BABEL, TORRE DE


Al describir la repoblación de la tierra por los descendientes de Noé (Gen 10, 132), que se dispersaron por el mundo «según sus lenguas, familias y naciones» (10, 5), y antes de señalar la ascendencia de Abraham (Gen 11, 1032), intercala el autor del Pentateuco (v.) el relato de la Torre de Babel (Gen 11, 19). Damos a continuación el texto, y luego lo analizaremos.
      Traducción y exégesis. «Toda la tierra hablaba una sola lengua y usaba las mismas palabras (vers. 1). Y sucedió que, al desplazarse los hombres desde Oriente, hallaron una llanura en el país de Senaar, y se establecieron allí (2), y se dijeron unos a otros: Ea, fabriquémonos ladrillos y cozámoslos al fuego. Y sirviéles el ladrillo de piedra y el asfalto de argamasa (3). Y dijeron: Ea, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide esté en los cielos, y hagámonos un nombre, para que no seamos dispersados sobre la faz de toda la tierra (4). Bajó Yahwéh a ver la ciudad y la torre que estaban edificando los hijos de los hombres (5), y dijo Yahwéh: He aquí que son un solo pueblo y todos ellos hablan un mismo lenguaje. Si han comenzado a hacer esto, en adelante nada les impedirá llevar a cabo todo lo que se han propuesto hacer (6). Bajemos, pues, y confundamos allí su lenguaje, de modo que no se entiendan unos a otros (7). Y les dispersó Yahwéh de allí sobre la faz de toda la tierra, y cesaron de edificar la ciudad (8). Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahwéh el habla de toda la tierra, y de allí los dispersó por toda la faz de la tierra (9)».
      El sentido general del texto es claro: un acto de soberbia humana, que es castigado por Dios. Precisando los términos del episodio se puede señalar:
      a) La acción a través de la que se expresa la soberbia es la construcción de una torre «cuya cúspide esté en los cielos», expresión que no quiere significar que materialmente se alcance la bóveda celeste, sino que dé a los hombres un acceso a la divinidad (la expresión Babel significa, en efecto, «puerta del cielo»). Encontraríamos en suma un pecado análogo al original de Adán y Eva (Gen 3, 1 ss.): la pretensión de atribuirse como efecto de nuestro propio esfuerzo una comunicación con Dios, que sólo puede ser fruto de la gratuita benevolencia divina.
      b) El castigo es la dispersión de la lengua. Si se entiende esa frase de una manera literal presenta algunas. dificultades, ya que parece oponerse a lo que se dice en Gen 10 sobre la dispersión de los pueblos y la formación de las diversas lenguas como resultado de un proceso normal de diversificación. Por eso la frase «toda la tierra hablaba una sola lengua y usaba las mismas palabras» (vers. 1) muchos la interpretan en el sentido de unidad de sentimientos y de propósitos, y la frase «confundió el habla de toda la tierra» (vers. 9) como desavenencia, desacuerdo grave entre los constructores de la torre (P. Termes, o. c. en bibl., 83). Si se admitiera la interpretación propuesta por Termes y otros, desaparecerían las dificultades del texto desde el punto de vista de la filología; sin embargo, otros arguyen diciendo que el pasaje presupone no una mera desavenencia, sino una dificultad de entenderse que radica en la misma pluralidad de los ,lenguajes, y proponen otras explicaciones.
      En cualquier caso el resultado fue que, al no entenderse, los constructores cesaron en su empeño y se dispersaron sobre la Tierra, por grupos, según sus lenguas, y fueron a vivir a otras regiones y núcleos urbanos; con ello, quedó reducido el número de los qué podían continuar construyendo la ciudad y la torre, desistieron de acabar una obra que requería el esfuerzo de todos.'Truncado el propósito de los constructores a causa de la confusión de lenguas, ni la torre ni la ciudad podían ya ser lo que ellos pretendían, a saber, «puerta del cielo» (Babel), sino lugar de confusión (del verbo hebreo balal, confundir), «porque allí confundió (balal) Yahwéh el habla de toda la tierra, y de allí los dispersó por toda la faz de la tierra» (vers. 9). Como se ve, en el texto hay un juego de palabras entre las raíces bbl (puerta) y bll (confundir).
