BAPTISTERIO
LITURGIA Y PASTORAL.
Se denomina b. al lugar
destinado para la administración del Bautismo.
Los primeros baptisterios. Si no podemos precisar la época en que
aparecieron los primeros b., conocemos al menos su estructura general.
Constaban de diversas piezas conforme a la variedad del rito (v.
BAUTISMO IV): en el llamado cathecumenon se realizaba el exorcismo y la
renuncia a Satanás; luego, el neófito, después de ungido con el óleo,
entraba en la piscina para la triple inmersión o infusión; después, allí
mismo o en otra pieza, el consignatorium, era ungido de nuevo con el
óleo en la frente y en los sentidos y crismado. Finalmente, vestido de
blanco, recibía la bendición del obispo y podía entrar en la iglesia
para participar en la Eucaristía.
A partir de la paz de Constantino, hubo b. en todas las iglesias
episcopales, y es probable que en otras muchas. Entre los b. autónomos,
los hay de planta rectangular, cuadrada, tricóncava, cuatricóncava,
hexagonal, pero los más frecuentes fueron rotondas octogonales y
circulares, algunas con deambulatorio en torno. Son célebres por su
belleza arquitectónica el b. de los Ortodoxos de Rávena (S. Juan de la
Fuente), el de S. Juan de Letrán en Roma y el de S. Tecla de Milán. De
otra parte, según se fue generalizando el bautismo de niños, se fue
renunciando a una instalación compleja que había perdido utilidad, ya
que correspondía a actos y movimientos que sólo podían hacer los adultos
(v. INICIACIÓN CRISTIANA). Los grandes b. con piscina fueron
reemplazados por grandes pilas, puestas sobre un basamento en un anexo o
capilla de la iglesia. Sin embargo, el uso de b. separados se mantuvo
durante siglos en muchas regiones; se los encuentra durante la época
románica en el sur de Francia, y en Italia hasta la era renacentista. En
la última época se generalizó la costumbre de situar la pila bautismal
en la parte baja de la iglesia, a la izquierda de la entrada.
La estructura' baptisterial. El b. puede concebirse de varias
maneras: como construcción separada, volviendo a la costumbre antigua
del b. autónomo; como un anexo de la estructura de la iglesia; o, en
fin, totalmente integrado en ésta. El primer sistema no puede rechazarse
por principio, pero hallará dificultades de orden práctico y económico.
El nuevo rito bautismal admite su posibilidad cuando dice: «Si el b.
está fuera de la iglesia... se dirigen todos a él en procesión». El
segundo sistema con estructura propia, pero anexa a la iglesia, puede
evitar los inconvenientes del b. separado, y, al mismo tiempo, expresar
la importancia que tiene como foco de la vida cristiana, exclusivo de
las iglesias parroquiales (CIC, can. 774); en este caso los arquitectos
deben procurar que el b. no sea un simple anexo, sino que haya una
verdadera conexión entre los dos focos de la vida litúrgica sacramental:
el Bautismo y la Eucaristía, desde el triple punto de vista, simbólico,
funcional y estético. La tercera solución, de colocar la pila bautismal
dentro del templo, sin volumen estructural propio para el b., tiene la
ventaja de facilitar, más que las dos anteriores, la participación de
los fieles en la ceremonia, pero plantea un problema de expresión
arquitectónica si se le quiere dar el debido relieve.
Ya constituya un espacio en conexión con el templo, ya esté
totalmente integrado en él, puede formularse una pregunta: ¿el b. debe
relacionarse con la puerta de la iglesia o con el altar?; ¿pueden
vincularse ambas relacioñes o son exclusivas, y hay que dar primacía a
una de ellas? El Bautismo es puerta de la Iglesia. El rito de la
primitiva Iglesia expresaba esta verdad dogmática conduciendo al
neófito, después del bautismo, a la comunidad. Desde este punto de
vista, rigurosamente dogmático, habría que colocar el b. cerca de la
entrada, y así es la costumbre clásica. Por el contrario, otros
prefieren subrayar la relación del Bautismo con la Eucaristía. «Por el
Bautismo el hombre se ordena a la Eucaristía», escribe S. Tomás (Sum. Th.,
III q73 a3), y la Constitución sobre Liturgia del conc. Vaticano II nos
recuerda también esta relación íntima entre ambos sacramentos (art. 10,
14, 55 y 66). Algunos liturgistas actuales, movidos por razones
pastorales (para facilitar la asistencia y participación de la comunidad
en la ceremonia bautismal), quieren situar el b. junto al altar, y
aducen también razones de tipo doctrinal; según ellos, el niño nacido de
una familia cristiana pertenece ya en cierto sentido a la Iglesia.
