Antiguo Testamento


l.
Estudio general. II. Historia del texto hebreo.

l. ESTUDIO GENERAL. 1. Noción. Se designa A. T. al conjunto de 46 libros inspirados  y canónicos , que contienen la revelación divina escrita  anterior a Jesucristo. Estos libros constituyen la S. E. de los judíos y la primera parte de la S. E. de los cristianos.

«Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham (cfr. Gen 15, 18) y con el pueblo de Israel por medio de Moisés (cfr. Ex 24, 8), de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero v vivo, que Israel experimentó cuáles fueran los caminos de Dios con los hombres y, hablando el mismo Dios por los profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de dia en día, y los difundió ampliamente entre las gentes (cfr. Ps 21, 28-29; 95, 1-3; Js 2, 1-4; ler 3, 17). La economía, pues, de la salvación pronunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del A.T.; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne» (conc. Vaticano II, Const. De¡ Verbum, no 14)

2. Importancia y significación del A. T. «La economía del A. T. estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente (cfr. Le 24, 44; lo 5, 39; 1 Pet 1, 10) y significar con diversas figuras (cfr. 1 Cor 10, 11) la venida de Cristo redentor universal y la del reino mesiánico. Mas los libros del A.T, manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por uristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a su tiempo, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadera sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación» (Dei Verbum, 15).

3. Circunstancias de redacción de los escritos del Antiguo Testamento. Los libros del A. T. se escribieron en diversas circunstancias históricas y fechas, que van probablemente desde el s. XIII a. C. (fijación de las primeras leyes, muy reducidas, dadas por Moisés), hasta fines del s.II o principios del I a. C. (últimos libros sapienciales, como el de la Sabiduría). La historia literaria del A. T. ha sido objeto de estudios críticos desde fines del s. XVII.

Los libros del A. T. se escribieron, entre otras, por las siguientes circunstancias: l) fijación por escrito de tradiciones orales ancestrales del pueblo de Israel, como p.ej. las historias de los patriarcas (V. PATRIARCAS l); tales tradiciones, al pasar a escritas, fueron ensamblándose y constituyendo libros, según diversas necesidades del momento, antes de ser finalmente integrados en algún conjunto de libros sagrados y canónicos. 2) Otros libros tuvieron un origen más directamente literario, al emplear prevalentemente fuentes escritas precedentes; tal es el caso, p. ej., de los libros de los Reyes (v.), de las Crónicas (v.) o Paralipómenos, de los Macabeos (v.) y de buena parte del Pentateuco; en el caso de los libros de los Reyes, p. ej., se combinaron una especie de crónicas reales con otros escritos de origen sacerdotal y cúltico y algunas tradiciones de los hechos y predicación de algunos profetas, como Elías (v.), Eliseo (v.), Natán, etc.; el resultado del acoplamiento de las diversas fuentes escritas con otras orales y con los pasajes redaccionales, debidos a los últimos redactores y compiladores, llegó a constituir los definitivos libros inspirados o sagrados, que como tales fueron recibidos por el Pueblo de Dios del A.T. y por la Iglesia (V. BIl3LIA iii). 3) Algunos libros del A.T. deben, finalmente, su origen a la actividad más directamente teológico de los «sabios» israelitas, almas religiosas, forjadas en la meditación espiritual, la observación de la naturaleza y de la vida humana y ejercitadas en la reflexión.

Pero existe un denominador común en todos los libros del A. T., cualesquiera que fuesen las circunstancias y motivaciones concretas de su escritura: todos tienen una relación estrecha con la fe de Israel. Así, p. ej., las tradiciones sobre los antiguos patriarcas Abraham (v.), Isaac (v.) y lacob (v.), conservadas oralmente entre los clanes israelitas a lo largo de los siglos, fueron finalmente escritas porque aquellos antepasados eran los detentadores de las promesas divinas de salvación (v. SALVACIÓN Il), tuvieron unas especiales experiencias religiosas, a ellos se les manifestó Dios (V. TEOFANÍA ii) y les habló (v. PALABRA ii). En otros muchos casos, la relación con lo sagrado es aún más evidente: se trataba de oráculos profé-ticos (V. PROFECIA Y PROFETAS) o bien de la ley Sagrada (V. LEY DE MOISÉS; LEY ix) que Dios mandaba a su pueblo (v. PUEBLO DE DIOS; IGLESIA l).

