FACULTADES


Concepto y clasificación. Se entienden preferentemente por tales las potencialidades operativas, causa eficiente inmediata de funciones psíquicas, como imaginar, razonar, elegir, etc. Por su poder activo se llaman también potencias y es espontáneo atribuirlas a los seres psíquicos: potencias del alma. La comprensión del. psiquismo como capacidad de actuar ha sido controvertida por aquellos autores que lo interpretan como mera receptividad pasiva ante influjos ajenos. Pero de su crítica no hemos de ocuparnos ahora. Digamos en cambio que de f. se habla con respecto al viviente en general: lo dicho de las f., en la acepción más amplia de ellas e históricamente más usada, se aplica a toda potencialidad de un viviente y, por tanto, al triple orden de vida (v.): vegetativa (f. asimilativa, epigenética diferenciativa, generativa), setlsitiva (sentidos externos e internos, apetito), racional (memoria, entendimiento, voluntad). Las f. sensitivas y racionales se engloban también en un doble orden: cognosCitiVO (V. ENTENDIMIENTO; INTELIGENCIA) y apetitivo o tendencia¡ (V. VOLUNTAD; APETITO); o, con la denominación originaria griega: orden noético y orden oréctico.
     
      La concepción de las f. supone el alma (v.) como principio primero de vida del viviente corpóreo; el alma es, por tanto, raíz primordial de las f., por ser vitales. Las f. de los órdenes inferiores, vegetativo y sensitivo, orgánicas, no son sólo anímicas sino, en su plena realidad, potencias del compuesto. En cambio las f. del orden superior o racional, como espirituales, corresponden en su plenitud a sola el alma racional; son por excelencia las potencias o f. del alma. En ellas se centra el interés del tema. Es, en efecto, ocioso discutir la evidente virtualidad activa de lo fisiológico y lo sensorial; por tanto llamar o no f. a sus potencialidades es casi cuestión de palabras; en lo racional, en cambio, todo afecta a realidades. Además, f. inferiores y superiores coinciden en su radicación anímica originaria; por lo que valdrá para todas lo válido en las superiores.
     
      De esta concepción y división disienten unos parcialmente, otros totalmente; hay además quienes niegan toda realidad a las f., y conservan sólo su nombre con significado de actos análogos entre sí (Belot, Goblot).. Se deben de ordinario esas posiciones a las respectivas concepciones metafísicas o epistemológicas, como es claro, p. ej., en Spinoza (v.), Leibniz (v.), y radical en Kant (v.) con sus razones pura y práctica y sus judicativas teleológica y estética. Remitidas modernamente las f. vegetativas a lo biológico (filosófico) y dejando al estudio del orden sensorial (v. SENSACIÓN) lo característico de sus diversas f. (en especial las internas: «estimativa», «cogitativa», v., etc.), nos ocuparemos aquí de lo que en las f. psíquicas es común a racionales y sensitivas, advirtiendo que la relación de las f. racionales al alma se corresponde con la de las f. sensitivas al compuesto.
     
      Visión psicológico-filosófica. Ésta es la actitud de Aristóteles (v.), el primero que menciona el tema de las facultades: dynámeis (Platón, v., habla de almas o partes del alma); plantea de modo general el problema que había de ser clásico: la distinción entre alma y sus facultades (¿es real?, ¿son separables?, ¿es sólo lógica o de razón?; De anima, 11,2; 413a 13-15). En la respuesta prepondera la distinción lógica (413b29), con una especial excepción o atenuante: «la inteligencia, noús, y su facultad especulativa, dynamis theoretikós, no es cosa clara» (ib. 24-25); «presenta un problema especial» (415a 11-12); éste se debe a que es perpetua, aídios, en oposición al alma que, como forma del cuerpo sería corruptible. Aun así, distinción real y separabilidad serían entre psyché y noús, no entre ésta y su dynamis. La distinción lógica prevalece. Las posiciones aristotélica y platónica, radicalizada ésta en Plotino (v.), perduran en la filosofía antigua.
     
