CATEQUESIS. CATEQUÉTICA.


La Catequética o Pedagogía Catequística es la ciencia y arte de la Catequesis (v. II), o Pedagogía de la Religión y Moral, que establece los principios generales de la formación religiosa: instrucción y educación. Como toda instrucción y educación comprende la Didáctica (v.) o modo de enseñar metódicamente, en este caso las principales verdades religiosas (Metodología religiosa), y además la Pedagogía (v.), que se dirige a la formación (v.) de la voluntad en las práticas de la vida cristiana (Educación). Es una rama de la Teología pastoral (v.), que expone teorías y normas prácticas para formar cristianos. De c. existen numerosos y excelentes tratados, cuyo estudio es necesario para formar educadores en general, profesores, directores y organizadores de la catequesis.
      1. Historia y legislación. Aparte otros precedentes, como la Didajé (v.) de finales del s. I, en el De cathechizandis rudibus de S. Agustín hallamos una primera preocupación por el método catequístico. El arzobispo de Maguncia Rábano Mauro (v.; 776-858) escribió De Institutione Clericorum, que durante siglos fue manual de formación del clero, en el cual, al fin del libro tercero, trata del modo de enseñar y predicar (PL 107,406-420); en el tratado De Ecclesiastica disciplina sobre la instrucción a los catecúmenos y a los cristianos, sigue a S. Agustín en su citada obra (PL 112,1191-1262). La cátedra de Catequética se introdujo por primera vez en 1775 en la universidad alemana. En el 1 Congreso Catequístico nacional de Italia (Piacenza 1889) propuso mons. Scalabrini la creación de cátedras de Catequética en los seminarios y el estudio del respectivo manual.
      Concilios y Papas se han ocupado frecuentemente de catequesis, y por tanto, más o menos indirectamente, de Catequética (v. II, 2). La S. C. de Seminarios dirigió a los Obispos una Circular, 8 sept. 1926, De Catechetica Disciplina in sacris Seminariis impense excolenda, en la que manda se cultive cuidadosamente la Catequética a fin de imponer a los jóvenes en el difícil arte de enseñar la doctrina cristiana a los niños y adultos (AAS 18, 1926, 453455). En otra Circular, Quod catholicis, 28 ag. 1929, insiste de nuevo en la fundación de esa cátedra en todos los seminarios, recalcando que es más importante y necesaria que otros estudios más elevados, y que por falta de esta formación se da muchas veces el catecismo y la instrucción religiosa de un modo deplorable (AAS 22, 1930, 146-148). En otra Circular, La formazione, 25 dic. 1944, dispone que: a) en Filosofía se curse la Pedagogía general y Didáctica una hora semanal durante dos años; b) en Teología, de las cuatro horas destinadas a la Pastoral, se dediquen dos a la Catequética (AAS 37, 1945, 173176). En otra Carta, Mentre in ogni, 3 sept. 1963, repite las anteriores disposiciones y recalca la necesidad de la Catequética en los seminarios («Catequética» 6, 1965, 3-15).
      2. El Método. A) El Método didáctico, o conjunto de normas para enseñar del modo más fácil, seguro y provechoso para el alumno, supone escoger, disponer y exponer los elementos de una lección o clase, para lograr una explicación completa: teórica y práctica, razonada y afectiva, activa e intuitiva en lo posible. Un principio general básico es que en cada lección se exponga un solo tema disponiendo los diversos elementos de modo que se grabe bien la idea dominante. El orden debe reinar en el plan general, en el programa anual y en cada lección, pues ayuda a la inteligencia y evita la confusión de ideas. La claridad en la exposición despierta la atención, facilita la inteligencia y ayuda a la memoria (v. t. DIDÁCTICA, en general).
      B) Etapas de la lección. Puesto que la catequesis se ordena al conocimiento, amor e imitación de Jesucristo, hay que seguir un sistema Cristocéntrico, de suerte que los oyentes conozcan la vida de Cristo y su doctrina, le amen y se decidan a imitarle. El conocimiento se logra con la exposición de los hechos salvíficos y de la doctrina de Jesucristo, Dios y hombre; hechos y doctrina que hay que grabar en la inteligencia, memoria e imaginación; con la explicación se llega a las ideas más generales, con el razonamiento de las verdades se logra el convencimiento; se trata de hacer del creyente un convencido y de ayudarle en la práctica de la doctrina cristiana, presentándole los hechos y doctrina salvíficos con que Dios le invita a participar de su Reino celestial. Aunque el niño cree más bien por la autoridad del catequista, se le debe preparar para que apoye su fe en Dios revelador y en la autoridad doctrinal de la Iglesia, destacando que la religión cristiana no se funda en sólo razones humanas, sino sobre todo en la divina revelación. El amor al Señor se va inculcando con la exposición de su vida y de la Pasión y de los motivos que mueven la voluntad; para la imitación se propone la aplicación práctica, que en la clase puede presentarse con la refleXIón, el propósito y la oración.
      C) Clases de métodos. En relación con la enseñanza se suelen llamar: Inductivo, el proceso mental que va de lo particular a lo general, de lo concreto a lo abstracto, de los hechos a las causas y leyes (análisis). Deductivo, el que va de lo general a los casos particulares y concretos, de las leyes a los hechos, de los principios a sus consecuencias (síntesis). Pero estas palabras, análisis y síntesis, también se usan con la significación contraria. Usamos la deducción al concluir del principio «no hacer mal a nadie» que no debo matar, robar ni infamar. Con los niños se ha de usar más de la inducción, especialmente al comienzo de la lección, hasta hallar la ley general y de ella descender por deducción a los casos particulares. Por razón del punto particular donde se carga el acento, se suele hablar de método declarativo, intuitivo, psicológico, expositivo, lógico, histórico, evangélico, litúrgico, cíclico, etc. (v. t. Métodos pedagógicos, en PEDAGOGÍA III).
