ABSURDO

Categoría: Filosofía

El a. aparece en Filosofía ya desde los griegos en sentido lógico y, más recientemente, en sentido antropológico. Se puede decir que una proposición o un concepto es a., o que la vida es a. Lo que carece de sentido, por ser contradictorio o por alguna otra razón, es a. Una proposición a. o un concepto a. llevan una contradicción (v.) dentro de sí. No es lo mismo encerrar una contradicción interna que admitir un sistema inconsistente, es decir, un grupo de proposiciones en el que hay inconsistencia, o sea, dos proposiciones que se contradicen mutuamente, de forma que se afirma que algo es verdadero y falso a la vez. De una inconsistencia de ese tipo se sigue cualquier proposición. Otras veces se llama a. a algo que carece de sentido, al menos desde algún punto de vista; p. ej., los filósofos partidarios del análisis lingüístico (v. ANÁLISIS) creen encontrar muchos abusos sintácticos que hacen a. los planteamientos de muchos (o todos) los problemas filosóficos directos o de primera intención. Muchos analistas sostienen que las llamadas proposiciones éticas encierran una confusión sintáctica entre las proposiciones descriptivas de cosas (que es como intentamos entender a las éticas) y unas proposiciones veladas acerca de nuestras reacciones emotivas (que es como deberíamos entender a las éticas).
      El círculo cuadrado, el centauro (a la vez animal bruto y racional), el vampiro (un muerto que vive), son nociones que encierran notas contradictorias entre sí. Al anularse unas a otras producen el indicado vacío de sentido. Mejor dicho, son sinsentidos que no son propiamente ni proposiciones ni conceptos (según los respectivos casos). Por tanto, una proposición a. no es ni verdadera ni falsa y un concepto a. no sólo carece de extensión, sino que su misma comprehensión es casi impensable.
      La diagnosis del a. es muchas veces sumamente problemática, por no decir tendenciosa, y a veces, en las polémicas filosóficas, se maneja de manera superficial, por no decir tendenciosa, como una forma de prescindir de la posición del adversario sin tomarse el serio trabajo de examinar sus razones. De hecho así ocurre en muchos de los rechazos de la metafísica (v.) por los analistas antes mencionados.
      Argumentación por el absurdo. En la filosofía se utiliza el a. en dos situaciones distintas. En primer lugar, a veces se dice: Si per absurdum sucediera tal cosa..., para indicar que se introduce una hipótesis no sólo falsa de hecho, sino que contradice una verdad necesaria. Un iusnaturalista como el jesuita español Gabriel Vázquez (v.) diría, p. ej., si per absurdum Dios no existiera, se podría aún conocer el Derecho natural. Por una parte, la hipótesis es suficientemente inteligible como para permitir que se
      saquen conclusiones de ella, de forma que no es un a. en sentido normal. Por otra parte, de ser verdadera la hipótesis, nuestro iusnaturalista tendría que admitir que no hay Derecho natural. Por tanto, la hipótesis se considera sólo desde el punto de vista epistemológico. En realidad decimos: Si no supiéramos Z, creeríamos Y. Pero en este argumento ya no hay a.
      También se usa la reductio ad absurdum, sobre todo para comprobar las conclusiones de algunos silogismos (v.), especialmente los llamados Baroco y Bocardo. Consiste en suponer que la proposición contradictoria a la conclusión del silogismo es verdadera. Entonces, de esa contradictoria y una premisa se obtiene la contradicción de la otra premisa. P. ej., si todos los griegos son europeos y todos los atenienses son griegos, resulta que todos los atenienses son europeos. En cambio: si algún ateniense no es europeo y todos los atenienses son griegos, resulta que algún griego no es europeo, lo que contradice la primera premisa de nuestro silogismo original.