      Mesopotamia y sus siqurat. Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en Mesopotamia han aportado algunos datos que pueden llevar a penetrar mejor en el texto sagrado poniéndolo en relación con algunos usos . de esa zona, y concretamente de Babilonia. El origen de Babilonia (v.) se pierde en la noche de los tiempos, y fue considerada en la antigüedad como la ciudad más vieja del mundo. Se cree que fue fundada por los sumerios (v.), y se hace mención de ella en tiempos de Sarkálisarri, hacia el 2700 a. C. Por depender en un principio de la ciudad de Ur (v.), sólo alcanzó renombre a partir de la primera dinastía de Babilonia (1894-1595 a. C.), fundada por el rey SumuAbum (1894-1815 a. C.). En Gen 10, 10 se dice que el origen del reino de Nemrod, héroe mitológico considerado por algunos como semidiós, fue Babilonia. En los documentos más antiguos aparece como gran centro político y religioso. La ciudad estaba bajo la tutela del dios Marduk.
      Pues bien, en diversas ciudades sumeroacadias había la costumbre de levantar en el centro de la misma una torre gigantesca que fuera como la escalera a través de la cual el dios protector descendiera a recibir el homenaje y las ofrendas de sus protegidos. Así ocurrió en Babilonia, en la que había una famosa torre conocida con el nombre de Etmenanki. Parece enormemente probable que el texto bíblico que comentamos haga referencia a una de las torres sumerioacádicas llamadas zigurat (v.), o también siqurat (del verbo sagaru, zaqeru, «ser alto, prominente»), y muy probablemente, al siqurat de la ciudad de Babilonia. Son muchos los monumentos de esta especie que se levantan en Mesopotamia (v. MESOPOTAMIA IV); Parrot afirma haber clasificado 33 torres sagradas, encontradas o atestiguadas de manera categórica en 27 ciudades (una misma ciudad podía contar con diversos siqurat). Los primeros exploradores de Mesopotamia vieron en estas torres un significado funerario, o las consideraron como obra arquitectónica cosmológica y simbólica, o como un trono desde el cual los dioses, que preferían las cimas de los montes, ejercían su dominio sobre la Tierra. W. Andrae consideraba los siqurat como un gigantesco pedestal destinado a ser el soporte de un santuario superior (Hochtempel), donde habitaba la divinidad, que podía abandonar temporalmente para descender al templo inferior (Tieftempel). El siqurat constaba de varias terrazas, escalonadas unas sobre otras, con un templo en la cúspide y otro en la base; el primero era como el primer punto de contacto de la divinidad con el mundo, lugar de descanso y en donde el dios recibía la ofrenda de sus fieles; el segundo, al que la divinidad descendía por una escalera interior, le servía de lugar de residencia más prolongada. De esta manera, el siqurat se convertía en punto de unión y de comunicación entre el cielo y la tierra.
      Del siqurat de B. quedan sólo los cimientos, con una base de 91 m. por cada lado; lo describe Heródoto diciendo: «Se ve una terraza maciza, que tiene en su base un estadio de anchura y largura. Encima de esta torre se levanta otra, y sobre ésta, otra más, y así sucesivamente hasta ocho. La subida a la cima se hace por el exterior mediante una rampa que gira sucesivamente alrededor de todas las terrazas. En la parte superior hay un gran santuario, y en él se halla una gran cama ricamente guarnecida y, al lado, una mesa de oro» (Historia 1, 181182). Refiere también Herodoto que a veces Marduk, el dios protector de B., bajaba del cielo al santuario y dormía en la cama que allí había; en la planta baja de la torre existía otro templo. Un anciano sirio contó a Harpocritión de Alejandría (hacia 335 a. C.) que el estado ruinoso de la torre se debía a que «fue construida por gigantes que quisieron escalar el cielo», siendo algunos de ellos abatidos por un rayo. El fundador de la Dinastía neobabilónica, Nabopolasar (626605 a. C.) dice que restauró esta torre: «Marduk, el señor, me mandó con respecto a Etemenanki, la torre de pisos de Babilonia, que antes de mí había caído en ruinas, asegurar su base en el seno del mundo inferior, y hacerla semejante al cielo... En la cúspide puse la alta habitación de Marduk, mi señor» (A Parrot, o. c. en bibl., 1112).
