El término se usa principalmente para designar a los miembros de la
Comunión Anglicana (v. ANGLICANISMO) en los Estados Unidos de Norteamérica
y en Escocia. Ambas comunidades están históricamente ligadas, pues la
llamada Iglesia Episcopal Protestante de América debe su primer obispo a
la llamada Iglesia Episcopal Escocesa.
Extensión. La Iglesia Episcopal Escocesa, de unos 100.000 fieles
repartidos en una sola provincia de siete diócesis, constituye únicamente
una pequeña minoría de los cristianos de la nación escocesa, pues la
confesión nacional establecida por la ley es la Iglesia de Escocia, de
organización y doctrina presbiteriana (v. PRESBITERIANOS). La Iglesia
Protestante Episcopal de América, la única parte de la Comunión Anglicana
que se titula protestante, ocupa, en cambio, el segundo lugar en
importancia dentro de la Comunión anglicana, después de la Iglesia de
Inglaterra. Con unos tres millones de miembros no es la más grande de las
denominaciones religiosas de los Estados Unidos -la superan los baptistas
(v.) y los metodistas (v.)-, pero goza sin duda de mucha influencia,
porque, entre sus fieles, cuenta con una proporción elevada de miembros de
las clases dirigentes de la nación. Tiene ocho provincias y 104 diócesis,
y por el peso del número de sus obispos participantes, su influencia en la
Lambeth Conference (v.) es evidente.
Así como el crecimiento del anglicanismo acompañó a la expansión
colonial inglesa, el episcopalianismo norteamericano se ha difundido por
los países en los que los Estados Unidos han ejercido su influencia, p.
ej., en Cuba y Filipinas. También se ha extendido por diversas naciones de
Iberoamérica. A diferencia de los anglicanos, los e. nunca se han
preocupado mucho por cuestiones de jurisdicción territorial eclesiástica.
Eso hace que en Sudamérica se presenten a veces problemas por coexistir
hasta una triple jurisdicción: una de origen norteamericano; otra de
origen inglés, y una tercera indígena.
Historia. Los primeros colonos ingleses llegaron a Virginia en 1607.
Llevaron consigo la religión oficial de Inglaterra. Mientras estas
regiones fueron colonia inglesa, el anglicanismo no prosperó mucho, pues
la autoridad oficial de entonces no tenía gran interés en obras
misioneras, y además muchos colonos eran precisamente ingleses puritanos,
o católicos romanos, que no habían aceptado la religión oficial
establecida. En 1701 comenzó en serio la obra misionera anglicana con la
fundación de la Society for the Propagation of the Gospel (Sociedad para
la Propagación del Evangelio), con la intención explícita de fomentar la
religión en las colonias allende el mar. Durante toda esta época nunca se
pensó en crear diócesis de la Iglesia de Inglaterra fuera de la isla
misma, y todos los anglicanos de afuera quedaron bajo la jurisdicción del
obispo de Londres.
La revolución americana de 1775 introdujo una situación
completamente nueva, pues con la separación de las trece colonias de la
Madre Patria, los anglicanos de la nueva república tuvieron que
regularizar su situación eclesiástica independientemente de la Iglesia de
Inglaterra. Bien pronto, en 1783, el clero de la colonia de Connecticut
eligió a Samuel Seabury, sacerdote misionero procedente de la diócesis de
Lincoln en Inglaterra, como obispo. Según la ley inglesa de entonces, la
consagración de un obispo por los obispos ingleses no era posible ni
concebible sin un juramento de lealtad a la corona inglesa, lo que el
ciudadano norteamericano Seabury no podía hacer. La dificultad fue
resuelta en el año siguiente con la consagración de Seabury en Aberdeen
por tres obispos de la Iglesia Episcopal de Escocia que, por no haber sido
establecida por la ley inglesa, no exigía juramento de lealtad a la
corona. En 1787 quedaron resueltas las dificultades legales en Inglaterra,
y el arzobispo de Canterbury pudo consagrar dos obispos norteamericanos
más. Así se agregó la sucesión inglesa a la escocesa, y existieron desde
entonces los tres obispos necesarios para asegurar la continuación de la
jerarquía episcopal.
La Iglesia Episcopal de Escocia ocupa una situación muy distinta de
la de la Iglesia de Inglaterra, a pesar de ser la representante del
anglicanismo en aquel país. Ello se explica por razones históricas. En
Escocia la separación de Roma se produjo no como consecuencia del acto de
poder que dio origen a la llamada Iglesia de Inglaterra, sino al
movimiento, de inspiración calvinista, que desarrolló John Knox (v.) y que
dio origen a los presbiterianos (v.). Dichos presbiterianos escoceses
detestaron siempre la vía media de la Iglesia de Inglaterra en la que
veían sólo un disfraz de la papistería, de modo que las tentativas de los
reyes estuardos para imponer el anglicanismo en Escocia fracasaron
totalmente. Los reyes tuvieron por fin que reconocer a la Iglesia
Presbiteriana como la religión establecida en Escocia, donde cuenta hasta
hoy con el apoyo de la inmensa mayoría de la nación. La minoría que aceptó
el anglicanismo forma la Iglesia Episcopal Escocesa, que reclama para sí
la continuidad con la Iglesia medieval en Escocia, y que acusa fuertes
tendencias católicas a las cuales puede dar libre desarrollo, pues no
sufre las trabas del control estatal (v. ANGLICANISMO, 5).