4. Cronología de los escritos del Antiguo Testamento.

Los estudios críticos acerca de los más variados aspectos históricos, literarios, etc., del A.T., han llegado en nuestros días a no pocos acuerdos generales relativos a las épocas de redacción de los libros sagrados. Bien es verdad que los resultados de la crítica se ven sometidos incesantemente a revisiones y rectificaciones más o menos notables. Para la mayoría de los libros esta tabla no puede estimarse como muy precisa o segura, pero es un auxiliar valioso para enmarcar los libros en su cuadro histórico y, por ende, para la comprensión de su mensaje respectivo y de su interpretación. Las razones por las que aún no se puede establecer una cronología definitiva son varias: l) los libros no van fechados; 2) la cronología de la historia bíblica del A. T. todavía tiene problemas importantes por resolver (v. CRONOLOGÍA II); la sincronización de acontecimientos no es suficiente en muchos casos para datar los escritos; 3) la misma crítica histórico-literaria ha ido mostrando la complejidad redaccional de gran parte de los libros del A.T.: muchos no se escribieron de una sola v ' ez, sino a través de un proceso literario largo, a veces de siglos, por el que a un primitivo núcleo o capa redaccional, se fueron incorporando otros documentos o tradiciones orales, se hicieron retoques de aclaración histórica o de interpretación teológica, etc., hasta llegar a su redacción definitiva. Para dar una idea de la complejidad redaccional de que hemos hablado, podría pensarse en el largo proceso de construcción de alguno de los grandes templos cristianos, que comenzados en el s. xii o xiii no fueron terminados hasta varios siglos después, superponiéndose elementos arquitectónicos de variados estilos. Los intentos de una datación histórica precisa tropiezan así con dificultades; de ahí que las propuestas hechas por los diversos autores tengan mucho de hipotético, y muchas de ellas hayan sido luego desmentidas por descubrimientos posteriores. Recogemos a continuación un esquema muy difundido entre los exegetas de mediados del s. xx, advirtiendo que, en general, tiende a retrasar la fecha de los diversos escritos y a fragmentarios en etapas, y que, en más de un punto, es muy discutible y está sujeto a revisión:

Siglos a. C. Escritos (o tradiciones orales)

 

Xili Tradiciones orales (usos y costumbres legales, tradiciones familiares y tribales acerca de los tiempos patriarcales y siguientes; especie de romances). Primeras formulaciones legales mosaicas (primera formulación del Decálogo).

 

XII-XI Algún breve escrito en forma de acta; poemas épicos de transmisión oral (más tarde puestos por escrito).

 

x Crónicas reales cortas (incorporadas después a los libros del A. T.). Comienzo de una actividad literaria escrita.

 

ix Colección de escritos judaicos, que recoge antiguas tradiciones, llamada Yahwista (J).

Vlll Colección de escritos, de origen nordisraelita, llamada Elohísta (E). Ambas (j y E) se incorporan más tarde en la redacción del Pentateuco.

 

Vil Algunos oráculos escritos de jeremías. Comienzo de la actividad literaria de la escuela Deuteronomista (D).

 

VI Continuación de la escuela deuteronomista: partes fundamentales de los posteriores libros de: josué, jueces, Samuel, Reyes, Rut. Puesta por escrito parcial de la predicación de los profetas Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Ageo, Sofonías, Nahum, Ezequiel.

 

v Actividad literaria de la escuela Sacerdotal (P) o Priesterkodex: cuerpos legales y reelaboración de pasajes narrativas incorporados al Pentateuco y losué. Puesta por escrito de la predicación de los profetas Zacarías, Malaquías, joel, añadiduras al libro de Isaías. Redacción del libro de lob. Algunos Salmos.