      a) Método memorístico. Obligar a los niños y catecúmenos a estudiar únicamente un texto de memoria y luego preguntárselo, como hacen a veces profesores o catequistas poco formados, no merece el nombre de método ni de catequesis; como método único no es formativo y debe ser totalmente rechazado. Del abuso de este sistema ha nacido la oposición al estudio del texto de memoria, tendencia exagerada que da en el extremo opuesto, pues la memorización de una fórmula que resuma la doctrina explicada es una necesidad pedagógica.
      b) Método declarativo, explicación literal o análisis verbal. En la enseñanza de los elementos del cristianismo, se usó este método principalmente en los s. XVIIl y XII. Comenzaban los alumnos por aprender de memoria el texto del catecismo, luego se les explicaban las palabras y la doctrina y se aplicaba la enseñanza a la vida. Con los niños puede ser buen método si se hace bien, con ejemplos prácticos, relatos de la S. E., etc. Con los adultos puede emplearse más el método deductivo, según sea su nivel y conocimientos culturales en general, con tal que no se reduzca a una mera exposición de tipo intelectual.
      c) Método psicológico, también llamado de Munich. Ha llegado a ser clásico, lo sigue el Catecismo alemán (1955) y otros. Lo desarrollaron sobre todo A. Weber y el sacerdote alemán Enrique Stieglitz (1868-1920). Buscando un método mejor que el declarativo, se fue desarrollando un método intuitivo, «evolutivo» porque quiere partir de lo concreto para llegar a lo general, y «psicológico» porque quiere poner en movimiento todas las facultades del alma. Trata de apoyarse en el proceso de ver, pensar y actuar. Presenta cinco etapas: (1) Preparación con repaso de la lección anterior, indicación del tema y enlace con el resto de la doctrina. (2) Exposición, narración del N. T. generalmente, o del A. T., vidas de santos, ejemplos, parábolas o presentación de una imagen. La narración ha de ser única y contener al menos los rasgos principales de la doctrina. (3) Explicación, partiendo de los rasgos de la historia se asciende a la doctrina general, que se explica, se prueba, se cree, se empiezan a usar las palabras que aparecerán en el texto. (4). Recapitulación o resumen de la lección con explicación del texto del Catecismo, que ahora se empieza a aprender, después de haberlo comprendido; es necesario aprender la fórmula que resume toda la doctrina y algún texto bíblico. (5) Aplicación, de la idea general se desciende a casos particulares, se enseña a poner en práctica la doctrina, y además se exhorta con motivos y afectos a amar e imitar a Jesucristo; se pasa de la verdad sabida a la verdad creída y vivida y se termina con la oración. De esta forma el alumno actúa sus sentidos, la imaginación, la inteligencia, memoria, sentimiento y voluntad. Después, aplicando el «Principio del trabajo», comprenderá mejor la doctrina y la asimilará por medio de la acción, buscando materiales y expresando sus ideas y sentimientos. Siguiendo el «Principio de vivencia» debemos conmoverle contra el árido intelectualismo, para que ame en su corazón a Dios y a Cristo, nuestro Salvador, y responda con su entrega personal al mensaje de salvación.
      3. Los procedimientos. Para enseñar con eficacia la doctrina cristiana y lograr verdaderos discípulos de Jesucristo hay que emplear también los diversos procedimientos o recursos de enseñanza; los principales son la intuición y la acción; son sólo medios que se han de usar con prudencia para dar vida a la exposición doctrinal y a la presentación de los hechos salvíficos. No se trata de multiplicar las láminas, los ejemplos y las actividades olvidando lo más importante que es la doctrina, con la fijación en la memoria, y el impulsar los deseos y la decisión de la voluntad de entregarse a Dios Salvador; el ramaje es para dar vida al árbol, sin ahogarlo.
      A) La intuición. Llamamos así a la contemplación de los objetos con la vista, o a su representación viva en la imaginación, o la visión clara de una verdad con la inteligencia. Nuestros conocimientos superiores, en virtud de una ley natural, se originan de los sensibles y concretos, de los que pasamos a las ideas generales (v. CONOCIMIENTO). Por eso la intuición es punto de partida que debe tenerse en cuenta, más o menos, en toda enseñanza; en la transmisión de los misterios y verdades cristianas la intuición tiene sus límites y no siempre se puede partir de ella. Se trata sobre todo de enseñar cosas recibidas de Dios, y no de explicitar algo ya contenido en la experiencia natural humana; pero como lo recibido por la Revelación (v.) divina se adecua a las necesidades y experiencias humanas, también se puede recurrir a la intuición en muchas ocasiones, para sostener la atención (v.), comprender con claridad, retener la doctrina, excitar afectos y mover la voluntad a la práctica de la virtud. La intuición, en cuanto es posible, ayudará sobre todo a alumnos más jóvenes o auditorio menos culto.