      Actitud teológica. Lo teológico hace su brillante aparición en S. Agustín (v.): el alma es imagen de la Trinidad divina por su vida superior, actos y potencias espirituales. La potencialidad activa del alma y la distinción real entre ésta, sustancia espiritual, y los hechos de intelección y amor, es cosa indiscutible. La identidad entre alma y potencias aparece en afirmaciones categóricas: «memoria, inteligencia y voluntad, como no son tres vidas sino una vida, no tres mentes sino una mente, así ciertamente no son tres sustancias sino una sola sustancia» (De Trinitate, IX,4). Aun en frases menos claras como «no soy memoria ni inteligencia ni dilección, sino que las tengo» (o. c. XV,42), ya se ve, por la dilección, que expresan distinción entre alma y actos -no potencias-; ni es extraño decir: tengo recuerdo o memoria de algo, y aun conocimiento o inteligencia de alguna alta o profunda verdad. La objeción de Aristóteles a la sola distinción de razón no tiene lugar en Agustín, para quien la sustancia misma del alma humana es estrictamente espiritual.
     
      La concepción de identidad real entre alma y f. es evidente en agustinianos de la Edad Media. Escritor devoto como el cisterciense Isaac de Stella dice: «Tiene el alma fuerzas o potencias naturales..., razón, memoria; se identifican con ella; ella es sus fuerzas» (PL 194, 1876-7). Alchero, también abad, del s. XII, afirma esta misma identidad al decir de las facultades: «Todas éstas en el alma no son sino ella misma» (PL 40,792). Con Hugo de San Víctor, coetáneo de los anteriores, la piedad y espiritualidad alcanzan alto nivel teológico. Su inspiración agustiniana es constante; cuando, rara vez, habla de distinción real, se trata de actos o afecciones, no de facultades: «cosas que están en la mente... a veces se separan de la mente y vuelven después..., son como afecciones y formas de ella» (PL 176,227); sin embargo, en el caso de f., «ojo de la razón», «ojo de la contemplación» (PL 176,329), la distinción se explica entre alma o razón y dones preternaturales o sobrenaturales, respectivamente, perdidos por el pecado original.
     
      Otro escrito, en cambio, del mismo tiempo, anónimo aunque atribuido a Hugo, dice más sobre un inicial cambio de opinión; merece atención especial: «El alma encuentra en sí una especie de trinidad, memoria, inteligencia, deleite o gozo o, de otro modo, potencialidad (vim) natural de entender, que se llama mente, de la que nace la noticia, y de éstas el amor. Estas tres están en la esencia, se distinguen como propiedades...; sin embargo, no son accidentes, es decir [están] sustancialmente en el alma y son una sola realidad (unum) en la esencia» (PL 177,377). Es claro al menos que se trata de la inteligencia, distinta del alma, pero no como, accidente sino formando un unum sustancial con ella. No se halla ninguna precisión más en el anónimo, pero sí, a nuestro entender, en el paso siguiente, ya de un gran teólogo. S. Buenaventura (v.) es categórico en afirmar la distinción real: las potencias, instrumentos de alma, por provenir de ella son, no accidentes suyos, sino de orden sustancial, aunque por reducción; la unidad que una y otras forman es «colección» (In 2 Sententiarum, 1,2,1). Sobre el número de potencias vacila: a veces, tres: entendimiento, memoria, voluntad Utinerarium, 111,1 y 5); al tratar ex profeso el asunto, sólo dos, aunque con denominación varia: «entendimiento y afecto, o razón y voluntad».
     
      Visión metafísica. De las mismas fechas es la concepción metafísica de S. Tomás (v.). Potencia (v.) y acto (v.) difieren como esencia (v.) y esse (v. EXISTENCIA); la distinción real de éstos en el ser contingente implica la de aquéllos. Además, potencia y acto están en el mismo género; al ser accidentes los actos de las potencias del alma, ellas también serán accidentes respecto de ésta, principio del que proceden y que por ellas obra. La especificación, distinción, número de las f. es por su objeto; éste es doble, el ser y el bien; luego las potencias son dos, entendimiento (v.) y voluntad (v.), incluida la memoria (v.) en el primero como capacidad de conservar conocimientos anteriores (Sum. Th. 1 q77 y 78). El estudio del tema llevado a cabo por S. Tomás resulta especialmente claro y acabado, desde el punto de vista metafísico. Análoga es, también por entonces, la posición del agustino Egidio Romano (v.) (In 1 Sententiarum, 3,2, art. 1-2).
     