      Explicación final. Los datos anteriores nos indican las razones que tuvo el autor sagrado del Génesis al intercalar en su libro el relato yahwista de la torre de B. (u otra análoga: algunos autores, en efecto, mencionan también como posible referencia el siqurat de Borsippa hoy BirsNimrud que, iniciado en tiempos antiguos y quedado sin acabar fue ultimado por Nabucodonosor). Tales torres querían ser como un aglutinante, un punto de unión y referencia que recordara a los ciudadanos su condición de tales y de servidores del dios protector de la ciudad. Sus pretensiones de que la torre superara en altura a cualquier otra, y fuera la única cúspide que penetrara en el cielo, equivalía a querer obligar a los dioses a que, al bajar a la tierra, utilizaran únicamente la mencionada torre y que, por consiguiente, lo hicieran a través de esta escalera o puerta del cielo que estaba en Babilonia (o la ciudad que fuera). Si esta pretensión revelaba la religiosidad de sus constructores, también era exponente de su vanidad y egoísmo, rayano en sacrilegio, por querer convertir a B. en centro de hegemonía política y religiosa, y mediatizar la acción de los dioses sobre los otros pueblos, canalizándola a través de los intereses de Babilonia. El autor sagrado se rebela contra esta idea de la hegemonía suprema de B., y defiende que existen muchas más puertas y escaleras por las cuales la divinidad puede ponerse en comunicación con los hombres. Por eso Yahwéh, cuyo dominio es universal y acoge bajo sus alas a todos los que acuden a Él, y que no admite coacciones ni favoritismos, impidió que se realizara el proyecto de la torre, tal como se había planeado. Con su intervención decisiva cortó esas ambiciones de dominio e hizo que se cumplieran sus designios de que los hombres se multiplicaran y llenaran la Tierra, ya que en cualquier rincón del mundo existían medios por los cuales podrían ponerse en contacto con Él. En el texto aparece la idea del dominio de Yahwéh sobre toda la Tierra.
      A través del texto, y en una relectura profética, puede hacerse referencia a la presencia de Dios en el Sinaí y luego en el templo de Jerusalén, a través de los que anuncia una salvación que está destinada a alcanzar hasta los confines de la Tierra. La verdadera puerta del cielo es el templo de Jerusalén (v. TEMPLO II), lugar hacia el cual convergían las esperanzas de todos los pueblos, mientras la torre de B. era lugar de confusión. En el templo acoge Yahwéh incluso al extranjero que acuda a orar en él, seguro de que Yahwéh le escuchará y hará todo lo que este extranjero le pida (1 Reg 8, 4243), aunque no forme parte de su pueblo escogido.
      Muchos Padres de la Iglesia, y diversos textos litúrgicos, han visto en Pentecostés (v.) y en el milagro de la glosolalia (v.), es decir, en el hecho de que los oyentes escucharan a los Apóstoles hablando en su propio lenguaje (Act 2, 4), un paralelismo antitético con la torre de B.: el Espíritu Santo difundiéndose sobre la Iglesia la dota de una unidad que es anticipo de la perfecta unidad de los cielos.
     

 

L. ARNALDICH PEROT.

 

BIBL.: Comentarios más recientes al Génesis: E. A. SPEISER, en The Anchor Bible, Nueva York 1964 (acatólico); A. CLAMER, en La Sainte Bible, I, 1, París 1953; E. F. SUTCLIFE, en Verbum Dei, I, 2 ed. Barcelona 1960; A. COLUNGAM. GARCíA CORDERO, en La Biblia Comentada, ed. BAC, I, Madrid 1960; F. ASENSIO, en La Sagrada Escritura, ed. BAC, I, Madrid 1967.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991