Vida y obras. Filósofo alemán, n. en Marienberg bei Boppard, el 16 en.
1838 y m. en Zurich (Suiza), el 17 mar. 1917, Es uno de los padres de gran
parte del pensamiento filosófico actual. Procedía de una familia de
resonancia histórica y de ascendencia judía. Sus tíos Clemens y Elisabeth
(Bettina, amiga de Goethe y Beethoven) fueron figuras del romanticismo
alemán. B. estudió en Aschaffenburg, Munich, Wurzburgo, Berlín (con
Trendelemburg), Münster (con Clemens) y Tubinga. Sus estudios
eclesiásticos los realizó en Graz (con los dominicos), en Munich (con
Dollinger) y Wurzburgo. Ordenado sacerdote el 6 abr. 1864, dos años más
tarde se habilitó en Wurzburgo con su tesis: El verdadero método de la
filosofía no es otro que el de las Ciencias de la naturaleza, iniciando
ese mismo año su labor docente. En 1873 abandonó su condición sacerdotal,
ya que, habiendo sido encargado por el episcopado alemán de estudiar las
dificultades histórico-doctrinales de la infalibilidad pontificia, no pudo
aceptar las definiciones dogmáticas del conc. Vaticano I. El 22 en. 1874
fue nombrado ordinario de filosofía de Viena, puesto que desempeñó hasta
1880, en que cesó por perder la ciudadanía austriaca, ya que tuvo que
hacerse ciudadano de Sajonia para poder casarse. Privatdozent durante 15
años, abandonó Austria y se estableció en Florencia, hasta 1915, en que se
trasladó, ya ciego y enfermo, a Zurich, donde murió dos años después.
Sus obras principales son: Psychologie vom empirischen Standpunkt,
1874 (Psicología, trad. parcial J. Gaos, Madrid 1926); Vom Ursprung
sittlicher Erkenntnis, 1889; (El origen del conocimiento moral, trad. M.
G. Morente, Madrid 1927); Ober die Zukunft der Philosophie, 1893 (El
porvenir de la filosofía, trad. X. Zubiri, Madrid 1936); Die vier Phasen
der Philosophie und ihr augenblicklichter Stand, 1895 (Las cuatro fases de
la filosofía y su estado actual, en El Porvenir de la filosofía, Madrid
1936, 1-32); Versuch über die Erkenntnis, 1925 (trad. parcial en El
Porvenir de la filosofía, Madrid 1936, 227-251); Aristoteles, 1911 (Los
grandes pensadores, I, Madrid 1925, 179-225); Aristoteles und seine
Weltanschaung, 1911 (trad. esp. Barcelona 1920). Póstumas: Die Lehre Jesu
und ihre bleibende Bedeutung, Leipzig 1922; Vom Dasein Gottes, Leipzig
1929; Wahrheit und Evidenz, Leipzig 1930; Kategorienlehre, Leipzig 1933;
Grundlegung und Auf bau der Ethik, Berna 1952; Religion und Philosophie,
Berna 1955; Grundzüge der Aesthetik, Berna 1959; Geschichte der
griechischen Philosophie, Berna 1963.
Punto de partida. El punto de partida de B. es su explícito
propósito de superar al mismo tiempo lo que él considera extravíos
dialécticos del idealismo y miopía filosófica del positivismo. Su
filosofía es radicalmente empirista, pero en un sentido total, que busca
un método «más acorde con la realidad de las cosas». Este método no puede
ser otro que el mismo que utilizan las ciencias naturales, pero aplicado a
otro modo de la realidad: la que constituye el objeto de la filosofía. Se
trata de que las cosas mismas, cuyos problemas son la causa de la ciencia
y la filosofía, sean las que nos proporcionen el método para acometer y
resolver esas mismas aporías. Esta filosofía se manifiesta a través de su
historia, que lejos de ser el aparente tejer y destejer subrayado por el
positivismo, encierra un hondo y soterrado sentido, que presenta «cuatro
fases evolutivas», que aparecen en las tres grandes navegaciones del
pensamiento humano: filosofía griega, medieval y moderna. La primera fase
es de desarrollo y ascenso; la segunda es de generalización y crítica; la
tercera es de escepticismo radical; la cuarta es de construcción
dialéctica apriorística y mística. Esto conduce a que B. valore
positivamente a Aristóteles, S. Tomás, Bacon, Descartes y Leibniz y
desvalorice a Plotino, Lulio, Ockham, Kant y Hegel, postulando, frente a
la vuelta a Kant de los neokantianos, un más profundo retorno a
Aristóteles y al espíritu de Bacon y Descartes.