      Escoto (v.), igualmente por razones metafísicas, afirma que. alma y potencias y éstas entre sí, aunque absolutamente inseparables, se distinguen previa e independientemente a toda consideración mental sobre ellas: la distinción no es lógica o virtual; rehúsa llamarla real, prefiere «formal», pero «de la naturaleza de la cosa», no sobreañadida por la mente. Desde el s. XIII la identidad o mera distinción de razón estaba excluida de las grandes Escuelas. Pero éstas no lo eran todo. Entrado el s. xiv, el aristotélico independiente J. Baconthorp, carmelita, sostiene la identidad (In 2 Sententiarum, 1, 2 y 4), con influjo en su Orden. El nominalismo (v.) rechaza igualmente la distinción real. Entre las escritores de espiritualidad, de quienes es Gerson (v.) representante docto, también se excluye esa distinción. Es, en cambio, un contraste que, en 1543, el traductor al alemán de Taulero (v.) con escritos de otros místicos, el joven Pedro Canisio (v.), afirme la distinción real.
     
      Experiencia mística. No mucho después la experiencia mística y su estructuración teológico-filosófica se fundirían como nunca lo habían estado, por obra de S. Juan de la Cruz (v.). Los influjos recibidos a través de su principal maestro de filosofía en la Univ. -de Salamanca y de la tradición de la Orden eran a favor de la teoría de la identidad. Él, independiente, mantiene la distinción real y entre tres potencias. Efecto seguramente de otros dos influjos más su propia elaboración: el tomista de distinguir las potencias por el objeto y el de Baconthorp de señalar como objeto de la memoria superior, espiritual, «lo pasado como pasado». Lo pasado no cae bajo el área del entendimiento puro, cuyo objeto es lo universal, ajeno a las determinaciones de tiempo; de él, pues, se distingue la memoria con distinción real. La especulación se coordinaba así con la experiencia mística de influjos sobre el entendimiento que no alcanzaban a la memoria espiritual; interpretación acorde además con descripciones de persona tan versada en ello y ajena a lo filosófico como S. Teresa (v.) (Vida, cap. 15, 17, 18).
     
      Suárez (v.), que crea poco después el «suarismo» filosófico y teológico, mantiene la distinción clásica de entendimiento y voluntad, pero sólo como doctrina probable. La diversificación se mantiene entre las Escuelas mencionadas, desde el s. xvii, con la novedad de que una rama carmelitana se inserta en el tomismo estricto. Caso de distinción real, según todos: «el alma, o el compuesto, actúan por las facultades». Es detalle interesante, en el s. XVIII, el del jesuita español suarista L. Lossada. Metafísico y atento al progreso científico, se fija en las fuerzas inferiores para confrontar y, en su caso, corroborar la concepción de las facultades. Tributarios, a su modo, son también Spinoza (v.) para quien las f. son aspectos de una única realidad, Descartes (v.) que concibe a la f. del querer como activa, mientras al conocer le asigna un papel pasivo y Leibniz (v.) que habla tan sólo de una actividad inmanente.
     
      Empirismo. Hume (v.) cultiva la autoobservación-método (v.) que ya había interesado a Locke (v.), nominalista respecto al problema de las f. y radicaliza la actitud filosófica de este último con el empirismo. Excluye al principio el tema de las f.: «La mente está formada únicamente por las percepciones sucesivas» (A Treatise of Human Nature, 1,4,6); pero otra realidad se le impuso pronto, pues a los nueve años de haber publicado esto, escribía: «Nadie puede dudar de que la mente está dotada de varias potencias o facultades y de que sean distintas unas de otras» (An Enquiry concerning the Principles of Moral, 1; ed. franc. 1912, 10). También en Gran Bretaña, entonces, el fundador de la Escuela escocesa, Reid, muy atento a la observación psicológica, concibe la que ha sido llamada por antonomasia «psicología de las facultades» (Faculty Psychology); él encuentra hasta veintitrés f. distintas. No ajeno a ello, Gall, en Alemania, señalaba las regiones cerebrales que prestando su colaboración al alma explicasen las veintiséis f. que él afirmaba. Spulzheim las aumentó hasta treinta y seis. Lo que en esto hubo de desmesurado y, como nota el clásico historiador de la psicología experimental, Boring, el no justificar lo que hubiese de real con correlaciones, desacreditó la Frenología (v.) e intensificó el Asociacionismo (v.), adverso a las f. De nuevo el ideal de Hume: todo el psiquismo sólo estaría constituido por contenidos imaginativos sensoriales, excluida toda potencialidad activa.
     