Una vez asegurada la sucesión de los obispos con la ayuda de los
escoceses, los norteamericanos anglicanos pudieron constituirse en
provincias y diócesis normales. Adoptaron como título The Protestant
Episcopal Church ol América. Si se tiene en cuenta que la mayoría de los
anglicanos, especialmente los instruidos, no han querido nunca
autocalificarse de protestantes, para marcar así las distancias con las
comunidades luteranas y calvinistas, llama la atención el uso de ese
término por los norteamericanos. De hecho ha habido propuestas para su
eliminación, pero se ha mantenido diciendo que tiene un sentido más bien
histórico que doctrinal, y que en el s. XVIII equivalía a no-papal,
simplemente, sin implicar las doctrinas de Lutero (v.) y Calvino (v.). El
origen inglés del anglicanismo motivó cierto recelo por los ciudadanos de
la república hacia la Iglesia Episcopal, que quizá por eso ha sido siempre
una confesión minoritaria. La conexión con el pasado colonial de los
Estados Unidos tiende a conferir a la Iglesia Episcopal cierto prestigio
social en el ambiente democrático de la república. Es notable la
participación de los laicos en el sostenimiento y el gobierno de la misma;
su autoridad suprema es la General Convention que se reúne cada tres años.
Otra característica es que no tiene arzobispos: el que preside una
provincia se llama Presiding Bishop (Obispo Presidente). En el caso de la
Iglesia Episcopal Escocesa, el presidente de la provincia única se titula
el Primus (Primado).
Doctrina. La situación doctrinal de los e. es la de la Comunión
Anglicana en general, es decir, no tiene escritos confesionales propios,
sino que acata las actitudes y prácticas recibidas de la Iglesia de
Inglaterra y expresadas en el Conmrnon Prayer Book (v.) y declara profesar
la fe de la Iglesia primitiva y de los Concilios Ecuménicos. A distinción
de la Iglesia de Inglaterra, está organizada a base de congregaciones
locales. No reclama para sí una jurisdicción territorial. Los XXXIX
Artículos no se usan. Tiene las mismas diferencias de énfasis que la
Iglesia de Inglaterra con respecto a los aspectos católicos o evangélicos
de la fe, con un desarrollo, eso sí, más libre vista la ausencia de
control estatal. Se explica que, al lado de parroquias completamente
protestantes, y de teólogos muy radicales, se encuentran otras parroquias
de doctrina y práctica casi completamente católicas. Además hay algunas
comunidades religiosas de hombres y mujeres (V. t. ANGLICANISMO, 6).
Liturgia. La liturgia de los e. escoceses y norteamericanos es una
versión propia del Libro de Oración Común. El Libro de Oración Común
escocés fue preparado en 1637 bajo la dirección del arzobispo de
Canterbury Laud, y revisado recientemente en 1929. Está considerada como
la mejor versión existente de la liturgia anglicana, pues aun en la
primera versión de 1637, restaura mucho del canon en su orden tradicional.
Al hacerse consagrar por los obispos escoceses en 1784, Seabury, el primer
obispo norteamericano, firmó un concordato con la Iglesia Episcopal
Escocesa prometiendo esforzarse por introducir la liturgia escocesa en los
Estados Unidos. En 1798 la General Convention aprobó un Prayer Book más o
menos sobre el modelo escocés. Este libro permaneció en vigencia hasta
1892, cuando la General Convention inició una serie de cambios leves que
por fin se convirtieron, en 1929, en un Libro de Oración Común nuevo.
La liturgia de los e. escoceses es, quizá con excepción de la de la
Iglesia de Sudáfrica, la más similar a la católica de todas las liturgias
anglicanas. La de los e. norteamericanos tiene la característica curiosa
de incorporar la liturgia eucarística muy tradicional de tipo escocés, con
variaciones en los otros oficios que representan un extraño alejamiento de
las usanzas tradicionales que han sobrevivido en el anglicanismo. Por ej.,
no se impone al clero la obligación del rezo del Oficio Divino (v.), y los
oficios mismos tuvieron una forma que debía poco al Breviario. En 1929, no
obstante, se restauraron, permisivamente, los elementos tradicionales,
aunque sin obligación del rezo diario (V. t. COMMON PRAYER BOOK).
Situación actual. El episcopalianismo acusa las mismas tendencias y
se halla ante los mismos problemas que el resto de la Comunión Anglicana,
es decir, las mismas presiones ecuménicas en direcciones opuestas. En los
Estados Unidos los e. se ven envueltos actualmente en discusiones
interminables con un grupo de diez confesiones. Sin embargo, las
negociaciones acusan un progreso muy lento y prudente. En las discusiones
con los presbiterianos escoceses toman parte los e. de aquel país. Las
conversaciones con la Iglesia Católica Romana son asunto de toda la
Comunión Anglicana, y la delegación anglicana representa también a los e.
norteamericanos (v. t. ECUMENISMO). V. t.: ANGLICANISMO; PRESBITERIANOS.
BIBL.: K. ALGERMISSEN, Iglesia
Católica y confesiones cristianas, Madrid 1963; L. ROSTEN, The Religions
of America, Londres 1957; E. MOLLAND, Christendom, Londres 1959; F. L.
CROss, The Oxford Dictionary of the Christian Church, Londres 1957; W. K.
LOWTHER, CLARKE, Liturgy and Worship, Londres 1932; W. W. MANROSS, A
History of the American Episcopal Church, 3 ed. Nueva York 1959; R.
MATZERATH, Episcopal Church, U.S., en New Catholic Encyclopedia, 5, Nueva
York 1967, 487-491; 1. 1. ADDISON, The Episcopal Church in the United
States, Nueva York 1951.
RONALD BARON.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|