Dominico español, una de las figuras más precIaras de la Teología del s.
XVI, también cultivó la Filosofía y el Derecho.
1. Datos biográficos. Aunque se le creyó nacido en Mondragón (él
mismo se intitula Mondragonensis en algunas portadas de sus obras) o en
Medina del Campo (así decía el acta de profesión religiosa y la del
doctorado por la Univ. de Sigüenza), documentos fehacientes prueban que n.
en Valladolid, el 29 feb. 1528. Estudió Artes en Salamanca, en cuyo
convento dominicano profesó el 3 mayo 1547. Allí conoció a los grandes
teólogos Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, teniendo por Maestros a
Diego de Chaves, Melchor Cano, Pedro de Sotomayor, Domingo Cuevas, Barrón,
etc., y por condiscípulo a B. de Medina. A petición de Domingo de Soto
comenzó a enseñar Artes y Teología en el Convento de S. Esteban, en 1552,
profesorado que duró nueve años. En el curso 1561-62 figura como
catedrático de Teología en la Univ. de Avila, donde enseñó hasta terminar
el curso 1566-67. Pasó a Alcalá, mas no parece que fuese catedrático de la
Univ. Complutense, sino del Colegio dominicano, y quizá sustituyese alguna
vez en la Universidad a Pedro Portocarrero, O. P. En mayo 1569 figura como
regente de Sto. Tomás de Avila. Vuelve a Salamanca en 1570, y en 1573 va a
regentar S. Gregorio de Valladolid, hasta 1577. Regresa a Salamanca para
opositar a la cátedra de Durando, que obtiene en abril de 1577. Cuatro
años desempeñó esa cátedra, pues en 1581 oposita a la de Prima, vacante
por muerte de Medina, ganándosela al agustino Juan de Guevara. En 1601
obtuvo la jubilación, aunque no llevaba al frente de su cátedra los veinte
años requeridos para ello, mas su precaria salud no le permitía seguir
enseñando. Se retiró a Medina del Campo, muriendo santamente en el
Convento de S. Andrés de dicha villa el 22 oct. 1604.
Además de su dedicación a la enseñanza, por encargo de la
Universidad trabajó en la reforma gregoriana del Calendario; fue
vicerrector; intervino en la revisión del índice de libros prohibidos.
También fue hombre de confianza de Felipe II, ante quien solventó graves
problemas de la Universidad y que le encomendó serios negocios.
2. Obras de Báñez: Scholastica commentaria in Primam Partem Angelici
doctoris D. Thomae (qq. 1-64), Salamanca 1584, última ed. de L. Urbano,
Valencia 1934; Scholastica commentaria super caeteras primae partis
quaestiones, Salamanca 1588, cuatro ed. más en Venecia 1588, 1591, 1602 (Zenario)
y 1602 (Bertano), y Duaci 1614; Scholastica commentaria in IIam. IIae.
quibus quae ad fidem, spem et charitatem spectant, clarissime explicantur
usque ad XLVI quaestionem, Salamanca 1584 y 1586, Roma 1586, Venecia 1586
y 1602, Lyon 1588, Douai 1615; Scholastica commentaria in Ilam. IIae. a
quaestione LVII ad LXVIII de jure et justitia decisiones, Salamanca 1584,
Venecia 1595, Douai 1615, Colonia 1615; Relectio de merito et augmento
charitatis, Salamanca 1590 y 1627; Instituciones minoris Dialecticae,
Salamanca 1599, Colonia 1618, Bolonia 1631; Commentaria in libros de
generatione et corruptione, Salamanca 1585, Venecia 1587 y 1596, Colonia
1616; Apologia fratrum praedicatorum in provincia Bispaniae sacrae
theologiae professorum, adversus novas quasdam assertiones cujusdam
doctoris Ludovici Molina nuncupati, Madrid 1595, ed. V. Beltrán de
Heredia, O. P., en Domingo Báñez y las controversias sobre la gracia
(Textos y Documentos), Madrid 1968, p. 115-380 (recoge el libro otros
muchos documentos bañecianos); Libellus supplex Clementi VIII oblatus, quo
totius apologiae summa paucis exponitur, 28 OCt. 1955, ed. Teodoro
Eleuterio, en Bistoria controversiarum de divinae gratiae auxiliis, 1715,
t. I; Responsio ad quinque quaestiones de efficacia divinae gratiae, a.
