En la época clásica es el dios de la vid, del vino. Recibe también el
nombre de Baco (v.) y en Roma se le identificó con el antiguo dios itálico
Liber Pater. En un sentido más amplio es la personificación de la fuerza
germinadora de la naturaleza, por lo que a menudo se le asocia con el
culto a la diosa Deméter. Elementos distintos que unas veces procedían de
Grecia, otras de fuera de ella, contribuyeron a la formación de su
leyenda, compleja en la diversidad de mitos, porque D. absorbe en su
personalidad cultos análogos que tienen su origen en Asia Menor. D. es el
dios del delirio místico y todos esos mitos tienen el denominador común de
la violencia. Se remontan al estadio inmediatamente anterior a lo que
podemos llamar comienzo de la historia en Grecia y cristalizan, al
alborear de la misma, en un movimiento extático de fuerza vigorosa y
singular trascendencia. No es fácil conjeturar hasta qué punto el
movimiento dionisiaco comportaba una ideología propia y no se quedaba en
simple arrebato religioso. De cualquier forma, entró en conflicto con el
tono más sereno y legalista de la religión apolínea reflejada en Delfos;
pero la fuerza del nuevo culto fue tal, que se incorporó pronto al ámbito
oficial de la religión delfia (V. GRECIA VII). La imagen tradicional del
éxtasis dionisiaco (del que las Bacantes de Eurípides constituyen un
testimonio literario excepcional) nos habla de mujeres delirantes
-ménades- que danzan en la montaña a la luz de antorchas; el carácter
frenético de sus danzas, el arrebato mental de que eran presa y la
influencia embriagadora de la bebida las conducía a un estado de éxtasis
en el cual creían que el dios entraba en sus almas y las purificaba con su
presencia, o bien que la propia alma abandonaba el cuerpo y se unía al
cortejo de espíritus que acompañaba a D. En el momento cumbre de su
éxtasis, las ménades descuartizaban un animal y comían su carne cruda,
rito primitivo que equivale, al parecer, a una comunión del dios,
encarnado en el animal. Estos y otros ritos habrían de perdurar durante
mucho tiempo a través de las cofradías de Delfos y Atenas que cada dos
años organizaban las Nictelias (V. DELFOS II, 2).
En el mito, D. es hijo de Zeus (v.) y Sémele (una de las hijas de
Cadmo, rey de Tebas) y en torno a él giran múltiples leyendas: unas se
refieren a su nacimiento e infancia, otras a sus viajes por Siria y Egipto
presa de la locura que le infundiera la diosa Hera, otras, en fin, a su
estancia en la India, su posterior regreso a Beocia y su venganza sobre el
rey Penteo y su madre Agave por oponerse ambos a los ritos que D. había
introducido. Sobre éstas y otras leyendas referentes a D. cfr., p. ej.,
H¡ginio, Fabulae, ed. J. H. Rose, Leyden 1934, 2,4,129, etc. Pero cuando
de esta divinidad se trata, más importancia que el detalle de sus mitos
tiene la significación históricosocial de su culto. Con él penetra en la
religión griega un espíritu democrático. Están ligados a D. la gran
mayoría de los cultos de índole popular y de su mano pervivirán durante
toda la antigüedad griega, incluso en los momentos de apogeo de la
religión nacional, de corte más bien aristocrático y apolíneo. La
cristalización social de culto dionisiaco era el tíaso, grupo de fieles
asociados en las orgías. Estos tíasos (los había de hombres y de mujeres)
estuvieron en época histórica más o menos controlados por el gobierno de
la polis. Es importante observar, para comprender el sentido de la nueva
religión, que el tíaso se abrió a gentes que no disfrutaban del derecho de
ciudadanía y que en algunas de las fiestas de D. se admitió la
participación de esclavos. Por lo demás, no falta quien piense que los
epítetos de Lysios y Eleuzerios (`liberador') que con frecuencia se
aplican al dios, responden a unas aspiraciones no menos sociales que
religiosas.
El culto de D. estuvo muy extendido por todo el mundo griego. En
Atenas sus fiestas principales eran las Leneas, Antesterias, pequeñas
Dionisias y, en especial, las Grandes Dionisias, en cuyo marco se
celebraban los concursos teatrales.
V. t.: MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS; FÁLICO, CULTO, 3; ORFISMO,
1; TEOFANíA 1.
BIBL.: APOLODORO, Biblioteca, ed.
G. FRAZER, 2 vol., LondresNueva York 1921, 11,28; 111,4; etc. P. GRIMAL,
Diccionario de la mitología griega y romana, ed. española, revisada P.
PERICAY, Barcelona 1966, 139-141; L. GERNET-A. BOULANGER, El genio griego
en la religión, traducción S. AGUD y J. M. DfAz-REGAÑÓN, 2 ed. española.
México 1960, 76-103; W. OTTO, Dionysos, Mythos und Kultus, Francfort 1933;
O. KERN, Dionysos, en RE VI,882-1046.
J. L. PÉREZ IRIARTE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|