CUBA. HISTORIA DE LA IGLESIA.


Evangelización. Desde los comienzos de la colonización, todas las ciudades de C. tuvieron una iglesia y, luego, conventos. El P. Las Casas las recorrió frecuentemente cuando era clérigo encomendero. El 2 feb. 1517 se erigió el obispado de Baracoa, dedicándose la catedral a La Asunción. El primer obispo, Juan de Witte, O. P. (Ubite para los cronistas) no pasó a América, y era obispo de Selymbria (Tracia). Obtuvo en 1522 el traslado de sede de Baracoa a Santiago. Hizo en Valladolid, 8 mayo 1523, el auto de erección de la diócesis. Renunció en 1525. Carlos V presentó el 1 en. 1527 a fray Miguel Ramírez, O. P., que llegó a Cuba en enero de 1528 y actuó en unión con el gobernador y en desacuerdo con los colonos y algunos franciscanos, volviendo en 1532 a España, donde m. en 1535 (v. SANTIAGO DE CUBA III). Con los años cobra más importancia La Habana como punto de reunión de las flotas de vuelta; se instalan religiosos y sacerdotes diocesanos y no faltan momentos de tirantez entre las autoridades civiles y las episcopales. Entre los misioneros, habían penetrado los primeros los franciscanos, acompañando a Velázquez. Pronto tuvieron un buen convento en Santiago, lo mismo que en La Habana, mejorando los primeros de paja y cañas. Entre terremotos, invasiones corsarias y otros accidentes, estos conventos e iglesias tuvieron vida movida, pero fueron el principal fundamento de la cristianización como más tarde los de los dominicos, agustinos, mercedarios, jesuitas y algunas órdenes femeninas. Los dominicos tuvieron su primera iglesia completa en 1578, aunque llevaban muchos años en la isla.
      Dentro de la exageración comúnmente atribuida a Las Casas, podemos creer varias de sus afirmaciones acerca de la devoción a la Virgen que demostraron los primeros indios cristianos en C., y de los modos de evangelización usados por él, aún clérigo, y los demás misioneros. Pero el actual catolicismo cubano tiene poco que ver con aquellos resultados, pues apenas quedan descendientes de indios, y ésos casi siempre ya mezclados y diluidos entre los de origen europeo o africano. De todos modos sirvió para establecer la primera cristiandad, y en parte pasó luego a los negros esclavos, introducidos bastante pronto, aunque su número aumentara más en el s. XVIII y aun en el xix con los traídos desde África o desde islas próximas, no pertenecientes ya a España. Al cabo de un siglo contaba C. con iglesias, conventos, catedral y otros elementos de vida cristiana, pero su población quedó estacionaria, por la ida de bastantes al continente, la disminución o desaparición de los indios y, desde fines del s. xvi, por la plaga constante de las incursiones de los corsarios o filibusteros, ingleses, holandeses y franceses, que se dedicaban a saquear concienzudamente y arruinar las pequeñas ciudades costeras, siempre renaciendo de sus cenizas y amurallándose mejor para la futura resistencia.
      Hubo en distintas ocasiones intentos serios de trasladar la sede de la diócesis a La Habana, ciudad ya bastante más importante que Santiago, imitando a las autoridades civiles que ya lo habían hecho en 1552, pero fracasaron por la oposición real. Poco a poco aumentó el número de conventos y casas religiosas, sin llegar nunca hasta el s. XIX a ser llamativos, fuera de La Habana tal vez. Importaba construir con materiales más sólidos, contra la tea de los corsarios, y así, mientras que algunos religiosos tenían hacia 1580 aún casas cubiertas de paja, los franciscanos podían levantar en 1584 las paredes de su iglesia con ayuda real y del vecindario, lo mismo que lo hicieron los demás religiosos poco después, las parroquias, etc. En 1687 llegó a C. Diego Evelino de Compostela elegido obispo de Santiago en 1685, y en su episcopado hasta 1704 fundó 20 nuevas parroquias, levantó iglesias, colegios y hospitales. Atendió además a la Florida, que gravitaba en torno a C. en su vida civil y religiosa. D. Jerónimo Valdés, que le sucedió (170529), le siguió también por los mismos caminos, e intervino en la fundación de la primera universidad cubana, por los dominicos, en La Habana. La aprobó el papa Inocencio XIII el 12 sept. 1721, y pudo abrirse en 1728, año en que