1599, en V. B. de Heredia, o. c., p. 638- 642; Respuesta contra una
relación compuesta por los Padres de la Compañía de Jesús de Valladolid,
Medina del Campo 1602 (Biblioteca Angélica, Ms. R. 1.9, fol. 272); De
efficacia praevenientis auxilii gratiae, an sit intrinsece et a se vel a
libero hominis arbitrio (Disputatio inter Patres Societatis Jesus et
magistrum Báñez, ca. 1599-1600), ed. B. de Heredia, o. c., p. 613-638;
Comentarios inéditos a la Prima Secundae de Santo Tomás, ed. V. B. de
Heredia, t. l, De fine ultimo, de actibus humanis, Madrid 1942, Salamanca
1944; t. 11, De vitiis et peccatis, Salamanca 1944; t. III. De gratia Dei
et de vera et legitima concordia liberi arbitrii cum auxiliis gratiae,
Madrid 1948; Comentarios inéditos a la tercera parte de Santo Tomás, ed.
V. B. de Heredia, 2 vol., Salamanca 1951 y 1953.
3. Las disputas sobre la gracia. En las disputas que se suscitaron
en el s. XVI en torno a la gracia tomó parte muy activa B. El problema
estriba en concordar la acción de la gracia con la libertad humana. S.
Agustín y Sto. Tomás afirmaban que toda acción buena tiene como causa
eficiente a Dios, quien mueve al hombre a realizarla, y éste, secundando
esa moción, coopera a la acción con causalidad subordinada a la de Dios.
El hombre es libre, porque libremente acepta secundar a Dios, y si la
moción divina es eficaz, puede rechazarla, aunque de hecho no lo hará.
Esto es, en síntesis, lo mantenido por la teología tradicional de las
escuelas. Por reacción contra la doctrina luterano-calvinista que negaba
toda acción libre del hombre, los nuevos teólogos del XVI intentan salir
por los fueros de la libertad en el acto de fe y en la justificación, y
afirman que tanto Dios como el hombre concurren, como causas eficientes
coordenadas; dependiendo de la libertad humana el que la moción divina
consiga o no el efecto intentado. La predestinación, según esta
explicación, se realiza en previsión de los méritos. Fueron precursores de
estas nuevas doctrinas J. Sadoleto (1534), A. Pighio y A. Catarino (1541,
v.). En España las defendió el P. Deza S. J. en Alcalá y M. Marcos S. J.
en Salamanca.
En 1582 chocaron violentamente las dos tendencias. El 20 de enero de
ese año tuvo lugar un acto académico en la Univ. salmantina, presidido por
el mercedario F. Zumel. El jesuita Prudencio de Montemayor defendió la
tesis: si Cristo recibió del Padre el precepto de morir no murió
libremente y, por tanto, no hubo mérito en ello. Zumel le arguyó diciendo
que esa doctrina no podía defenderse, «porque, aunque sea en el sentido
compuesto, e instante el precepto que tenía del Padre de morir por los
hombres, era libre y libremente moría» (F. Blanco García, Segundo proceso
instruido por la Inquisición de Valladolid contra Fr. Luis de León, «La
Ciudad de Dios» 41, 1896, 187-188). Ante la objeción, Montemayor hizo
concesiones de sabor pelagiano. En la disputa intervinieron fr. Luis de
León en favor de Montemayor, y B. secundando a Zumel. Luis de León tildó
de luterana la doctrina de B. Los ánimos se volvieron a excitar el 27 de
enero, agravándose la división de pareceres, «pues comenzando a tocarse en
un argumento si conferente Veo aequalia auxilia sufficientia duobus
hominibus, absque novo superaddito, poterit alter illorum converti, alter
renuere (si dando Dios iguales auxilios suficientes a dos hombres, sin
añadir más, podría el uno convertirse, y el otro rechazarlos), respondió
el sustentante que sí» (ib.).B. se opuso tenazmente a esta afirmación
aduciendo la autoridad de S. Agustín y de Sto. Tomás, la del conc. II de
Orange, pasajes de la Escritura y razones teológicas. El asunto pasó al
Santo Oficio por denuncia del jerónimo Juan de Santa Cruz, que extractó en
16 proposiciones las doctrinas de Montemayor y de Luis de León, a quienes
se les prohibió enseñarlas.
