Poeta y escritor romántico español, n. en Sevilla el 17 feb. 1836. Su
padre era el pintor José Domínguez Isausti Bécquer, que solía firmarse
«José Bécquer», y que descendía de una familia holandesa noble afincada en
Sevilla a finales del s. XVI. El nombre de su madre era Joaquina Bastida y
Vargas. El verdadero nombre de B. era, pues, Gustavo Adolfo Domínguez
Bastida, quinto de los ocho hijos de José Domínguez, estimable artista;
quedó huérfano de padre a los cinco años. Estudió las primeras letras en
el colegio de San Antonio Abad, y a los 10 años, después de morir su
madre, ingresó en el Colegio de San Telmo con vistas a prepararse para la
Escuela de Náutica. B. y su hermano Valeriano habían sido recogidos por su
tío Manuel Vargas, pero era su madrina Manuela Monahay, que tenía cierto
desahogo económico, quien se ocupaba más directamente de su porvenir y le
había hecho entrar en San Telmo. Suprimido el colegio al poco tiempo, B.
se sintió desorientado respecto a su futuro. La familia se había
disgregado, y su madrina lo acogió en su casa, provista de una escogida
biblioteca que fue apasionadamente devorada por el muchacho. Tenía éste ya
14 años cuando trató de probar su vocación pictórica, animado por su
madrina que, casada algo tardíamente, y sin hijos, había abrigado la falsa
esperanza de que B. se fuera ocupando de un comercio que poseía.
Convencida de que no era ése el rumbo de su ahijado, le envió al estudio
del pintor Antonio Cabral Bejarano, del que pasó al de Joaquín Domínguez,
hermano de su padre, con quien ya estudiaba Valeriano. La sentencia de su
tío fue inapelable: «Tú no serás nunca buen pintor, sino mal literato»; le
animó a que estudiara humanidades, y él mismo le costeó unas clases de
latín. B. después de algunos tímidos intentos en el campo de la música, se
entregó fogosamente a su pasión literaria. En Sevilla se une a un pequeño
grupo de poetas jóvenes (Campillo, Nombela, García Luna), junto con su
hermano Valeriano. Compone los primeros versos (Oda a la señorita Lenona
en su partida, A Elvira,...) en aquella época feliz que luego recordaría
«henchida de deseos sin nombre, de pensamientos puros y de esa esperanza
sin límites que es la más preciada joya de la juventud». Para todos ellos
la meta era Madrid. Con Nombela y Campillo hizo B. un libro de poesías que
guardaban para el triunfo en la capital. Nombela fue el primero en dejar
Sevilla. En 1854, desoyendo los consejos de su madrina y con 150 pts. que
le proporcionó su tío Joaquín, B. llega a Madrid, y la desilusión se
impone pronto («He necesitado que me lo digan y me lo repitan cien veces
para creerlo. ¿Es esto Madrid? ¿Es éste el paraíso que yo soñé en mi
aldea? jDios mío! jQué desencanto tan horrible! »). Comienza así una
existencia llena de estrecheces y penalidades. En 1855 muere su madrina en
la epidemia de cólera que se abate sobre Sevilla. Para conseguir algún
ingreso, B. solicita un puesto administrativo en la Dirección de Bienes
Nacionales. Se lo conceden, pero por poco tiempo, pues le despide el jefe
de la oficina al descubrir al bisoño escribiente haciendo versos o
dibujando, según otros, en horas de trabajo. Entra en el periodismo y
empieza dirigiendo por poco tiempo El Mundo, después ingresa como redactor
en El porvenir, y lo deja para fundar con unos amigos la efímera revista
España artística y literaria, que publicó un homenaje a Quintana titulado
«La corona de oro» con la colaboración de todos los redactores. Con su
paisano Luis García Luna escribe algunas obras de teatro, firmando ambos
con el seudónimo «Adolfo García». Por el estreno de La cruz del valle el
director del periódico progresista La lberia atacó duramente a los autores
tachándolos de «neocatólicos», contestándole B. con una carta que confirma
su seguridad espiritual y su vocación intelectual. En 1857, y después de
detenidas visitas artísticas a Avila, Soria y Toledo, publica con Juan de
la Puerta el primer tomo de la Historia de los templos de España, único de
sus libros que vio impreso en vida. Por aquel tiempo se le presentaron los
primeros síntomas de su mortal enfermedad, la tuberculosis. En 1858
conoció a Julia Espín, hija del organista de la Capilla Real y profesor
del Conservatorio Joaquín Espín, de la que se enamoró B. sin esperanza,
por la diferencia social que los separaba. Su hermano Valeriano le
convenció de que fuera a reposar al Monasterio de Veruela, cerca del
Moncayo, y desde allí envió a El Contemporáneo numerosas composiciones, en
verso y en prosa, incluidas las célebres Cartas desde mi celda, con las
que se inicia en la literatura española el género del «ensayo».
