AVICENA (IBN SINA)


Filósofo musulmán, su nombre completo: Abü ´Ali al-Husayn ´Abd Allah b. ´Ali b. Sina y, según la pronunciación española que se trasluce en las versiones latinas del s. XII, dio lugar a Aven-Sena o Avicena.
      Vida. N. en 980, en Afsana, villa cercana a Bujara (Turquestán). Su padre, bien acomodado, pertenecía a la administración pública. Desde niño manifestó sus extraordinarias dotes intelectuales, que empleó en el estudio del Corán, derecho, lógica, geometría, ciencias religiosas, astronomía, filosofía y medicina. Debió mucho a la cultura griega, por medio de Porfirio, Euclides, Ptolomeo, Galeno, Alejandro de Afrodisia y sobre todo de Aristóteles. Leyó 40 veces su Metafísica y, según él mismo confiesa, no logró penetrar en ella hasta que estudió los comentarios de al-Farabi, hecho que constituyó para él una auténtica revelación. Antes de los 20 años ya era un consumado experto en medicina pudiendo curar así al sultán de Bujara, el cual, agradecido, le abrió las puertas de su biblioteca para que pudiese continuar sus estudios. Huérfano y heredero de la fortuna de su familia a los 22 años, inició una vida política agitada y en muchos momentos peligrosa. Fue favorito y visir del emir Mayd al-Dawla, a cuya muerte cayó en prisión. Escapado de ésta se acogió al emir de Ispahan (Isfahan), ´Ala' al-Dawla, que le nombró su ministro. Padeció durante casi toda su vida de una grave disenteria crónica; esta enfermedad le trajo la muerte cuando viajaba con su emir de Ispahan a Hamadan, en el año 1037. Su biografía la escribió un íntimo amigo, al-Yuzayani, según el cual, A. compuso su inmensa producción generalmente en las peores condiciones: en prisión, durante las expediciones, por la noche cuando las tareas políticas le dejaban lugar y sosiego. Lo que escribía, se discutía después con sus discípulos. Su pensamiento constituye una de las piezas claves de la historia de la Filosofía, no sólo respecto al mundo musulmán, sino también en el Occidental, concretamente en la formación y desarrollo de la Escolástica cristiana.
      Obra. La lista más completa de la producción de A. la da el P. Anawati, O.P., que incluye 276 títulos (algunos de ellos de dudosa atribución), gran parte de los cuales permanecen aún sin editar. Las obras más importantes son: Kitab al-qanun fi-l-tibb (Libro del Canon de la Medicina) traducida en la Edad Media al latín por Gerardo de Cremona, fue el libro de texto de medicina en las Universidades, solamente superado en el Renacimiento por Leonardo da Vinci y Paracelso; Kitab al-Sifa (Libro de la curación), enorme enciclopedia del saber filosófico que tuvo numerosas versiones totales o parciales al latín en la Edad Media, p. ej., las de Domingo Gundisalvo, Miguel Escoto, Juan Hispano, y que actualmente se está editando en árabe en El Cairo; Kitab al-nayat (Libro de la salvación), que viene a ser un compendio del anterior, traducido también en la Edad Media al latín y modernamente editado en latín por N. Carame con el título de Metaphysices compendium (Roma 1926); Kitab al-isarat wa-l-tanbihat (Libro de los teoremas y de los avisos). última gran obra de A., traducida modernamente al francés por A. M. Goichon con el título de Livre des directives et remarques (París 1951); Kitab al-insaf (Libro del juicio imparcial), traducido parcialmente por G. Vajda en Les notes d'Avicenne sur la Théologie d'Aristote «Rev. Thomiste», LI, 1951, 349-406); finalmente citaremos la obra perdida al-Hikmat al-masriqiyya (La ciencia oriental). en la cual parece ser que exponía su propio pensamiento. al margen de los comentarios que anteriormente había hecho sobre Aristóteles. De esta obra solamente tenemos una parte titulada Mantiq al-masriqiyyin (Lógica de los orientales) y tal vez una parte dedicada a la mística y que se encuentra integrada en la obra Libro de los teoremas y avisos. La filosofía oriental plantea numerosos problemas. entre ellos el de conocer su pensamiento definitivo y el de saber si A. tuvo una evolución orientalizante (y en qué sentido) de su filosofía.