 

V-IV Redacción definitiva del Pentateuco (JEDP).

Escuela del Cronista: libros de las Crónicas o Paralipómenos. Desarrollo de la literatura sapiencial: libros del Eclesiastés, algunos Salmos. Segunda parte de Isaías (Deuteroisaías).

 

111 Sigue el desarrollo de la literatura sapiencias: Otros Salmos, Cantar de los Cantares, Proverbios. Libros de Ester, ludit. Se prosigue el Salterio.

 

ii Se terminan el Salterio y Daniel. Se escriben el Eclesiástico y buena parte de los Macabeos.

 

li-i Redacción definitiva del libro de la Sabiduría.

 

5. Contenido y características generales de los libros de¡ Antiguo Testamento. Libros históricos. Los llamados libros históricos, según el estadio definitivo de redacción en que nos han llegado, comienzan (primeros capítulos del Génesis) por dar una respuesta religiosa, según la fe veterotestamentaria, al tema sapiencias de los orígenes del mundo y del hombre, así como a la historia primitiva de la humanidad (Gen 3-11; V. CREAClóN I; ADÁN; EVA; PROTOEVANGELIO). A continuación concentran su mirada sobre los acontecimientos originales del pueblo de Israel y la historia de sus patriarcas Abraham (Y.), Isaac (v.) y lacob-lsrael (v.) (Gen 12-50). Con Abraham se dejan los oscuros tiempos correspondientes a la prehistoria de la humanidad, para entrar en los históricos, al menos por lo que se refiere al Oriente Medio y Próximo (a Abraham suele situársela hacia los s. xx-xviii a. C.). Dios se acuerda de las antiguas promesas hechas a Abraham y a los patriarcas (v. PATRIARCAS i, 2) y saca a su pueblo de Egipto «con mano poderosa», por medio de Moisés. Con los acontecimientos del éxodo de Egipto y la peregrinación por la península del Sinaí hacia el país de Canaán (Y.), llegamos cronológicamente hasta finales del s. xiii a. C. Los episodios de esta época están narrados e interpretados teológicamente en el libro del £xodo (v.), al que completan, con ampliaciones parciales narrativas, teológicas, litúrgicas e incluso con relatos duplicados, los libros del Deuteronomio (v.), Levítico (v.) y Números (v.). La entrada y conquista de Canaán, bajo el caudillaje de losué, es relatada e interpretada desde una valoración teológico y religiosa en el libro de losué (v.). Desde este escrito hasta los dos libros de los Reyes (v.), pasando por el de los jueces (v.) y los dos de Samuel (Y.), la historiografía israelita nos ha dejado una visión de su propia historia, única hasta entonces en la literatura universal.

Parece que estos libros proceden, en su concepción general y en la estructura básica, de los trabajos de la llamada escuela Deuteronómica; utilizaron fuentes orales y escritas, y el texto que dejaron fue más tarde sometido a ciertos retoques, muy leves, durante el s. v a. C. La escuela Deuteronómica floreció principalmente en las últimas décadas del s. vii a. C.; sus maestros, formados en las enseñanzas de los grandes profetas preexílicos y en ciertos círculos sacerdotales de Jerusalén, dieron, a impulsos del Espíritu dé Dios, una visión providencialista, profundamente religiosa y teológico de la historia del pueblo veterotestamentario. Puede decirse -según el es. tado actual de las investigaciones- que esta escuela fue la creadora de una verdadera teología y del género literario de la historia sagrada o historia de la salvación, género que se continuará, con unos matices u otros, a lo largo de todos los escritos sagrados del A. y del N.T.: puede verse un ejemplo de este género, incluso en un re. lato tan tardío como el discurso del protomártir S. Esteban, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cap. 7.