Vuelto a Madrid, continúa en tratamiento médico con el doctor
Francisco Esteban, con cuya hija Casta entabla amistad que termina en boda
el 19 mayo 1861. El mismo año llegó a Madrid su hermano Valeriano, que
tras unos comienzos difíciles logró una pensión del Museo Moderno para
reproducir escenas típicas españolas, La esposa de B. tenía una casa
campestre en Noviercas (Soria), y allí tuvo el poeta amenos periodos de
descanso. Fue una época de serenidad y trabajo hasta que en 1863 sufrió
una seria recaída en su enfermedad. Una vez recuperado, decidió acoger en
su propio hogar a Valeriano, surgiendo pronto disensiones entre éste y
Casta por conflicto de caracteres. Por influencias de su protector Luis
González Bravo, fue nombrado en 1864 «fiscal de novelas», con 24.000
reales de sueldo, lo que permitió a la familia una cierta estabilidad
económica, pero la revolución de 1868 derribó al gobierno de González
Bravo. B. perdió el empleo y su hermano la pensión, agravándose la crisis
familiar hasta el punto de que la esposa abandonó el domicilio conyugal.
Esta separación, durante la cual los esposos continuaban relación por
carta, se supone fue debida a una concreta imposición de Valeriano. Casta
quedó en Noviercas con el tercer hijo de los B., que acababa de nacer,
mientras Gustavo Adolfo, sus otros dos hijos y Valeriano volvieron a
Madrid por breve tiempo, y se establecieron luego en Toledo. En 1869
Eduardo Gasset fundó La Ilustración de Madrid y le ofreció el puesto de
director, reservando también una plaza a Valeriano. Los hermanos B.
pusieron de nuevo casa en Madrid, pero el 29 sep. 1870 m. Valeriano. Casta
se presentó en el hogar a los pocos días, y los esposos volvieron a
unirse. Pero no por mucho tiempo. Gustavo Adolfo sufrió una grave recaída
y m. en Madrid el 22 dic. 1870. En 1913 sus restos y los de su hermano
Valeriano fueron trasladados a Sevilla.
Exceptuando el mencionado volumen de los Templos de España, B. no
publicó ningún libro, y su obra apareció en los periódicos de su tiempo.
Al día siguiente del entierro de B. se reunieron en el estudio del pintor
José Casado del Alisal, el entonces ministro de Estado Manuel Silvela,
Augusto Ferrán, Narciso Campillo, Ramón Rodríguez Correa y otros artistas
y escritores, y decidieron costear entre todos la edición de sus obras,
dejando la propiedad y beneficios a la familia. Las Obras completas se
imprimieron en Madrid en 1871, y se ampliaron en sucesivas ediciones,
completándose con las Páginas desconocidas que recogió en 1923 F. Iglesias
Figueroa. En la obra de B., que ha gozado de notable popularidad en el
mundo de habla española, destacan especialmente las Rimas y las Leyendas.