Puesto que, como dice S. Pablo, marido y mujer forman entre sí una
especie de Iglesia abreviada, el bautismo del niño, más que sacarlo pura
y simplemente de las «tinieblas exteriores», consagra una opción tomada
ya por los padres en nombre del hijo.
El rito litúrgico no prejuzga ninguna de estas dos soluciones. La
conclusión de la ceremonia consiste, como en la costumbre primitiva, en
conducir procesionalmente al niño, después de bautizado, al altar, para
recordar allí con moniciones y cantos los sacramentos (Confirmación y
Eucaristía) que recibirá más tarde. Pero da por supuesto que se pueda
celebrar el Bautismo «cerca del santuario y aun dentro de él». Si se
coloca el b. cerca de la entrada, debiera dársele el suficiente relieve
para hacer ver que constituye, junto con el altar (v.), uno de los polos
esenciales de la vida cristiana. Si se le coloca en la cabecera de la
nave. cerca del altar. debiera distinguirse de él, p. ej.., por su
distinto nivel, lo cual tiene también cierto simbolismo: al altar le
conviene una posición elevada; al b., una depresión del pavimento, que
sugiera (como en los b. primitivos) que «hemos sido sepultados con
Cristo por el Bautismo en su muerte», para resucitar con Él a nueva vida
(cfr. Rom 6, 4 ss.).
El ambiente baptisterial. El ritual tridentino ordenaba que la
pila estuviera en un lugar «decorosamente ordenado, cercado de verjas y
provisto de cerradura y llave». Lo que importa es que se exprese su
carácter sagrado. Como el altar, el b. tiene también su santuario,
prohibido al profano. Sólo entran en él, para la ceremonia sacramental,
el sacerdote, el catecúmeno, los padrinos y, según el nuevo rito,
también los padres. La piscina estrictamente tal, y su santuario, debe
estar rodeada de un amplio espacio que ofrezca lugar a que puedan
participar los fieles asistentes.
En el b. debe preverse concretamente el lugar para el cirio
pascual y para el armario donde se guardará la sal, el óleo de los
exorcismos, el crisma (v. ÓLEOS, SANTOS) y el registro de bautismos. Una
decoración jubilosa es la que conviene al b. Frescos, mosaicos y
vidrieras cantaban, en los antiguos b., el gozo de la Iglesia a la que
le nacen nuevos hijos. En cuanto a las escenas representadas, la más
frecuente y casi obligada era el Bautismo de Jesús; otras escenas,
inspiradas en ambos Testamentos, servían como útil catequesis: el
Bautismo del eunuco y del centurión Cornelio, las bodas de Caná, la
samaritana, el ciego de nacimiento, el paralítico de la piscina, la
resurrección de Lázaro y la del mismo Cristo, etc. Podrían usarse
también las seis escenas a las que hace referencia la fórmula de
consagración del agua en el nuevo rito bautismal: el Espíritu del Señor
cerniéndose sobre las aguas, el, arca de Noé en el diluvio, el paso de
Israel por el mar Rojo, el Bautismo de Jesús en el Jordán, la
transfixión del costado de Cristo crucificado, y la misión confiada a
los Apóstoles antes de la Ascensión: «Id y bautizad».
En cuanto a la pila bautismal ha sido ordinariamente considerada
como una obra plástica monumental, labrada conforme al estilo de cada
época. Sobre la antigüedad v. ii. En el románico (v.) se le dio una
forma masiva, como simbolizando «la roca que es Cristo». En el gótico
(v.), se prefirió forma de copa. En los siglos siguientes, fue perdiendo
simbolismo, aunque se cuidó su riqueza. En la actualidad los tipos y
modelos son muy diversos.
JUAN PLAZAOLA.
BIBL.: H. LECLERCQ, Baptistére, en DACL 11, 385 sis.; A. KHATCHATRIAN, Les baptistéres paleochrétiens. Plans, notices et bibliographie, París 1962; VARIOS, Le mystére du baptéme, «VArt Sacré», noviembrediciembre 1962, febrero 1963; A. M. RoGUET, Le baptistére, «La MaisonDieu» 63; E. J. SUTFIN, The Baptistry. Rubrics and Art, «Liturgicals Arts» febrero 1963; J. G. DAviES, Baptismal Architecture, en The modern architectural setting of the liturgy, Londres 1964; G. DIECKMANN, El lugar de la celebración litúrgica, «Concilium» febrero 1965; V. PACHECO PÉREZ y J. M. GALÁN JORDÁN, El templo y el baptisterio, en Arte Sacro y Concilio Vaticano II (11 Semana Nacional de Arte Sacro), León 1965, 213243; V. GONZÁLEZ, El templo y el baptisterio, ib.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991