Pentateuco. De entre los llamados libros históricos del A. T., los cinco primeros, según el orden lógico en que vienen en las ediciones de la Biblia (Gen, Ex, Lev, Nuni y Dt) constituyen un grupo especial, el Pentateuco (v.), con una significación destacada dentro del conjunto ' de escritos del A. T. El mismo nombre que los hebreos han dado a estos cinco libros ha-Torah (la ley), nos indica lo que fundamentalmente ha de buscarse en ellos: la ley de Israel. Pero no debemos acoplar esta afirmación a la idea que ahora tenemos de un código legal. En el Penta. teuco se mezclan, de modo a primera vista desconcer. tante, leyes, historia, liturgia, oración, teología, epopeya, sabiduría...

En él se narran, en efecto, los inicios de la historia de la salvación, o, por mejor decir, de las intervenciones a través de las cuales Dios nos ha revelado su designio salvador y ha instituido los medios encaminados a él. Comienza en efecto con la narración de los acontecimientos primordiales: la creación del mundo y, en él, del primer, hombre y la primera mujer; la llamada a la intimidad divina; la rebeldía primera del hombre frente a Dios; el desarrollarse de la humanidad. Tal es el contenido de los primeros 11 capítulos del Génesis, que son como la prehistoria de Israel, en cuanto que resumen en trazos muy breves siglos de historia como introducción que nos permita comprender el contexto y el sentido de la acción que Dios realiza en Israel mismo. A partir de ahí el Pentateuco narra la historia de Abraham, de Isaac. de jacob y de los demás patriarcas, y posteriormente la obra de Moisés hasta su llegada a los confines de Pales. tina. Al mismo tiempo va recogiendo la constitución de los elementos sobre los que se basaba la vida posterior del pueblo: la Ley, el culto, el sacerdocio, etc. De ahí que constituyera para el israelita fuente constante de referen. cia, y que sea para el cristiano fuente de una enseñanza radical.

Escritos proféticos. Otro de los bloques de libros que hallamos en nuestras Biblias es el constituido por los es. critos proféticos, que nos han conservado una parte -a veces muy pequeña- de las enseñanzas de los pro. fetas hebreos. Normalmente éstos no escribieron, pero -de modo parecido a como ocurriría más tarde con el ministerio público de jesucristo-, hombres inspirados por Dios recogieron parte de la predicación de los profetas, constituyéndose así los libros proféticos. El A. T. en general atribuye una singular importancia al ministerio de los profetas. Pero no sólo el A. T., sino el N. T. también, Así, p. ej., la epístola a los Hebreos (v.) comienza pot estas célebres palabras: «Después de haber hablado Dios antiguamente a nuestros padres en muchas ocasiones y de diversas maneras por medio de los profetas, últimamente, en nuestros días, nos ha hablado a nosotros por el Hijo»

Hay que advertir que, junto a estos profetas, cuyas enseñanzas fueron' recogidas más o menos sistemáticamente formando un libro en el A.T., se nos habla de otros profetas, cuya predicación y noticias biográficas sólo fueron consignadas parcial y ocasionalmente en medio de otros libros históricos -los de los, Sam, Reg, que por esta misma causa los antiguos hebreos llamaron profetas priores o anteriores- (p.ej., las noticias del profeta Natán en 2 Sam, o los ciclos de Elías y Elíseo en 1 y 2 Reg respectivamente). Para mencionar a los profetas del A.T. suele usarse convencionalmente el título de profetas escritores para los primeramente aludidos, y el de profetas no escritores para el segundo tipo, aun con la impropiedad que evidentemente tienen tales denominaciones.

