Por estar situada en los confines de Europa y gozar de una verdadera
independencia, la incorporación de D. al proceso de cristianización fue
bastante tardía (800-1000), iniciándose a través de las vías comerciales,
situadas principalmente en lutlandia (Ribe y Schleswig). Bajo la expansión
vikinga se intensificaron las relaciones comerciales y muchos vikingos se
convertían al cristianismo fuera de su patria. El arzobispo Ebbon de Reims,
en el a. 822, llegó como embajador imperial a Hedeby (Schleswig), donde
fue bien recibido aunque sin resultados. El rey Harold Klag (apoyado por
Ebbon) fue bautizado el 826, pero ello le indispuso con el pueblo. El
benedictino Anscario (801865; v.), apóstol de D., monje de Corbie y luego
de Nueva-Corvey, en el corazón de Sajonia, también realizó el intento,
pero sin éxito en la primera ocasión y regresó a Suecia. En el 831 la
situación parecía favorable; establecióse en Hamburgo una sede arzobispal
encargada de la evangelización de Escandinavia y confiada a Anscario. Pero
la ciudad fue destruida por los daneses en el 845, reuniéndose entonces
las diócesis de Hamburgo y Bremen en una sola con rango de metrópoli
(864). Anscario consiguió mejorar sus relaciones con el rey y pudo
construir la primera iglesia cristiana en suelo danés, en Hedeby. Se
observan a partir de entonces lentos progresos del evangelio. Una nueva
dinastía, con el rey Gorm, se mostró hostil al cristianismo, pero el hijo
del monarca era un simpatizante y permitió al arzobispo Adaldag (937-988)
fundar tres obispados, en Schleswig, Ribe y Aarhus (948). El nuevo rey,
Haroldo Blaatand, se convirtió al cristianismo hacia el 960. A
continuación se erigieron rápidamente las diócesis de Viborg, Bórghlum,
Odense y Roskilde. Bajo el reinado de Sven (986-1014), inicióse una
creciente influencia del cristianismo inglés. Este rey mantuvo una
política interior anticristiana, pero por entonces la cristianización era
ya un hecho consumado.
La Edad Media en Dinamarca. El rey Canuto el Grande (1018-35),
príncipe cristiano, reclutaba su clero principalmente en Inglaterra para
contrarrestar el poder de Hamburgo. En la consolidación de la Iglesia
danesa co laboraban los poderes civil y religioso; el rey Canuto el Santo
(1080-86; v.) apoyó las reivindicaciones económicas de la Iglesia (el
diezmo) al tiempo que reforzaba su propio poder, y los daneses
consiguieron erigir una sede metropolitana en Lund, Escania. La reforma
gregoriana se inició con el arzobispo Eskil de Lund (1137-78), hombre de
vasta cultura europea y entusiasta de la libertad de la Iglesia. Hacia
1157, D. fue presa de la guerra civil, y el rey Valdemar 1, una vez
asentado en el trono, concedió su apoyo al antipapa Víctor IV,
indisponiéndose así con Eskil, partidario de Alejandro III. Eskil hubo de
exiliarse; después de la reconciliación (1170) la dinastía se hizo
hereditaria y la Iglesia adquirió los derechos de instancias judiciales
propias y exención de impuestos. Los cistercienses, llegados en 1144,
fundaron grandes monasterios (Soró, Esrom, Loegum). Durante 70 años el
país conoció una época de extraordinaria prosperidad y armoniosa
colaboración entre el rey y la Iglesia. Los primeros historiadores
codificaban la historia del pueblo. El obispo Absalón, que sucedió a Eskil
en Lund, en 1177, fue un tipo representativo de su tiempo: amigo del rey,
con estudios en París, buen administrador y atento a la educación de los
clérigos, favoreció también la llegada de los dominicos (1223).
Tras la muerte del rey Valdemar I I (1241), D. padeció una profunda
crisis e interminables disputas entre el rey y los señores feudales por un
periodo de 100 años, durante los cuales los reyes a menudo echaban mano de
los bienes de la Iglesia para sostener un ejército. En dos ocasiones el
país fue sometido a entredicho, que sólo era observado por una parte del
clero. La Iglesia estableció la «Constitución de Vejle», por la cual el
arzobispo lanzaba de antemano el entredicho sobre el reino, caso de que el
rey atentara contra la libertad de los obispos (1256). Sobrevino la
disolución total y, en 1332, D. se encontraba sin rey. El advenimiento del
rey Valdemar IV Atterdag (1340) mejoró la situación de D., si bien pronto
fue asolada por la peste negra. Tanto el Estado como la Iglesia salieron
de este periodo notablemente debilitados, y el alto clero, reclutado entre
la nobleza, intervenía excesivamente en los negocios públicos. De 1350 a
1500, múltiples signos revelaban la decadencia de la Iglesia, imponiendo
la curia sus demandas de dinero; en suma, se acusaba un profundo
reblandecimiento espiritual de la Iglesia católica. La Iglesia local se
sintió entregada a sus propias fuerzas, sin poder esperar ayuda espiritual
del exterior. Eran los tiempos del conciliarismo (v.), en que la Iglesia
danesa intentaba, a través de numerosos concilios, resolver sus problemas
internos. Cada vez se acentuaba más el abismo entre la Iglesia oficial y
la piedad popular de la creciente burguesía.