Las Rimas. Solía repetir B. la frase de Lamartine: «La mejor poesía
es aquella que no se escribe», y la puso en práctica, en lo posible, al
componer sus Rimas, 76 poemas cortos en los que condensó una poesía que
podía haber llenado muchos volúmenes. Primorosas, delicadas y espontáneas,
son fruto de un intenso trabajo de corrección y perfeccionamiento, según
se desprende de los originales manuscritos que se han conservado. Sin
librarse de los tintes melancólicos, y a veces sombríos, propios del
romanticismo, huye de la grandilocuencia de los otros románticos
(Zorrilla, Espronceda, el Duque de Rivas), que, naturalmente, le valoraron
poco. Para Núñez de Arce las Rimas no eran más que «suspirillos líricos de
corte germánico».Pero para B. no existía un público multitudinario a quien
asombrar con imágenes impresionantes, sino el momento fugaz de la
confidencia íntima. Esto se evidencia en la primera de sus Rimas. El
poeta, aun sabiendo de «un himno gigante y extraño», quiere darle una
forma cálida y cordial «con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y
risas, colores y notas». y el esfuerzo de su creación poética queda
justificado «si, teniendo en mis manos las tuyas, pudiera al oído
cantártelo a solas». Son poemas de interioridad, eco de una poesía
«natural, breve, seca, que surge del alma como una chispa eléctrica que
toca el sentimiento con una palabra y huye». Compuestas en su mayor parte
en armónica forma asonantada, se hicieron pronto famosísimas, ya que,
según indica Manuel Altolaguirre en su antología de la poesía romántica
española, «ningún poeta ha contribuido en más alto grado que él a
desarrollar la inteligencia amorosa de los hombres». La visión poética de
B. idealiza las cosas, ya través del prisma amoroso llega a identificar a
la mujer amada con la poesía («poesía... eres tú»). La realidad del mundo
y los desengaños del amor desmoronan esa idealización hacia caminos de
amargura, sarcasmo y desesperación. El sufrimiento en la vida sentimental
es el eje de la inspiración poética de B., con influencias que van desde
Heine a Byron, pasando por Musset. Sin embargo, B. conservó una profunda
esencia española en la confluencia de corrientes andaluzas y castellanas,
e influyó poderosamente en los poetas posteriores: Juan Ramón Jiménez,
Gerardo Diego, Rafael Alberti, etc.
Las Leyendas. Como prosista alcanzó B. también una elevada calidad,
demostrada igualmente en su correspondencia (literaria y privada) y en las
Leyendas. Se han recopilado 25, y su temática es rica, predominando el
exotismo ( La creación, El caudillo de las manos rojas, Apólogo, La rosa
de pasión, La cueva de la mora) y los misterios de ultratumba y
embrujamiento (Maese Pérez, el organista, El monte de las ánimas, El
miserere, El rayo de luna, Los ojos verdes, La cruz del diablo, La corza
blanca, Creo en Dios).Con sus Leyendas dio B. un nuevo ritmo expresivo al
sentimiento romántico, prestándole una mayor riqueza imaginativa. Con
estilo claro y florido, combina la fantasía, la delicadeza y el espíritu
poético, sin buscar otro objetivo «que la belleza, la belleza y nada más
que la belleza, al darnos una visión honda, aguda y nueva de las cosas» (Azorín).
BIBL. : Ediciones. La más moderna
es la realizada por R. DE BALBÍN y A. ROLDÁN, Rimas y prosas, Madrid 1968
(contiene una nueva ordenación de las Rimas; Obras, ed. por G. DÍAZ-PLAJA,
Barcelona 1962. Estudios. R. BENÍTEZ, Ensayo de bibliografía razonada de
Gustavo Adolfo Bécquer, Buenos Aires 1961; I. PEDRO DÍAZ, Gustavo Adolfo
Bécquer, Vida y poesía, Montevideo 1953; H. CARPINTERO, Bécquer, de par en
par, Madrid 1957; G. MARAÑÓN MOYA, Bécquer periodista, Madrid 1960; L.
CERNUDA, Gustavo Adolfo Bécquer, Madrid 1957; M. GARCÍA-VIÑÓ, Mundo y
tras- mundo en las Leyendas de Bécquer, Madrid 1970.
MARIANO DEL POZO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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