Contra la doctrina tradicional sobre la eficacia de la gracia ab
intrinseco, el jesuita Molina en su famosa obra Concordia defiende la
eficacia de la gracia ab extrinseco, pues de la libertad del hombre
depende el que la gracia suficiente llegue o no a ser eficaz de hecho. La
acción de Dios queda, por eso, determinada, subordinada y como en
suspenso, por el libre albedrío. Se salva éste, pero se atenta contra los
atributos divinos. «Según esa doctrina, decía B., la providencia del
hombre y su elección va un paso adelante de la divina cooperación». Para
atenuar esos inconvenientes Suárez y S. Roberto Belarmino propondrán el
congruismo.
Mientras los consultores del Santo Oficio se ocupaban en dictaminar
sobre el contenido de la Concordia, los jesuitas de Valladolid, por
iniciativa de A. de Padilla, organizaron un acto público del 5 mar. 1594,
defendiendo las tesis molinistas. Arguyeron eficazmente los dominicos
Muño, Yanguas y Alvarez. Además pasaron a la ofensiva organizando un acto
en el que defendieron las tesis tomistas el 17 de mayo. Los jesuitas
denunciaron al Santo Oficio a los PP. Zumel y B., como luteranos, mas
obtuvieron sentencia absolutoria. Los dominicos pensaron en la redacción
de un memorándum, en el que se refutasen cumplidamente las nuevas
doctrinas y se defendiese lo tradicional. Se encomendó a B. la realización
del proyecto; es lo que constituye la Apología (cfr. supra, Obras). En
1597 B. compuso el Libellus supplex en el que se pedía a Clemente VIII
desligase a los dominicos de la ley del silencio impuesta por el Nuncio a
las partes litigantes; el Papa accedió a ello. B. no interviene
directamente en las Congregaciones de auxiliis habidas en Roma de 1598 a
1607.
4. Teología de Báñez. No se puede afirmar que B. tenga una teología
propia; él no innova nada, sino que expone de manera personal la doctrina
comúnmente aceptada hasta entonces. Lo que se ha dado en llamar
bañecianismo no es más, como decía N. del Prado, que pura comedia
bañeciana (De gratiae et libero arbitrio, Friburgo 1907, p. 497 ss.). Es
verdad que, para aclarar y precisar la doctrina emplea términos nuevos:
«premoción física», «concurso físico», «gracia eficaz físicamente
determinante», etcétera. Mas al decir «premoción», «predeterminación»
indica simplemente la prioridad de la acción de Dios y de la gracia, y la
independencia de la ciencia y providencia divinas. El adjetivo y adverbio
«físico», «físicamente» los contrapone a «moral», «moralmente». Premoción
física significa, en B., anterioridad de la causalidad divina, a la que
concurre subordinadamente la libertad creada, contra el concurso
simultáneo de causalidades coordenadas del molinismo. Así lo entendía el
card. Madruzzi, presidente de las Congregaciones de auxiliis. (Serry,
Historia Congreg. de Auxiliis, Venecia 1740, App. col. 89). Notemos que,
posteriormente a B., otros autores tomistas, guardando los principios
básicos, han dado otras explicaciones sobre esas cuestiones.
