BALAAM


Enigmático personaje, llamado en hebreo Bileoam, que irrumpe en la historia de Israel durante la permanencia de éste en los llanos de Moab, última etapa de su peregrinar después de la salida de Egipto. Se trata de un adivino o mago pagano a quien el rey de Moab encomienda maldecir al pueblo hebreo, pero que, movido por la voluntad divina, profiere, en cambio, una bendición y una bella profecía sobre el futuro de los descendientes de Jacob. Siempre se le encuentra asociado a pueblos enemigos de Israel: madianitas (Num 22, 4-7; 23, 8-16; los 13, 22) ammoneos y moabitas (Dt 23, 5-6; Neh 13, 2), y principalmente con Balac (Balaq), rey de Moab (Num 22- 24; los 24, 9-10; Mich 6, 5). La formación de su nombre, Balaam, hijo de Be´ór, recuerda la del rey de Edom, Belao, hijo de Be´ór (Gen 36, 32), circunstancia que ha inducido falsamente a algunos (T. Noldeke, F. Hommel) a identificar ambos personajes.
      El episodio. Una comisión de nobles enviados por Balac ruega a B. se desplace con ellos a Moab para maldecir al pueblo de Israel, ya que, según creía Balac, es bendito el pueblo que B. bendiga y maldito el que maldiga. En principio B. no se opone, pero pide se le conceda el plazo de una noche para conocer la voluntad de Yahwéh (Num 22, 8). A la mañana siguiente, B. les notifica que Yahwéh se opone a su partida y que, por consiguiente, no podía acompañarlos. Entonces Balac envía otra comisión, más numerosa y de mayor categoría que la primera que le insta para que los acompañe a Moab a fin de maldecir a Israel, prometiéndole que el rey le colmaría de honores. Yahwéh habló a B. de noche y le autorizó a que fuera con ellos, a condición de que no hiciera más de lo que Él le dijera. B. se puso en camino, pero su partida encendió la cólera de Yahwéh, y el ángel de Yahwéh se puso delante de él para cerrarle el paso. El asna que montaba, al ver al ángel apostado en el camino con la espada desenvainada, echó por el campo, a pesar de los golpes que le daba B. para reducirla al camino. Finalmente, Yahwéh abrió los ojos de Balaam y vio al ángel de Yahwéh apostado en el camino; B. reconoce su injusto proceder para con el asna, achacándolo a que no sabía que era el ángel de Yahwéh el que le cerraba el paso (Num 22, 34 ). Interpretando el incidente dijo B. al ángel de Yahwéh: «Si la cosa te desagrada, ahora mismo vuelvo». Pero el ángel de Yahwéh dijo a B.: «Vete con esos hombres, pero di solamente lo que yo te mande decir» (Num 22, 34-35). B. llegó a Moab y fue recibido con todos los honores por su rey, Balac. Antes de pronunciar sus oráculos (en hebreo, masal), quiso atraerse la benevolencia de la divinidad con la erección de siete altares y el sacrificio de un novillo y un carnero sobre cada uno de ellos. Sus cuatro oráculos, pronunciados en la cima de cuatro montes diferentes (Oar, bamot-baoal pisggah peo or) fueron un canto de alabanza a Israel ya su Dios, Yahwéh (Num 23-24).
      Caráeter y enseñanzas del relato. No existe razón alguna para dudar de la existencia histórica de un personaje llamado B., de su condición de adivino, y, circunstancialmente, de profeta de Yahwéh. El texto hebreo afirma que vivía en «petór, sobre el río» (Num 22, 5); parece que, como en otros pasajes (Gen 31, 21; Ex 23, 31), se alude al Éufrates, que en los 1, 4 es llamado «el río grande». No cabe duda que junto a un afluente del Eufrates, quizá el río Sayu, se hallaba una ciudad llamada petór, que se identifica con la de Pitru. mencionada en el obelisco de Salmanasar II (860-825 a. C.), o Pedru, bajo cuyo nombre figura en las listas de Karnac entre las ciudades del Asia Menor conquistadas por Tutmosis III; petór se hallaba en 'Aram NahBrayim (Dt 23, 5), o sea, en la región situada entre el Tigris y el Eufrates. En este supuesto, desde petór, sobre el río, a los llanos de Moab, donde acampaba Israel, había una distancia de más de 600 Km., que recorrió B. en viaje de ida y vuelta (Num 24, 25) montado sobre su asna. A los antiguos les pareció difícil localizar la patria de B. en tierras tan lejanas; por este motivo, en vez de la lección masorética «petór, sobre el río, en la tierra de Aman» (Amav, en la inscripción de Idrimi, s. XV a. C.), algunos textos hebreos y versiones antiguas (14 manuscritos hebreos, Pentateuco samaritano, pesita y Vulgata) adoptaron la de «petór, sobre el río, en el país de los hijos de Ammón». Teniendo en cuenta Num 25, 1 ss., se ha creído también que B. era natural de Madián (Num 31, 8; los 13, 22) o de Edom (Ier 49, 7). De lo dicho se infiere que es imposible señalar con certeza la patria de B.
      La tradición judía y cristiana han presentado a B. como un malvado que, además de su codicia desenfrenada (2 Pet 2, 15; Ids 11), enseñaba a Balac la manera de hacer caer a los hijos de Israel, incitándolos «a comer carnes inmoladas a los ídolos, y a fornicar» (Apc 2, 14; Num 31, 16); estos textos aluden a Num 25, 1-18, si bien no se dice ahí que las mujeres madianitas sedujeran a Israel por consejo de B. Según una tradición (Num 24, 25) B. se volvió a su tierra inmediatamente después de proferir sus oráculos; según otra (los 13, 22), fue pasado a filo de espada por los israelitas.
      A algunos les ha llamado la atención que el adivino B. se ponga desde el primer momento a las órdenes de Yahwéh, el Dios de Israel, y de que se niegue en absoluto a decir más de lo que Yahwéh ponga en su boca. ¿Cómo se explica esta profesión de fe en Yahwéh de parte de un adivino pagano? ¿No resulta paradójica la actitud de Balac y de sus enviados de reclamar los servicios de un adivino que, desde el principio, proclama que no dirá más que lo que Yahwéh le dicte? ¿Accedería Yahwéh a que un adivino pagano maldijera a su pueblo escogido? ¿Debemos suponer que el pagano B., siendo natural de 'Aram Naharayim, no invocaba más que a Yahwéh, y que únicamente profetizaba en su nombre? Todas estas preguntas no encuentran fácil respuesta. Según el texto, Yahwéh tiene profetas en tierras extranjeras que proclaman sus atributos (Num 23, 19), que ensalzan su admirable providencia para con su pueblo (Num 23, 22-23) y que reconocen la santidad de Israel (Num 23, 21). Como Aquior (Idt 5, 21), proclama B. que se ve obligado a bendecir a Israel por no existir en él iniquidad ni perversidad contra Dios (Num 23, 21). Con esto indicaba a Balac que no molestara a Israel, porque si su Señor y Dios está con él, logrará cuanto se proponga. En todo caso, el texto muestra una enseñanza religiosa acerca de la providencia de Dios sobre su pueblo y su dominio universal. Por otra parte en el episodio de B. tenemos un ejemplo de cómo alguien involuntariamente es llevado a profetizar por el Espíritu de Dios (cfr. lo 11, 49 ss.).
      Los oráculos de B. contienen una exaltación de Israel. En el primero declara que no puede maldecir a un pueblo que vive aparte, pero que es ampliamente bendecido por Dios. En el segundo se niega a maldecir a un pueblo que cuenta con el favor de Dios, por no existir en él iniquidad ni perversidad. Alude.. en el tercero a su rey, «que es más poderoso que Agag (los Setenta, Aquila, Simmaco y Teodoción leen Gog en vez de Agag) y su reino crece en poderío» (Num 24, 7). Sobre el futuro de Israel, declara: «Le veo, pero no ahora, le contemplo, pero no de cerca; una estrella ha salido de Jacob y ha surgido un cetro de Israel; aplastará las sienes de Moab y el cráneo de todos los alborotadores» (Num 24, 17; 2 Sam 8, 2, 13-14). Con estas palabras señala el poderío de un futuro rey de Israel, quizá David. La tradición exegética, tanto judía como cristiana, ha visto en ellas una profecía mesiánica, al menos en sentido típico, cuya primera relación se da en David, primer tronco de la monarquía israelita; algunos comentaristas católicos creen que este oráculo evoca, pues, dos realidades sucesivas e íntimamente relacionadas: la dinastía davídica y el futuro Mesías, del cual David era figura (Mt 2, 2).