      a) La intuición externa contempla las cosas o su representación en dibujos y pinturas; se ha de dar lugar a la contemplación y explicación de la Naturaleza que muestra la grandeza del Creador, se han de explicar el Templo y la Liturgia, láminas y cuadros de la vida de Jesucristo, utilizar imágenes, proyecciones, cine y teatro educativos, además del encerado, que es uno de los mejores recursos para la enseñanza. Se olvida menos algo visto o en lo que hemos tomado parte, que si sólo lo hemos oído o leído. Las páginas con ilustraciones adecuadas atraen la atención de los niños; lo mismo, la clase prudentemente dosificada con imágenes y narraciones. La vista de una imagen piadosa y recia reaviva el sentido religioso y mueve a la práctica de la virtud; por eso la Iglesia siempre ha defendido la exposición pública y veneración de las imágenes (v.) contra iconoclastas y protestantes (Conc. II de Nicea, a. 787, y de Trento, a. 1563: Denz. 302 y 986-988).
      b) La intuición interna consiste en el uso de comparaciones, parábolas, ejemplos y narraciones, con las que se recuerda la enseñanza y se entiende mejor la doctrina general; una parábola o un buen ejemplo muchas veces sirven más para la práctica que un largo razonamiento. Principalmente se usarán las narraciones del N. T. para dar a conocer a Cristo, los hechos salvíficos de Dios, y mostrar el origen divino de la religión católica; además se puede acudir al A. T., hechos de cristianos ejemplares, historia de la Iglesia, temas misionales, parábolas, etc.; lo que importa es que el caso escogido contenga en sí los principales elementos de la doctrina y mueva a la práctica de las virtudes correspondientes.
      B) La acción. El resultado de la catequesis depende del catequista y de la colaboración del niño. Procedimientos activos son medios que ponen en movimiento la actividad interna y externa del alumno para que trabaje en clase, en casa y en el templo; ha de escuchar, y ha de cooperar con su actividad para comprender la doctrina, retenerla y vivirla.
      a) Ejercicios escritos. Pueden ser redactar trabajos sobre el tema explicado, tomar apuntes, hacer croquis, resúmenes y escritos personales, acomodados a la edad de los alumnos, sin sutilezas, rarezas ni cosas de mera erudición. No se pueden reducir a una simple reproducción de memoria, sino que deben contribuir a su educación religiosa y moral, con expresión de ideas, sentimientos, propósitos y oraciones personales, con lo que el catequista puede llegar a mejor comprender el alma del niño y ayudarle más.
      b) Ejercicios activos. Se trata de que mediante la acción se comprendan mejor las lecciones; conforme avanza en edad se procurará que el niño exteriorice su religiosidad, en la oración, sacramentos, estudio, trabajo, trato e incluso en el juego, poniendo en práctica las actitudes fundamentales del cristiano: lealtad, sinceridad, generosidad, piedad, caridad, apostolado, etc. Además de trabajos escritos, pueden contribuir escenificaciones, dibujo y hasta estimular al alumno a realizar una modesta investigación o ayudar a otros. Sin exageraciones, el activismo ha de ser jerarquizado, y que ayude sobre todo a las facultades superiores: inteligencia, voluntad, imaginación y memoria, que especialmente en la educación religiosa son las más importantes (V. t. AUDIOVISUALES, MÉTODOS; ESCUELA ACTIVA; PSICOLOGÍA PEDAGÓGICA).
      4. El texto de memoria. En la formación religiosa no basta escuchar la explicación de un tema o la asistencia a clase; es conveniente que los alumnos retengan las ideas y las fórmulas cuidadosamente elaboradas que contienen los catecismos; descuidar este aprendizaje exacto favorecería la creación de un confusionismo ideológico en este terreno, cuyo resultado sería el abandono de la Revelación. Durante la Edad Media, el pueblo solía repetir con el sacerdote, durante la misa de los domingos, las principales oraciones, práctica que como recomendable para repasar el catecismo, prescribió Benedicto XIII en el Concilio Romano, 23 mayo 1725. El conc. Vaticano 1 (1870) se propuso redactar un texto de catecismo popular universal para evitar la variedad de textos diocesanos; actualmente se editan textos nacionales, que a veces acentúan demasiado la adaptación a los niños; pero en general el Catecismo oficial es más bien un resumen estable de fe y moral que los Obispos destinan a los adultos, sobre el cual los catequistas han de elaborar los diversos Manuales para los niños.
      5. Formación religiosa. No basta cultivar la inteligencia; más que saber mucho sobre el Cristianismo, importa vivirlo en la práctica, de suerte que el modo de pensar, hablar y obrar sea conforme a las enseñanzas de Cristo. Hay que evitar el intelectualismo o cultivo exclusivo de conocimientos religiosos, y también el sentimentalismo, que carece de la ilustración necesaria. El catequista no sólo es profesor, sino guía del que se vale Dios para desarrollar la vida religiosa y espiritual en los niños; en cada lección ha de instruir y educar, formando la conciencia con casos prácticos. La educación de los niños ha de estar basada en la obligación de servir al Señor por ser sus criaturas, y además por ser hijos de Dios, al que debemos agradar por puro amor y agradecimiento, sin olvidar el filial temor. Se deben proponer a la voluntad motivos que la decidan a obrar el bien, ante todo, el deseo de conseguir la vida eterna con toda la perfección de que cada uno es capaz. A despertar los sentimientos contribuirá mucho la sinceridad y convencimiento con que les hable el catequista. Finalmente la formación religiosa se perfeccionará con la práctica de las virtudes: fe, esperanza, amor a Dios y al prójimo, obediencia, piedad, lecturas de espiritualidad y de moral, los ejercicios y retiros espirituales que ayudan a fijar las grandes verdades de la fe en lo profundo del alma y la agrupación en asociaciones piadosas, de formación y de apostolado.
     
