EFRÉN EL SIRIO, SAN


Es el más insigne de los Padres sirios y uno de los más ilustres de la Iglesia, tanto por la abundancia de sus obras, como por la excelencia de su doctrina. Tuvo mucha celebridad aun entre los griegos, quienes, como dice S. Jerónimo (De viris illustribus, 115), leían en las iglesias escritos suyos a continuación de la Biblia. El griego Sozómeno lo exalta como gloria de la Iglesia «por la elegancia y esplendor de su estilo así como por la viveza y sabiduría de sus dichos» y lo tiene por superior a «los más famosos autores griegos». Según el mismo autor, antes de su muerte comenzaban a traducirse al griego sus obras (cfr. Historia eclesiástica, 3,16). Todos los sirios posteriores, lo mismo los ortodoxos que los jacobitas (v.) y nestorianos, veneran la memoria de E. a quien llaman «columna de la Iglesia» y «divino citarista». Sus himnos se cantan desde muy antiguo en las liturgias siriacas. La Iglesia católica lo declaró Doctor de la Iglesia el 5 oct. 1920.
     
      Tiene E. de peculiar el haberse servido con frecuencia de la métrica en sus obras. Muchos de sus himnos al ser traducidos al griego conservaron las reglas de la métrica siriaca y no la clásica griega. La métrica siriaca consiste en que se proceda por versos que tengan el mismo número de sílabas. Probablemente al traducirse al griego los himnos de E. surgió la nueva métrica bizantina semejante a la siriaca.
     
      Vida. Además de los mismos escritos de E. existen algunas otras fuentes biográficas que hay que manejar con cautela. Entre ellas merece mencioharse su Testamento que se nos ha conservado en recensión siriaca y en griega. Este documento, prescindiendo de algunas interpolaciones y la conclusión sobre la muerte del santo, con¡ene un núcleo histórico. Bastante ganga de elementos egendarios tiene la biografía siriaca atribuida al discípulo Simeón de Samosata, de la que nos quedan tres recensiones. De esta biografía dependen, si no Sozómeno, sí el encomio del Pseudo-Gregorio Niseno, una Vida griega posterior y Metafrastes. Entre los antiguos que hablaron con objetividad de E. están S. Jerónimo (v.); la Historia Lausiaca (40) que en su traducción siriaca amplía las noticias; Teodoreto (Historia Ecclesiastica, 4,26) y Jacobo de Sarug en su panegírico.
     
      Según esas fuentes fidedignas E. n. en Nísibis, junto a la frontera persa, hacia el 306. Mientras unas fuentes afirman que sus padres eran cristianos, otras refieren que su padre fue sacerdote de los ídolos. Lo cierto es que E., como tantos otros entonces, recibió el bautismo en plena juventud, a los 28 o, más probablemente, a los 18 años. Consta que fue diácono (el único diácono declarado Dr. de la Iglesia), mientras no se demuestra que fuera sacerdote. Lo más probable es que recibiera el diaconado de manos de S. Jacobo de Nísibis, amigo suyo, a quien ciertamente no acompañó el año 325 al Concilio de Nicea.
     
      Es probable que ya en Nísibis comenzara a brillar por su doctrina. En el triple asedio que padeció la ciudad por parte de los persas, dio muestras de valentía, como se trasluce de cuanto canta en sus Himnos Nisibenos y en los que compuso contra juliano (v.) el Apóstata presente en la guerra. Cuando el año 363 Joviniano derrotado tuvo que ceder a los persas la ciudad de Nísibis, E., con muchos otros cristianos, huyó a la no lejana Edesa (v.) en la que fundó la Escuela de los persas, llamada así por su origen nisibeno y por estar en contacto con Persia. Es puramente ficticio un viaje de E. a Egipto. También resulta problemático el que hubiera ido a Cesarea de Capadocia para encontrarse con S. Basilio (v.), quien nos habla de sus consultas con un ilustre sirio a quien no nombra.
     
      Todos convienen en que E. ya desde los tiempos de Nísibis llevó vida de continencia y ascética. Alguno no quiere admitir que en los años de Edesa haya hecho también vida de ermitaño; pero es un hecho que consta por los mismos escritos auténticos de E. (sus Himnos sobre Julián Saba y Abrahán Qidunaia) y por el Testamento en el que pide que le amortajen con su túnica y cogulla. Como en los casos de los Padres capadocios (v.), E. debió de alternar su vida monástica con su actividad en Edesa que fue sobre todo en favor de la liturgia y del canto de himnos sagrados. M. en Edesa el a. 373, probablemente el 9 de junio. Sus discípulos se llamaron Aba, Zenobio, Abrahán, Maras y Simeón.
     
      Escritos. No es fácil delimitarlos. Sozómeno le atribuía 3 millones de versos y los sirios, al decir de Focio (v.), más de mil escritos. Escribió sólo en siriaco; ni hay indicios de que supiera el griego.
     