La Reforma. A la vez que el mundo pedía una reforma, el humanismo
cristiano tenía en D. un notable representante, el carmelita Paul Hélie,
quien deploraba públicamente los abusos de la Iglesia, y quería una
reforma dentro de la Iglesia, no fuera de ella. Favorecido por el comercio
con Alemania, Hans Tausen, el primer danés luterano, conquistó rápidamente
para la Reforma la ciudad de Viborg. Al subir al trono Federico 1
(1523-33) había prometido apoyar la causa católica, mas prefirió adoptar
una política de tolerancia. La traducción del N. T. de Christiern Pedersen
(1529) y la Reforma se extendían partiendo de un centro, Malmó, gracias a
una eficaz campaña de opúsculos y folletos. En rebeldía con Roma desde
1526, al imponer su arzobispo contra el criterio del Papa, los obispos se
encontraron sin apoyo. Frailes y monjas abandonaban sus conventos y se
casaban. Una Dieta celebrada en Copenhague, en 1530, con los obispos y
predicantes luteranos no dio resultado alguno. La situación fue muy
confusa hasta 1536, en que el nuevo rey Cristián III sometió por completo
a la Iglesia, confiscó sus bienes y mandó encarcelar a los obispos. El rey
dio una constitución a su nueva Iglesia nacional con la ayuda del
colaborador de Lutero, Bugenhagen, quien asimismo ordenó a los siete
primeros «superintendentes» (1537). La Reforma en D. no hizo ningún mártir
(v. iv).
Oficialmente la Iglesia católica ya no existía y las restricciones a
los católicos fueron al principio ligeras. En 1613, los casi inexistentes
católicos perdieron el derecho a heredar, y en 1624, tras una frustrada
tentativa de «recatolización» del país, quedó prohibido a todo sacerdote o
fraile, bajo pena de muerte, entrar en D. Se han dado posteriormente pocas
conversiones; constituye una gran excepción la del sabio médico Nicolás
Stenon (1638-86), mundialmente famoso por sus descubrimientos en anatomía
y geología. El 5 jun. 1849, el rey Federico VII daba a D. una Constitución
liberal que concedía a todos los ciudadanos plena libertad de conciencia y
culto, si bien mantenía los lazos entre el Estado y la Iglesia luterana
oficial. Convertido el país en prefectura apostólica, en 1868 se fundaron
las primeras parroquias. Los jesuitas venidos de Alemania construyeron un
colegio cerca de la capital. En 1892 fue constituido vicariato apostólico,
y se instalaron nuevas congregaciones religiosas. Hacia 1900 recibió unos
6.000 obreros polacos, quienes durante largo tiempo constituyeron un
elemento importante del catolicismo danés, que adquirió cierta relevancia
con la celebridad del poeta convertido J. Joergensen (1866-1953). En 1939
fue consagrado el primer obispo danés, mons. Suhr, y se erigió la diócesis
de Copenhague (Hafniae) en 1953; del mismo periodo data la implantación de
la delegación apostólica para Noruega y Suecia. La Iglesia católica de D.
fue «reconocida por el Estado». En 1969 había aprox. 90 iglesias y
capillas y un clero de 130 sacerdotes, de ellos 98 regulares; 40 eran
daneses; 700 religiosas trabajaban en 15 hospitales y 25 escuelas
primarias y secundarias. Entre una población de cinco millones de hab.,
hay 26.000 católicos; de ellos 10.000 en la capital, cifra que parece
estable.
BIBL.: K. ALGERMISSEN, Iglesia
católica y confesiones cristianas, Madrid 1964, 830 ss., 976 ss., 1008 ss.;
B. LLORCA, R. GARCÍA VILLOSLADA, J. MONTALBÁN, Historia de la Iglesia
católica, II, 3 ed. Madrid 1963, 45, 321; III, 2 ed. Madrid 1967, 742 ss.,
943; IV, Madrid 1963, 148 ss.; A. EHRHARD-W. NEUSs, Historia de la
Iglesia, III, Madrid 1961, 20, 103 ss., 139, 153, 175, 178, 227, 232, 272,
298, 429, 447; IV, Madrid 1962, 127 ss., 351 ss., 559 ss., 610 ss.; A.
KRAUT, Bullarium danicum, 1198-1316, Copenhague 1931-32; L. MOLTESEN (ed.),
Acta pontificum danica, 1316-1536, Copenhague 940-43; L. P. FABRICIUS,
Danmarks Kirkehistorie, Copenhague 1934; H. KOCH, Danmarks kirkes
historie, Copenhague 1950 ss.; A. J. OTTO, Denmark, en New Catholic Enc.,
IV, Nueva York 1967, 766-772.
LAURITS LAURITSEN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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