENOC; NOÉ; DILUVIO; SEM; CAM; JAFET; BABEL, TORRE DE; ABRAHAM; ISAAC; ISRAEL; LOT; MELQUISEDEC; SODOMA Y GOMORRA; JACOB; ISRAEL, TRIBUS DE. Pueden verse también: ALIANZA (Religión) II; ELECCIÓN DIVINA; CANAÁN; SIQUEM; BETEL; MOAB; AMMONIES; IDUMEA; ARAMEOS; AMORREOS; MORIA; etc., y HEBREOS I.
     

VIRGILIO VEGAZO.


     
      V. t.: PENTATEUCO.
     
     

 

BIBL.: PONTIFICIA COMISIÓN BIBLCA, Respuesta de 27 jun. 1906, sobre la autenticidad mosaica del Pentateuco; ÍD, Respuesta del 30 jun. 1909, sobre el carácter histórico de los tres primeros cap. del Gen; Pío XII, Ene. Divino Afflante Spiritu, de 30 sept. 1943; PONT. Com. BíBLICA, Carta al cara. Suhard de 16 en. 1948, sobre las fuentes del Pentateuco y el género literario de los once primeros cap. del Gen; Pío XII, Ene. Humani generis, 12 ag. 1950; pueden verse estos documentos en EB, AAS y en S. MUÑOZ IGLESIAS, Documentos bíblicos, ed. BAC, Madrid 1955, n° 188-191, 347-354, 623-654, 663-667, 697-704 (con comentarios); CONO. VATICANO II, Const. Dei Verbum sobre la divina Revelación, de 18 nov. 1965, AAS 58 (1966) 817-830.

 

HENRI CAZELLES.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991