      V.t.: EDUCACIÓN RELIGIOSA; CATEQUESIS; CATEQUISTAS.

     
     

BIBL.: General: L. CSONKA, Catechetica, en Dizionario Enciclopedico di Pedagogía, 1, Turín 1961, 391-393; P. ALONSO, Pedagogía Catequística, Barcelona 1957; R. BANDAS, Come si insegna il Catechismo, Roma 1960; A. BOYER, Catéchétique, París 1947; P. BRAIDo, Educar, 3 tom., Salamanca 1965; A. JUNGMANN S. J., Catequética, Barcelona 1961; «Lumen Vitae» 5 (1950) 503-670; D. LLORENTE, Tratado elemental de Pedagogía Catequística, 10a ed. Valladolid 1965; S. MISSER, Catequizar, Barcelona 1965; E. Osso, Guía práctica del catequista, Barcelona 1906; S. RIVA, Direttorio della suora catequista, Roma 1960; A. SIRONVAL, Hacia una Pedagogía Catequística, San Sebastián 1963; M. B. TRACHTA, La Catequesis hoy, Barcelona 1965; R. SPIAZZI, Teología Pastoral Didáctica, 111, Catequética, Madrid 1969.-Métodos: H. ATAUN O. F. M. Cap., Guía del Catequista, 3 tom. Montevideo 1940; L. DI MARTA F. S. C., Metodi e Forme, Erba 1950; C. GODOY F. S. C., Los medios audio-visuales en la catequesis, Tejares 1964; G. NOSENGO, Siete lecciones de Activismo catequístico, Barcelona 1944; E. STIEGLITZ, Catequesis, 3 tom. Barcelona 1921; L. VIGNA, L'Intuizione nell'istruzione religiosa, Turín 1924.-Textos de Catecismo Alemania, trad. esp. Barcelona 1957; Canadá 1956; Estrasburgo 1947; Filipinas 1956; Francia 1947; Lausana 1961. Además están los siempre clásicos Catecismo de San Pío V o Catecismo Romano de 1566, el Catecismo Mayor y el Catecismo breve de S. Pío X, todos con numerosas ediciones en muchos idiomas hasta nuestros días. Finalmente, el Directorium Catechisticum Generale de la Santa Sede (S. C. para el Clero) de 1971 ha sido publicado también en otros idiomas (p. ej., en castellano: Catequesis: Directorio General Catequístico, Ed. Magisterio).

 

 

A. ZULUETA MARIGORTA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991