FERNANDO III DE CASTILLA Y LEÓN, EL SANTO


En su persona se unieron definitivamente las coronas de Castilla y León. Reinó de 1217 a 1252 en Castilla y de 1230 a 1252 en León. Constituye una de las figuras más sobresalientes de la. Baja Edad Media española y de toda la cristiandad. Fue canonizado por Clemente X en 1671. Su fiesta se celebra el 30 de mayo.
      Nacimiento y descendencia. N. en la villa de Valparaíso, en la provincia de Zamora, en agosto de 1201. El matrimonio de sus padres, Alfonso IX de León (v.) y Berenguela de Castilla (m. 1246), que se había celebrado en 1197 con el consentimiento del papa Celestino 111, era nulo canónicamente por el parentesco de los contrayentes: Berenguela era biznieta de Alfonso VII; Alfonso IX, nieto de éste. El papa Inocencio III (v.),. más intransigente que su antecesor, instó a los esposos a que se separaran amenazándoles con la pena de excomunión y poniendo el reino de León en entredicho. En estas circunstancias, se separaron en 1204. El entonces infante F., que había sido criado y educado directamente por su madre, pasó a León con Alfonso IX.
      Siendo ya rey de Castilla, casó Fernando 111 en primeras nupcias, a los 22 años, con Beatriz de Suabia, en la iglesia burgalesa de San Lorenzo (30 nov. 1219). De este matrimonio nacieron 10 hijos, siete varones (Alfonso, Fadrique, Fernando, Enrique, Felipe, Sancho y Manuel) y tres hembras (Leonor, Berenguela y María), el primogénito de los cuales le sucedió en todos sus reinos con el nombre de Alfonso X de Castilla (v.). Viudo en 1235, volvió a casarse en 1237, esta vez con Juana de Ponthicu, biznieta de Luis VII de Francia. De la unión nacieron, por este orden: Fernando; Leonor (m. 1290), que casó en 1254 con el príncipe inglés Eduardo, Eduardo I en 1272; y Luis.
      Unión de León y Castilla. Al morir Enrique I de Castilla en 1217 sin descendencia (tenía 14 años de edad) le sucedió su hermana Berenguela, quien renunció la corona en favor de su hijo F., consiguiendo que saliera de León hacia Valladolid, donde fue reconocido y aclamado como rey de Castilla. Alfonso IX, que también aspiraba a la corona castellana, entabló entonces una lucha contra su esposa y su hijo, animado sobre todo por el conde Alvaro Núñez de Lara y sus hermanos, enemigos de Da Berenguela. A la entronización de Fernando 111 se opusieron además otros nobles y los concejos de Transierra y Extremadura, más inclinados hacia la persona de Alfonso IX. Dominada la oposición de nobles y concejos, se llegó también a la paz con el rey leonés (121-8), quien emprendió nuevamente la lucha, invadiendo otra vez las tierras castellanas. Por mediación de Da Berenguela, el pacto de Toro (26 ag. 1218) dio fin a la guerra entre castellanos y leoneses, entre padre e hijo.
      Cuando Fernando III heredó Castilla (v.), este reino ejercía ya la hegemonía sobre la Península y especialmente sobre León (v.). Esta hegemonía la había alcanzado al colocarse a la cabeza de los reinos cristianos en la Reconquista (v.) del sur de la Península, favorecidos los castellanos por su situación geográfica. Fernando III no sólo mantuvo la hegemonía, sino que ganó aún más prestigio para Castilla, ampliando sus fronteras, pacificándolo, repoblándolo y manteniéndolo en paz con sus vecinos Jaime I de Aragón (v.) y Sancho 11 de Portugal.
      A la corona de León accedió mediante la renuncia de sus hermanastras Sancha y Dulce, hijas de Alfonso IX y de su primera mujer Teresa de Portugal, de quien se tuvo que separar el monarca leonés por razones de parentesco (1194). M. Alfonso IX en 1230, correspondía León a sus hijas, a quienes ya en 1220 había nombrado oficialmente herederas. Pero como resultado de la entrevista entre Da Berenguela y Da Teresa, en Valenca do Minho, las infantas cedieron sus derechos a Fernando III, recibiendo en compensación una buena dote. De este modo, se dio un paso decisivo en el camino de la unidad de España.