      Pensamiento. Divide las ciencias en teóricas (Filosofía primera o Ciencia divina, Matemáticas y Física) y prácticas (Ética, Económica y Política). A la cabeza de todas está la Filosofía primera en la que se unen Metafísica y Teología, teniendo como tema base el ser. Al concepto de ser podemos llegar por una especie de abstracción de las cosas sensibles, de corte aristotélico; por análisis del concepto de ser y de unidad, al estilo de Plotino y, finalmente. por intuición. Esta intuición se representa en su caso extremo por la imagen del hombre volante, preludio del cogito cartesiano: un hombre sostenido en el aire, sin ningún contacto con el mundo exterior (ni siquiera de nuestro propio cuerpo) afirmará sin duda alguna que existe: habrá intuido su propio ser. Ahora bien, reflexionando sobre nuestro ser y el de las cosas que nos rodean vemos que ninguno de ellos tiene en sí la razón de su existencia: toda esencia es por sí sola, meramente posible: necesita que alguien le dé la existencia; y ese alguien, para no caer en una serie infinita de causas, tendrá que ser por esencia existente: su esencia se identificará con su existencia necesariamente. Con esto llegamos a la división fundamental del ser en A.: Ser Necesario por sí y ser posible por sí. Ahora bien, este último, al darle aquélla existencia, se convierte en ser necesario por otro. Con esta distinción quedan perfectamente separados Dios y las creaturas: la materia prima aristotélica o las ideas platónicas, resultaban ser increadas, eternas y, por tanto fuera del ámbito creador de Dios. Con esta precisión aviceniana: todo lo que no es Dios, es ser posible por sí que recibe la existencia de Él, convirtiéndose entonces en necesario por otro, pero nunca en necesario por Sí (Dios).
      De esta distinción entre esencia y existencia dedujeron Maimónides, Averroes y S. Tomás la famosa distinción real entre ambas, mientras que Duns Scoto sacó la identidad real entre esencia y existencia. Nos atenemos a la interpretación de M. Cruz Hernández, E. Gilson y el P. Manuel Alonso, S.I., para quienes A. no da pie claramente a extraer de sus textos la distinción real. A. se limita a afirmar que la existencia es algo extrínseco a la esencia posible por sí, pero una vez convertida en algo real, en necesario por otro, la esencia puede estar identificada con la existencia. lo cual no quiere decir, ni mucho menos (sino lo contrario) que sea exigida por la esencia. Si A. habla de que la existencia es un «accidente» de la esencia, ello sólo quiere decir que se trata de un accidente predicable, un concomitante (no un constitutivo) de la esencia. pero no de un accidente predicamental distinto del sujeto en que se apoya (y en esta confusión tal vez estuvo la interpretación tomista). En cualquier caso, fue A. quien más notoria y definitivamente influyó en el debatido y radical problema de la distinción entre ambos extremos, en la Edad Media y Escolástica.
      Hemos llegado, pues, al concepto de Dios, que por ser Necesario por Sí, es uno, simple y único. S. Tomás vio en A. esbozada su tercera vía para probar la existencia de Dios por medio de la contingencia; pero aunque A. hable de este método, lo relega al ámbito del vulgo, de los que no tienen mayor instrucción, además de latir dentro de él, la prueba metafísica, la más cara a A., que se basa en la misma noción de Ser Necesario por Sí en la que la no-existencia resulta absurda y contradictoria.
      La esencia de tal Dios, simple, es impenetrable, una y autodeterminante; cualquier atributo (aun positivo) que le apliquemos tendrá sentido negativo: si es Uno queremos decir que carece de partes; si decimos que es Perfecto, aludimos a su carencia de cualquier cosa que le pueda faltar, etc. Este Dios es además Creador: su acto de crear es idéntico a su acto de conocer su propia esencia, lo cual implica que la creación es eterna.
      Pero hay que precisar algún concepto: la creación no es un efecto físico de la esencia y del conocimiento de Dios. ni algo involuntario; es un concomitante necesario a la esencia de Dios (no algo esencial a Él) consistente en conocer su esencia, o sea su Voluntad Pura. Por otra parte, aunque para hablar de creación emplee términos como «flujo» o «emanación», no quiere ello decir que haya en A. rastro de panteísmo, porque al ser la creación un concomitante (y no un constitutivo) de la esencia de Dios cae dentro del ámbito de lo posible por sí y necesario por otro y, por tanto, dentro de lo creado. Partiendo del principio plotiniano de que de lo uno sólo sale lo uno, Dios, al conocer su propia esencia, produce la primera inteligencia, una numéricamente pero compuesta en su esencia (compuesta de esencia posible por sí y es necesaria por otro).Esta inteligencia, inmaterial, con su conocimiento produce tres seres: al conocer a Dios, engendra la segunda inteligencia; al conocer su propia esencia posible, el cuerpo de la primera esfera; al conocer su propia esencia necesaria por otro, el alma de la primera esfera. Este proceso, tomado de al-Farabi, se prolonga a través de 10 esferas (las de los astros), la última de las cuales es el entendimiento agente que no engendra ningún cuerpo, sino que rige nuestro mundo sublunar con dos funciones principales: a) dar formas a la materia para hacer los cuerpos; b) dar las formas inteligibles a nuestro entendimiento para que podamos conocer.