      Para juzgar sobre la autenticidad de los escritos (un problema nada claro) valen los siguientes criterios: 1) autores muy antiguos que atribuyan la obra a E.; 2) La edad de los códices, mientras pertenezcan a los s. V-VII; 3) El uso de la Biblia. E., como sus contempóraneos, cita el Evangelio según la recensión armónica del Diatessaron de Taciano (v.); 4) El testimonio de los libros litúrgicos pocas veces persuade, ya que los más antiguos manuscritos no suelen remontarse más allá del s. VIII. Más convence el uso común entre jácobitas y nestorianos; 5) Las traducciones en armenio arcaico tienen las garantías de la autenticidad. No la tienen en general las versiones griegas contenidas en códices más tardíos. Hay con todo algunas excepciones.
     
      Existen ediciones de conjunto. La más antigua es la de J. S. Assemani publicada en Roma 1732-43 en 6 tomos, de ellos 3 con obras en siriaco y 3 con versiones griegas. La traducción latina del P. Mubarak es demasiado libre por el prurito del estilo clásico. Esta versión romana está hecha a base de los códices que poco antes había recibido la Bibl. Vaticana del monasterio egipcio de S. María de los Sirios. De ese mismo lugar afluyeron otros códices en el s. XIX al British Museum y de ellos se sirvió sobre todo T. Lamy para su ed. de los escritos de E. (los no incluidos en Assemani) hecha en Malinas 18821902 en 4 tomos. Recientemente el Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium está publicando, por obra de E. Beck, una serie de escritos de E. Aparte de estas ediciones complexivas otras especiales han publicado algunos escritos de E. (cfr. la lista en I. Ortiz de Urbina, Patrologia syriaca, 2 ed. Roma 1965, 59-60).
     
      Obras exegéticas. Son notables el Comentario al Génesis y al Éxodo, en el que se atiene el autor al sentido literal, conforme al uso de los intérpretes antioquenos. Más excelente es el Comentario al Diatessaron, conocido íntegramente en traducción armenia y desde hace poco, en su mayor parte, en el original siriaco. Es un libro excepcionalmente útil para la restauración del Diatessaron de Taciano. Lo es además para calar la doctrina teológica del autor por lo que se refiere a la cristología y mariología. Más breve mención merecen por su estado fragmentario los Comentarios a Pablo, en versión armenia, y a los Hechos de los Apóstoles, en la misma traducción.
     
      Obras dogmáticas y polémicas. Tiene E. dos escritos contra los herejes, el uno en prosa dedicado a Hypacio y Domno, y el otro en 56 himnos. Los herejes que combate son los maniqueos, los bardesanitas muy numerosos en Edesa, los marcionitas, los arrianos, los aecianos y sabelianos (v. MANIQUEÍSMO; GNOSTICISMO; MARCIÓN; ARRIO Y ARRIANISMO; SABELIO Y SABELIANISMO). Este modo original de propagar por estrofas y su correspondiente estribillo la doctrina teológica fue usado ya antes de E. por Harmonio, hijo de Bardesanes, y por Arrio en su Thalia. Probablemente, la obra cumbre de E. son sus 87 Himnos sobre la Fe donde se deploran las internas disensiones de la Iglesia con alusiones claras a los arrianos, a los que, sin embargo, no se nombra. Escribiendo tantos años después del Conc. de Nicea, E. ni lo nombra ni alude al homousios, lo cual no impide que su doctrina sea ortodoxa. Según él hay que recibir los datos de la S. E. (p. ej., que es Hijo) sin pretender escrutar el misterio. A estos himnos hay que añadir 6 Homilías sobre la Fe., otra sobre el prólogo de S. Juan, una Homilía sobre nuestro Señor, 4 Himnos contra juliano el Apóstata, provechosos para la historia, y 15 Himnos sobre el Paraíso, muy sugestivos para la escatología. E. identifica el paraíso de Adán con el escatológico.
     
      Obras ascéticas. Probablemente la piedad de los monjes ha reunido en dos antologías llamadas Sobre la virginidad y los misterios de nuestro Señor y Sobre la Iglesia una serie de himnos en gran parte de carácter ascético, quizá para la lectura espiritual. A estos escritos hay que sumar 15 himnos En memoria de Abrahán Qidunaia y 24 En honor de Julián Saba, ambos monjes, más una Carta a los ascetas que vivían en las colinas junto a Edesa.
     
