CAPUCHINOS


(Orden de Hermanos Menores Capuchinos) Ordo Fratrum Minorum Capuccinorum (O. F. M. Cap.). Juntamente con los Frailes Menores y Frailes Menores Conventuales (v. FRANCISCANOS I) forman la primera Orden fundada por S. Francisco de Asís (v.); se comprometen a una santificación personal mediante la vivencia peculiar del Evangelio, según la línea trazada por S. Francisco, y a la propagación del Reino de Dios mediante el despliegue de múltiples y variadas formas de apostolado.
      Propagación. La nueva iniciativa franciscana suscitada por Mateo de Bascio (m. 1552) y perfilada por Bernardino de Asti (m. 1554) fue aprobada por Clemente VII (Religiones zelus, 3 jul. 1528) y se propagó rápidamente. Cuando en 1574 obtuvieron plena libertad de acción, sumaban ya en Italia 3.500 religiosos en 300 conventos, y con sorprendente rapidez se propagaron por toda Europa: En España, después de algunos intentos frustrados (157076) se establecieron definitivamente en 1578, fundando cinco provincias: Cataluña (1578), Valencia (1596), Aragón (1598), Castilla (1609) y Andalucía (1625). Al cabo de su primer siglo, la Orden tenía 17.000 religiosos organizados en 42 provincias y 1.260 residencias, y siguió creciendo hasta mediados del s. XVIII. En 1671 contaba con: 35.000 religiosos esparcidos por todo el mundo en plena actividad, 64 provincias, 1.760 residencias y unos 300 centros misionales. La Revolución francesa, junto con otros factores (filosofismos, regalismos, josefinismo, etc.) minó su potencialidad y desarticuló la orden en todas las naciones europeas impidiendo el reclutamiento, la dirección unitaria y la actuación del programa. En España fueron suprimidos en 1809; se restablecieron paulatinamente a partir de 1814, pero en 1835 experimentaron los efectos de la supresión de las Órdenes religiosas; algunos pasaron a América y se organizaron en circunscripciones autónomas (Ecuador, Colombia, Guatemala, Venezuela) de las que vendrían más tarde refuerzos a la futura restauración española, comenzada en 1877; a los pocos años quedaron reorganizadas las cinco provincias antiguas con nuevo vigor y nuevos métodos en las actividades propias dentro y fuera de la Península. La Orden entera comenzó su nueva fase ascendente, que todavía continúa, en el capítulo general de 1884.
      Legislación y organización. Ley fundamental es la Regla franciscana, interpretada y aplicada por constituciones propias codificadas definitivamente en 1535-36, modificadas seis veces para adaptarlas a las exigencias de los tiempos y del Derecho común, aunque sin hacerlas perder su espíritu y su inspiración eminentemente evangélicos y franciscanos. El cuerpo legislativo está además integrado por las Ordenaciones de los Capítulos generales (órgano legislativo) y por un Estatuto de misiones.
      Los miembros son de dos categorías: sacerdotes y hermanos legos, con idénticos derechos y deberes, excepto los derivados del carácter sacerdotal. Gobierno centralizado, presidido por un ministro general y seis consejeros, elegidos periódicamente (en la actualidad cada seis años) por los representantes de las provincias. Geográficamente se agrupan, dentro de cada nación, en provincias, comisariados y custodias, formados por conventos y residencias. Al frente de cada provincia hay un superior con cuatro consejeros elegidos en el Capítulo trienal por los delegados conventuales; en este Capítulo se nombran asimismo los superiores locales para un plazo de tres años. Pío VI (Inter graviores, 15 mayo 1804) introdujo el régimen de la alternativa, en virtud del cual los superiores generales debían alternarse entre los súbditos españoles y los extranjeros. Desde 1609 los superiores generales gozan del privilegio de grandes de España de primera clase. En el supremo gobierno de la Orden sobresalen: S. Lorenzo de Brindis¡ (v.), y los ven. Inocencio de Caltagirone (m. 1655), Bernardino de Arezzo (m. 1718), Buenaventura Barberini (m. 1743), Erardo de Radkersburg (m. 1766), Nicolás de Bustillo (m. 1809), Francisco de Solchaga (m. 1823), Juan de Valencia (m. 1846) y Melchor de Benisa (m. 1957).
      Espiritualidad. Es la franciscana (v: FRANCISCANOS III), matizada por algunos rasgos característicos orientados al retorno más radical a la primitiva sencillez evangélica del franciscanismo: práctica de la oración en el retiro conventual con marcada tendencia a la contemplación; la pobreza saturada de suave austeridad y renuncia totalitaria; amor seráfico en la doble vertiente divina y humana, las devociones tradicionales de Jesús crucificado y eucarístico, a María santísima en el privilegio de la Inmaculada Concepción, a cuya aureola añadieron el título de Divina Pastora de las almas. Esta espiritualidad teórica tiene sus representantes en la literatura ascética y mística de todas las naciones (cfr. DSAM V,12471390,1398-1401). Frutos de esta espiritualidad vivida son los varones ilustres por sus virtudes que componen el santoral de la Orden (v. FRANCISCANOS II). Ocho santos canonizados: Félix de Cantalice (m. 1587), Serafín de Montegranaro (m. 1604), José de Leonisa (m. 1611), Lorenzo de Brindis¡ (v.), Fidel de Sigmaringa (v.) Ignacio de Láconi (m. 1701), Francisco de Camporosso (m. 1866) y Conrado de Parzham (m. 1894). Doce beatos, entre los que figura Diego José de Cádiz (v.).
