FE. SIMBOLO DE FE. 2. El Símbolo Apostólico.


Se le llama así desde el s. IV, aunque no conste que dicha fórmula haya sido compuesta por los Apóstoles. Dan la recensión del Símbolo por vez primera en el s. iv Marcelo de Ancira (Denz. Sch. 11), Rufino de Aquileya (ib. 12) y Ambrosio (ib. 13). El texto comunicado y explanado por este último dice: «Creo en Dios Padre todopoderoso, y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació por obra del Espíritu Santo de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, murió y fue sepultado, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la derecha del Padre, de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia, la remisión de los pecados, la resurrección de la carne». Tanto Rufino como Ambrosio piensan que los Apóstoles redactaron dicho Símbolo y que coinciden sus doce artículos con el número de ellos. En el s. vi se pasó más adelante y se afirmó que los doce Apóstoles, por su orden, habían formulado los doce artículos (cfr. Pseudo-Agustín: PL 39,2189-90); esa teoría se tomó como oro de ley durante los siglos sucesivos; por eso fue grande la sorpresa de los Padres latinos del Conc. de Basilea-FerraraFlorencia (v. FLORENCIA, CONCILIO DE) cuando el año 1438 el ortodoxo Marcos Efesino objetó que las iglesias orientales no conocían para nada dicho Símbolo Apostólico. Esto dio pie a un examen crítico que ha llevado a declarar que dicho Credo no fue obra de los Apóstoles, aunque refleja y recoge su doctrina. Parece que en la forma conocida por las fuentes anteriormente reseñadas no es anterior a los últimos años del s. II. Su origen es occidental, muy probablemente romano. Su carácter primitivo se advierte en el ciclo cristológico que narra los hechos históricos sin términos teológicos, por oposición al Símbolo de Cesarea, antidoceta y antignóstico.
     
      El Símbolo Apostólico fue engendrando otros símbolos en Occidente, como los de Toledo (Denz.Sch. 188-208; 525-549), elaborados sobre ese fundamento. La antigua forma romana fue desarrollándose hasta alcanzar la forma amplia y definitiva de todos conocida por el Catecismo (cfr. p. ej., Catecismo Mayor, de S. Pío X, 38 ed. Madrid 1970) y por el Breviario latino, fórmula que aparece a principios del s. vi de la pluma de Cesáreo de Arlés (cfr. otras recensiones en Denz.Sch 10-30).
     
     

BIBL.: F. KATTENBUSCH, Das Apostolische Symbol, 2 vol., Leipzig 1894-1900; F. BADKOCK, The Old Roman Creed, «Journal of Theological Etudies» 23 (1922) 362-389; A. WESTPHAL, Le symbole des apótres: ses origines, sa formation, la valeur religieuse de son enseignement, Neuilly 1924; P. FEINE, Die Gestalt des Apostolischen Glaubensbekenntnisses in der Zeit des N. Testaments, Leipzig 1925; O. SMITAL, Symbolum Apostolicum, Nueva York 1929; A. MACDONALD, The Apostles' Creed, 2 ed. Nueva York 1925; J. LEBRETON, Les origines du symbole baptismal, «Recherches de Science Religieuse» 20 (1930) 97-124; J. BURR, Studies on the Apostles' Creed, Londres 1931; E. DOBSCHÜTZ, Das Apostolicum in biblisch-theologischer Beleuchtung, Giessen 1932; J. Ruiz Goyo, Los orígenes del Símbolo Apostólico, «Estudios Eclesiásticos» 13 (1934) 316-337; J. CREYGHTON, Credo, Het geheim van de Apost. Geloofsbeliidenis, Hertogenbosch 1941; J. DE GHELLINCK, Patristique et moyen áge, I, Les recherches sur les origines du Symbole des Apótres, Bruselas-París 1946; T. CAMELOT, Les récentes recherches sur le Symbole des Apótres et leur portée théologique, «Recherches de Science Religieuse» 39 (1951) 323-337; C. AICHENSEER, Das Symbolum Apostolorum beim hl. Augustinus, St. Ottilien 1960; P. BENOIT, Les origines du Symbole des Apótres dans 1e Nouveau Testament, en Exégése et Théologie, II, París 1961, 193-211.

 

I. ORTIZ DE URBINA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991