Baldaquino
Llamado también ciborio, el b. es un pabellón, generalmente de planta cuadrada, que cubría el altar en las antiguas basílicas. Al principio estuvo situado sobre la cátedra episcopal; en las iglesias sirias, sobre el béma (v. SIRIOCALDEO, RITO). Su uso se inspiró sin duda en la costumbre similar con que, en tiempos antiguos se honraba a las grandes jerarquías civiles; y, en su origen, es probable que este dosel fuera una de tantas medidas para evitar el tabú del contacto con los reyes y personas sacras, pasando luego a constituir un símbolo de tales jerarquías. Actualmente el uso del b. por los dignatarios eclesiásticos sólo tiene razón de honor a su dignidad. Según el CIC sólo tienen derecho al uso de trono y b. los cardenales en su iglesia y en cualquier otra fuera de Roma (can. 239240), los obispos en todas las iglesias de su diócesis (can. 349), y los abades y prelados nullius en las de su territorio (can. 325).
En las iglesias el b. fue empleado muy pronto, no
sólo con finalidad simbólica, sino también, como lo expresan los cánones de
algunos sínodos, por necesidad práctica y funcional, para proteger la mesa
sagrada y a los ministros contra el polvo y suciedades que podían desprenderse
de las techumbres de madera. El más antiguo y suntuoso b. que recuerda la
historia (en el Liber Ponti f icalis) es el que fue erigido por Constantino
sobre el altar de la basílica de Letrán; el más conocido en la actualidad, obra
de Bernini, es el de la basílica de S. Pedro. De los b. antiguos pendían arañas
y lampadarios, en la parte superior se colocaban también candelabros, y luego,
durante mucho tiempo, se colgó también de ellos la cruz. El ciborio de piedra o
mármol fue sustituido en muchos sitios por el b. o dosel de seda, recamado de
oro, que se consideró obligatorio algún tiempo, ya que el Ceremonial de los
Obispos exigía que, donde no hubiese ciborio, se pusiera sobre el altar un
umbraculum.
Las recientes normas dadas para la aplicación de la Const. sobre la Sagrada
Liturgia del Vaticano II nada prescriben sobre el b. Supuesto que ya no es
exigido por necesidades de orden práctico, sino, a lo más, recomendable por
conveniencias de expresión y simbolismo, puede ocurrir que tal función quede
cumplida con otros medios arquitectónicos, ya que la técnica constructiva
moderna puede dar al área del altar el realce y la significa ción sacra que
antes le daban el ciborio o el b., y en este sentido los arquitectos modernos
han logrado en algunas iglesias muy bellos efectos de luz cupular sobre el
santuario. Sin embargo, puesto que hoy felizmente se va volviendo a las
dimensiones reducidas de los altares antiguos, un ciborio especial (previsto por
el arquitecto mismo} puede ser aconsejable para coordinar armoniosamente la
exigua masa del altar con los grandes espacios que la rodean.
J. PLAZAOLA ARTOLA.
BIBL.: H. LECLERCQ, Ciborium, en DACL III, 15881612;
J. BRAuN, Der christliche Altar, II, Munich 1924, 270 SS.; M. RiGHETTI, Historia
de la liturgia, I, Madrid 1955, 479482.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991