      Reconquista y repoblación. La incorporación del valle del Guadalquivir fue obra de Fernando III, ayudado por las órdenes militares. La situación de los reinos musulmanes, que se encontraban en una nueva época de taifas (v.), tras la decadencia del poderío almohade iniciada en 1213, al año siguiente de la victoria cristiana en las Navas de Tolosa (v.), favoreció la incorporación, que se llevó a cabo mediante pactos y conquistas. La paz con los reinos cristianos y las campañas de sus antecesores, permitieron a Fernando 111 dedicarse con éxito a esta tarea de Reconquista, que registró un avance notable en la liberación de al-Andalus del dominio musulmán.
      Con la conquista de Sevilla en 1248 quedó incorporada a Castilla la parte más importante de la Baja Andalucía. Pero tanto esta conquista como la de Córdoba habían sido proyectadas ya en los reinados de su padre Alfonso IX de León y su abuelo Alfonso VIII de Castilla (v.), que en 1213 habían decidido atacar Sevilla y Córdoba respectivamente. No lo consiguieron, pero dejaron abierto el camino a Fernando III por el O, con las conquistas de Cáceres (1227) y Badajoz (1230), que permitieron dominar las tierras al N del Guadiana. Con la penetración de las órdenes militares (v.) hacia el valle del Guadalquivir y pactos con los musulmanes, se consiguió el resto. Las conquistas en términos militares fueron escasas, aunque los asedios se prolongaron. Abundaron las capitulaciones y entrega de las ciudades mediante pacto. Fernando III supo aprovechar las divisiones entre los musulmanes, pero comenzó por respetar y renovar las treguas concertadas por sus antecesores. Gracias al pacto de las Navas de Tolosa (1225), recibió el vasallaje del señor de Baeza, `Abd Alláh al-Bayási, que se titulaba califa; el castellano leonés se comprometía a defenderle de sus enemigos, a los que podría arrebatar cuantas plazas quisiera. Resultado de este pacto fue el dominio por los cristianos de Martos y Andújar y el primer sitio de Jaén.
      Las campañas de Fernando III pueden dividirse en varias fases. Ateniéndose a los hechos, y al margen de otras divisiones, consideramos tres: 1224-30, 1232-36 y 1240-48. Aunque a partir de 1248 cayeron algunas plazas bajo dominio castellano-leonés, ese año puede considerarse el fin de la Reconquista por Fernando III, brillantemente coronada con la capitulación de Sevilla. En la primera, se conquistó Andújar (1225), se puso sitio a Jaén (1225) y se produjo la reacción antiálmohade (1228), que desembocó en la conquista de Almería, Granada, Jaén, Málaga, Gibraltar, Játiva, Alcira y Denia por el soberano de Murcia Muhammad b. Húd (m. 1238), que adoptó el título de al-Mutawakkil `ala Alláh (el que confía en Dios). Esta primera fase se terminó al marchar a León Fernando III, con motivo de la muerte de su padre. Se encontraba entonces el rey santo poniendo nuevo cerco a Jaén, desde donde se dirigió a Orgaz para reunirse con su madre.
      En la segunda fase se incorporaron a Castilla Trujillo (1232), Úbeda (1233), Medellín (1235) y Córdoba (1236), entre otras plazas. Úbeda capituló, y en su cerco intervinieron tropas de los concejos de Toro, Zamora, Salamanca y Ledesma. Con la conquista de Trujillo y Medellín se terminó prácticamente el dominio musulmán en Extremadura, gracias a la intervención de las órdenes militares. Córdoba cayó en poder de los cristianos a causa, en parte, de las rencillas de sus habitantes, que mediante pacto entregaron a Fernando III la ciudad vacía. Después de la entrada solemne en la ciudad (29 junio), precedido de la cruz y su enseña, el rey volvió a Toledo, dejando en Córdoba una guarnición al frente de Tello Alfonso; como lugarteniente de Andalucía quedaba Alvar Pérez de Castro (m. 1239). Córdoba fue repoblada con cántabros, leoneses y segovianos. Fernando III se aseguró el éxito de estas campañas, comenzando por dominar la insurrección de Muhammad b. Nasr de los Banú al-Ahmar, que envalentonado por los éxitos del ya citado Ibn Húd contra los almohades se había proclamado emir de al-Andalus, enfrentándose al mismo Ibn Húd. Más adelante, Ibn Nasr,, primer monarca de la dinastía Nazari (v.) en Granada con el nombre de Muhammad 1 (1231-72), fue un provechoso aliado de Fernando III, a quien ayudó incluso con tropas en sus conquistas.