En cuanto a las características literarias de los escritos proféticos, podemos decir que existen tres principales series de elementos constitutivos: i) las palabras, discursos u oráculos; están redactados según diversos procedimientos literarios: o bien es Dios quien dirige la palabra, o bien es el profeta quien habla en nombre de Dios, o bien se trata de ciertas formas literarias (parábolas, alegorías, enigmas, etc.), con frecuencia en poesía, mediante las cuales el profeta dirige una enseñanza o advertencia, 2) Pasajes en los que el profeta habla en nombre propio a sus conciudadanos para exhortarles a la conversión a Dios, tomando ocasión de las propias experiencias. 3) Relatos en tercera persona, que se refieren a la vida y enseiíanzas del profeta y que denotan la mano de un redactor distinto del propio profeta. Estas tres series de elementos, bien clasificadas, ayudan a reconstruir el proceso redaccional del libro en cuestión y a estudiar su estructura literaria, para profundizar en el entendimiento de su mensaje, a partir de su enmarcamiento histórico y literario. Puede decirse en líneas generales que, con cierta independencia de la época concreta en que vivió cada profeta, la redacción de los diversos libros proféticos se desarrolló a lo largo de los S. Vil¡ a principios del iv a. C. Algunos de estos libros recibieron complementos escritos posteriores, como Is y Dan; notoriamente este último recibió apéndices y retoques -según se desprende del estudio interno de su texto hasta el s. ii a. C. (Acerca de cada uno de los profetas y de sus libros respectivos, v. los artículos dedicados a cada uno de ellos).

Cada uno de los profetas ha aportado, con la luz recibida de Dios y su experiencia religiosa personal, un impulso a la vida religiosa del pueblo elegido, ha dado un mensaje que, desde ciertos aspectos, queda como un luz inextinguible y siempre actual. Así, p.ej., Amós (primera mitad del s. viii a. C.) expone, con validez perenne, las exigencias de la justicia y de la caridad sociales que implica la verdadera religión; Oseas (mediados del s. viii a. C.) enseña de modo sublime cómo Dios es sobre todo amor, amor profundo y fiel por su pueblo, aun a pesar de las infidelidades de éste, amor que el profeta expresa por la analogía y las imágenes del amor del esposo por la esposa; Isaías (segunda mitad del s. viii) parte de su visión inicial del trono de Dios, para envolver su mensaje religioso dentro de la más elevada concepción de la trascendencia y majestad divinas, etc. Así, cada mensaje de los profetas tiene una validez perenne y alcanza algún punto máximo en el conjunto de la revelación, no superado ya sino por la revelación cumplida de Dios en el Verbo Encarnado, Jesucristo, la más perfecta y expresiva revelación que Dios ha hecho de sí mismo a los hombres.

De todos modos, puede decirse también que el mensaje profético se mueve en tres dimensiones religiosas fundamentales: la fe en el solo Dios Trascendente Yahwéh, la santidad (:v.) y la esperanza mesiánica (V. MESFAS). El mensaje sobre Dios constituye una profundización, no sólo especulativa, sino también -y quizá primordialmente- práctica, viva, basada en la experiencia religiosa personal de los profetas y en la tradición secular de Israel. Yahwéh es el Dios único. Pero no un Dios que habita solo en el cielo inaccesible: es el Dios Bueno, Misericordioso, Poderoso, Providente, Creador que hizo los cielos y la tierra y cuanto en ellos hay, que gobierna sabiamente el universo e interviene amorosamente en la vida de los hombres: es Nuestro Padre Dios. rl hace llover sobre los campos, pone límites a los mares, hace que el Sol y los astros sigan sus senderos, castiga a los malos y premia a los buenos...

La predicación profético tiende toda ella, y desde diversos aspectos, a la santidad del hombre como consecuencia de la santidad de Dios. Por ello, todos los profetas combaten el pecado (v.) en cualquiera de sus formas y exhortan a la práctica de las virtudes. En un principio, la virtud (Y.) está en razón directa del cumplimiento sencillo -y a veces simplista- de la Ley. Los profetas irán interiorizando la religión y la misma práctica de la Ley. Esa continua purificación de la religión será misión constante de los profetas, según queda atestiguada en los escritos que de ellos proceden. En este sentido, también los profetas son una preparación de la plenitud de la revelación en la vida y enseñanzas de jesucristo, y correlativamente, los escritos proféticos un acercamiento a los Evangelios.

