FULDA, ABADÍA DE


Antiguo monasterio benedictino en la provincia de Hesse Nassau, en Prusia (Alemania), fundado en 744 por San Bonifacio (v.) y su discípulo Sturmo, para la evangelización de los sajones. Libre de toda jurisdicción, episcopal por privilegio expreso del papa Zacarías, confirmado por el rey Pipino, alcanzó un auge extraordinario, a raíz, sobre todo, del traslado de las reliquias de San Bonifacio, al poco de sufrir el martirio. A los cien años de su fundación, contaba con gran número de prioratos o casas dependientes bajo la obediencia del abad fundador; estados en Turingia, Sajonia, Hesse, Baviera, Lorena y Suabia y posesiones en las dos orillas del Rhin, en Frisia y hasta en Roma la iglesia de San Andrés dependía de la abadía. F. llegó a ser el foco de la vida religiosa de los pueblos germánicos y el centro de su vida nacional.
      F. se hizo célebre, ante todo, por su influencia en el arte y en las letras. La gran basílica erigida sobre el primitivo templo, fue el modelo de arquitectura más admirado e imitado de su tiempo. En la gran escuela, abierta tanto a eclesiásticos como seglares, se cursaba el trivium y el quadrivium, junto con las más diversas ramas de la Teología. Entre las figuras más relevantes de Maestros destaca Rábano Mauro (v.), el poeta, gran conocedor de los clásicos y de los Santos Padres. Especial importancia se atribuía en las aulas de F. a la enseñanza de la S. E. y los clásicos. La enseñanza de las letras iba acompañada de una sutileza crítica y filosófica que apasionaba, levantando las más fogosas controversias sobre cuestiones prosódicas y gramaticales, sobre la interpretación de algún texto escriturario, o sobre la filosofía aristotélica, estudiada en las obras de Porfirio.
      La gran pasión por el estudio y los títulos de grandeza que condecoraban al abad de Fulda como primado de los monasterios de Francia y Alemania (968), canciller de la emperatriz, en tiempos de Otón 1 y príncipe del Imperio (1184), no debieron favorecer mucho la disciplina monástica, ya que en 1150 el abad Marcuardo se vio precisado a introducir la reforma de Hirsau en el monasterio. En 1300, gobernando el abad Enrique V de Weilnau y ante la incompatibilidad del gobierno de la comunidad con el cargo de príncipe del Imperio, la Santa Sede separó la mesa abacial de la conventual, siendo reemplazado el abad por el prior, en la dirección interior del monasterio, durante varios siglos. El espíritu del protestantismo halló favorable acogida entre los monjes por espacio de un siglo, hasta que en 1602 el abad Dermbach volvió a reintegrarse a la comunión de la Iglesia católica.
      La escuela de Fulda recobró su esplendor con la creación de un colegio jesuita, elevado por el papa Gregorío XIII en 1584 a seminario papal. Después de recobrar la independencia, perdida en virtud del tratado de Guillermo V de Hesse, por el cual la cedía en 1631 a Gustavo Adolfo de Suecia, alcanzó un periodo de prosperidad con la fusión de las escuelas benedictina y jesuítica y la erección de la Universidad. Benedicto XIV convierte la abadía en obispado en 1752, conservando la organización monástica. Su primer príncipe-obispo fue Amando de Busech. Esta gloria pasajera iba a terminar con el decreto de secularización de 1802 que transformaba la abadía en cabildo y los monjes en canónigos. Entregada al príncipe de Orange, como principado secular con una extensión de 40 millas cuadradas y una población de 100.000 hab., Napoleón la anexionó en 1809 al gran ducado de Francfort. Pasó en 1815 a Hesse Casel y con él a Prusia en 1866. Todavía en nuestros días la antigua iglesia abacial hace de catedral.
     
     

BIBL.: La bibl. sobre F. es abundantísima; un resumen exhaustivo de la misma puede encontrarse en J. SEMMLER, Fulda, en New Catholic Encyc1opedia, 6, Nueva York 1967, 218-220.

 

T. MORAL CONTRERAS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991