      Estudios. De ordinario se cursan en los colegios de la Orden según una peculiar ratio studiorum. La formación cultural se inspira prevalentemente en las escuelas buenaventuriana y escotista, si bien son muchos los filósofos y teólogos que han adoptado el tomismo o un sistema ecléctico. Los escritores han sido catalogados en repertorios especiales (cfr. BERNARDUS A BONONIA, Bibliotheca scriptorum O. F. M. Cap., Venecia 1747). Al perfilarse en el s. XVIII las nuevas corrientes científicas y escolásticas, fueron varios los que las siguieron; p. ej., Francisco de Villalpando (m. 1797), promotor de la reforma de las universidades españolas. Aunque en menor escala, también han cultivado las Ciencias naturales, la Filología, la Literatura y el Arte. Institucionalmente no se dedican a la enseñanza, pero lo hacen en casos particulares y en tierras de misión. Desde 1908 funciona en Roma un centro internacional de estudios superiores eclesiásticos y en 1931 se inauguró el Instituto histórico con varias iniciativas culturales, colecciones monográficas, ediciones de textos, etc.
      Apostolado. Entre las actividades apostólicas prevalece la predicación, que se caracteriza por la sencillez evangélica, la índole moralizadora y la adaptación 'a las necesidades y exigencias de los fieles. En todas las épocas y naciones ha habido excelentes predicadores. En 1743 Benedicto XIV les reservó para siempre el púlpito del Palacio apostólico, que ya habían ocupado y ocuparon después algunos de los más insignes oradores. También los príncipes y reyes los escogieron como predicadores de corte. En la corte madrileña, hasta la exclaustración, había siempre dos o tres con el título y oficio de predicador de su majestad. Las misiones populares constituyen otra forma peculiar de apostolado desde mediados del s. XVIr. El sector del catecismo, además de los predicadores y misioneros entre infieles, interesó a algunos especialistas, sobre todo alemanes y franceses, que publicaron manuales de la doctrina cristiana. Hay también otras formas específicas de su apostolado, como la asistencia a enfermos en su domicilio y en los hospitales, y lo mismo que a los detenidos en las cárceles y a los probados en públicas calamidades de pestes y guerras. Es notable su participación en las contiendas europeas de los s. XVrr-XVIII como legados de los Papas y consejeros de príncipes y reyes: Lorenzo de Brindis¡ (m. 1619), José du Tremblay (m. 1638), y otros. También manifestaron su interés por las cuestiones sociales a favor de los pobres y desvalidos y de la promoción de los necesitados: el irlandés T. Matew (m. 1856), «apóstol de la templanza»; el suizo T. Florentini (m. 1865), propagador de las escuelas de artes y oficios y de centros de educación y asistencia; el francés Ludovico de Besse (m. 1910), precursor de la acción social en su patria y propagador de las cajas rurales; el italiano Jocundo de Vaglio (m. 1915), apóstol de la buena prensa; el alemán Cipriano Fróhlich (m. 1931), defensor de la infancia abandonada; el español Luis Amigó y Ferrer (m. 1934), fundador de dos institutos para la reeducación de la juventud.
      Misiones entre herejes, cismáticos e infieles. Nacida la Orden en el clima de la restauración católica, se dedicó con empeño a combatir el error en todas las zonas europeas infestadas por la herejía, completando la obra propiamente pastoral de conversión de herejes y defensa de la fe católica con una abundante literatura de carácter apologético, que demuestra cómo realmente la Orden fue uno de los baluartes de la Iglesia católica en la época tridentina. Además, el espíritu misionero hizo posible la fundación y desarrollo de numerosos y florecientes centros misionales entre infieles, siguiendo las dos trayectorias abiertas por la Congregación de Propaganda Fide y por el Vicariato regio según la procedencia de los misioneros. Los franceses se organizan en Brasil (1612) y en el Próximo Oriente: Constantinopla, Grecia y Siria (1625), Mesopotamia (1628), etc.; en Asia oriental: Surate (1639), Madrás (1640), Pondichéry (1671); en Acadia (1632), Antillas (1633), Florida (1722) y en algunas regiones de África. Los italianos: Constantinopla (1587), Túnez (1624), Congo (1646), Armenia-GeorgiaRusia (1661-1713), Tibet (1704), Brasil (1702), etc. Los españoles por espacio de unos 50 años evangelizaron vastas zonas de África: Congo (1640), Sierra Leona (1645), Benin (1647), Arda (1689); pero su campo preferido a partir de 1645 fue el nuevo Reino de Granada (Venezuela-Colombia), en el que erigieron varias prefecturas: Urabá (1645-49), Darién (1647), Cumaná (164850), Los Llanos (1676), Guayana (1678-807), Maracaibo (1695) y Santa Marta (1749). Con el sistema de las «reducciones» fundaron más de 230 pueblos. A mediados del s. XII las misiones adquirieron nuevo rigor gracias a estos tres factores: fundación de un colegio en Roma, centralización bajo la dependencia del superior general y promulgación de un estatuto propio. Los c. desarrollan su actividad misional con 1.423 misioneros en 50 misiones, 564 centros principales y 3.726 secundarios; 2.500 escuelas elementales y 308 superiores; 76 hospitales; 174 orfanatos; 16 imprentas (1966).
      En 1966, los c. alcanzaban el número de 15.838 religiosos distribuidos en 69 provincias y 1.261 residencias.
     
     

BIBL.: E. FRASCADORE y H. Doms, Bibliografía delle biografíe francescane, Florencia 1967. Fuentes:BullariumO. F. M. Cap.,Roma-Insbruck 1740-1884; Monumento histórico O. F. M. Cap., Asís-Roma 1937-64; Monumento ad constitutiones, Roma 1916; Z. BoVERIO y OTRos, Annales, Lyon 1632, Milán 1737 (Versión española Madrid 1644-47, 1960, 1758).

 

MELCHOR DE POBLADURA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991