Fue uno de los hijos de Eteldredo II, rey de Inglaterra, y de Emma, su
segunda mujer, hija de Ricardo I, duque de Normandía. Su fecha de
nacimiento no se sabe con exactitud, pero debió ser poco después del a.
1000. A la muerte de Eteldredo II en 1016, y habiendo sido asesinado el
hijo mayor de éste, Edmundo «Ironside», el reino cayó en manos de los
daneses que dieron el trono a Canuto, y E. junto con su hermano Alfredo
permaneció exiliado en la corte de su tío Ricardo II, en Normandía. Su
madre, Emma, habiéndose casado con el rey Canuto, abandonó a los hijos de
su primer matrimonio. Según cuenta la tradición recogida por los
historiadores, entre ellos William de Malmesbury, que escribió a mediados
del s. xli, el joven príncipe se dedicó en el destierro a una vida de
oración y mortificación, tanto más de admirar cuanto que vivía en medio de
las vanidades y placeres de la corte normanda. Era hombre muy parco en el
hablar, humilde y de carácter tímido.
A la muerte del segundo de los hijos del rey Canuto, que había
heredado por sucesión el trono de Inglaterra, E. fue llamado a ocupar el
trono que había sido de sus antepasados. Su fama de piedad, justicia y
universal benevolencia era bien conocida, de tal forma que hasta los
enemigos de la familia real inglesa se alegraron en un principio de verle
coronado rey en la Pascua de 1042. E. aceptó la corona con la condición y
el propósito de que la restauración de su casa se hiciese sin
derramamiento de sangre. E. nuevo rey procuró en adelante mantener al país
en paz, lo que consiguió de hecho durante 22 años, pese a las grandes
dificultades con que hubo de enfrentarse, pues el país estaba dividido en
facciones danesas y anglosajonas, que se apoyaban en potencias extranjeras
para establecer su dominio. Después de su reinado ya no se vuelve a
mencionar esa gran amenaza danesa que se había cernido sobre la historia
de Inglaterra desde tiempos de Alfredo el Grande. La única guerra que
sostuvo fue para restablecer a Malcolm, rey de Escocia, en el trono que
había usurpado Macbeth, cuya tragedia recoge Shakespeare (v.) en la obra
del mismo nombre. Hubo también de enfrentarse con su suegro Godwin, conde
de Wessex, que en algún momento consiguió levantar a una parte del reino
frente al rey; muerto Godwin, su partido y el real se mantuvieron en
equilibrio hasta el final del reinado.
Durante su exilio en Normandía, E. había hecho promesa de ir en
peregrinación a la tumba del apóstol Pedro si se resolvían las
dificultades y disensiones internas de su familia. Una vez asentado en el
trono, hizo preparativos para el viaje. Pero habiendo consultado al
consejo del reino, le exhortaron para que no les abandonara, recordando
las reyertas intestinas y las invasiones de los daneses. El rey consintió
que se remitiera todo el asunto a León IX, quien, viendo la imposibilidad
de que Eduardo dejara el país, conmutó el voto por la limosna a los pobres
de una cantidad igual a la que hubiera gastado en el viaje y que
construyese un monasterio en honor de San Pedro.
Mandó el rey restaurar una iglesia al oeste de la ciudad de Londres,
la que había de ser famosa abadía de Westminster (v.). A su consagración
efectuada el 28 dic. 1065 no pudo asistir E. por encontrarse muy enfermo.
M. el 5 en. 1066. Fue canonizado en 1161 por Alejandro III, y su fiesta se
celebró el día de su muerte; pero después de la traslación de su cuerpo
por S. Tomás Becket (v.) el 13 oct. 1163, su fiesta se viene celebrando en
este día.
BIBL.: F. BARLOW, The Feudal
Kingdom of England 1042-1216, 2 ed. Londres 1961, 1-72; A. BUTLER, Lives
ol the Fathers, Martyrs and other Saints, 4, Londres 1926, 46-55; Fliche-Martin
8; H. INSKIP-A. CARDINALE, Edoardo il Conlessore, en Bibl. Sanct.
4,921-926.
RICHARD A. P. STORK.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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