      Obras litúrgicas y varias. Conservamos 16 Himnos para la fiesta de Navidad y Epifanía que aún estaban fundidas, y en la cual se administraba el bautismo: himnos sobre el ayuno, destinados a la Cuaresma, himnos sobre la Resurrección, Sobre los ázimos para el tiempo de la Pasión y de la Pascua, sobre la Crucifixión, sobre los confesores y mártires, para pedir agua en rogativas públicas (V. HIMNOS LITÚRGICOS III). Uno de los escritos más importantes de E. y de los más bellos por su lirismo es su poema de Himnos Nisibenos que consta de 77 himnos iniciados en Nísibis y terminados en Edesa, una especie de comentario poético de su vida. Hay en ellos apuntes hagiográficos sobre. los obispos de Nísibis, Edesa y Charran, preciosas consideraciones sobre mariología, escatología y antropología, además de alusiones interesantes como el viaje del apóstol Tomás a la India.
     
      Para ser completos aludiremos a ciertos himnos recientemente publicados y conservados en armenio, a sermones sobre la predicación de Jonás en Nínive, sobre el terremoto de Nicomedia (358) y algunos sermones sobre la reprensión. Muy abundante es la lista de obras dudosas de E., contenidas en manuscritos tardíos (cfr. I. Ortiz de Urbina, Patrologia syriaca, 73-75).
     
      Doctrina. E. es un teólogo poeta que piensa cantando. No caben en él especulaciones sistemáticas. No pertenece a ninguna Escuela. Es ajeno a la cultura helénica y, por tanto, a muchas teorías de los Padres griegos. Recientemente se han descubierto en él reflejos de la teología judeo-cristiana. A pesar de todo es un gran teólogo, siempre ortodoxo, y sobre todo descuella en la mariología, por lo que justamente ha merecido el título de Doctor Marianus.
     
      Dios uno y trino. Con firmeza defiende, contra el dualismo (v.) la unicidad de Dios, que es invisible y omnipotente (V. DIOS IV, 11). Hay también textos abiertamente trinitarios. En Dios se reconoce «una naturaleza, en un nombre tres personas». Estas hay que mantenerlas siempre en el orden bíblico y se comparan al sol, a la luz y al calor. Las divinas personas se conocen entre sí con perfección. El Verbo existía desde la eternidad, contra los arrianos, y es Hijo natural y no por sola gracia. El Espíritu Santo no es inferior al Padre y al Hijo: es Dios. Aunque no con toda claridad, se indica su procedencia también del Hijo (V. DIOS IV; TRINIDAD, SANTÍSIMA).
     
      Cristología. El Verbo tomó verdadera carne y alma humana. El Verbo es el único sujeto de quien se dicen todas las cosas referentes a la divinidad y humanidad que en él quedan distintas, aunque íntimamente unidas. Si algunas veces se expresa esta unión por las palabras «mezcla» y «mezclar», no pueden interpretarse en el contexto en el sentido de una fusión de las naturalezas. Cristo nos ha salvado a todos los hombres mediante el sacrificio de su cruz (v. JESUCRISTO III).
     
      Mariología. E. ha profesado casi todos los dogmas marianos, y en concreto la limpieza de toda mancha y la virginidad después del parto, con un énfasis y claridad hasta entonces desconocidas. Es verdad que no emplea'el término Theotokos (escribe en siriaco) pero asegura que el hijo de María es el Unigénito del Padre. Respecto de la virginidad de María no sólo afirma que la tuvo antes del parto y en el parto, sino que contra diversas objeciones inculca que tampoco la perdió después del parto. Las respuestas de E. son las mismas que se dan hoy día: que aquel «dondc» de Mateo 1,25 no tiene sentido exclusivo sino afirmativo, que los '«hermanos» de Jesús hay que interpretarlos como simples parientes, pues, de haber sido auténticos hermanos, Jesús no hubiera encomendado a su Madre a Juan. El famoso texto (himno 27 de los nisibenos) que se refiere a la excepcional pureza de toda mancha dice: Tú sólo (Cristo) y tu Madre sois buenos (o hermosos) bajo todos los aspectos; porque en ti, Señor, no hay ninguna mancha, ni mancillas algunas en tu Madre». Implícitamente al menos se excluye el pecado original que E. considera como una mancha, aunque no haya quizá penetrado toda su naturaleza. María, nueva Eva, ha colaborado en nuestra Redención. Por María se deshicieron las maldiciones, ya que engendró al Vivificador. Al acercarse a ella la serpiente halló en ese fruto suyo la vida que destruye a la muerte. No faltan alusiones a la dignidad regia de María, hija de David y Madre del Rey de Reyes (V. MARÍA II).
     