      Con todo, el agente psíquico dinámico fue al fin admitido, aunque a duras penas, por el propio Wundt (v.), representante el más eminente de la concepción contraria. El caso de Hume se repetía; pero ahora en el primer psicólogo de la época. De nuevo en 1960 aparece el behaviourismo «subjetivista» -psíquico activo- con Miller, Gelanter, Pribram. Aparte de eso, el agente psíquico es tan patente como el contenido, la función; y así en estricta psicología científica surgió el Funcionalismo. La función psíquica está reclamando su agente dinámico proporcionado. Se apuntaba, pues, por exigencia de los hechos examinados científicamente, hacia las facultades. Entre los primeros signos visibles de ello aparecieron las «capacidades», por las que interesó Lotze, en 1882, a su discípulo entonces en Gotinga el norteamericano Catell. Otro nuevo enfoque científico, el de la introspección (v.) sistemática confirmó la realidad de lo oréctico: tendencias y voluntad (Ach, Maller, Michotte). La realidad de las f. se consideraba justificada por vía experimental. Todo, sin embargo, parecía desvanecerse con el avance primero de la psicología objetiva (v.) y del organicismo antiespiritualista. De echo no fue así.
     
      Psicología experimental moderna. Queremos referirnos aquí a aquellos autores que han acuñado y seguido un método que coordina el recurso al riguroso experimento y las hipótesis que sus resultados sugieren, con el poderoso instrumento matemático del Análisis factorial (v.). Síntesis ideada por Spearman, que titula su obra fundamental 7lie abilities of man; abilities son «unidades funcionales con energía». El organicismo se lleva hasta el extremo; pero al fin se añade: «si hay energía y motores en funcionamiento, habrá también engineer»: una potencialidad activa estrictamente psíquica. Y concluye: «también esta condición parece estar satisfecha por la ley conativa, formulada anteriormente y patente por w». La investigación en su orientación última y más seria ha hecho aparecer las capacidades (v.), la aptitud (v.), factores como el g de inteligencia (v.) y el w, ahora citado, de voluntad. El psiquismo con carácter dinámico y potencial virtual múltiple, en el que es obvia la distinción lógica, aparece ahí claramente. Es lo típico fundamental de las f., prescindiendo de lo relativo a su naturaleza entitativa íntima, que no es tarea de psicología experimental, sino de la metafísica.
     
      Sin embargo, la psicología experimental no detuvo ahí sus trabajos, que fueron continuados por uno de los más distinguidos factorialistas, el norteamericano Thurstone: éste afirma la pluralidad real de capacidades primarias, llamándolas facultades. Otro de los más notables investigadores, el inglés Burt, expresa en densa síntesis una importante conclusión: «Así emerge un factor general, común a todos los rasgos cognoscitivos y un factor general, común a todos los rasgos afectivos e impulsivos (los g y w mencionados)». Burt habla sólo de funciones. Dentro de lo científico experimental puede hablarse también de estructuras. Aun ciñéndose a las posibilidades del análisis factorial, con el experimento psicológico e hipótesis anejas, hay que reconocer que «sugiere la existencia de facultades en el sentido de principios causativos inmediatos de regularidades en la conducta» (Yela). Igualmente de los factores, objeto de la ciencia, depende la covariación de funciones de las f., que estudia la filo. sofía, su producción por potencialidad dinámica activa (id.).
     
      Es de notar que, en los núcleos estructurales funcionales, su dinamismo propio, el psíquico, no será menos asequible a su ciencia que lo son a la física o la química los de sus respectivas energías, fuerzas, afinidades. Además, la introspección, procedimiento esencialmente psicológico empírico, manifiesta de manera incontrovertible el carácter dinámico. Hemos oído a Sperman sobre el w, cuya realidad, fijada con su equipo por Webb, fue confirmada y matizada por investigadores de la Denkenpsychologie.
     