     

BIBL.: Comentarios al libro de los Números: A. CLAMER, en La Sainte Bible, II, París 1953; P. SAYDON, en Verbum Dei, I, 2 ed. Barcelona 1960; A. COLUNGA, M. GARCÍA CORDERO, La Biblia comentada, ed. BAC, I, Madrid 1960; E. MENDENHALL, en The Anchor Bible, Nueva York 1964 (acatólico). Estudios especiales: S. MOWINCKEL, Der Ursprung der Bileam Sage, «Zeitschriít für die alttestamentliche Wissenschaítn 48 (1930) 233-271 ; O. EISSFELDT, Die Komposition der Bileam-Erziihlung, ib. 57 (1939) 24l; I. ENCISO, El Jahvismo de Balaam, "Estudios Bíblicos" 2 (1931) 123-129; W. F. ALBRICHT, The Oracles of Balaam, "Journal oF Biblical Literature" 63 (1944) 207-231; A. S. YAHUDA, The Name of Balaam's Homeland, ib. 64 (1945) 547-551; R. RENDTORFF, Balaam, en RGG, I, 1290-1291; L. M. PAKOZDY, Bileam, «Beiheíte zur Zeitschriít íür die aJttestamentliche Wis- senschaítn 77 (1958) 161-176.

 

 

L. ARNALDICH PEROT.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991