      La comprobación por reducción al a. es un caso particular del argumento ad absurdum en general. Tal argumento consiste en demostrar una conclusión, probando que su contradicción llevaría a la contradicción de algo que se tiene por seguro. Los argumentos de Zenón contra el movimiento (Aquiles y la tortuga, etc.) son ad absurdum. Por la contradicción que sigue al análisis de la noción de movimiento, Zenón concluye que es meramente aparente. Ahora bien, el argumentum ad absurdum presupone que la realidad misma no es a., que el ser es inteligible. Este presupuesto del uso lógico de lo a. dentro de la filosofía occidental desaparece con algunos existencialistas.
      Absurdo existencial. El existencialismo hace hincapié en la absurdidad de la vida o del mundo. Ya Kierkegaard (v.) encontraba antinomias (v.) entre los niveles estético, ético y religioso. Al rechazar la tendencia hegeliana de racionalizarlo todo, retuvo la tensión dialéctica entre distintos niveles de la realidad. Es conocida la exégesis kierkegaardiana de la paradoja que supone el mandato divino según el cual Abraham debía sacrificar a su primogénito. De todas formas, la realidad no es absurda para Kierkegaard, ya que se entiende mediante la fe y la relación personal con Dios. En cambio, para otros existencialistas, también influenciados por Hegel (v.), el hombre es meramente pretensión de sí mismo. Pero como en sí mismo es nada, la vida es absurda.
      Para Sartre, lo que existe en cuanto tal es a. Las entidades matemáticas son plenamente inteligibles, pero no pertenecen al orden real. Las cosas reales son opacas. La inteligencia no las penetra. No tienen razón de ser. En un pasaje de La Náusea, Sartre describe cómo su héroe Roquetin tiene una intuición de la radical absurdidad del ser, al fijarse en las raíces de un viejo castaño, que se hunden en la tierra negra y amorfa. Se puede decir que el único valor en sí que reconoce Sartre es la libertad. Los demás valores se crean. Pero como Sartre reduce la libertad al ejercicio de ella misma, a la libertad de autodeterminarse, el mismo ejercicio de la libertad destruye a la libertad, de donde sigue otro a.
      Albert Camus (v.) filosofa casi exclusivamente desde la ética. En El mito de Sísifo plantea el problema de carencia de los valores humanos, preguntándose acerca de la posibilidad del suicidio. Si no hubiera base metafísica para nuestra creencia en valores objetivos, parecería que habría que concluir que la vida es absurda. Sin embargo, Camus concluye que los argumentos metafísicos usuales en favor de la libertad son falaces, pero que la dignidad humana exige que vivamos a despecho de esa absurdidad,con vistas al respeto a la persona humana propia y ajena, es decir, fraternalmente.
      Observaciones. No todo irracionalismo es una filosofía del a., porque se puede intentar explicar la realidad por la voluntad es el caso de Nietzsche y Schopenhauer, el sentimiento o algún valor no racional, en cuyo caso tendría cierto sentido el mundo, aunque no un sentido estrictamente inteligible.
      A veces se ha dicho que los filósofos del a. se han quedado simplemente con la radical insuficiencia del mundo, cayendo así en un unilateralismo que les cierra el acceso a la verdad de Dios. En efecto, si bien las vías que conducen al conocimiento de Dios (v. DIOS IV, 2) implican la afirmación de la contingencia de lo finito, implican a la vez la afirmación de su positividad. En este sentido se observa que, de hecho (al menos), en varios intelectuales conversos al cristianismo, el paso de la incredulidad al cristianismo ha sido consecuencia de dejar de considerar al mundo como a. y pasar a ver un sentido en él. Sin embargo, no se puede equiparar el ateísmo con la filosofía del a. (como muestra, p. ej., el marxismo).
      V. t.: IRRACIONALISMO;EXISTENCIALISMO I.
     

BIBL.:J. QUILES, jean Paul Sartre: el existencialismo del absurdo, Buenos Aires 1948; S. MoRRis ENGEL, Hobbes' Table of Absurdity, «The Philosophical Review» LXX (1961) 533543; S. CANTARO, El absurdismo o filosofía del absurdo, «Univ. Argentina» (1952) 157185; M. F. SCIACCA, Sísifo sube al Calvario, Barcelona 1964; H. DE LUBAC, El drama del humanismo ateo, Madrid 1948.

JAMES G. COLBERT, JR.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991