      Entre la segunda y tercera fase contrajo nuevas nupcias (1237). Las primeras campañas se redujeron a incursiones con éxito por la campiña cordobesa. Tanto estas incursiones como una serie de pactos permitieron el dominio de numerosas plazas: Almodóvar, Baena, Benamejí, Ecija, Montoro, Osuna, etc. Muerto Ibn Húd, su sucesor en Murcia prefirió el dominio de las tropas castellanas a que su reino fuera anexionado por el de Granada. Fernando III comenzó la ocupación del territorio murciano, tarea que tuvo que dejar por enfermedad en manos de su hijo el infante Alfonso. Éste firmó con Jaime I de Aragón el tratado de Almizra (26 mar. 1244), que delimitaba las conquistas de castellanos y aragoneses en Levante.
      Aunque Fernando III prefirió el sistema de capitulaciones para anexionarse territorios, también tuvo que recurrir a las armas. En 1245, después de la conquista de Arjona y otras plazas, puso sitio definitivo a Jaén, aconsejado por el maestre de la Orden de Santiago Pelay Pérez Correa (m.1275). Muhammad I, que defendía a los sitiados por encontrarse Jaén bajo el señorío de Granada, dejó de ofrecer resistencia y firmó treguas por 20 años, en las que se comprometió a entregar la ciudad (1245). Con la tregua de Jaén y la conquista de Carmona (1247) y otras plazas, Sevilla quedó aislada. Desde 1246, los sevillanos habían abandonado la causa almohade. Las diferencias entre sus habitantes movieron a Fernando III a atacar la ciudad, aconsejado también por Pérez Correa y con la ayuda económica de la Iglesia, la participación de los caballeros de Santiago y tropas de Muhammad I. Decisiva fue la intervención de los 13 barcos, entre naves y galeras, que por encargo real reunió Ramón Bonifaz (m. ca. 1256), un «onme de Burgos» según la Crónica general. Sevilla, que hasta 1246 había sido la segunda capital del imperio almohade, capituló después de 15 meses de asedio (24 nov. 1248). El rey hizo su entrada solemne en ella (22 diciembre), cuando llevaba varios días vacía, como tenía por costumbre. Fijó allí su residencia y allí permaneció hasta poco antes de su muerte (30 mayo 1252), cuando preparaba una expedición a África.
      Fernando III continuó la tradición repobladora de su padre, pero de modo distinto (v. REPOBLACIÓN). Repartió tierras entre los que habían tomado parte en la Reconquista, teniendo en cuenta su condición social. Las concesiones a nobles, eclesiásticos u órdenes militares dieron origen a los latifundios que aún perduran y que han condicionado la estructura socioeconómica del agro andaluz. La partición y entrega la aprobaba el rey a la vista de las propuestas de la Comisión de partidores, divisores y cuadrelleros. De todo lo efectuado se tomaba nota en los libros llamados Repartimientos (v.).
      Personalidad del monarca. Se le describe, y los hechos lo demuestran, como una mezcla de realismo e idealismo, bondadoso y enérgico a un tiempo cuando las circunstancias lo requerían, amante de su familia y de sus vasallos, valiente y diplomático, cortés y afable. La vida de Fernando III siguió la trayectoria de un caballero medieval cristiano, que se santificó en el ejercicio de sus deberes reales. Protegió a la Iglesia y la cultura. En 1242, concedió privilegios y exenciones al Estudio General de Salamanca, que había fundado su padre. Comenzó las catedrales de Burgos y Toledo, en 1217 y 1227 respectivamente. Sustituyó el latín por el leonés-castellano en documentos. Su proyecto de refundir la legislación lo llevó a cabo su hijo Alfonso, pero fue Fernando III quien mandó traducir al castellano el Fuero juzgo, llamado en latín Liber judiciorum y que, promulgado por Recesvinto, en el 654, se usaba en los tribunales de justicia.
     
      V. t.: ALFONSO X; CASTILLA II.
     
     

BIBL.: Fuentes: G. CIROT (ed.), Crónica latina de los reyes de Castilla, «Bulletin Hispanique», 14 y 15 (llega hasta 1236); R. JIMÉNEZ DE RADA, De rebus Hispaniae, Valencia 1968; L. DE Tuy, Chronicon nzundi, Francfort 1603-08 (llega hasta 1236); R. MENÉNDEZ PIDAL (ed.), Primera Crónica General de Espacia que mandó componer Alfonso el Sabio, Madrid 1950.-Estudios: 1. GONZÁLEZ, Alfonso IX, Madrid 1944; ÍD, Las conquistas de Fernando III el Santo en Andalucia, Madrid 1946; L. F. DE RETAMA, San Fernando III y su época, Madrid 1941; D. MANSILLA, Iglesia castellano-leonesa y curia romana en los tiempos del rey San Fernando, Madrid 1945; 1. GONZÁLEz, El Repartimiento de Sevilla, 2 vol.. Madrid 1951.

 

CARLOS R. EGUÍA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991