Al lector libre de prejuicios, B. se le presenta como uno de los
genios más preclaros que ha conocido la historia de la Teología. Brillan
en él la claridad y la profundidad, el decir sencillo y la metafísica más
honda, el discurrir lógico, la fuerza persuasiva del silogismo y la
erudición nada común. Su genio metafísico y teológico supera ciertamente
el de sus maestros. Diego de Chaves al censurar los Comentarios de B.
escribía: «D. Thomas Angelicus Doctor, mihi videtur dignum se nactus
interpretem. Maximus Doctor Maximum quoque commentatorem est nactus» (Me
parece que al Angélico doctor Tomás de Aquino le ha nacido un intérprete
digno de él. Un doctor máximo ha conseguido también un máximo comentador).
5. Báñez y S. Teresa de Jesús.Uno de los capítulos más interesantes
de la vida de B. es el de sus relaciones con la reformadora del Carmelo.
Llegó B. a Avila cuan- do se discutía la obra de S. Teresa (1561-62),
tomando inmediatamente la defensa de la Santa y de su reforma. A él se
debe, en parte, el que fuese adelante. Desde entonces fue su confesor y
director espiritual, personalmente o por carta. La influencia de B., como
afirma la Santa en sus escritos, fue extraordinaria; frecuentemente
recuerda a su Maestro en sus obras. La correspondencia fue abundante,
aunque, por desgracia, sólo se conservan cuatro cartas de la Santa a B. y
una de éste a aquélla. El director correspondió a esas muestras de afecto
y confianza, defendiendo siempre la reforma y dirigiendo su alma con la
sabiduría y tino que sólo un teólogo de su talla podía hacer.
BIBL. : J. QUETIF-J. ECHARD,
Scriptores Ordinis Praedicatorum, t. II, París 1721, 352 55. ; A. TOURON,
Histoire des hommes illustres de l'ordre de Saint Dominique, t. IV, París
1743, 750; V. BELTRÁN DE HEREDIA, Actuación del Maestro Fray Domingo Báñez
en la Universidad de Salamanca, «La ciencia Tomista» 25 (1922) 208-240, 26
(1922) 63-73 y 199-223, 27 (1923) 40-51 y 361-374, 28 (1924) 36-47; ÍD, El
P. Domingo Báñez y Felipe II, Íb. 35 (1927) 1-29; ÍD, El maestro fr.
Domingo Báñez y la Inquisición española, ib. 37 (1928) 289-309, 38 (1928)
35-58 y 171-186; ÍD, Vindicando la memoria del maestro fr. Domingo Báñez,
ib. 40 (1929) 312-322, 43 (1931) 193-199; ÍD, El maestro fray Domingo
Báñez, ib. 47 (1933) 26-39 y 162-179; ÍD, El valor doctrinal de las
lecturas de Báñez, ib. 39 (1929) 60-81; V. CARRO, De Pedro de Soto a
Domingo Báñez, ib. 37 (1928) 145-178; E. ESPERASE, Historia de la
Universidad de Salamanca, t. II, Salamanca 1917; I. CUERVO, Historiadores
del Convento de San Esteban de Sala- manca, t. III, Salamanca 1914; S.
Muñoz IGLESIAS, Fray Luis de León teólogo, Madrid 1950; L. GETINO, Vida y
procesos del Maestro Fr. Luis de León, Salamanca 1907; DE REGNON, Bañez et
Molina, París 1883; F. STEGMUELLER, Geschichte des Molinismus, Münster i.
W. 1935; P. ALVAREZ, Santa Teresa de Jesús y el P. Báñez, Madrid 1882; F.
MARTÍN, Santa Teresa de Jesús y la Orden de Predicadores, Avila 1909; A.
GARSAY, Études sur Dominique Bañez, La théorie de l'inspiration biblique,
IIRev. Thomiste» 8 (1900) 691-701; A. COLUNGA, Ideas de Báñez sobre la
Sagrada Escritura, «La Ciencia Tomista» 37 (1928) 1-17; X. MAQUART,
Reflexions sur la chritique suarézienne du Bannezianisme, IIRev. Thomiste»
42 (1937) 413-430; L. GUTIÉRREZ VEGA, Domingo Báñez, filósofo existencial,
«Estudios filosóficos» 4 (1954) 83-114.
C. GARCÍA EXTREMEÑO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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