Finalmente, la esperanza mesiánica constituye algo así como la médula del profetismo escrito. El mesianismo profético es una esperanza de salvación (v. SALVACIÓN ll); ahora bien, salvación que Dios mismo ofrece y realiza, pero que, al mismo tiempo, exige la fe (v.) del hombre en Dios -más que las prácticas externas de la Ley de la santidad de vida. En una serie de textos parece hablarse de un mesianismo sin Mesías: es directamente Yahwéh quien implantará su reinado futuro de justicia y santidad. Pero, en otra serie, muy abundante de textos, el reino de justicia y santidad tendrá un Rey-Mesías, que lo instaurará en nombre de Yahwéh. Por último, otro ciclo profético presenta al Mesías no ya como Rey, sino como el siervo sufriente de Yahwéh (ciclo de profecías del «poema del siervo» de la segunda parte del libro de Is, Ps 21, etc.) o como el misterioso personaje del HiÍo n . del hombre (Dan 7). En todo caso, el reino mesiá contemplado en los diversos escritos proféticos será un reinado de felicidad. de restauración de la justicia original, en el que ya no habrá pecado, donde desaparecerá toda violencia y dolor (V. REINO DE DIOS). Aunque no pueda establecerse claramente una evolución de la idea mesiánica, puede decirse que la primitiva concepción del Mesías como Rey de la descendencia de David (cfr. 2 Sam 7) adquiere una trascendencia cada vez mayor. De ello es muestra, p. ej., el ciclo de profecías del Emmanuel (ls 9, 1-6; 11, 1-9; etc.), donde las expresiones relativas al Mesías muy difícilmente son reducibles a un personaje meramente humano.

Libros sapienciales. Los escritos sagrados del A.T. que constituyen el tercer grupo, se llaman generalmente nagiógrafos, libros sapienciales (v.) o didácticos y poéticos.

La sabiduría es un género literario muy característico en todo el antiguo Oriente Medio. Son especialmente conocidas la sabiduría y la literatura sapiencias del antiguo Egipto, Sumer, Asiría y Babilonia. La sabiduría oriental constituyó un género que ante la cultura occidental apa. rece mixto de experiencias de vida, filosofía no académica, teología y hasta de las' ciencias de las relaciones públicas. Esta sabiduría se expresó en diversas formas literarias y subgéneros: refranes y proverbios, acertijos, fábulas, historietas, poemas sapienciales... Israel fue asimilando estas formas de la cultura oriental, pero hizo la traducción a su propio genio y, sobre todo, con arreglo a su fe y a su religiosidad. Así, la sabiduría hebrea fue profundamente religiosa, tendió a integrarse en la actitud religiosa del hombre ante los acontecimientos de la vida. Y por este camino llegó a ser vehículo apto para expresarse la Revelación divina. En los libros sapienciales del A. T. llega a considerarse que la sabiduría (v.) del hombre no es sino un reflejo pálido, una participación men. guada de la misma Sabiduría divina (cfr. Prv 21, 30). A veces es la Sabiduría de Dios (V. DIOS IV, 13) la que hab!a por boca de algunos hombres. También la Sabiciuria divina se manifiesta por las obras de la Creación y el nombre ha de saber leer en el orden y grandeza del universo. El hombre intenta sondear la Sabiduría divina sin poder alcanzarla (cfr. Iob 28, 38 y 39). En los últimos libros sapienciales del A. T., la Sabiduría divina, que es atributo de Dios, es presentada con una fuerte personalización literaria (V. ANTROPOMORFISMO iii), aunque dis. tando mucho todavía de constituir una revelación del misterio de las personas divinas (V. TRINIDAD, SANTÍSIMA).

Normalmente se incluyen entre los libros sapienciales del A.T. los siguientes: Iob, Ps, Prv, Eccl, Cant, Sap v Lccil. Hoy día, los investigadores de la Biblia tienden a ver Dasajes sapienciales en otras muchas partes del A.T., tanto en el Pentateuco como en los libros proféticos.

 

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J. M. CASCIARO RAMÍREZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991