se le otorgó Cédula Real, dándose sus estatutos en 1734. El rector, vicerrector y secretario serían dominicos. Y así siguió hasta los tiempos de la desamortización. Ya en 1751 se podían pondérar las ventajas obtenidas. Los jesuitas fundaron el colegio de La Habana, en 1722, aunque tardaron algo en formalizarse. También una residencia en Camagüey. Su iglesia de La Habana, no terminada al ser expulsados en 1767, es la actual catedral de la capital. Puerto Príncipe actual Camagüey contaba hacia mediados de siglo con dos parroquias, conventos de franciscanos, mercedarios y hospitalarios de S. Juan de Dios.. Se nota en este s. XVIII el influjo de la literatura enciclopedista (v. ILUSTRACIÓN) y deseos de tener instrucción conforme a los avances de las ciencias. Influyeron en ello el contacto más libre con barcos y marinos de muchas naciones, y tal vez la estancia de los ingleses en La Habana más de dos años. Habían asaltado la ciudad en 1762 y la abandonaron en 1764, después del Tratado de París. La proximidad de los Estados Unidos y de las Antillas ocupadas por otras potencias, facilitaban tales contactos, con efectos benéficos en lo puramente humano, aunque menos en lo religioso.
      En este periodo final de siglo contaba C. con 90 iglesias, 25 parroquias, 23 conventos, 20 hospitales y 3 colegios. Había 488 sacerdotes diocesanos y 496 regulares para una población de 170.448 habitantes, aunque ya en fuerte aumento, que llegó a 272.000 en el censo de 1793 y a 553.028 en el de 1817. La proporción del clero con respecto a la población era realmente satisfactoria, nunca alcanzada después, no sólo relativamente, sino ni siquiera absolutamente, para una población 30 ó 40 veces inferior. La jurisdicción de La Habana acaparaba lo principal de esa fuerza. Mons. Santiago José de Echevarría y Elguezúa fue el primer obispo cubano (176988). Hubo naturalmente deficiencias espirituales, pero también verdaderos logros. Los informes ennegrecen el cuadro con frecuencia con fines de remedio y mejora. Desde fines del s. xvin crece el número de españoles hasta constituir una mayoría apreciable frente a negros y mulatos. La pueblan españoles refugiados de otras partes de América, de HaitíSanto Domingo y peninsulares idos directamente. Especialmente durante el último siglo la inmigración favorece el crecimiento del elemento blanco. Esto trae también todos los efectos de los movimientos espirituales y culturales de Europa y América del Norte. Los elementos eclesiásticos no crecen en la misma proporción por las campañas anticatólicas y las desamortizaciones, con lasecularización de las órdenes religiosas. Por eso se trata en ellas de una verdadera restauración, especialmente en tierras americanas. Pero pasado ese momento crítico, el personal eclesiástico y religioso comienza a crecer, aunque limitado parcialmente por las guerras de la independencia y la inseguridad que ocasionaban. El Gobierno español llevó a cabo la desamortización en C. entre 1837 y 1841. Los problemas de conciencia y económicos que ocasionó fueron objeto más tarde de un arreglo con la Santa Sede, como en el resto de los territorios españoles. El Estado siguió contribuyendo al sustento del clero, como indemnización de las incautaciones, hasta la venida de los norteamericanos, que no quisieron reconocer este sistema; pero llevado el asunto a tribunales civiles, se aceptó su sentencia favorable a la Iglesia. En 1859 había en C. 779 sacerdotes para menos de 1.000.000 de hab. En 1966, pasaban poco de 200 y en constante disminución, para una población de más de 8.000.000.
      El 6 en. 1925 Pío XI creó la provincia eclesiástica de La Habana, dándole como sufragáneas las dos sedes más occidentales, Pinar del Río y Matanzas, mientras que Santiago de C. quedaba con Cienfuegos y Camagüey. Finalmente, el 18 febr. 1946 mons. Manuel Arteaga y Betancourt, arzobispo de La Habana, fue creado primer cardenal cubano.