La vuelta a la filosofía primera. Buscando una mejor caracterización
de los fenómenos psíquicos, B. redescubre la doctrina de la
intencionalidad, de raíces aristotélicas. «Todo fenómeno psíquico está
caracterizado por lo que los escolásticos de la Edad Media han llamado la
inexistencia intencional (o mental) de un objeto y que nosotros
llamaríamos, si bien con expresiones no enteramente inequívocas, la
referencia a un contenido, la dirección hacia un objeto... la objetividad
inmanente. Todo fenómeno psíquico contiene en sí algo como su objeto, si
bien no todos del mismo modo». La intencionalidad se reduce a señalar la
presencia del objeto y remite a la realidad de la que debe partir toda
auténtica filosofía. Esta concepción va a conducir a la idea de que el
pensamiento no es algo encerrado en sí mismo, sino que va más allá de sus
límites y clava sus raíces en la misma realidad. De igual modo, el hombre,
sujeto de este pensar, es también un ser intencional, «abierto a las
cosas». En este sentido B. es el primer metafísico de la segunda mitad del
s. XIX; lo que le ha llevado a replantearse el problema de la sustancia y
del sentido del ser, negando la neoplatónica distinción de esencia y
existencia y esforzándose en restablecer una nueva doctrina de las
categorías. Apoyado en esta concepción de la realidad y del quehacer
filosófico, B. ha vuelto a replantear el tema de Dios, que le preocupó
durante toda su vida. En su primera etapa filosófica (1868-91), prefirió
las pruebas que él llama teleológicas; pero en su escrito de 1915 se
preocupa de la vía de la contingencia, planteada con un nuevo sentido.
La reforma de la psicología y de la lógica. La preocupación de B.
por los problemas psicológicos es doble. De un lado se esforzó en analizar
problemas muy concretos y específicos; de otra parte, deseaba estructurar
todo un saber psicológico general, partiendo de la intencionalidad de los
fenómenos psíquicos y su agrupación en tres clases principales de
fenómenos: representaciones, juicios y emociones (sentimientos y
tendencias). Esta concepción no sólo le lleva a un fructuoso intento de
psicología total, sino que incluso le plantea el problema de la reforma de
la lógica, en un sentido antipsicologista, que habría de influir
decisivamente en las Logische Untersuchungen de Husserl.
La fundamentación de la ética. También en el campo de la praxis la
labor de B. va a tener una extraordinaria importancia. Aunque Nietzsche y
Lotze hubieran hablado ya de valores, fue B. quien puso en marcha la
moderna filosofía de los valores. Nuestras acciones éticas no son ciegas
ni predeterminadas, pero tienen una típica intencionalidad, que se
manifiesta en una triple perspectiva: relacionando el fenómeno con su
objeto, expresando su posición mediante un juicio que lo acepta o no y
mostrando su agrado o desagrado. Lo que aceptamos con agrado es
precisamente lo bueno, que dice B.; los valores que dirían después sus
discípulos, que podrían ser como esencias distintas de la esfera del ser,
como dedujo Max Scheler; pero posteriormente B. precisaría su pensar y
afirmaría que los valores no tienen una existencia independiente del ser
real. Lo que realmente existe son acciones buenas, cosas bellas, personas
valerosas, objetos útiles. Lo auténticamente real es el acto, aunque los
conceptos valorativos tengan una significación permanente.
La ética tiene así un fundamento real, que arranca de la valoración
y de su adecuación, que se levantan sobre el acto moral y su contenido. El
elemento primario del conocimiento moral no es un mandato apriorístico o
finalista, sino la real experiencia de valores. La raíz esencial del orden
moral es el bien común de todos los hombres, nacido de la universal
experiencia humana. Esto hace que B. tenga plena conciencia de la
importancia de su concepción ética. «Nadie ha determinado los principios
del conocimiento en la ética del modo como... lo determino yo... Nadie...
ha roto tan radical y completamente con el subjetivismo ético». El sujeto
del acto moral es la voluntad; pero, ¿qué es lo que me dice que una cosa
es buena o es mala? No el hecho del preferir o posponer subjetivos, sino
la adecuación del juicio ético con la calidad del objeto. Lo esencial del
marco propio de la eticidad consiste en el acto de conocimiento
valorativo: el preferir, que es un acto intencional complejo
intrínsecamente comparativo, que conduce a elegir lo bueno, pero también
lo mejor, por lo cual B. tiene que enraizar los bienes concretos en la
bondad de Dios. El arraigo del orden ético en Dios lleva a B. a una
concepción clásica del «ideal del sabio». La perfección suprema es la
contemplación de la armonía, el conocimiento de la verdad y la ascensión
libre hasta los bienes superiores. El ideal de los ideales es una unidad
de toda verdad, bien y belleza.