      Resumen final. Las f. superiores, dos en doctrina casi unánime, se distribuyen lo cognoscitivo intelectual una y lo volitivo y del sentimiento la otra. El agnosticismo de Kant trajo, sin razones psicológicas, una división triple de funciones, con el irracionalismo de lo áfectivo. De ahí se derivaría, si se admite el dinamismo psíquico (como justamente Tetens, p. ej.), una tercera facultad; pero el error kantiano del presupuesto invalida tal derivación. Otra posibilidad de una tercera f. sería a base de un tercer objeto distinto del ser y el bien: lo «agradable», lo «valioso»; de ahí la f. afectiva o axiológica. Pero lo «agradable» es un bien; lo «valioso» es ser y bien; por tanto, las dos f., del ser y del bien, bastan para ambos.
     
      Abiertamente impugnó la triplicidad Brentano (v.); y S. Juan de la Cruz, que habló de tres f. distintas, puso una sola, la voluntad, para el querer y el sentimiento. Hoy, el análisis factorial también en esto ha dicho su palabra; afirma Burt: «Esto (los factores g y w) sugiere una vuelta a la clasificación dual de aristotélicos y tomistas, que dividía las funciones mentales en cognoscitivas y orécticas, más bien que a la división kantiana que las dividía en cognoscitivas, afectivas e impulsivas» (Factor analysis...).
     
      V.t.:ALMA;ENTENDIMIENTO;INTELIGENCIA;MENTE;CONOCIMIENTO;PENSAMIENTO;APETITO;VOLUNTAD;AMOR;MEMORIA; IMAGINACIÓN; INSTINTO; TENDENCIAS; SENSACIÓN; PSICOLOGÍA; PSICOLOGÍA DINÁMICA.
     
     

BIBL.: ARISTÓTELES, De anima, 11,3,4,12; 111,2,3,5,12; F. NUYENS, L'évolution de la Psychologie d'Aristote, La Haya 1948; S. TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, 1 q77-83; F. SUÁREZ, De anima, 111,30-31; L. LOSSADA, De anima, IV,1-6; V,1-5; VI,1-5; M. YELA, Psicología de las aptitudes, Madrid 1956; íD, L'analyse factorielle et la psychologie des facultés, «Rev. Philosophique de Louvain» 60 (1962) 254-270; C. BURT, Factor analysis: its aims..., en Miscelanea Psychol. A. Michot, Lovaina 1947; 1. SAN MIGUEL, Los términos acto y potencia en la filosofía platónica y agustiniana, «Augustinus» 4 (1959) 203-237; T. HUIIBERS, Zelfkennis en Godskennis in de geest volgens S. Augustinus «De Trinitate»; P. MICHAUD-QUANTIN, Une division augustinienne des puissances de 1'áme au moyen áge, «Rev. des Études augustiniennes» 3 (1957) 235-248; S. BIOLO, La Coscienza nel «De Trinitate» di S. Agostino, Roma 1969; P. KÜNZLE, Das Verhaltniss der Seele zu ihren Potenze, Friburgo 1956; S. PETRUS CANISIUS, Des erieucht. D.1. Tauleri góttliche Predig..., Colonia 1543, cap. 30; CRISÓGONO DE JESÚS, San Juan de la Cruz: su obra científica y literaria, 1,2, Madrid 1929; íD, «Rev. de Espiritualidad» 1 (1942) 231-240; W. M. O'NEILL, Factors and Faculties, «The Australasian Journal of Psychology and Philosophy» (1944) 56-69; A. ARóSTEGUI, La supuesta identidad agustiniana del alma y sus potencias, «Rev. de Filosofía» (1952) 43-64; C. PIANA, La controversia... anima e potenzie... scotistica, Milán 1956; J. ZARAGOETA, El problema de la clasificación de las facultades dei alma, «Rev. de Filosofía» (1942) 7-45. V. t, los manuales y obras generales de Psicología, como A. GEMELLI, G. ZUNINI, Introducción a la Psicología, 3 ed. Barcelona 1958; R. JOLIVET, Psicología, Buenos Aires 1966; R. BRENNAN, Psicología general, Madrid 1961; pueden verse otros en la bibl. de los art. PSICOLOGÍA I y II.

 

J. MUÑOZ PÉREZ-VIZCAÍNO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991