      Relaciones entre la Iglesia y el Estado. Durante el s. XIX, continuó vigente el régimen de Patronato Real, pero el espíritu de los llamados a ejercitarlo, liberales, no era el mismo que en los siglos anteriores. El Estado llevó a cabo la desamortización, apoderándose entre otros bienes del convento de los franciscanos de La Habana, convertido en Aduana; uno de los dominicos ha sido la Universidad civil hasta tiempos recientes; otro de los agustinos, Academia de Ciencias. Entre los capitanes generales de C., vicepatronos del Real Patronato, los había liberales declarados y otros católicos también declarados, como Pezuela y en su tanto Lersundi, Polavieja, etc. No faltaron choques entre ambas autoridades. Lersundi, p. ej., llegó a expulsar al obispo de La Habana, Fr. Jacinto María Martínez Sáez, con quien había mantenido relaciones cordiales; el nombramiento de párrocos, el toque de campanas al presentarse en los pueblos el vicepatrono, espectáculos no tan cristianos en concepto del obispo y otras cosas parecidas, encendieron el conflicto. En 1868 el obispo, en vez de ir a Puerto Rico, volvió a España; intentó volver a C. en 1870 y no fue admitido por el siguiente Capitán General, Caballero de Rodas. Siguió la tensión, apaciaguada más tarde. Pero no fue el único caso. Por otra parte, la masonería llegó a tener gran poder, no sólo religioso en daño de la Iglesia, sino también político, y fue combatido por algunos Capitanes Generales, y favorecido por otros. Lo mismo pasó con las órdenes religiosas, secularizadas, luego restauradas y favorecidas paulatinamente, hasta la Compañía de Jesús, que fue admitida en 1852, llegando al año siguiente sus primeros miembros a hacerse cargo de un colegio, que Pezuela les proporcionó en el antiguo convento de los betlemitas que, mejorado y reedificado, se convirtió en el famoso colegio de Belén, posteriormente trasladado a Marianao y actualmente incautado por el gobierno. Fundaron también en Sancti Spíritus, y después de la revolución de 1868, que les respetó en C., fueron a Sagua la Grande, Cienfuegos y Santiago, ampliando sus obras. Junto a los jesuitas destacaron los escolapios, los salesianos, los hermanos de las escuelas cristianas, los maristas, por no hablar de las órdenes antiguas y de muchas órdenes y Congregaciones femeninas.
      Con la independencia, C.. siguió el criterio liberal en sus relaciones con la Iglesia, aunque protestantes, masones y otras corrientes ideológicas tuvieran favor oficial muchas veces. León XIII mandó un delegado apostólico para C. y Puerto Rico, a título sólo pontificio. En 1935 se llegó a crear la Nunciatura apostólica con su correspondiente embajador en Roma.
      Con la llegada de Fidel Castro al poder y la instauración de un régimen comunista, comienza una. persecución directa contra la Iglesia católica: cierre y expropiación de las escuelas católicas, supresión de la prensa católica, expulsión de sacerdotes, etc.; se llevan a cabo además campañas de indoctrinación antirreligiosa.
      Organización y estadística. Durante bastante tiempo C. sólo tuvo el obispado de Santiago, llamado de C. El 10 sept. 1787 se erige la sede episcopal de La Habana, con la mitad de la Isla más la Florida; el 24 nov. 1803 se eleva a arzobispal la sede de Santiago. En 20 de febrero se erigen las sedes de Pinar del Río y Camagüey, y el 20 feb. 1903 la de Cienfuegos. Con la creación de la diócesis de Matanzas el 10 dic. 1912, hubo ya una diócesis por cada una de las provincias civiles. La Santa Sede no rompió las relaciones con el actual gobierno de C. a pesar de sus directivas ateas y de la expulsión del país de los sacerdotes y religiosos extranjeros.
      En 1919, había 199 sacerdotes diocesanos y 129 reg., 30 colegios, varios asilos y hospitales. En 1959 había 690 sacerdotes, de los que 467 eran religiosos. Con el régimen de Castro se produce un notable descenso.
      Según el Anuario Pontificio 1970, los datos estadísticos eran los que se muestran al pie de esta página.
     
     

BIBL.: I. DE LA PEZUELA, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, Madrid 18636; A. YEST LEON, La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias, en Historia de América y de los pueblos americanos, dir. A. BALLESTEROS, 16 y 17, Barcelona 1954, 1962; L. LOPETEGUI y F. ZUBILLAGA, Historia de la Iglesia en la América Española, Madrid 1965; 1. B. CASAS, La guerra separatista de Cuba, Madrid 1896.

 

L. LOPETEGUI OTEGUI.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991