Filósofo griego, n. en Samos, isla situada en las proximidades de la costa
occidental de Asia Menor, el a. 341 a. C. Es el creador de la escuela
epicúrea o escuela del Jardín, y uno de los pensadores filosóficos que más
influyó en el mundo antiguo. Su padre, Neocles, era maestro de escuela; su
madre, Querestraté, cultivaba la magia. En su adolescencia siguió las
enseñanzas del platónico Pánfilo. En el 322 se trasladó a Atenas, donde es
probable que escuchara al aristotélico Teofrasto. Se traslada a Teos,
estudiando con Nausifanes, del que recibió la doctrina atomista de
Demócrito, de gran influencia para su formación filosófica. Marcha a
Mitilene, en la isla de Lesbos, hacia el 311, y funda una escuela de
filosofía. Posteriormente crea otra en Lámpsaco al año siguiente. En el
306 regresa a Atenas, compra un jardín, e instala en él su escuela, mezcla
de centro de estudios filosóficos y de comunidad de amigos. Gozó de
extraordinaria admiración por parte de sus discípulos, debida a la
profundidad de su inteligencia y a la nobleza de su espíritu. M. en el
270, en Atenas, aquejado de una dolorosa enfermedad renal.
Su concepción de la filosofía es eminentemente soteriológica. El
saber filosófico tiene como misión lograr la felicidad del hombre,
liberarle de los males que le aquejan. Así, el eje central de la reflexión
de Epicuro es la ética, hasta el punto de que para él las otras partes de
la filosofía (canónica o reglas para adquirir la verdad, y física o
estudios de la naturaleza) sólo tienen sentido en cuanto contribuyen a la
salud y a la serenidad del hombre. E. escribió numerosísimas obras. El
catálogo de Diógenes Laercio abarca más de 300 títulos. En la actualidad
sólo conservamos tres obras con certeza auténticas: las cartas a Heródoto,
a Idomeneo (sobre la física) y la carta a Meneceo (sobre la ética).
Ética. La felicidad radica en el placer. Sin embargo, E. está muy
lejos de Aristipo. En efecto, distingue entre el placer sensible y el
espiritual (p. ej., el de la amistad), dando primacía al segundo. También
diferencia, en el placer sensible. el de movimiento y el de reposo. El
primero se deriva de la satisfacción de una necesidad (p. ej., el gourmet
que toma un manjar exquisito); el segundo se produce cuando se han
eliminado las apetencias. E. valora en más este último. Para ello
establece una escala entre los deseos del hombre. Unos son naturales y
necesarios, como el de comer y beber moderadamente, y deben satisfacerse.
Otros son naturales, pero no necesarios, como el de poseer un vestuario
abundante. Otros son innaturales e innecesarios, como el de tener objetos
de lujo. Los dos últimos deseos deben ser suprimidos. Para regular esta
valoración de los diversos tipos de placeres y deseos se precisa de la
virtud de la prudencia, la fronesis, mediante la cual el hombre podrá
lograr la ataraxia, la tranquilidad de ánimo que le conducirá, como
consecuencia necesaria, a la felicidad. Como puede verse, la moral de E.,
partiendo de un fundamento muy distinto, termina asemejándose en gran
manera a la de los estoicos (v.).
Canónica. Admite tres criterios de verdad. La aistesis (sensación),
que nos permite conocer la realidad presente a los sentidos; no incurre en
error, ya que goza de evidencia. Sólo una inadecuada interpretación de la
sensación puede dar lugar a la equivocación. Los cuerpos emiten unos
simulacros (eidola), consistentes en finas partículas de la misma forma y
color que ellos, las cuales, al contacto con los órganos sensoriales
producen la sensación. El segundo criterio es la prolepsis, la
anticipación, aplicable a aquellos objetos no presentes a los sentidos.
Las sensaciones dejan en nosotros una huella que, repetida diversas veces,
da lugar a la aparición de ideas o imágenes generales mediante las cuales
podemos anticipar el futuro. El tercer criterio es el patos, la pasión. Se
refiere E. a las sensaciones placenteras o dolorosas, es decir, al tono
afectivo de la sensación, que nos permite discriminar entre los objetos
agradables, para tender a ellos, y los desagradables, para rehuirles.
Física. E. sigue en sus doctrinas físicas el atomismo de Demócrito
(v.). Por ello nos limitaremos a señalar sus innovaciones. En primer
lugar, asignó diferentes pesos (bayos) a los átomos. El peso es la causa
de que los cuerpos caigan en el vacío, si bien todos los átomos caen con
igual velocidad. Para explicar las colisiones entre los átomos, ya que
éstos deberían caer en trayectorias paralelas a lo largo del vacío, E.
introduce la noción de parénclisis, clinamen o declinación. Se trata de un
movimiento de desviación de los átomos en su desplazamiento vertical en el
espacio vacío, de mínima magnitud, realizado de una manera espontánea y
que les permite cruzar sus trayectorias de forma que se puedan originar
las colisiones atómicas generadoras de los cuerpos que integran el
Universo. (Señalaremos, de paso, que se ha discutido si la teoría del
clinamen es original de E. o si, por el contrario, se debe a discípulos
posteriores). Basado en su física, E. cree poder eliminar las tres
principales causas de temor e infelicidad para los hombres: el miedo al
destino, a los dioses y a la muerte. El primera, porque el destino, como
poder que dirige inexorablemente el curso de la vida humana, no existe. El
segundo, porque los dioses, formados por átomos sutiles y perfectos, no se
preocupan para nada de los humanos. E. es deísta. El tercero, porque el
alma humana, compuesta de átomos esféricos, se extingue con el cuerpo, sin
que haya una vida ulterior en la que se vea sometida a ninguna clase de
remuneración, para premio o castigo.
La filosofía de E. ha sido, cronológicamente, la primera de las
grandes construcciones filosóficas del periodo helenístico. Con ella se
introduce, como tema fundamental, el de la felicidad humana, al que están
subordinados todos los demás. Además de dar a luz la teoría de la
parénclisis, de gran interés dentro del atomismo, E. esbozó una doctrina
ética que, partiendo de bases muy discutibles, alcanzó, no obstante, una
gran elevación moral. El carácter empirista de la filosofía de E. ha
conducido en ocasiones, en el uso común, a una acepción del epicureísmo
entendido como un simple hedonismo sensualista, que no tiene verdadero
fundamento en la reflexión de Epicuro.
V. t.: ANTIGUA, EDAD IV; EPICÚREOS.
BIBL.: A. ARÁSTEGUI, La filosofía
epicúrea, «Rev. de Filosofía» 13, Madrid 1954; C. MARX, Diferencia de la
filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro, Buenos Aires 1965;
H. USENER, Epicurea, Leipzig 1887 (ed. crítica); E. BIGNONE, Epicuro, Bari
1920 (ed. crítica con trad. italiana); E. DE FALCO, Epicuro, epistole,
massime, frammenti, 2 ed. Roma 1963; O. GIGON, Epikur, von dei Uberwindung
der Furcht, Zurich 1949; N. W. DE WITT, Epicurus and his philosophy,
Minnesota 1954; J. BRUN, L'épicuréisme, París 1950.
J. BARRIO GUTIÉRREZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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