      Otros puntos. El hombre consta de cuerpo, alma animal y espíritu. Este se infunde en el bautismo. Durante el periodo anterior al Juicio Final las almas de los justos moran en las cercas del Paraíso adamítico. Cuando entren en su interior tendrán la intuición de Dios. La Iglesia es una, infalible en su magisterio, santa y perpetua. Tuvo como cabeza a Pedro, su fundamento. No se menciona a la Sede romana. El bautismo es necesario. Se bautizaron el mismo Cristo y la Virgen. El bautismo quita las manchas del pecado original que existe ya desde el seno materno. La virtud del bautismo proviene del Espíritu que consagra las aguas y está relacionada con la Pasión de Cristo. E. habla claramente de la presencia real del cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía (v.), que al mismo tiempo es sacrificio. Tiene además alusiones indudables a la penitencia sacramental para los pecados posteriores al bautismo. Tampoco ignora la unción de los enfermos; asimismo asegura que el matrimonio es «honesto si se hace conforme a la ley, pero impuro y deshonesto si es ilegítimo». La consagración del Orden, transmitida por Cristo a los apóstoles, se mantendrá siempre en la Iglesia.
     
      En el campo ascético E. pondera mucho el valor de la fe, que nos une a Dios y va junta al amor y a la oración. La fe es algo interno que debe exteriorizarse en la profesión. Con la fe, el amor y la oración alcanzamos a Dios. Cristo con su Nacimiento nos ha abierto el camino de la oración. Ella nos despoja del egoísmo y nos procura el amor al prójimo. El ayuno da realce al alma y al cuerpo, purifica el alma y la hace capaz de la contemplación (v.). También la virginidad es ayuno de lo natural y recibe una recompensa especial. Es muy conveniente, incluso para los justos, la penitencia: para obtenerla ayuda el pensamiento de la muerte y del juicio.
     
     

BIBL.: Aspectos generales: A. BAUMSTARK, Geschichte der syrischen Literatur, Bonn 1922, 31-52; G. RICCIOTTI, S. Efrem Siro, Turín-Roma 1925; A. VOOBUS, Literary critical and historical Studies in E. the Syrien, Estocolmo 1958; E. BECK, Ephrem, en DSAM 1,788-800; I. ORTIZ DE URBINA, Patrologia syriaca, Roma 1965, 56-83 (con bibl. completa); J. M. SAUGET, Efrem siro, en Bibl. Sanct. 4,944-949. Estudios sobre la vida: TH. LAMY, De fontibus vitae S. Ephrem syri, en S. Ephrem syri hymni et sermones, IV, Malinas 1902, 9 ss.; E. BECK, Asketentum und Mónchtum be¡ Ephrem, en Il monachesimo orientale, Roma 1958, 341-360. Sobre las versiones griegas : D. HEMMERDINGER, Éphren grec, en DSAM 1,800-815.-Armenias: J. TOROSSIAN, Versiones armenias de las obras de S. Efrén (en armenio), «Pazmaveb» 82 (1925) 3-10.Estudios teológicos,: L. LELOIR, Le témoignage d'Éphrem sur le Diatessaron, Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium, Subsidia 19, Lovaina 1962; J. M. BOVER, S. Ephrem doctoris syri, testimonia de universali B.M.V. mediatione, «Ephemerides Theologicae Lovanienses» 4 (1927); 1. ORTIZ DE URBINA, La mariologia dei Padri siriaci, «Orientalia christiana periodica» I (1935) 100-103; L. HAMMERSBERGER, Die Mariologie der ephremischen Schriften, Innsbruck 1938; P. KRÜGER, Die somatische Virginität der Gottesmutter im Schriftum Ephrem des Syrers, en Alma Socia Christi,V, Roma 1952, 46-86; I. ORTIZ DE URBINA, ¿Vale el testimonio de S. Efrén en favor de la Inmaculada?, «Estudios Eclesiásticos» 28 (1954) 417-422; ÍD, Dignitas regia Mariae iuxta primaevos syros, «Virgo Immaculata» 12 (Roma 1956) 1-11; E. BECK, Die Mariologie der echten Schriften Ephrem, «Oriens Christianus» 40 (1956) 22-40; I. ORTIZ DE URBINA, Le Paradis eschatologique d'après S. Éphrem, «Orientalia christiana periodica» 21 (1955) 467472; J. TEIXIDOR, Le thème de la «Descente aux Enfers» chea S. Éphrem, «L'Orient Syrien» 6 (1961) 25-40; ÍD, Muerte, cielo y Seol en S. Efrén, «Orientalia christiana periodica» 27 (1961) 82114; S. TYSZKIEWICZ, Die Primatslehre des hl. Ephrem, Maguncia 1927, 340-345; C. BRAVO, Notas introductorias a la noemática de S. Efrén, «Ecl. Xaveriana» 6 (1956) 198-265; L. LELOIR, La christologie de S. Éphrem dans son Commentaire du Diatessaron, «Handes Amsorya» 75 (1961) 449-466; F. NAu, Ephrem, en DTC V,188-193; R. MURRAY, The Rock and the House on the Rock, «Orientalia christiana periodica» 30 (1964) 315-362.

 

I. ORTIZ DE URBINA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991