      Hay dos tipos de almas: la sensitiva y vegetativa y la angélica y divina; el alma humana participa de ambas, estando unida instrumentalmente al cuerpo (no sustancialmente) al modo platónico y dando a éste la vida, haciéndole pasar de la potencia al acto y perfeccionándole por medio del principio racional. El alma, así unida al cuerpo, mantiene sin embargo su independencia, puesto que después de la muerte pervive individualmente y con sus propias operaciones y, además, durante el periodo de unión con la materia puede realizar con ayuda del entendimiento agente, determinadas operaciones (conocer el ser, la necesidad, Dios, a sí misma, etc.) sin intervención del cuerpo. Ahora bien, el entendimiento humano, estando siempre en potencia, necesita del entendimiento agente para que pueda pasar a acto. Así, distingue: 1. Entendimiento material: Desnudo de formas y en potencia de recibirlas: el entendimiento agente puede dárnoslas directamente o a través de las sensaciones, previo un proceso de abstracción; en este segundo caso, la abstracción consiste en un proceso de des materialización realizado por los sentidos sobre cuyo producto vuelca el entendimiento agente los inteligibles. 2. El entendimiento así preparado y cercano al acto, es el entendimiento en hábito. 3. Una vez que pasa a acto de conocer, tenemos el entendimiento en acto. 4. Cuando se crea, por repetición de actos, un hábito o facilidad en comunicarse con los inteligibles y con el entendimiento agente, tenemos el entendimiento adquirido, grado sumo del conocer que desemboca en la profecía.
      El hombre, como todos los seres, tiende a la perfección moviéndose hacia los seres o inteligencias que están sobre él y, en definitiva, hasta Dios; por ello, tenderá a los inteligibles ya las inteligencias superiores. Enemigo de esta perfección es la materia, origen del mal, a la cual hay que superar con la libre voluntad guiada por el conocimiento racional. Según el alma haya vivido rectamente o no en esta vida, tendrá el premio en la otra, de ver al Ser Necesario o de no verlo.
      Influjo, Hacia 1150 empiezan a difundirse las traducciones al latín de A.; con ello, se empieza a conocer a Aristóteles (del que casi solamente se tenía una parte de la Lógica).Por otra parte, sedujo a los pensadores musulmanes y cristianos al ver que se hablaba de ángeles, iluminación, creación, etc., en términos y conceptos filosóficos peripatéticos. Éste será el conocimiento que se tenga de Aristóteles, hasta que en 1250 surja Aristóteles mismo y su nuevo comentador Averroes. De momento, A. domina el pensamiento del s. XII y parte del XIII con pro- fundas repercusiones en la filosofía posterior. Las condenas de 1210 y 1215 demuestran la amplia difusión de su pensamiento.
      Pasan a la Escolástica tesis de A. como: las pruebas de la existencia de Dios, la noción de participación, el hilemorfismo universal y la pluralidad de formas sustanciales, la distinción de esencia y existencia, el principio de individuación, la formación de los conceptos y la iluminación del entendimiento agente, etc. Sus huellas son profundas en los maestros de París (p. ej., Guillermo de Auvernia), en los de Oxford (Roberto Grosseteste), en la Escuela Franciscana (Alejandro de Hales, S. Buenaventura, Duns Scoto, etc.), en la dominicana (S. Alberto, S. Tomás, etc.). Particularmente influyó en el agustinismo de modo que Gilson habla de «Agustinismo avicenizante».
     

BIBL.: B. CARRA DE V AUX, Avicenne, París 1900; A. M. GOI- CHON, lntroduction a Avicenne, París 1934; ÍD, Lexique de la langue philosophique d'lbn Sina, París 1939; ÍD, La philosophie d' Avicenne et son influence en Europe médiévale, París 1944 ; M. CRUZ HERNÁNDEZ, La Metafísica de Avicena, Granada 1949 ; ÍD, Algunos aspectos de la existencia de Dios en la filosofía de Avicena, "AI-Andalus" 12 (1947) 97-112; ÍD, La noción de ser en Avicena, "Pensamiento" 15 (1959) 83-98; A. M. GOICHON, La distinction de l'essence et de l'existence d'apres lbn Sina, París 1937; L. GARDET, La pensée religieuse d'Avicenne, París 1951; M. ALONSO, S. J., La 'al-anniyya' y el 'al-wullud' de Avicena en el problema de esencia y existencia, "Pensamiento" 14 (1958) 311- 346; 16 (1959) 375-400; M. WULF, L'augustinisme avicennisant, Revue néoscolastique de philosophien 33 (1931) 11-39.

 

I. LOMBA FUENTES.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991