Filosofía de la religión. También se planteó B. el problema
filosófico del hecho religioso, en un sentido que llamaríamos de riguroso
intelectualismo aristotélico. La filosofía de la religión debe responder a
dos problemas principales: en qué consiste la religión y cuál sea su
contenido propio. Para resolverlos hay que recurrir al estudio empírico
evolutivo, ya que piensa que es analizando la historia como el filósofo
puede asomarse mejor a su realidad. El resultado de este estudio le
conduce a sostener la existencia de Dios en sentido teísta; a admitir la
creación y la providencia; a rechazar el indeterminismo absoluto; y a
subrayar la justicia divina, incompatible con una condenación absoluta y
eterna de las criaturas. En el análisis concreto de las religiones,
considera que la más evolucionada y perfecta es el cristianismo, al que ve
desde la religiosidad católica (aunque abandonó el estado sacerdotal, no
quiso adherirse a ninguna confesión no católica), declarando que Cristo
ofrece «un ejemplo de santidad ideal y miles de miles fueron guiados por
este ejemplo a una vida verdadera y noble». Pero incluso «nuestra
religiosidad popular, con su doctrina del Padre omnipotente y bondadoso,
es una religión optimista y sólo por ello, bajo el signo del optimismo, ha
ganado el mundo para sí». Frente a la pregunta de Strauss: ¿Somos aún
cristianos?, colocaba B. la suya: ¿Pero acaso somos ya cristianos?
Discípulos e influencia. La influencia de B. en la filosofía
posterior es múltiple y excepcional, tanto por los campos tan diversos en
que se ha ejercido, como por el calibre intelectual de sus discípulos y
las consecuencias de su pensamiento. Entre sus discípulos se contaron el
presidente T. G. Masaryk, el canciller Von Hertling (1843-1919), el
teólogo Hermann Schell (1850-1906), los profesores Arleth, Berger,
Eisenmeier, D. von Hildebrand, A. Hofler (1853-1922), E. Husserl, A.
Kastil (1874-1950), O. Kraus (1872-1942), A. Marty, A. von Meinong
(1853-1921), C. Stumpf (1848-1936), K. Twardowski (1866-1938), Utitz y Ch.
Von Ehrenfels (1859- 1932), entre otros. Su influencia se ejercería en un
triple sentido: 1) una escuela estricta, en la que se encuentran sus
editores y comentaristas (Kastil, Kraus); 2) una proyección paralela al
neo-positivismo ya que, en cierto sentido, como afirma A. Kastil, su
actitud es de algún modo precursora del Círculo de Viena; y 3) las
consecuencias de sus mejores ideas filosóficas: aquel método más afín con
la naturaleza de las cosas de B. se ha convertido en la fenomenología de
Husserl; la idea de la objetividad del bien como valor, en la ética de
Scheler; la concepción del hombre como ser abierto a las cosas, ha sido
desarrollada por Heidegger y Zubiri y el redescubrimiento de la teoría de
la intencionalidad por Husserl y Scheler. Y aún hay que añadir la
influencia sobre la Gegenstandtheorie de Meinong, sobre la filosofía del
lenguaje de Marty y sobre el pensamiento de Stumpf.
BIBL. : O. KRAUS, Franz Brentano.
Munich 1919 (con aportaciones de Husserl y Stumpf); M. BRÜCK, Ober das
Verhiiltnis E. Husserl zu F. Brentano vorhermlich mit Rücks¡cht auf
Brentanos Psichologie, Munich 1933; E. ROGGE, Das Kausalproblem bei F.
Brentano, Berlín 1935; A. KASTIL, Die Philosophie F. Brentanos, Berna
1951; M. CRUZ HERNÁNDEZ, F. Brentano, Salamanca 1953; É. GILSON, Méthode
et métaphysique selon F. Brentano, París 1955; ÍD, La psychologie
descriptive selon F. Brentano, París 1955; A. SATUÉ ALVAREZ, La doctrina
de la intencionalidad en F. Brentano, Barcelona 1961.
M. CRUZ HERNÁNDEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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